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Crónicas caninas (7) Un toque de
humanidad

El mundo es una porquería, ya lo sé… Dos experimentados realizadores europeos miran el planeta con uno poquito más de fe contra la ola de pesimismo que se esparció entre las películas en Cannes.

Por Pamela Biénzobas desde Cannes

El otro día me llegó un link a un blog, a una entrada con el título de "Cannes abuse checklist", y el comentario de "esto me está empezando a deprimir". Era una tabla con una larga lista de películas presentes en el festival, y varias columnas: violencia doméstica, maltrato infantil, crueldad contra animales, pedofilia, violación, tortura. Casi todos los títulos tenían al menos un par de ítems marcados; algunos, todos.

Es cierto. A pesar de la recurrencia de temáticas existenciales y hasta cósmicas (The Tree of Life, Melancholia de Lars Von Trier, Walk Away Renée, de Jonathan Caouette, por mencionar unas pocas), efectivamente las distintas selecciones están resultando bastante oscuras.

Por eso, el toque de humanidad y calidez que aportaron dos de las entradas francófonas de la Competencia fue más que bienvenido, especialmente por tratarse de dos excelentes películas ubicadas en puntos diametralmente opuestos del espectro estético.

El finlandés Aki Kaurismäki decidió tratar un tema político candente con magnífico candor, instalando su historia sobre un niño africano clandestino en la ciudad francesa de Le Havre, que da el nombre a la película. No hay innovación en su forma de contar, sino un dominio tal que lo alzó rápidamente a una rara posición de favorito consensual. La caricatura de pequeña comunidad popular toma tintes casi de cuento de hadas. Por eso, aunque la conexión con la realidad actual de Francia (y de Europa) es obvia, el tono de Le Havre la hace atemporal y universal.

Le Havre

El improbable héroe, movido nada más que por un impulso básico de empatía y bondad, es Marcel Marx (el francés André Wilms, ya presente en Juha y La vida bohemia de Kaurismäki), artista y bohemio fracasado que trata de ganarse la vida lustrando zapatos. Es un niño grande, como lo describe su esposa extranjera Arletty (Kati Outinen impecable en francés), para justificar su decisión de esconderle su grave enfermedad. Y como un niño, ni se le ocurre calcular peligros y riesgos cuando se encuentra con el pequeño Idrissa (Blondin Miguel), que logró escaparse cuando la policía detuvo a un grupo de refugiados que iban a Inglaterra en un contenedor. Mientras las autoridades buscan al "peligroso clandestino", él lo esconde y trata de ayudarlo a seguir su rumbo a Londres, donde está su madre. Sus vecinos, al tanto del secreto del pequeño refugiado como de la enfermedad de Arletty, solidariamente cierran filas sin dudar. Y aunque no lo sospechan, contra la amenaza del denunciante anónimo (Jean-Pierre Léaud en una pequeña aparición), cuentan con la complicidad del inspector Monet (Jean-Pierre Darroussin), bella caricatura de un hombre solitario, fiel a sus principios y a su deber aunque le valga el rechazo de todos.

Con Le Havre, Aki Kaurismäki demuestra que la prosecución de un estilo durante décadas no significa repetición, y sorprende con una mirada crecientemente inocente y esperanzadora de las personas y de la comunidad.

Si Le Havre es un modelo de película feel-good, la segunda presentación de Competencia del día también lo es a su muy particular manera. Pater, de Alain Cavalier, fue claramente el título al que nadie en la organización le tenía fe, y que se quiso incluir casi como afirmación de osadía. Pero una osadía que no fue lo suficientemente lejos como para darle la visibilidad merecida: tuvo una sola función, a la vez oficial (en presencia del equipo) y de prensa, en medio de la tarde, mientras que la mayoría goza de tres en total ¬–eso es aparte de una repetición al día siguiente y una el domingo final, para todos–. Y además la función coincidió con el primer pase de prensa de otro título en Competencia.

Thierry Frémaux ya lo había anunciado cuando presentó el programa hace un mes: es uno de los objetos más singulares en la Selección Oficial, quizás incluso de su historia, así es que seguramente se quiso evitar ya sea un rechazo general, ya sea una sala vacía. Casi dan ganas de decir que el festival debiera tener más fe en sus acreditados, pero, pensándolo mejor… Como sea, la larga y muy sincera ovación, que sacó lágrimas a Cavalier, fue una manera para el público presente de agradecerle por ese regalo.

Pater

Es cierto, en otros festivales en que las búsquedas estéticas y discursivas son habituales, el trabajo del francés hubiese entrado casi en la norma, o al menos no sería tan bicho raro, pero para la Selección Oficial de Cannes es prácticamente un film experimental. ¡Y cuán regocijante! El propio Cavalier y Vincent Lindon preparan un proyecto de film, y empiezan a crear una suerte de bosquejo delante de la cámara, con comentarios y anotaciones pero también con momentos puestos en escena. En la historia que quieren filmar, y que a la vez están filmando, Cavalier es el Presidente de Francia, y convence a Lindon de ser su Primer Ministro (y luego candidato a su sucesión). Lo necesita para llevar a cabo su gran proyecto político, que sabe que será incomprendido por todos los sectores y, por lo tanto, tremendamente delicado: si existe un sueldo mínimo, también tendría que existir un sueldo máximo.

La película va naciendo en la pantalla, y poco a poco los límites entre actores y personajes se hace indefinible. Tanto en el gobierno de un país como en la realización de una película, las relaciones de poder atraviesan y definen todo, y es lo que poco a poco empieza a emerger, sobre todo con la inclusión de algunos personajes secundarios.

Como la gran originalidad de Pater es su dispositivo, corre el riesgo de hacer perder el interés al cabo de un momento. Pero Cavalier logra mantenerlo en vida con una evolución y radicalización de su discurso, que (mucho más allá de la propuesta concreta de política salarial) resulta en un consistente discurso político sobre las relaciones humanas y la autoridad, además de una reflexión sobre la definición y el proceso creativo del cine y, de manera más amplia, la puesta en escena y la ficción.

Y aunque dicho así no lo parezca, basta con dejarse llevar para encontrarse en medio de una de las experiencias más llenas de humor y de humanidad del festival.

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