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Tom Waits

Sentimientos de gato viejo Los mundos cinematográficos de Tom Waits

Hay actores condenados a tener un único e interminable papel en el cine. Tom Waits (de paso por nuestra cartelera con Siete Psicópatas) que en estricto rigor es más un músico que actúa que un actor propiamente tal, tiene un personaje tan asumido como cantautor que en cada papel, aparición o cameo que ha hecho en la pantalla grande no puede desprenderse de su aura de bohemio y marginal sin remedio. Así lo quiere él, y por eso lo buscan, para ser –la mayoría de las veces- la pieza más auténtica del mobiliario de un bar. Porque Waits y su voz gastada destilan alcohol, tabaco y talento de sobra. Un recorrido por la trayectoria cinematográfica del más grande de los "Hijos de Lee Marvin".

Por Andrés Nazarala

La noche hace cosas extrañas
dentro de un hombre
Estos sentimientos de gato viejo
que tú no entiendes
 

Tom Waits
De la canción I Hope That I Don't Fall in Love with You de su disco debut Closing times
 

No es fácil establecer cuando Tom Waits dejó de ser una persona para transformarse en un personaje. En la minuciosa biografía La voz cantante (Global Rhythm), el autor Barney Hoskyns cuenta cómo pasó de ser un cantautor del montón a comienzo de los '70 para llegar a parecerse a uno de los marginales que habitan sus canciones, cuyas historias tomaron influencia de los mundos literarios de escritores como Nelson Algren (A walk on the wild side), Hubert Selby Jr. y Jack Kerouac. Este último fue también muy importante a la hora de definir la propuesta sonora; una gran influencia a la hora de amalgamar rimas frenéticas, y a veces improvisadas, sobre bases de jazz con olor a asfalto.

Aunque se consideraba fan declarado de la mega-estrella Frank Sinatra –la portada del disco The heart of saturday night está abiertamente inspirada en la del melancólico In the small wee hours-, su conexión espiritual era con los bajos mundos que llegó a abrazar como estilo de vida. Como un inadaptado perdido en la América profunda, Waits terminó viviendo en el decadente Tropicana Motel, refugio de actores en desgracia, criminales y otras especies, en medio de una desordenada habitación que, como constató un periodista cuando lo visitó (según Hoskyns), estaba llena de revistas porno, colillas de cigarro y un mar de botellas de cerveza. Ahora bien, ¿era este el verdadero Waits o la imagen que quería proyectar?

Fue también en esta época (mediados de los '70) cuando Tom Waits comenzó a llegar borracho a los programas de TV y contar en entrevistas diversas versiones sobre su vida. Que había nacido sobre un bus en movimiento o en un prostíbulo, dando detalles de una juventud criminal que estaba sólo en su cabeza. En tiempos poco elegantes donde reinaban los Eagles y las patas de elefante, Waits retrocedía algunas décadas, mezclando el mundo de Frank Sinatra y Ray Charles con el de Jack Kerouac, el cine negro, el influyente compositor alemán Kurt Weill, el cabaret, Lord Buckley y el humor corrosivo de Lenny Bruce. Al escenario se llevaba también un trozo de Broadway, sin perder jamás el histrionismo.

Sylvester Stallone y Tom Waits en La cocina del infierno (1978)

Por eso, el matrimonio de Tom Waits con el cine era sólo cuestión de tiempo, una relación de mutua convivencia que le permitiría al cantante llevar sus caracterizaciones a un nivel superior, interpretando principalmente a músicos, borrachos, dueños de bares y excéntricos. Es decir, distintas versiones de sí mismo.

Según Barney Hoskyns, la imagen de músico de trasnoche fue lo que llamó la atención de Sylvester Stallone cuando lo vio un club de Los Angeles. Inmediatamente pensó en él para La cocina del infierno (Paradise Alley, 1978), su debut como director.

"Tienes que ser el pianista borracho de un club irlandés... te será fácil", le habría dicho Sy, como contó posteriormente Waits en una entrevista para Playgirl. "Hubiera preferido interpretar al asesino del hacha, pero ya es un comienzo", bromeó el cantante en la publicación. Y resumió la experiencia en una frase: "Acudí, me senté ante un piano durante tres semanas y luego me fui para casa".

Ese pequeño cameo en el debut de Stallone –centrado en tres hermanos que tratan de salir de la miseria a través del boxeo (considerado como un "borrador" de Rocky)- y luego otra aparición, prácticamente calcada de la anterior, en el policial Wolfen (1981), de Michael Wadleigh –el primer fotográfo de Jim McBride y de Martin Scorsese, y realizador de Woodstock (1970)- donde Waits aparece unos segundos como un pianista tocando y cantando uno de sus temas (Jitterbug Boy), marcaría el inicio de su extensa carrera actoral que a estas alturas cuenta con una treintena de títulos.

Coppola: en las buenas y en la malas

Según Hoskyns, a fines de los '70, la productora de Coppola, Zoetrope, pasaba por grandes problemas financieros debido a los excesos presupuestarios de Apocalipsis ahora (1979). De hecho, le habían pedido a Wim Wenders –que filmaba bajo el patrocinio de Zoetrope- que despidiera a su propia mujer, la actriz Ronee Blakely, durante el rodaje de Hammett.

El responsable de El Padrino pensó entonces en realizar una película menor, una comedia romántica musical, ambientada en una locación llamativa como Las Vegas, que pudiese sacarlos de la bancarrota. Llamaron a Van Morrison para que se hiciera cargo de la banda sonora, pero el cantautor argumentó que odiaba Las Vegas. Entonces acudieron a Waits, quien compuso un soundtrack insuperable.

Frederic Forrest y Nastassja Kinski en Golpe al corazón (1982)

A diferencia de otras bandas sonoras, la de Golpe al corazón (One From the Heart, 1982) no se limitaba a acompañar la historia sino que funcionaba como médula del film. "Lo que quiero es que hagas un álbum y luego yo filmaré la película sobre él", recordó Coppola en una entrevista del 2003.

La singular propuesta generó choques entre la creación musical y la construcción argumental, proceso que se agravó con la decisión del director de construir Las Vegas en un estudio, lo que encareció sustantivamente la producción convirtiéndose a la postre en un oneroso musical y no en la comedia que los sacaría del atolladero.

La cinta demoró en estrenarse y fue un total fracaso comercial (costó 24 millones de dólares y recaudó solamente 800 mil), y también artístico, con personajes tan artificiales y planos como la escenografía misma, además de una dinámica de videoclip extendido que sólo dejó bien parado al músico (quien aparece como trompetista, en su tercer cameo para el cine). El álbum obtuvo, de hecho, su primera y única nominación al Oscar, que perdió frente a Henry Mancini por Víctor Victoria, de Blake Edwards. Es que la banda sonora es impecable y muestra a un Waits tan cool como romántico, encabezando una pequeña y trasnochada agrupación de jazz, y acompañado de la dulce voz de la cantante country Crystal Gale.

Al borde de la quiebra, Coppola comprendió que ya no podía seguir realizando proyectos tan ambiciosos. Reclutó a Waits para su próximo filme: Los desalmados (The Outsiders, 1983), su primera aproximación al mundo de las pandillas juveniles, realizada con un presupuesto considerablemente más bajo que Golpe al corazón y con una amplia lista de actores jóvenes que en poco tiempo se tomarían Hollywood: Matt Dillon, Ralph Macchio (Karate Kid), Rob Lowe, Tom Cruise, Emilio Estévez y Diane Lane.

Los protagonistas son dos adolescentes que, luego de ser atacados por una banda criminal, asesinan accidentalmente a uno de ellos. Esa misma noche conocen en un bar al personaje de Waits: Buck Merrill, un tipo rudo fanático de la música de Hank Williams. Es una aparición breve pero que nuevamente luce gracias al fuerte carisma del cantante.

Pese al nuevo fracaso de taquilla que significó Los desalmados, Francis Ford Coppola persevera y realiza inmediatamente después una aproximación más oscura y personal al mundo de las pandillas juveniles y que se convertiría un film de culto en los '80: La ley de la calle (Rumble Fish, 1983). Filmada en blanco y negro (con excepción de un pez rojo), y con cierta influencia estética del expresionismo alemán, convocó a Mickey Rourke, Dennis Hopper y Nicolas Cage, y nuevamente a Matt Dillon, Diane Lane, y al mismísimo Waits.

Esta vez, el cantautor tuvo un desafío actoral mayor, pero en la misma línea de sus apariciones anteriores en el cine. Interpreta al dueño de Benny's, el bar con mesas de pool donde se reúne la pandilla protagónica. Como si se tratara del monólogo de uno de sus shows, el cantante ofrece una divertida reflexión sobre lo rápido que pasa el tiempo. "Sólo me quedan 35 veranos", se queja.

Inseparables: Tom Waits y Francis Ford Coppola en Cotton Club (1984)

Desgraciadamente, Coppola no logró el éxito esperado con La ley de la calle, y se vio obligado a realizar un filme por encargo: Cotton Club (1984). Pero siempre fiel a sus cercanos, Coppola nuevamente da otro pequeño papel a Waits en un medio ambiente que también le resultaría familiar: la vida nocturna del mítico club de Harlem en los años '30, condimentada con una historia policial que tiene a Richard Gere como protagonista.

Tom Waits abandona los bares

En 1984, Tom Waits dio un arriesgado giro del que salió muy bien parado. Desafiando a la industria, y cerrando la etapa de crooner de trasnoche, realizó Swordfishtrombones, un disco donde se atreve a mezclar el blues con la vanguardia (empezó a percutir autos viejos y chatarras para lograr nuevas sonoridades), adoptando el espíritu iconoclasta del punk (reclutaría al guitarrista Robert Quine de Richard Hell & The Voivods).

En su renacimiento artístico, abandonó Los Angeles y se mudó a Nueva York, donde se impregnó del ambiente de la escena underground del Lower East Side, donde brillaban nombres como el del músico John Lurie y los cineastas Amos Poe (emblema del movimiento No Wave) y Jim Jarmusch. Este último lo invitó a participar en su tercer largometraje, Bajo el peso de la ley (Down by Law, 1986), otorgándole su primer papel protagónico.

"Tom y yo teníamos una estética muy similar. Un interés por la gente sin ambiciones, por la gente marginal", contaría Jarmush tiempo después.

Junto a John Lurie y Roberto Benigni –por entonces un sarcástico humorista italiano que apenas hablaba inglés y que había hecho amistad con Jarmush en un festival de cine- componen la tríada protagónica: tres tipos que escapan de la cárcel.

Waits, John Lurie y Roberto Benigni en Bajo el peso de la ley (1986)

Aunque la película funciona como un homenaje, en blanco y negro, al cine carcelario, el énfasis está puesto en el choque de culturas y personalidades de los tres personajes protagónicos y en los divertidos tiempos muertos que surgen del encierro. Con gracia y actitud, Waits se pone en los zapatos de un DJ radial que cae preso tras aceptar trasladar un "paquete" para unos mafiosos. Cuando es detenido por la policía, se da cuenta de que el encargo en cuestión es el cuerpo de una víctima.

Bajo el peso de la ley le otorgó a Waits la oportunidad de enfrentar su primer papel de verdad, sin abandonar los bajos mundos por los que siempre circuló. Él mismo confesó haber tomado inspiración en los locutores radiales antiguos que admiraba, tipos huraños que, sin embargo, estaban obligados a hablar durante horas. No sólo por el innegable talento de un Jim Jarmusch en estado de gracia, sino que también por el alto nivel de su elenco, Bajo el peso de la ley es una gran película.

Jarmusch y Waits: Dos de los "hermanos" Marvin

El cineasta y el cantante seguirían trabajando juntos en otros proyectos: En 1993 Tom Waits protagonizó su corto Somewhere in California junto a Iggy Pop (y que formaría parte del largometraje Coffee and Cigarettes, 2003) y musicalizó la cinta Una noche en la Tierra (Night on Earth, 1991). Ambos fundaron también Los Hijos de Lee Marvin, una especie de sociedad "secreta" formada por tipos que, por su parecido físico, podrían ser hijos del actor. La asociación también incluye a Nick Cave, Neil Young, Iggy Pop y Thurston Moore, de Sonic Youth.

 

Con Jarmusch, Waits pudo reírse de sí mismo. En Somewhere in California cita a Iggy a un bar decadente (como era de esperar) pero ordena café en vez de alcohol. Y confiesa que él es en verdad médico y que alguna vez tuvo que hacer una traqueotomía con un lápiz. "Puedo notarlo porque tu música es muy humana", le responde Iggy sorprendido.

En su próximo papel regresó a la seriedad. Interpreta a un borracho en Ironweed (1987), de Héctor Babenco (que buscaba consolidar su exitoso debut en Hollywood con El beso de la mujer araña), acompañando a Jack Nicholson y Meryl Streep, dos vagabundos atormentados por sus fantasmas que tratan de sobrevivir en la Nueva York de 1938.

El comediante

Asentado musicalmente en el underground, Tom Waits aceptó actuar en la película del guionista Rudy Wurlitzer –autor de cintas claves de los '70 como Pat Garrett y Billy The Kid de Sam Peckinpah y Two-Lane Blacktop de Monte Hellman- y el fotógrafo Robert Frank, quien también contaba en su currículum con un par de obras emblemáticas: Pull my Daisy (1959), cortometraje experimental protagonizado por la realeza beatnick: Jack Kerouac (como narrador), Allen Ginsberg, Gregory Corso y Peter Orlovsky; y Cocksucker Blues (1972), el seguimiento sin censura a los excesos privados de los Rolling Stones.

Candy Mountain, de Rudy Wurlitzer y Robert Frank (1988)

El proyecto se llamó Candy Mountain (1988) y contó con varios músicos en el elenco: Joe Strummer de The Clash, David Johansen de los New York Dolls y Arto Lindsay, entre otros. En la historia, un tipo recorre Estados Unidos buscando a un legendario luthier. En su viaje, hace una parada por la casa de Al Silk (Waits), un músico millonario que juega golf en su jardín, fuma puros y termina interpretando una canción en el piano. Es un papel caricaturesco que funciona como humorada en medio de una película fresca y carente de pretensiones.

Sus dotes de comediante serían después puestos a prueba en Cold Feet (1989), road movie en la que interpreta a un torpe ladrón junto a Keith Carradine y Sally Kirkland. Una comedia disparatada que incluso se atreve a robar la canción característica de Los Dukes de Hazzard en una escena de persecución.

Su tercer protagónico fue en Bearskin: An Urban Fairytale (1989), una extraña película basada en un relato de los Hermanos Grimm que hoy es casi imposible de encontrar. Ahí interpreta a un hombre que es desafiado a vivir sin bañarse ni afeitarse, y en condiciones extremas, durante siete años a cambio de mucho dinero. Dirigida por el portugués Eduardo Guedes junto a su mujer Ann, el film iba acompañado del slogan El hombre que dejó de bañarse por siete años.

A estas alturas, Waits se paseaba por la industria sin prejuicios, haciendo cameos y papeles menores en todo tipo de cintas como Queens logic (1991), comedia romántica protagonizada por Kevin Bacon, Linda Fiorentino y John Malkovich (ahí se encarga de Monte, el más excéntrico y rockanrolero del grupo de amigos protagónico), Hasta el fin del mundo (1991), de Wim Wenders, Los dos Jacks (1990), de Jack Nicholson (la fallida continuación de Chinatown), Pescador de ilusiones (1991), de Terry William, etc.

Cruzando el umbral hacia la fantasía

Es interesante apreciar cómo la carrera cinematográfica de Tom Waits se fue desarrollando de la mano de su propuesta musical. A mediados de los '80, con los álbumes Rain Dogs y Franks wild years, entró a un terreno teatral y onírico donde los límites de la fantasía y la realidad están difusos. El último registro lo compuso para una obra teatral realizada en conjunto con el prestigioso dramaturgo Robert Wilson y la compañía Steppenwolf (de John Malkovich), y sigue a un personaje que circula sin rumbo por un mundo surreal. Con Wilson trabajaría en otros proyectos teatrales como The Black Rider, escrito por William Burroughs y basado en un relato de la mitología germana; Alice, inspirada en Alicia en el país de las maravillas y Blood Money, adaptación de Woyzeck, de Georg Büchner. Tom Waits iría abandonando la bohemia para hundirse en universos siniestros y fantásticos que le deben mucho al teatro.

Waits como Reinfield en Dracula, de Francis Ford Coppola (1992)

En ese contexto, aceptó un nueva invitación de Francis Ford Coppola de participar en su versión de la novela de Bram Stoker, Drácula (1992), interpretando a uno de los personajes más interesantes de la obra: R.M. Reinfeld, presentado como un hombre de 58 años de edad que se alimenta de insectos y pájaros para "mantenerse vivo". Hasta que hace un pacto con Drácula, a quien llama "The Master": si le rinde tributo, el vampiro lo proveerá con una gran cantidad de "comida".

Reinfield ha estado presente en el cine desde Nosferatu (1922) de Murnau y ha sido interpretado por actores de la talla de Klaus Kinski (Conde Drácula, de Jesús Franco, 1970), pero hay en la encarnación de Waits algo especial e insuperable, probablemente por su aspecto de de borracho y vagabundo desvalido. El Drácula de Ford Coppola –una metáfora del SIDA, como el mismo lo señaló en una entrevista- ha generado opiniones divididas, pero nadie queda indiferente ante la memorable participación de Waits.

El cantante seguiría explotando terrenos fantásticos, pero antes hizo una parada en la desolada realidad de los suburbios. Robert Altman lo reclutó para Short Cuts (1993), película coral basada en una serie de relatos del gran escritor Raymond Carver, con un nexo en común, la vida en los suburbios de Los Angeles.

En medio de un mar de actores –Andie MacDowell, Jack Lemmon, Julianne Moore, Chris Penn, Robert Downey Jr.-, Tom Waits sobresale con su retrato de un taxista nocturno que deja todo para pasar más tiempo con su mujer (Lily Tomlin). Beben, bailan y cuando irrumpe el terremoto final, desean que se los lleve juntos.

Luego retomó la senda de la fantasía con un protagónico en Mystery Men (1999), junto a Ben Stiller, delirante comedia centrada en un grupo de superhéroes que deben salvar el mundo. Tom Waits se encarga de Dr. Heller, un científico loco que inventa armas singulares.

El imaginario mundo del doctor Parnassus (2009), de Terry Gilliam

Tras algunos cameos en documentales y el 2005 en El tigre y la nieve (largometraje que terminó por sepultar la corta carrera de Roberto Benigni como director), e interpretar a un delirante predicador en la película de Tony Scott, Domino (2005), además de un pequeño rol en la cinta fantástica Wristcutters: A Love Story (2006), Tom Waits entregó su versión de un personaje que forma parte de sus canciones desde el comienzo, como herencia del blues: el Diablo. Terry Gilliam construyó el papel a su medida –lleva un vaso de whisky y cada vez que aparece se escucha una melodía de jazz trasnochado- en su película más difícil de concretar (sin contar la nunca realizada El hombre que mató a Don Quijote): El imaginario mundo del doctor Parnassus (2009), marcada por la muerte de Heath Ledger, en medio del rodaje, y de quién se decía había imitado los gestos y actitudes del mismísimo Tom Waits en una vieja entrevista de televisión, para hacer su oscarizado rol del Guasón en Batman, el caballero de la noche (2008), de Christopher Nolan.

Tras otro rol menor en el film apocalíptico, El libro de Eli en 2011, el último papel de Tom Waits también se adentra, de alguna manera, en lo fantástico. Es el personaje más memorable de Siete Psicópatas (2012), el "asesino de asesinos en serie" que recuerda cuando junto a su mujer se dedicaba a cazar y matar a los grandes criminales del mundo (ver crítica de la película aquí). Es el Tom Waits romántico –la separación lo deja en un estado de tristeza y nostalgia de por vida- y también el personaje teatral y excéntrico de los últimos discos.

Big Time: La obra maestra de Waits

Pero si nos aproximamos a Tom Waits desde el cine, no podemos ignorar Big Time (1988), un extraño "documental" que escribió junto a su mujer Kathleen Brennan y bajo la dirección del desconocido cineasta Chris Blum. Sin miedo a la fragmentación, con una puesta en escena bizarra ofrece un vistazo al espectáculo homónimo de una gira que hizo en 1987.

Estamos ante un Waits hiperventilado que cuenta chistes incorrectos, protagoniza postales de la alienación e interpreta, mejor que nunca, clásicos de su repertorio como Way down in a hole y Rain Dogs, entre otros. Es tal vez su gran testimonio fílmico, una experiencia audiovisual que él mismo tituló como "Un operachi romántico", homenajeando, con sus bigotines y sus referencias mexicanas a uno de sus reconocidos héroes: Mario Moreno "Cantinflas".

"Hago aromaterapia, trabajo de jardín, remolque. Pero con la actuación, usualmente consigo a gente que quiere ponerme por poco tiempo. O tienen una parte muy extraña que tiene sólo dos páginas de diálogo. El problema es que es realmente complicado hacer un rol pequeño para una película, porque hay pocas escenas para demostrar la dimensión completa de tu personaje", dijo Waits en una entrevista. Lo bueno es que la información que necesitamos para decodificar a sus personajes está ahí afuera, como compendio de un decadentismo ilustrado que Waits ha sabido transformar en poesía, más allá de las fronteras de la música y las barreras del tiempo.

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