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Lola Dueñas y Pablo Pineda Protagonistas de Yo, también A Flor de Piel

Yo, también

La desconfianza natural a una película que tiene de protagonista a un actor con Síndrome de Down �que inevitablemente hace suponer un cierto chantaje emocional al espectador- era el mayor prejuicio con el que Yo, también, de Álvaro Pastor y Antonio Naharro, enfrentó al público, la crítica y el jurado de San Sebastián. Pero la Concha de Oro a las actuaciones de Lola Dueñas, y especialmente a Pablo Pineda, no fueron gestos de compasión, sino el reconocimiento a una representación de genuina emoción como la película.

Por Pamela Biénzobas

Yo, también fue sin duda un evento mediático durante el festival de San Sebastián. La buena recepción consensual, el entusiasmo admirativo por la figura de Pablo Pineda, y el compromiso a fondo de Lola Dueñas, de pronto atrajeron las miradas hacia una película pequeña, cuya temática se hubiese prestado para un tratamiento sensiblero y convencional para cautivar al gran público. Pero sus directores, Pastor y Naharro, apostaron por una mirada personal y bastante sobria (a pesar de algunos momentos o aspectos excesivos) para su primer largometraje.

Uno más, uno menos (2002)

El síndrome de Down, que ya habían tratado en el corto Uno más, uno menos (2002), es un tema personal para uno de los directores, Antonio Naharro, cuya hermana menor Lourdes Naharro (y que en Yo, también interpreta a Luisa) tiene el síndrome de Down; lo es para Julio Medem, el cineasta y, en este caso, productor, cuya hija adolescente también tiene síndrome de Down; y definitivamente lo es para su protagonista Pablo Pineda, un carismático hombre de treinta y cinco años, graduado universitario y funcionario municipal, acostumbrado a dar conferencias para sensibilizar respecto a este trastorno genético, con que él mismo nació. De ahí la honestidad y dignidad de una película realizada sin condescendencia ni paternalismo, sino con lucidez y sentido del humor.

Aunque Daniel Sanz, el personaje protagónico, toma prestada características del "caso" de Pineda (el primer europeo en licenciarse de la universidad, con un nivel de autonomía rarísimo), es un personaje ficticio a través del que se explora principalmente un tema tabú: la vida afectiva y sexual de un síndrome de Down, en este caso enamorado de una mujer que no lo es. Lola Dueñas interpreta a Laura, un personaje intenso, perturbado y exagerado (tal vez innecesariamente), que también vive al borde de una cierta normalidad social (como consecuencia, se revela luego, del abuso de su padre).

Los protagonistas, ganadores de sendas Conchas de plata a la actuación, no pudieron dar entrevistas juntos. Pero aún así, la connivencia entre los dos era evidente cuando cada uno hablaba del proceso de Yo, también y del trabajo con el otro.

LOLA DUEÑAS

Lola Dueñas comienza su entrevista excusándose por su disfonía, y la termina comentando lo mucho que le gustaría volver al Festival de Valdivia, donde estuvo en 2006. Con la misma sencillez habla del oficio de actor, de sus proyectos en el cine francés, y de los dos años consagrados a Yo, también, a medida que el proyecto evolucionaba y luchaba por realizarse. "Primero estaban (los directores) Álvaro y Antonio con Pablo (Pineda), luego entró Julio Medem y Koldo Zuazua, los productores, y luego entré yo", cuenta. "Es una película que ha costado. Nadie quería contribuir en la producción; a nadie le interesaba la historia de un síndrome de Down y una loca. Nos costó casi dos años poder levantar la película. Ahora todo el mundo la quiere".

Lola Dueñas
Dos años aprovechados para madurar el trabajo, asegura: "nunca nos quedamos parados. Cada vez que la película se caía nos poníamos tristes pero al día siguiente decíamos 'vamos a trabajar, a ensayar, a seguir'. Yo preparaba Laura por mi lado. Hubo una chica –no digo su nombre para protegerla- a la que llamo 'la otra Laura', que desgraciadamente tuvo la misma infancia terrible en su vida real con esta historia tremenda por parte de su padre, y se prestó a ayudarme. Todos los viernes durante meses venía a mi casa y revivía su historia. Era muy fuerte. Te superaba el dolor; no entendías cómo había podido sobrevivir. Hizo terapia por miles de años. Ella me ayudó muchísimo, unido al trabajo con los directores y a Pablo. Pablo me ha dado muchísimo. Todo eso junto fue construyendo el personaje hasta llegar al color rubio tremendo en el último momento. Queríamos que fuese un disfraz, que fuese alguien que hubiese huido de una realidad tremenda, y que había intentado ser otra, borrar su pasado. Por eso funciona ese color tan extraño, tan loco".

-¿Durante todo ese proceso trabajaste con Pablo Pineda?

-¡Claro! Estuvimos trabajando un año y pico antes. Ensayábamos una semana al mes. Ensayos maravillosos; escenas inventadas o que luego se han quitado. Improvisábamos mucho. Ese trabajo previo, trabajar mucho antes del rodaje, es maravilloso, sobre todo si no hay dinero para rodar. Rodamos la película en cinco semanas. ¡Nada!

Pablo de verdad tiene una facilidad increíble. Álvaro y Antonio tienen razón: los síndrome de Down tienen muchísima capacidad artística, es alucinante. Pablo tenía una reacción inmediata: apenas se planteaba una situación, entraba facilísimamente. Lourdes (Naharro) también. Quizás porque tienen muchísima capacidad para conectar con las emociones; las tienen muy a flor de piel.

-Debes haber vivido un proceso similar al que se plantea en la película: aprender a mirar a una persona no de manera condescendiente sino como una persona más. ¿Cómo fue ese camino de ver al chico con síndrome de Down especial, a pasar a ver a tu co-protagonista?

-Pasó algo muy extraño. Casi desde la primera vez que nos vimos, yo nunca vi al chico síndrome de Down. El primer contacto que tuve con él nos sentaron frente a frente, y nos dijeron "miraos". Nos estuvimos mirando muchísimo rato sin hablar. A mí me desmontó su mirada. Me tocó muy dentro. Quizás por eso se decidió que lo hiciese yo; no lo sé. Nunca vi ese lado. Establecí con él desde el primer momento una relación de igual a igual. Fue de manera natural; no sé por qué pasó, por qué hubo conexión entre nosotros dos desde el principio. Estaba de Dios, como se dice.

Lola Dueñas y Pablo Pineda en Yo, también

-Y en los momentos de exigencia, de tener que criticar el trabajo, plantearse desafíos ¿cómo influía en la parte más técnica y dura del trabajo?

-Había cosas muy pequeñas, como no enfilarse con la cámara o poner atención a la luz, pero luego te adaptabas y si él se enfilaba, tú te quitas. Pequeñísimas cosas. Realmente alucinaba con Pablo en rodaje. Fue muy duro; estábamos trece horas seguidas.

Estuve un día con el grupo (de personas con síndrome de Down, que participan en la película) de Danza Móbile. Es increíble, encontrarte rodeada de Downs. No sé explicar bien, pero conectas con algo tuyo totalmente nuevo. Yo tengo un lado muy Down también respecto a las emociones y los sentimientos. Yo me reconocía en ellos en que también los tengo muy a flor de piel. Con Pablo, por ejemplo, nos mirábamos, y si él lloraba yo lloraba, y viceversa. Si yo me río él se ríe…

Hay un contacto físico que no estableces con la gente que no tiene síndrome de Down; un contacto que quizás hemos perdido, como muchísimas cosas que ellos sí tienen.

Debe ser horrible que te traten como niño toda la vida. Aunque quizás Pablo se expresa muy bien y otros no; pero por dentro son todos hombres y mujeres.

Álvaro Pastor y Antonio Naharro

-Te involucraste un par de años en un proyecto que por un tiempo era incierto, con directores nuevos, como lo has hecho ya otras veces. ¿Cómo lo planteas ese desafío dentro de tu carrera? ¿Qué viene ahora?

-Es que no soy tan práctica; no pienso tanto. Ha sido quizás más el lado humano. Además, precisamente el oficio de actor es súper artesanal, y se aprende de experiencias así. Luego, cuando dices "incierta", lo era para los demás. Nosotros nada más mirarnos sabíamos que esto (el entusiasmo general) iba a pasar. Y esa fuerza nos dio la confianza de hacer la película. Sabíamos que íbamos a rodar.

Ahora empiezo a rodar en Francia. Me encanta el cine francés y desde hace tiempo me he empeñado, me he ido a París… y por fin voy a rodar con los franceses, que es lo que quería. Es el primer largometraje de Alix Delaporte, que escribe unos papeles para chica increíbles. Tengo un papel enano de española, pero estoy contentísima, pues me di cuenta de que puedo entender lo suficiente para que me dirijan, y me puedo dar a entender. Pero estoy empezando allí como cuando empecé aquí, con papeles pequeños, lo que está bien porque todavía hablo muy poco francés.

PABLO PINEDA

"Sí, lo mío ya es viajar, hacer conferencias, coger aviones… la vida mediática", dice sonriendo Pablo Pineda no para jactarse, sino al contrario para restarle importancia a la atención que está recibiendo con la película Yo, también, y que lo obligó a ir de San Sebastián a Madrid para participar en un programa de televisión, y volver al día siguiente a seguir con la promoción en el festival.

No le faltaría de qué jactarse, pero una lucidez algo irónica se lo impiden. Como cuando habla de su primera reacción ante el proyecto de la película. "Yo pensé que era un poco descabellado, la verdad. Pues yo hacía mis conferencias, mis cosas… pero nunca pensaba que iba a actuar. '¡Estos están locos! ¡Coger a un síndrome de Down para que haga de actor!'. Me quedé un poco sorprendido. Pero poco a poco me fue picando el gusanillo del cine. Sobre todo me picó por la historia en sí, y por lo bien tratado y por la sensibilidad que tenía. Veía que Julio Medem, el productor, tenía una hija con síndrome de Down. Uno de los directores tiene una hermana con síndrome de Down. Y sabía a ciencia cierta que iban a tratar el tema con mucho respeto y sensibilidad. Eso es lo que me enganchó, darme cuenta de que iban a tratar el tema sin morbo y sin sensiblería, que es lo que importa".

-¿Cómo sentías que se trataba el tema en otras películas?

León y olvido (Xavier Bermúdez, 2004)
-Es que aquí en España se suele exagerar mucho la temática del síndrome de Down. Hubo una película anterior que se llamaba León y Olvido (Xavier Bermúdez, 2004). También era un chico con síndrome de Down pero era demasiado dramática, tirando a trágica. Los directores no querían hacerlo así. Todo lo contrario: querían tratarlo como un tema natural. No sé por qué siempre se piensa que es un drama, y somos héroes… y no, es todo lo contrario. Educar a un hijo es más fácil si no haces un drama.

Pablo Pineda sabe que la línea que separa a su personaje de él mismo es a la vez frágil y necesaria. "Pues yo me sentía bastante identificado, sobre todo con lo que dice del mundo interior del chico. Es lo que tenemos los chicos con síndrome de Down: nuestros miedos, nuestros deseos, nuestro corazoncito, en una palabra", comenta. "Sobre todo en gente de mi edad, con treinta años, esa necesidad de tener una vida en pareja, esa necesidad de independencia… son temas que a uno le toca la fibra sensible. Pero también hay diferencias. Daniel y Pablo son diferentes también, así es que he sabido distinguirlos. Pablo es mucho más parado, mucho más tranquilo. Daniel tiene mucha más iniciativa, es más lanzado. Hasta más brusco. Sabía perfectamente cuando hacía algo que en el rodaje, me decía 'esto Pablo no lo hace'. Sabía perfectamente dónde acababa Daniel y empezaba Pablo".

-La comunicación en torno a la película presenta al personaje como tu alter-ego. ¿Sientes algún pudor ahora?

-¡Hombre! Yo soy consciente de que me expongo mucho con la película. Pero también llevo ya más de veinte años ante los medios de comunicación, porque claro, al ser el primero en un colegio, en un instituto, en la facultad, siempre he sido novedoso, aquí en España. Así es que me he desnudado ya frente a los medios de comunicación. Yo sé que el cine es mucho más potente que cualquier medio, que la tele… entonces lo hice sabiendo que si ya me había desnudado parcialmente, ¿por qué me iba a dar ahora pudor años después?

-Más allá del síndrome de Down, protagonizaste una película sin ser actor profesional. ¿Cómo fue esa primera experiencia en el cine?

Pablo Pineda
-La verdad es que ha sido un proceso duro, muy interesante, en el que tuve que meterme en la piel de Daniel Sanz por completo. Tenía que estudiar y estudiar cada versión de mi guión para poder meterme en su piel y removerme todos los sentimientos de arriba abajo. He llorado un montón, en ese sentido. Y luego el rodaje ha sido algo fascinante, porque nunca había conocido lo que es hacer cine. En lo personal ha sido súper interesante. He hecho muchísimos amigos; todo el equipo. Ese abrazo final del rodaje entre todos, se te ponen los pelos de punta. El hecho de ser protagonista me da un plus, pero también una responsabilidad muy grande. Yo soy una persona tranquila, no me pongo nervioso. Soy muy positivo.

Positivo pero realista, frente a la pregunta de una posible carrera en el cine. "Esta experiencia es algo único. Se ha hecho una película bajo una serie de circunstancias que no se suelen dar; no es normal que se den. Entonces yo prefiero seguir haciendo otras cosas; seguir haciendo oposiciones para el ayuntamiento de Málaga (su trabajo habitual), intentar conseguir una estabilidad laboral y económica para alguna vez –porque ya tengo 35 años y vivo en casa de mis padres- salir del nido, como todos lo hemos hecho. Pues plantearme la vida para poder ser independiente. Y ser actor es muy interesante, pero, ¡hombre!, vivir de ello debe ser duro, digo yo".

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