Otras Críticas

07-09-2016 Rentabilizando los vestigios
El Príncipe Inca
02-09-2016 Los unos y los otros
Aquí no ha pasado nada
25-08-2016 Domando nuestro humano interior
El niño y la bestia
11-08-2016 Una "basura moderna"
Neruda (2)
11-08-2016 Shakespeare digital
Mi amigo el gigante

Film Estreno

Guagua cochina Chapoteando en el agua

Por Jorge Morales

Las películas independientes norteamericanas han llegado a un punto de parentesco conceptual y visual que no sólo es muy fácil identificarlas sino que además han conformado un género que va más allá de sus diversas temáticas o presupuestos. Esto no tiene que ver con sus resultados (algunos extraordinarios) sino con la marca de fábrica, por así decirlo. Pocos personajes, pocos escenarios, tramas íntimas (aunque no necesariamente minimalistas) y uno que otro actor de renombre (consolidado, en alza o menospreciado). Muchas veces no se trata de un modelo de producción ajustado a un bajo presupuesto porque no hay más dinero sino simplemente a que la historia no demanda gastos excesivos y no está protagonizada por una superestrella, y por lo tanto, no es un film independiente "a su pesar", es una opción buscada que ofrece menos comodidades y riqueza, pero infinitas más libertades.

Sebastián Silva, que a esta altura podría dar cátedra de cineasta independiente en Chile y EEUU trabajando con pequeños presupuestos, pocos actores, en pocas (y familiares) locaciones (la casa de sus papás en La nana o el departamento de Bélgica Castro y Alejandro Sieveking en Gatos viejos), y tras sus experiencias en inglés con Michael Cera (y nada menos que con Christopher Doyle como director de fotografía en Magic Magic), debuta con su primer film rodado en EEUU y con una actriz en alza como Kristen Wiig. Es un film independiente con todas las características descritas y con una historia que hasta cierto punto también podría considerarse del palo. Un artista visual latino (chileno, aunque no hay referencia alguna a Chile aparte de un par de diálogos en jerga nacional) llamado Freddy (el mismo Sebastián Silva) quiere tener un hijo por inseminación artificial con su amiga Polly (Wiig), pero su conteo de espermatozoides resulta demasiado bajo. Entonces, Freddy pide a su novio Mo (Tunde Adebimpe) si quiere hacerlo, pero Mo desde un principio no parece muy comprometido ni dispuesto a participar. Entretanto, Freddy reflexiona a su manera sobre la paternidad a través de su trabajo artístico, planificando el montaje de una instalación llamada "guagua cochina" donde reproduce el comportamiento de un bebé, haciendo él mismo y sus amigos los gimoteos, ruidos, gestos, movimientos físicos, etc. de una guagua. Por otro lado, el grupo se ve constantemente asediado en el barrio por The Bishop (El Obispo), un negro viejo, chiflado, homofóbico y grandulón (interpretado por el notable Reg E. Cathey, el amigo cocinero de Francis Underwood (Kevin Spacey) en House of Cards).

No es claro cuál es el tema de la cinta de Silva, si hablar de los nuevos y liberales arquetipos de familia, en este caso un clan conformado por una pareja gay y una chica heterosexual queriendo tener un hijo (y cuya decisión tienen actitudes ambivalentes entre sus familiares) o hacer un retrato irónico pero amigable de la pequeña burguesía bohemia de Nueva York o del latente e hipócrita racismo y homofobia de la supuestamente abierta y liberal sociedad norteamericana. E incluso, hacía el final, hacer algún apunte (tramposo) sobre la inmigración. Lo cierto es que Silva dispara para todos lados como si estuviera armando una película que pretende establecer la contradicción entre lo que las personas dicen que son y lo que son realmente, pero se quedara a medio camino, sin sustancia para fijar esa paradoja, justamente en el minuto –y esto si es paradojal- cuando pone un elemento perturbador en juego. La secuencia final da un giro inesperado –aunque preparado paso a paso para que no parezca del todo gratuito- que debió ser el punto de inflexión de la trama, pero que se transforma en un desenlace apurado e inverosímil, como quien no sabe qué hacer o por qué dio ese vuelco. Porque la secuencia tiene, por lejos, una densidad que rompe la volatilidad de la película, que en su ligera reflexión sobre la paternidad (o más bien sobre la real necesidad de ser padre), una escena oscura y dramática como ésa, podría haber sido un excelente inicio para sondear las verdaderas contradicciones de ese grupo social. Guagua cochina promete cocinando a fuego lento un drama desapasionado, pero que justo cuando encuentra su verdadera fortaleza en ese quiebre, que permite releer y validar su anemia, termina despreciándolo convirtiéndolo sólo en un final manipulador y "artístico" tan deslucido como la instalación de Freddy: "una pijamada entre amigos" como dice el decepcionado galerista que la exhibirá. Porque Silva parece querer darse todos los gustos, desde ser el protagonista, incluir nuevamente a su hermano (pero esta vez en un rol tan intrascendente que podría eliminarse sin afectar en nada el argumento), o terminar antojadizamente la película.

No es que Silva se quede corto, es peor, cuando finalmente encuentra algo desde donde agrandarse, se achica. Es como un náufrago que cuando está a punto de llegar a tierra, se queda feliz chapoteando en el agua hasta ahogarse en su propia vanidad.

 

Este artículo aún no tiene comentarios. Puedes ser el primero en comentar.

Buscador
Quiénes Somos | Contáctanos