Festivales

Otros Festivales

Edición Nº 102 Festival Kino Pavasaris 2016
Nueva Europa, Vieja Europa
Edición Nº 101 Bafici 2016 (4)
El Tila: Solo contra todos
Edición Nº 101 Bafici 2016 (3)
No todos rieron
Edición Nº 101 Bafici 2016 (2)
Los exiliados románticos
Edición Nº 101 Bafici 2016 (1)
A la manera de Perrone

Textos relacionados


San Sebastián 2011 (1)
No basta con una cámara
Edición N° 88

San Sebastián 2011 (2) Sexo, pudor
y melancolía

Hay películas que se les endilga lo que no son y otras que deberían retitularse: Shame, del artista plástico con nombre de galán sesentero (Steve McQueen), no tiene nada de escandalosa y Take this Waltz, de Sarah Polley, debiera llamarse como la última cinta de Lars Von Trier.

Por Pamela Biénzobas desde San Sebastián

Hay una sola cosa incomprensible de Shame, de Steve McQueen: la etiqueta de "film escándalo" que se le colgó tras su estreno en Venecia, donde Michael Fassbender se llevó un merecidísimo premio al mejor actor. Probablemente haya sido la única manera que encontraban los periodistas para que los medios masivos se interesaran en una película tremendamente intensa pero sin una sola fibra escandalosa.

El segundo trabajo del artista visual, presentado en Zabaltegi-Perlas, tiene un alcance menor que el de su arrollador debut de 2008, Hunger, y no sólo por la temática sino por la radicalidad formal del film sobre Bobby Sands. En ese sentido la película podría y debería ser mucho más accesible para un público amplio, aunque no significa en absoluto una concesión. Esta vez, más que una exploración plástica de un tema de trascendencia política, la maestría formal de McQueen explora la crisis de un personaje central cuyo refugio egoísta se ve invadido y vulnerado.

Shame

El rostro de Fassbender expresa todas las emociones –fingidas, reprimidas o exteriorizadas a su pesar- del personaje de Brandon, un yuppie adicto al sexo, perfectamente contento con su vida en la que, más allá de su trabajo, no es responsable por nada ni nadie más que él mismo, y no tiene que preocuparse de nada más que satisfacer sus deseos, lejos de una mirada que lo obligue a tomar conciencia de sí. En el Nueva York enorme y anónimo, excelentemente filmado lo más lejos posible de la tarjeta postal, ni siquiera tener sexo contra un ventanal a la vista de todos significa exponerse, ya que esos "todos" no son nadie. Sin embargo, su hermana menor Sissy (Carey Mulligan), que desembarca en su casa y en su vida, sí funciona como un espejo que despierta su pudor y por lo tanto rompe el cómodo equilibrio de su existencia libre y libertina. Brandon se siente violentado por la presencia impuesta por la frágil Sissy, pero sobre todo por su exigencia de una relación afectiva de la que prefiere huir.

La intensidad de Shame no está expresada tanto por ciertas opciones dramáticas quizás innecesarias, ni por los momentos de acción más intensa como las escenas de sexo, sino por el rostro de Fassbender que no parece crear su personaje sino vivirlo en sus entrañas y, como él, tratar de reprimir la expresión de esos sentimientos que quisiera negar.

El vals de los melancólicos

Uno de los puntos que menos convencen de Melancholia, de Lars Von Trier, es que el personaje de Kirsten Dunst sea melancólica, cuando más parece corresponder a un comportamiento entre histérico y depresivo. Imposible no pensar en ella al ver Take this Waltz, una película totalmente diferente cuya protagonista (Michelle Williams) corresponde mucho mejor a la mujer melancólica, pese al formato de comedia dramática romántica salida directamente del estilo más clásico del cine indie. En la cinta de Sarah Polley, Margot (Michelle Williams) se enamora a pesar suyo de su vecino, aunque quiere y desea proteger a su marido. Detrás del conflicto clásico del deseo reprimido, la relación de pareja mermada por la costumbre, la culpabilidad y la duda, aparece el verdadero tormento de una persona que parece no saber lo que realmente quiere y por lo tanto la que realmente es, insatisfecha pese a tratar de convencerse de su relativa plenitud, y que de pronto tiene que enfrontar sus limitaciones morales y cuestionar sus certezas.

Take this Waltz

Polley demuestra una gran soltura en una realización sencilla y eficaz, aunque no se resiste en un par de ocasiones a la tentación de secuencias demasiado elaboradas que rompen la coherencia, y otras demasiado insistentes en el retrato de la cotidianeidad. La principal fortaleza de la película, en todo caso, es la construcción del personaje de Margot, tanto en la escritura, en la interpretación de Williams, y en la manera de filmarla. Aunque el título (que se traduciría como Toma este vals), cita al tema original de Leonard Cohen, funciona muy bien (y tiene onda), este film sí que merecería llamarse Melancolía.

Otra mujer desgarrada por su pasión adúltera es la Hester de Rachel Weisz de The Deep Blue Sea, la adaptación de Terence Davies de una obra de teatro de Terence Rattigan. Ella, en cambio, ya se decidió a entregarse a su deseo, y la película arranca con su intento de suicidio en el Londres de la postguerra. Aunque la historia es bastante clásica y mucho menos cautivadora que las otras adaptaciones literarias de Davies (The Neon Bible de John Kennedy Toole y The House of Mirth, de Edith Wharton), el material se presta perfectamente al estilo característico del cineasta inglés, que es el verdadero deleite de la cinta. Con su puesta en escena teatral, el cromatismo lóbrego y los interiores opresivos, ya sea por su relativa pobreza o por su opulencia agresiva, Terence Davies recrea ese universo tan suyo que exuda un pesar inexorable, que no viene tanto de los relatos sino de su propia mirada: en su caso no son los personajes los melancólicos, sino él.

Este artículo aún no tiene comentarios. Puedes ser el primero en comentar.

Nombre
E-mail (no será publicado)
  (Escriba las letras y números que aparecen en el recuadro).
Código de confirmación
Comentario
 
Buscador
Quiénes Somos | Contáctanos