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Crónicas caninas (9) Balance

El jurado entregó su veredicto, y las reacciones saltan a través del globo, pero sobre todo en este micro-cosmos efímero que es el Festival de Cannes. La ocasión sirve, sobre todo, para un balance retrospectivo, tomando el palmarés como excusa para que cada uno defienda sus propias preferencias. (Foto: The Tree of Life)

Por Pamela Biénzobas desde Cannes

Por aquí les gusta hablar (y sobre todo preguntar, hacer sondeos por doquier) de la "palma del corazón" y la "palma de la razón". Es decir, quién quería cada uno que ganara, y quién pensaba que ganaría.

Primera evidencia: la Palma de oro se sabía de antes. Pero más bien de antes del festival que de antes de la clausura. Apenas se supo que The Tree of Life estaría listo para Cannes, era obvio: va a ir y va a ganar finalmente el premio a Malick (que en 1979 se llevó el premio a la puesta en escena por Days of Heaven). No era necesario haber visto el film para estar seguro. No obstante, la duda llegó con la película, y aunque se imponía como "de razón", era igualmente razonable pensar que podía dejarle el sitio, por ejemplo, a la mucho más consensual (y modesta, en todo sentido) Le Havre, de Aki Kaurismäki, que volvió a Cannes para la premiación y partió de la ceremonia con las manos vacías. La víspera, sin embargo, había recibido una distinción que bien muestra su poder de adhesión: el Premio de la Crítica Internacional, Fipresci.

La ausencia más notoria del palmarés oficial fue sin duda la del finlandés, pero también era "razonable" esperar una palma para Pedro Almodóvar, que con su adaptación de la novela "Mygale" (de Thierry Jonquet) en La piel que habito desplegó esa agudeza de la puesta en escena que le había valido la admiración internacional antes de que empezara a convertirse en una caricatura de sí mismo para el gusto extranjero. Su transformación en "marca registrada", no obstante, sigue su curso: La piel que habito abre con la imperdible presentación de "una película de Almodóvar".

Más allá de los rumores y las consideraciones diplomáticas en torno a su frustración por irse sin Palma, la calidad de su trabajo justificaba una recompensa. Sobre todo si se considera que el importante premio al guión fue para un título que se basaba en una excelente idea, pero horriblemente desarrollada. Difícil comprender que la escritura pesada, sin ritmo, y que a final de cuentas termina por destruir (con la meritoria ayuda de la puesta en escena) la frescura de la idea original. Hearat Shulayim (Footnote), de Joseph Cedar, podría merecer una palma al mejor storyline, pero no al guión.

Ryan Goslign en Drive

El otro premio de creación específico, el de la mejor puesta en escena, fue en cambio de una precisión loable. Gran revelación de los últimos días, Drive, del danés Nicolas Winding Refn (Bronson, Valhalla Rising), es una joya de realización de género; un film de acción calibrado milimétricamente, con un Ryan Gosling notable como un héroe romántico de una inexpresividad tan básica que permite pensar que bajo la superficie no hay nada o lo hay todo. Por lo demás, dos elementos de Drive animaron apasionadamente las conversaciones de este final de festival: su impresionante apertura (por la que mucha gente hizo el esfuerzo de volver a ver la película) y su excelente y evocativa banda sonora.

Es, en cierta forma, todo lo contrario de Footnote: una idea absolutamente básica desarrollada en un guión impecable (de Hossein Amini, basado en la novela de James Sallis), y llevada a la pantalla como si se tratara de la mejor historia jamás contada.

Aunque no sea muy respetuoso con el arte de la actuación, los premios a la interpretación, sobre todo en los festivales, suelen ser comodines bastante prácticos usados con fines diplomáticos, para distinguir una película a través de sus actores. Este año, las palmas respectivas pueden perfectamente leerse así, más allá del mérito efectivo de los galardonados. En cualquier caso, no fueron una sorpresa ni una apuesta.

Kirsten Dunst efectivamente carga con el peso de Melancholia y trata de darle consistencia a un personaje de rasgos gruesos, pero asimismo tampoco tiene el margen suficiente para modular demasiado su rol de histérica apocalíptica. Era, en todo caso, una manera perfecta de decir que pese a todo el incidente tras las declaraciones de Lars Von Trier, el jurado era capaz de reconocer la obra. Además, durante el desdichado episodio, Kirsten Dunst se mostró en todo momento incómoda y trató de impedir que el cineasta se hundiera aún más. Así es que qué más oportuno que poder compensarla, y a través suyo incluir la película en el palmarés y evitar que se la considere "maldita". Si realmente fue la mejor interpretación femenina de la Competencia es algo que se puede discutir.

The Artist

El premio a la actuación masculina es un poco más claramente un guiño diplomático. Afortunadamente no faltaron las entregas notables, y las especulaciones volaban. Algunos apostaban con certeza absoluta por Sean Penn en This Must Be the Place, de Paolo Sorrentino (que no pude ver y me llena de curiosidad: para un puñado era una excelente película, y para el resto –la gran, gran mayoría– un trabajo sin el menor valor). Otros pensaban en la dupla Cavalier-Lindon como un reconocimiento a Pater. Brad Pitt por The Tree of Life, Ryan Gosling por Drive, los protagonistas de Bir Zamanlar Anadolu’da (Once Upon a Time in Anatolia), de Nuri Bilge Ceylan… y luego la opción simpática y amena: Jean Dujardin por The Artist, de Michel Hazanavicius, para ser bien educados y dejar el premio en casa.

El popular actor francés es conocido por sus papeles en base a muecas (y no necesariamente con el nivel de un Ben Stiller u Owen Wilson, expertos en la materia), y encontró en la agradable y muy bien hecha comedia nostálgica el espacio ideal: una estrella de Hollywood en la época del cine mudo (él) se resiste al paso al sonoro, que considera una aberración, y se condena a sí mismo a la muerte profesional. El personaje es encantador (como la película, que no por ello es trascendente), y se presta justamente a la actuación a base de sonrisas y movimientos de cejas. Lo que no significa que el talento sea real.

Durante la ceremonia de cierre también se anunció el premio de la "Cámara de oro", recompensa para una primera película de cualquier sección del festival (oficial o paralela). Esta vez, al distinguir al trabajo Las acacias, del argentino Pablo Giorgelli, se fue a un programa a menudo mirado como menor, pero que tuvo una edición de lujo: la Semana de la crítica.

Take Shelter

Los premios propios de la Semana (con siete largos y diez cortos en competencia) fueron atribuidos excepcionalmente por jurados a la ocasión del cincuentenario del evento, ya que normalmente se cuenta la votación de la prensa asistente. En la ceremonia de cierre del jueves, el jurado de cortometrajes, encabezado por Jerzy Skolimowski (Essential Killing, The Shout), eligió Dimanches, de Valéry Rosier, mientras que el de largometrajes, dirigido por Lee Chang-dong (Secret Sunshine, Poetry) optó por uno de las grandes buzz de Cannes: Take Shelter, de Jeff Nichols, que también recibió el premio SACD (de la sociedad francesa de autores) y el premio Fipresci.

El segundo largometraje del joven autor de Shotgun Stories (2007) hace gala de un dominio impresionante para poner en escena las dudas de un joven padre de familia que, desde su lucidez, observa cómo su mente empieza a deslizarse hacia la paranoia. En sueños que lo persiguen de día, pero también alucinaciones auditivas, siente la amenaza de una gran catástrofe, en la forma de una tormenta, y la urgencia de "refugiarse". Nichols no abusa de los recursos típicos de este tipo de historias, y en particular la ambigüedad entre sueño y realidad externa. Pronto queda establecida la frontera, pues el horror no está en los acontecimientos de los sueños, sino en la conciencia de cómo van dominando una mente que lucha por su sanidad. Michael Shannon y Jessica Chastain (The Tree of Life) se instalan con gracia en ese espacio que la certeza y lo desconocido se disputan por controlar.

La presencia de la colorina actriz en las ganadoras de la Semana de la crítica y de la Competencia oficial –y en ambos casos en un personaje de madre sólida y amante– hace aún más evidente el puente entre dos cineastas entre los que hay una clara filiación. Nichols, nacido en Arkansas hace 32 años, se sitúa en efecto como heredero de la sensibilidad austera y rigurosa del mítico huraño. Ambos marcaron el festival de Cannes desde dos extremos: la admirable sorpresa de un talento en plena emergencia y lleno de potencial, y la triste decepción de un maestro que claramente no se siente cómodo en la cima a la que su arte lo ha llevado, y se perdió entre las ramas de un árbol que le escondió la visión global del bosque.

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