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25 Watts Slacker Barrial

VPRO Tiger Award (mejor película) y Moviezone Award (premio del Jurado Joven) en el 30º Festival Internacional de Cine de Rotterdam / Premio FIPRESCI III Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires / Mejor Guión y Premio "La Gran Ilusión Magazine" Festival de Cine Latinoamericano. Lima, Perú 2001 / Mención Especial del Jurado Festival Internacional de Cine Cinema Jove Valencia / Mención Especial del Jurado Festival Internacional de Cine de Bogotá, Colombia / Mejor Largometraje VIII Festival de Cine Independiente de Barcelona L’Alternativa. España, 2001 / Mejor Opera Prima Festival del Nuevo Cine Americano de La Habana, Cuba 2001

Por Andrés Nazarala

Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll nunca le tuvieron miedo a las referencias porque supieron cómo trasladarlas a su mundo: ese Montevideo gris de clase media que funciona como escenario de 25 Watts (2001) y Whisky (2004), dos películas distintas en estilo pero parecidas en su objetivo de retratar la ciudad y a esos personajes atrapados en su entorno.

Si Kaurismäki (en especial La chica de la fábrica de fósforos) inspiró el insuperable segundo largometraje de la dupla, 25 Watts mira sin tapujos hacia el cine indie estadounidense de los '90, una década después de la irrupción de Slacker (1991), de Richard Linklater; película fundacional que, junto con retratar la abulia de una generación, inauguró una nueva camada de cintas cuyas historias, aparentemente, carecen de conflicto. Obras construidas a fuerza de tiempos muertos y diálogos rebuscados, y cuyo centro de atención son jóvenes que, por motivos personales o sociales, malgastan su tiempo haciendo nada, en la vereda opuesta a la productividad de la vida adulta.

En el caso de 25 Watts -promocionada internacionalmente como Una Slacker en español- esos jóvenes son Leche (Daniel Hendler), Javi (Jorge Temponi) y Seba (Alfonso Tort), tres amigos apáticos que no hacen más que mantener diálogos ociosos, ver televisión y jugar al "ring ring raja".

Rebella y Stoll abarcan un sábado en sus vidas, desde las 7 de la mañana, cuando regresan de una salida nocturna, hasta el día siguiente.

En un mundo donde los adultos brillan por su ausencia, cada uno enfrenta una pequeña preocupación: Leche -que se ha quedado el fin de semana en casa con una abuela sorda a la que usa como antena de televisor- planea cómo confesarle su amor a la profesora de italiano con la que tiene una clase particular ese mismo día. Javi, el más desmotivado de todos, termina con su novia y piensa abandonar su trabajo que consiste en manejar un altoparlante de publicidad sobre ruedas. Sebastián, en tanto, piensa cómo arrendar una película porno sin ser juzgado por el empleado del videoclub y se ve envuelto en una situación absurda cuando un desconocido lo reconoce como el hermano menor de su amigo "Manteca", llevándolo de juerga.

Aludiendo en el título al "bajo voltaje" de la energía vital de los adolescentes protagónicos (como una ampolleta de 25 Watts), Rebella y Stoll entrecruzan con habilidad estas tres historias y condimentan todo con la inclusión de personajes secundarios -propios del submundo juvenil uruguayo- que van apareciendo en el camino.

En todas las situaciones, la incomunicación opera como elemento principal y posibilita la comedia de enredos, valiéndose de elementos como un tipo que habla a mil por horas, algunos desencuentros telefónicos y varios malentendidos.

Los cineastas no evitan las citas, sino que la exponen como homenaje. El espíritu de Slacker está presente y también el videoclub de Clerks (1984), ópera prima de Kevin Smith que, según sus propias palabras, nació de su admiración por la cinta de Linklater. A esta cadena de referentes que dialogan y se replican, hay que sumarle la trilogía del argentino Raúl Perrone (Labios de churrasco, Graciadió y 5 pal peso), que trasladó las leyes del indie norteamericano a la pequeña localidad de Itzuzaingó. Probablemente, él fue el primero en construir una cinta sobre "slackers" en un contexto latinoamericano, donde las conversaciones sobre Madonna y el cine pueden convivir con tradiciones locales que, en algunos pueblos, aún resisten al progreso como los altoparlantes móviles que más tarde adoptarían Rebella y Stoll. "Armé mi propia Seattle o Portland, Oregon", señaló alguna vez Perrone, haciendo referencia a las tierras sagradas del cine independiente estadounidense. La comunión de 25 Watts con esa cinematografía queda sellada con una estética en blanco y negro, propia de los primeros trabajos de Jim Jarmusch. Y también por la fuerte presencia del rock under uruguayo.

Pero 25 Watts no se ve limitada por sus referentes. Por el contrario, proyecta a sus realizadores como narradores ingeniosos y hábiles, en el desafío de construir una película "en la que no pasa nada" pero a través de una serie de recursos, como el flashbacks y el mónologo interior. La languidez y lentitud de los personajes contrasta con un tratamiento fílmico inquieto y dinámico que terminará funcionando como un artefacto casi perfecto. Rebella y Stoll ya demostraban la capacidad para desarrollar un guión redondo, talento que depurarían posteriormente en Whisky.

Algunos dicen que la primera película "slacker" de la historia fue Los inútiles (1953), de Federico Fellini, centrada en cinco amigos desempleados que se entregaban al ocio en la Rimini de posguerra. El director italiano inventaba un género complejo de desarrollar, comprendiendo que mucho ocurre en una película donde supuestamente nada ocurre. Desde American Graffiti (George Lucas, 1973), pasando por Calles peligrosas (Martin Scorsese, 1973) hasta -por qué no- Seinfeld, el desafío consiste en evitar que la cinta se desmorone, ser capaz de integrar todas las historias, ofrecer buenos diálogos y hacer que la distensión sea disfrutable.

Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll logran todo esto, y más, en una película que adopta influencias para terminar hablando de algo tan personal como es el barrio y los amigos; una ópera prima carente de pretensiones que además funciona como ofrenda y homenaje. Porque 25 Watts es también un honesto y sentido agradecimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

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