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Edición N° 92

Cine y Elecciones I Llueven sapos

Se acercan las elecciones de noviembre y algunos de sus candidatos (y ex candidatos) han mostrado no sólo sus propuestas políticas sino también varias de sus preferencias cinematográficas. ¿Dice algo sobre los candidatos su favoritismo o simpatía por una película?

Por Jorge Morales

El 2008 cuando se cumplieron 75 años de la fundación de la Policía de Investigaciones de Chile -y todavía no se le conocía familiarmente como PDI (la pretenciosa sigla con la que se le conoce hoy emulando a sus pares norteamericanos del FBI)- dentro de sus actividades de aniversario organizaron un ciclo de cine en la Biblioteca Nacional. Lo que más me despertó la curiosidad es que la muestra completa estaba concentrada en la figura de James Bond, el super espía de cuyo "padre", el escritor Ian Fleming, conmemoraba un siglo de su nacimiento ese mismo año. Suena bastante absurdo, pero al parecer los detectives veían un vínculo entre el sofisticado agente británico 007 y nuestra nada glamorosa policía civil. Desgraciadamente no asistí a ninguna de las funciones de las cintas de Bond para desentrañar el misterio de esa semejanza que seguramente iba a ser ilustrada por los debates posteriores animados por varios ex prefectos de la institución. Muchos años antes, en Buenos Aires, vi un ejemplo similar de lo que podríamos llamar como "identificación". En un afiche donde aparecían varios de los más intrépidos detectives televisivos setenteros (Columbo, Starsky & Hutch y la guapísima Angie Dickinson de La mujer policía) se incluía una "persuasiva" frase promocional: "¿Quieres vivir emociones como ellos? Ingresa a Policía Federal". Un maravilloso despiste de la arrogancia porteña.

El cine puede ser barómetro de lo que pensamos, sobre los que somos o lo que queremos ser. O sobre el lugar que creemos que ocupamos o deberíamos ocupar en el mundo. Un espejo caprichoso donde el verdadero reflejo está en los ojos de quién mira, más que sobre lo que proyecta el cristal. Por eso, en la anterior campaña presidencial, me pareció más que pertinente revisar la carrera cinematográfica de Marco Enríquez-Ominami porque nada podía ser más ilustrativo sobre su pensamiento que revisar sus películas, por más mediocres o insufribles que fueran (adjetivos que, por cierto, calzan perfectos para definir su filmografía). Naturalmente, me gané el odio de una buena cantidad de sus partidarios, y el aprecio de unos cuantos de sus detractores, entre ellos, el sociólogo Eugenio Tironi, que linkeó el artículo en su twitter con una frase muy ilustrativa: "Para conocer a MEO", tuiteó Tironi.

Nos habíamos amado tanto, la favorita de Bachelet y Golborne

Dentro de los meses más raros de nuestra (pre)campaña presidencial, donde la derecha brindó un sabroso festín canibalizándose como es su tradición, pero que terminó coronando a la más malquerida de sus líderes, La Tercera publicó perfiles de la larga lista de postulantes a La Moneda. Aparecieron semblanzas de Laurence Golborne, Pablo Longueira y Andrés Allamand… como para constatar lo insondables y efímeros que son los caminos de la vida (y de cómo el papel aguanta –y perdona- todo). Uno de los datos que me pareció más interesante fueron los gustos cinematográficos de los (ahora ex) candidatos. Golborne dijo que su cinta favorita era Nos habíamos amado tanto (1974), la desencantada comedia italiana de Ettore Scola (curiosamente la misma de Bachelet); Longueira escogió El Padrino; y Allamand no se casó con ninguna: "cualquier película de James Bond".

Lo de Golborne suena a cuento (o a cálculo) porque si bien la película de Scola tuvo bastante éxito en Chile (de frecuente circulación en el cine Normandie) se trata de una cinta melancólica y generacional para los mayores de '50, muy emblemática dentro del mundo de izquierda sobre cómo los otrora recalcitrantes jóvenes rebeldes van aburguesándose y avinagrándose con el paso de los años. Para el Golborne que conocemos –un arquetipo del tontorrón oportunista de febles principios- pareciera ser una cinta muy refinada. Una película más acorde a su personalidad sería Forrest Gump (en rigor, sobre cómo cualquier idiota puede convertirse en millonario) o En busca de la felicidad (Gabriel Muccino, 2006) ese infame film apologético del capitalismo donde un tipo (Will Smith) opta por vivir un tiempo en la indigencia –sacrificando de paso la dignidad de su pequeño hijo- para lograr, gracias a su "esfuerzo personal", transformarse en corredor de bolsa. Una lacrimógena Wall Street Love Story.

El perturbado Michael Corleone, la película favorita de Longueira

Por el contrario, la elección de El Padrino le viene como anillo al dedo a Longueira. El deprimido ex candidato solía repetir que para él participar de la actividad política era un sacrificio, que estaba muy lejos de su carácter y que lo hacía de mala gana. Le faltó poco para decir que la odiaba (si es que no lo dijo claramente en alguna ocasión). Ese mesianismo –sentir que uno debe inmolarse en pos de un bien superior- es muy similar al abandono de Michael Corleone a su vida de ciudadano de a pie que quiere pasar desapercibido para convertirse en líder mafioso tras el atentado contra su padre. De hecho, la escena clásica de esa renuncia tiene tintes tan alegóricamente místicos y católicos que seguramente debe parecerse a lo que Longueira padeció tras la muerte de Jaime Guzmán: el deber de convertirse en tutor de los huérfanos que dejó el padre espiritual de la UDI. "Ahora estoy contigo", dice Michael a un sonriente Don Corleone postrado en la cama del hospital. Michael es astuto, audaz y con un hambre insaciable de poder, pero jamás parece disfrutarlo. Igual que Longueira: es un capo a su pesar. El Padrino que nunca ha sido una película exclusivamente sobre la mafia sino más bien un compendio sobre los tejes y manejes del poder, es un retrato de cuerpo y alma de la UDI: una "familia" llena de jerarquías y preceptos tan dogmáticos como mandamientos y que, sin embargo, son capaces de modificar a la primera ocasión, traicionando sin pudor a cualquiera de sus "hijos" si la "familia" está en peligro (sino que el mismo Golborne lo diga). Pura ópera. Sin embargo, el dramático desenlace de la opción de Longueira es más fácil emparentarlo con otros Dones audiovisuales: el televisivo Tony Soprano o el Paul Vitti (Robert DeNiro) de Analízame.

En el caso de Allamand, el vínculo es más misterioso: ¿qué puede tener en común el ex rugbista con James Bond? Parece haber menos relación que los anhelos frustrados y sueños de opio de los detectives de Investigaciones. Sin embargo, la frase clásica de Allamand, "la política es sin llorar", podría ser una perfecta declaración de principios del espía británico que se caracteriza por su decidido, circunspecto y solitario profesionalismo (toda una travesía por el desierto). Bond asesina sin despeinarse y al igual que Allamand es más frío que un pescado. Porque el candidato pelusón que cantaba con ese remedo de la rana René en la espantosa y plagiaria campaña que dirigió el hijo chascón de Chadwick para las primarias, en realidad, no existe. Allamand es todo lo contrario, un sujeto empaquetado, serio y poco empático. Bond, sin embargo, tuvo, en mayor o menor medida (dependiendo del actor que lo encarnaba), un irónico sentido del humor. Pero comparten un elemento definitorio sobre la personalidad: al igual que el agente 007, el ex candidato siempre ha sido considerado un "animal político", o sea, un tipo que vive y muere para su trabajo. Por eso, no tendrá licencia para matar, pero tiene una capacidad irrefrenable para no morir, sacando alguna sorpresiva ventaja incluso cuando pareciera que su cadáver se está enfriando.

Operación Gloria

Nota en Las Últimas Noticias sobre la función de Gloria donde asistió Bachelet

Ya decía antes que la película favorita de Bachelet era Nos habíamos amado tanto sobre la cual establecer vínculos es bastante obvio (la pérdida del sueño socialista, de revolucionarios a funcionarios-empresarios, etc.). Pero su relación con el cine es tan amplia, que sería insuficiente centrarla meramente a su cinefilia. Porque la ex gobernante es la única de todos los candidatos presidenciales de la que se la ha hecho por lo menos dos películas (los documentales La hija del general, de María Elena Wood, y Una mujer, un país, de Leonardo de la Barra y Veronique Werotte, ambos filmes del 2006 y ambos entusiastas y cómplices con la candidata –aunque del primero se extrajo la conocida frase de la utilidad del "delantal blanco" que harto ha servido para desprestigiarla-); que hizo propaganda de sí misma en la promoción de un blockbuster hollywoodense (Lincolnver aquí-), y sobre todo, que se ha valido del gran éxito de una cinta nacional (Gloria) para sacar rédito político como identificación de género.

En la mañana del 19 de mayo en el Mall Florida Center, se exhibió Gloria, de Sebastián Lelio, para un grupo de mujeres pertenecientes a las "redes territoriales de la campaña". No fue exactamente una función "privada" porque la distribuidora Fábula se encargó de informar profusamente a la prensa sobre la actividad donde, por cierto, asistió Michelle Bachelet.

La película de Lelio –que ha tenido un notorio brillo festivalero como de público- contó desde su estreno con una fuerte campaña promocional. De hecho, premeditadamente o por una feliz coincidencia, se aprovechó como estrategia de marketing el estreno de Gloria el mismo fin de semana que se celebraba el "Día de la madre". Una fecha que tiene tantas connotaciones emocionales prefabricadas (digamos la ocasión en que el comercio nos "invita" a honrar a nuestras mamás) que derivó que la película se leyera –curiosamente- como símbolo de emancipación femenina. Digo "curiosamente" porque la maternidad no tiene mucho que ver con la libertad, (incluso se podría argüir que es exactamente lo contrario). Como sea, la campaña abusó de la idea de que era el tipo de películas para ir a ver junto a las madres, suegras y abuelas.

¿Como dos gotas de agua? Paulina García y "Gloria" Bachelet

Se dice que Gloria, el personaje, es una mujer de más de 50 años, que vive sola, divorciada, con hijos mayores, con una vitalidad y determinación envidiables, y hasta ejemplares. Que bebe, fuma marihuana, tira sin pudores; que es aguerrida e independiente. Y más, que incluso simboliza los cambios de la sociedad chilena, o sea, que puede verse como la moderna mujer trabajadora, y sobre todo, como un ícono de las manifestaciones de ese nuevo y empoderado ciudadano que no se deja atropellar y quiere más que la medida de lo posible.

Aunque Bachelet era considerada hasta hace muy poco tan parte del establishment como el más irritante dirigente derechista, y una figura que estaba muy lejos de liderar a los "indignados" chilenos, la operación política –digámoslo con todas sus letras- ha funcionado para instalar la idea de que Bachelet puede representar justamente, como lo dice el nombre de su flamante coalición presidencial, esa "nueva mayoría". En ese sentido, la relación con la película Gloria es un eslabón más de la cadena. De hecho, sin ir más lejos, la figuración de Paulina García (la protagonista de la cinta) en la campaña ha sido más que notoria: en el primer debate presidencial televisado de las primarias, una accidentada García –muletas mediante- acompañó a Bachelet por la "alfombra roja" camino al podio donde se desarrolló el foro, y en el cierre de la campaña de las primarias, estaba sentada a su lado. Eso aparte de las propias declaraciones de la actriz afirmando que "Bachelet es una buena imagen de Gloria". Una analogía que incluso el crítico de cine Christian Ramírez vio curiosamente en la similitud de los lentes ópticos de ambas... Aunque es legítimo que la actriz se abanderice con quién quiera (de hecho, su apoyo a Bachelet no es nuevo), hay un velado aprovechamiento político prácticamente inédito en la historia del cine chileno. Ni hablar de Fábula que algún dividendo comercial debe haber supuesto le traería la función de Bachelet con sus adherentes para publicitarla. ¿O es sólo convicción política? ¿Publicitaría Fábula una exhibición de Gloria con Evelyn Matthei y algunas pobladoras militantes de la UDI? Seguramente no, porque Gloria y Bachelet son homologables. Un perfecto acuerdo de mutua conveniencia.

All about Eve (1950), deJoseph L. Mankiewicz

Queda por ver cómo será la campaña propiamente tal, donde la convicción y calidad cinematográfica de los spots televisivos también será un elemento clave. La vergonzosa cita de Luciano Cruz-Coke a La guerra de la galaxias para la campaña de Allamand marcará un antes y después sobre el mal gusto, la bobería y la poca creatividad; justo lo que no hay que hacer. En ese sentido, la distancia estética sideral de la campaña televisiva de Bachelet ya quedó cristalizada en la notable y snob pieza publicitaria que circuló previamente por YouTube con vistas aéreas de Nueva York, la ex mandataria hablando en inglés subtitulada al castellano, sus cajitas con "books" y "clothes" en su departamento neoyorkino vacío, caminando (flotando más bien) en los alrededores de la ONU, y recibida, entre vítores, a su arribo a Santiago.

Hay un montón de candidatos presidenciales cuyas preferencias fílmicas son una incógnita. Partiendo por Evelyn Matthei –la candidata final y de último minuto de la derecha- que tiene probablemente las mejores posibilidades de disputar el segundo lugar en las próximas elecciones. Aunque la proclamación de su candidatura fue ambientada con la música de Transformers y Volver al futuro (que puede hablar de su capacidad camaleónica como de su virtud de volver al pasado para modificar el futuro –léase "yo voté por el SÍ, pero sabiendo que ganaría el NO"-) me la jugaría por escoger para ella una cinta clásica de los '50: All about Eve, de Joseph L. Mankiewicz (también conocida en castellano como Eva al desnudo o La malvada) donde una postulante a actriz (una brillante Anne Baxter) trata de disputarle el cariño y el respeto a la favorita del público y la crítica teatral –nada menos que a Bette Davis- haciéndose la "buenita". Un manual de hipocresía sobre cómo una talentosa y trepadora figurante ocupa las tretas más venenosas para destruir a una estrella... Ya sabemos que Matthei tiene una larga trayectoria en esto de arruinar a sus enemigos empleando cualquier medio, así que el filme puede resultar hasta profético. Aunque no sobre el final: la "mala" se corona de estrella.

El derechazo

De lo que se conoce, hasta ahora el interés del mundo cinematográfico sobre las elecciones ha ido de la mano de tres directores que estuvieron detrás del mismo y exitoso producto, Stefan vs Kramer, pero que rompieron su sociedad. Por un lado, el humorista Stefan Kramer nuevamente dio pruebas de su innegable talento como imitador así como de su gran olfato comercial haciendo circular en YouTube nuevas caracterizaciones de algunos de los (extintos) precandidatos presidenciales: Juan Antonio Gómez, Claudio Orrego, Andrés Velasco y Pablo Longueira. Se trataría justamente de una especie de aperitivo de El ciudadano Kramer, su nueva película. Entretanto Lalo Prieto y Sebastián Freund, los otros dos codirectores de Stefan vs Kramer (esta vez como director y productor respectivamente), están rodando por su lado El derechazo, una comedia que se estrenará un mes antes de las elecciones. Por lo visto en el tráiler promocional (una grotesca pelea cuerpo a cuerpo entre Bachelet y Matthei), nada bueno se puede esperar de la película.

Con todo, está es lejos la campaña presidencial más entretenida e impredecible (bueno, hasta cierto punto) desde la elección de Ricardo Lagos. Como dijo Cristián Monckeberg, vicepresidente de RN, en una insólita cita cinéfila, a propósito de los múltiples devenires que ha tenido la campaña, "ya no extrañaría que lluevan sapos como en Magnolia".

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