Columna Semanal

Del corto chileno que ganará el Oscar y otras sorpresas El año del Oso

Muertes inesperadas, entrevistadores insospechados, premios sorpresivos y un confiado presagio para el 2016. Apuntes sueltos para iniciar el año.

Por Jorge Morales

1.-Lazarus

Este comienzo de año se inició particularmente movido en el ambiente cinematográfico hollywoodense. En menos de una semana, por rara coincidencia, murieron sorpresivamente de cáncer, a los 69 años, dos británicos de excepción: David Bowie y Alan Rickman. Los dos pasaron un poco por los bordes de la pantalla grande. Bowie, pese a no tener una carrera demasiado sobresaliente en el cine, su filmografía resulta ser tan ecléctica y singular como su música. Rickman, un actor teatral de fuste, no hizo más que roles secundarios en un puñado de películas, pero aún así se las arregló para dejar huella desde su inolvidable debut como villano en Duro de matar. Dicho sea de paso, una anécdota personal intrascendente: durante un vuelo en clase turista de Buenos Aires a Mar del Plata, nos tocó asientos contiguos con Rickman y "compartimos" en silencio una Coca Cola (la azafata nos sirvió de la misma botella de litro y medio).

2.-La hoguera de las vanidades

Controversia causó la entrevista de Sean Penn al Chapo Guzmán, el (otrora) prófugo más perseguido del mundo, el narcotraficante más grande desde Pablo Escobar. En el texto publicado en la revista Rolling Stones, Penn da muestras de su talento como cronista y mal entrevistador con un larguísimo e interesante preámbulo de buena pluma (y gigantesco ego) sobre cómo se gestó el encuentro con Guzmán, pero cerrando con un breve y frívolo cuestionario escolar. Más allá del resultado, el ejercicio ad honorem de Penn (el actor no cobró por la entrevista) no parece otra cosa que el capricho de un artista multimillonario de izquierda que vaya a saber uno por qué confunde a este magnate asesino con un antagonista ideológico de EEUU.

El renacido

3.-Dame pelota

Se entregaron los Globos de Oro donde la mayor parte de los postulantes latinos (los centro y norteamericanos para ser precisos) se llevaron las palmas. El mexicano Gael García Bernal ganó como mejor actor en serie de comedia por la fresca, graciosa y livianísima (quizás demasiado) Mozart in the Jungle; el guatemalteco Oscar Isaac hizo lo suyo como mejor actor en serie de drama por la rara y perturbadora Show Me a Hero. Y por supuesto, Alejandro González Iñárritu, que continúa su reinado en Hollywood arrasando con su intelectualismo vacío y esteticista (ahora a lo Terrence Malick), ganó con El renacido (The Revenant), un artefacto de fácil y olvidable entretenimiento. La gran decepción (para algunos) fue en la categoría a mejor película de habla no inglesa, donde la turbiedad impostada de la cinta chilena más sobrevalorada del año, El club, no llegó a puerto. La ganadora fue Son of Saul, un film húngaro de igual calibre, o sea, oscuro, engrupido y "artístico", pero con un poquito más de corazón.

4.-La academia nuestra de cada año

Se lanzaron las nominaciones al Oscar. En un hecho poco común, Alejandro González Iñárritu se repite el plato con una docena de nominaciones por segundo año consecutivo. En un gesto de afecto al que es imposible oponerse, Sylvester Stallone, con su dicción entrecortada y su rostro convertido en una máscara, tiene prácticamente asegurado el Oscar a mejor actor secundario por Creed, donde se mueve a sus anchas (pero sin brillar) haciendo lo que mejor sabe hacer: Rocky Balboa. Entre varias omisiones e injusticias, destacó el incomprensible desprecio a Todd Haynes como director por Carol, el bello y contenido melodrama del realizador de Lejos del cielo, en un registro casi calcado a esa cinta y que transcurre en la misma época (los '50). Y la guinda de la torta: la película chilena Historia de un oso, de Gabriel Osorio, fue nominada a mejor cortometraje de animación.

5.-Primero se llevaron a los Osos

Se sabía que el corto de Osorio venía bien perfilado tras ganar más de 50 festivales del género (4 de ellos en certámenes de EEUU que le permitían entrar directamente a la preselección inicial del Oscar), pero obviamente su nominación no estaba asegurada. Una cinta tristísima de 10 minutos, nada infantil (o al menos no dirigida a los niños) que trata de un Oso organillero cuyo instrumento es más que un cajón musical, es un gran mecanismo de relojería que secuencialmente va armando y desarmando escenarios de hojalata en miniatura que muestran su desdichada vida desde que es separado de su familia y esclavizado en un circo, hasta que logra huir y regresa a casa, pero ya su mujer osa e hijo oso, han desaparecido (aunque, en la ficción del artefacto, sí se produce el feliz reencuentro). Como contó el propio realizador en una entrevista en revista Qué Pasa, la historia está inspirada en su abuelo, un ex regidor socialista que tras ser encarcelado por dos años a inicios de la dictadura, es expulsado del país exiliándose en Inglaterra, y que entre otros devastadores golpes emocionales, no pudo asistir al entierro de su hijo, el propio padre de Gabriel Osorio.

Historia de un oso

Desde luego, Historia de un oso es una alegoría de esos hechos reales, pero no rehúye ni maquilla el sufrimiento que la inspiró. El Oso no es feliz ni ha rehecho su vida, al revés, vive sumido en el dolor de la pérdida, en una casa cargada de la presencia fantasmal de su familia, y sólo ha reelaborado su desgracia en un artefacto que destila pura melancolía. El secuestro brutal de los cancerberos del circo (vestidos en una especie de uniforme que se asemeja más al impermeable de gala militar –tipo capa que ocupaba Pinochet- que al traje del maestro de ceremonias circense), como el rayado de un "NO" y un puño en rojo sobre los muros de las calles en un par de escenas, son señales inconfundibles del lugar donde nos encontramos.

Técnicamente, la película es impecable. La dirección de arte es de una delicadeza material excepcional tanto en los espacios del Oso, como en su organillo y hasta en la secuencia de los afiches del circo. La confluencia de texturas, la simulación de diversas técnicas de animación (todo es digital, pero tiene un look Stop Motion y hasta de sombras chinescas) como su fino montaje y banda musical (que adolece, sí, de cierta monotonía), hacen de este trabajo más que un digno contendor en la competencia. Más allá de que tengan un gran acabado formal en sus particulares estilos, ninguno de los otros cortometrajes tiene tanta versatilidad como el corto chileno. Aún así la recta final no está nada fácil. El resto de los animadores que disputan el Oscar tienen una sólida experiencia.

6.-Los contendores

Aparte del corto chileno, cuatro películas más disputan el Oscar. La norteamericana World of Tomorrow es una especie de historia de ciencia ficción sobre una niña que es visitada desde el futuro por una versión clonada de sí misma pero varios años mayor. Las explicaciones de la visita de la chica clonada tienen algún interés al principio, pero su imparable monólogo –que dura prácticamente la extensión completa de la película de 17 minutos- termina por confundir y exasperar tanto el sentido como el valor de la propuesta. El director Don Hertzfeldt tiene una larga trayectoria como animador, manteniéndose siempre firme en su estilo "infantil" de base, con monigotes de líneas y puntos con fondos blancos o minimalistas, con una técnica depurada y mucho humor negro. Su trabajo más reconocido (por el que ganó más de 20 premios internacionales) es Billy's Ballon, un divertido y cruel cortometraje de 1998, de unos niños que son atacados por sus globos. Curiosamente, en esa cinta no se pronuncia una sola palabra. En cambio, en este corto, Hertzfeldt parece decidido a dejar un mensaje, pero es precisamente su pretencioso y enredado discurso lo que termina malogrando el resultado. Hertzfeldt ya fue nominado al Oscar en 2000 con Rejected (Rechazado), un irónico compendio de frustrados trabajos de animación comercial que fueron rechazados por los clientes que lo contrataron.

We Can't Live Without Cosmos (Mi ne mozhem zhit bez kosmosa), del ruso Konstantin Bronzit, trata de dos íntimos amigos astronautas, inseparables desde la infancia, que compiten juntos contra otras parejas de astronautas para viajar al espacio (en realidad, uno viajará y el otro será su suplente). En cada prueba de selección, ambos ponen toda su energía y habilidad, y finalmente son elegidos. Ya en la misión, el piloto espacial titular tiene un accidente y muere, lo que deja tan consternado a su compañero que pierde totalmente la cordura. Una animación clásica, sin diálogos, tierna, simpática y de bella factura, pero que no arriesga en ningún plano (como apostar, por ejemplo, en la evidente tensión homoerótica de los amigos). Tampoco es la primera postulación al Oscar de Bronzit. En 2009 también fue nominado por Lavatory Lovestory (Ubornaya istoriya - lyubovnaya istoriya), la encantadora historia de amor de la portera de un baño.

Probablemente los rivales más duros del corto chileno sean justamente los únicos cortos que no pude ver. Sanjay's Super Team, de Sanjay Patel, cortometraje de Pixar que se exhibió en algunas salas del mundo con Un gran dinosaurio (también de Pixar). Patel es un antiguo dibujante de la compañía, participando como animador en varias películas clásicas como Toy Story 2, Ratatouille y Los increíbles. Este es su debut como director, muy al estilo de animación de Pixar, con una historia inspirada en su propia vida, tanto, que en un curioso gesto de narcisismo, el título lleva su nombre. Sanjay es un niño nacido en EEUU de padres indios, fanático de los dibujos animados, que es obligado a seguir las tradiciones y creencias hinduístas de su familia. Para matar el aburrimiento mientras reza con su papá a las deidades hindúes, Sanjay las imagina como superhéroes. Ya se sabe del peso y reputación de Pixar-Disney, un elemento imposible de soslayar para unos premios donde las relaciones públicas tienen un papel. Sin embargo, es bastante probable que la cinta de Pixar Intensamente (Inside Out) gané el Oscar a mejor largo de animación, y en esos equilibrios tradicionales de la Academia, se opte por premiar en esta categoría (que tiene menos relevancia y exposición) a otros animadores .

Prologue

Por lejos, el verdadero maestro en esta competencia es el nominado por Prologue, el canadiense Richard Williams. Ganador de tres Oscars, uno por Cuento de Navidad (A Christmas Carol, 1971), un corto animado sobre el clásico cuento de Dickens que dirigió para televisión, y dos por ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Robert Zemeckis, 1988), una estatuilla por los efectos especiales y otra como director de animación. En esa época, el Oscar a largometraje de animación no existía, pero se consideró que Roger Rabbit marcaba un hito por su eficaz mezcla entre humanos y dibujos animados, por lo que Williams recibió este inédito Oscar adicional.

Pero lo que hizo realmente legendario a Williams fue The Thief and the Cobbler (El ladrón de Bagdad). El film –basado en una de las historias de Las mil y una noches- inició su producción en 1964 y se "terminó" en 1993, sin la aprobación de Williams que nunca contó con el presupuesto suficiente para finalizarla, quedando a merced de los productores. Considerada como una obra maestra entre los animadores, dibujada y coloreada a mano, fue mutilada en los cortes que entraron en circulación –The Princess and the Cobbler (1993) y Arabian Nights (1995)-, ambas vulnerando las ideas originales del realizador, entre otras, que el film fuera prácticamente mudo (en esas versiones, se le recargó de diálogos y canciones). En 2013, pese a que no puede comercializarla (pero si presentarla en festivales), Williams con su productora Imogen Sutton, tomaron los segmentos terminados y llenaron los vacíos con animación a mano basándose en las imágenes del storyboard y retitularon la película como The Thief and the Cobbler: A Moment in Time, para dejar establecido su estado de work in progress ad infinitum. 

Prologue parece un proyecto igual de ambicioso, y como su nombre lo indica, es el prólogo de un trabajo más extenso, el nuevo largometraje en que Richard Williams está trabajando. El argumento: el enfrentamiento entre una pareja de espartanos y otra de atenienses frente a la mirada atónita de una niña. Aunque ni siquiera tiene un tráiler propiamente tal, lo poco que se puede apreciar en las magníficas imágenes que circulan por internet, es la animación de una especie de bocetos realistas hechos en grafito. O sea, nuevamente la animación en lápiz y papel.

6.-La corazonada

Historia de un oso

Las apuestas son como las encuestas, a las finales, cifras más cifras menos, hasta lo inexplicable tiene sentido. Mi pálpito inicial es que Prologue tiene las mejores posibilidades de ganar porque la Academia va querer reivindicar el trabajo de un animador histórico. Sin embargo, mi pálpito final es que triunfa Historia de un oso porque Williams no sólo tiene tres Oscares en casa, es probable que el premio no le traiga ningún beneficio adicional. Todos estos elementos que se ponderan al entregar un premio (la Academia no es más que un grupo de personas), creo que favorecerán al Oscar chileno. Por lo tanto, mi presentimiento, mi apuesta, es que el primer Oscar, en cualquier categoría, para una película chilena en toda su historia, será para Historia de un oso. Parece de completa justicia que el premio recaiga en una cinta que cuenta con sencillez, belleza e inteligencia la herida más grande que hemos sufrido como nación, de alguien que además la sufrió en carne propia.

Sí pensamos además que González Iñárritu tiene la carrera corrida con su película de un sobreviviente al ataque de un grizzly, qué duda cabe, el 2016 es el año del Oso.