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¿Realidad o ficción? El cristal con que se mire

Por Jorge Morales

Es un lugar común, pero cada vez que nos asalta una nueva película chilena, básicamente son dos los temas que la circundan: la evaluación (si es buena o mala) y las cifras (éxito o fracaso de taquilla). Sin embargo, pocas veces nos topamos con una cinta donde la discusión se genera por una materia eminentemente cinematográfica. Por eso, y considerando que este año se reestrenará en 35 mm, nos pareció atractivo como revista de cine promover un debate sobre Un hombre aparte (Perut-Osnovikoff, 2001). ¿Por qué? Porque pese a que prácticamente nadie niega su notable factura, su novedosa narrativa, sus múltiples y merecidos reconocimientos internacionales, y pese a que casi todos concuerdan que sus realizadores tienen talento de sobra y que es factible vaticinar que sus próximos trabajos darán que hablar, la película igual genera antipatías. Lo que está en discusión sobre este documental es una materia mucho menos cuantificable que la venta de entradas y mucho más difícil de calificar que una estructura. Lo que se discute (o queremos discutir) es un tema que está en la misma génesis del arte cinematográfico y que ha creado los mayores caldos de cabeza de los teóricos y de quiénes toman una cámara y nos cuentan una historia: ¿Cómo representamos la realidad? ¿Cómo contamos al espectador lo qué está frente a nuestros ojos? ¿De qué manera desnudamos el verdadero rostro de una persona o un hecho? ¿Hasta dónde es ético intervenir? ¿Qué es real, qué es sólo interpretación? ¿Cuándo prendemos, cuándo apagamos la cámara? Son las mismas preguntas que se han hecho y se hacen todos los cineastas y cuyas respuestas son la historia viva de la cinematografía. Son las mismas preguntas que Perut y Osnovikoff respondieron de un modo que puede causarnos rechazo o admiración. Porque el mayor mérito de este filme es que no nos deja indiferentes.

La realidad también está de moda en televisión. Si no estamos viendo un reality show donde un grupo de aspirantes a artistas se encierra para obtener fama (¿puede haber algo peor?), vemos la muerte en directo de un pueblo abatido a manos del ejército de un déspota extranjero (sí, definitivamente hay cosas peores). En ambos fenómenos televisivos también se contestan, paródica o políticamente, esas mismas preguntas. Sólo la verdad nos hará libres, dice el versículo bíblico, pero habría que preguntarse qué verdad.

Publicado el 01-05-2003

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