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San Sebastián 2011 (3) Miradas de Chile

Dos primeros y dos segundos largometrajes chilenos se presentaron en San Sebastián, además de un proyecto de debut aún sin terminar. Son cinco voces y miradas diferentes, cada una instalada firmemente y con talento en su particularidad.

Por Pamela Biénzobas

El entorno es el mismo, la mirada similar, pero la forma de expresión de Sentados frente al fuego, la nueva película de Alejandro Fernández, estrenada mundialmente en la sección Zabaltegi-Nuevos directores, tiene poco que ver con la de su ópera prima Huacho. Filmada en 16 mm, la fotografía de Inti Briones crea una atmósfera de gran emoción. En su forma de contemplar con una complicidad serena, acompañando a los personajes pero dejándoles su terreno, el nuevo largometraje visualmente es más cercano a los cortometrajes del realizador, en particular Desde Lejos y Lo que trae la lluvia.

Huacho partía de un gesto que asumía que podía incomodar, evitando una imagen preciosista al punto de acercarse provocativamente a una crudeza que reflejara una cotidianeidad sin filtros decorativos ni miserabilistas. Se trataba de acompañar a los personajes en sus vidas, mirar el mundo desde su perspectiva en el quehacer de una jornada corriente. Sentados frente al fuego, en cambio, nos invita a sentir y a vivir un largo proceso junto a los protagonistas, y en particular a Daniel (Daniel Muñoz). Contado y filmado a través de las cuatro estaciones del año, el relato exige una composición más pausada que permita compartir los sentimientos a través de momentos, gestos, palabras que a menudo no los enuncian directamente, pero sí los transmiten con retenida intensidad.

Alejandra Yáñez y Daniel Muñoz los protagonistas de Sentados...

Daniel vive en el campo –se entiende que desde no hace mucho tiempo– con su pareja Alejandra (notable Alejandra Yáñez, cuyo único rol anterior había sido en Huacho), que tiene problemas de salud que irán agravándose, sin que se explique o exponga nada más allá de su incidencia en la vida diaria. Un hombre común y corriente se ve así expuesto a la vez a la inminencia de la pérdida y al desafío de tener que estar a la altura de las circunstancias.

La ternura de Sentados frente al fuego está exenta de patetismo o incluso paternalismo. Se basa en la humanidad de personajes y situaciones más bien ordinarios, pero que la mirada transforma en momentos extraordinarios gracias al redescubrimiento del asombro; gracias a una emotividad reavivada por la conciencia de un fin.

Sentados frente al fuego fue uno de los cuatro trabajos chilenos seleccionados en San Sebastián, y el único en la sección reservada a primeros o segundos títulos que no se hayan presentado en otros festivales competitivos. Los otros tres films programados se encontraron en Horizontes Latinos, vitrina privilegiada del cine iberoamericano del último año. Allí se exhibió ya el primer día Bonsái, que desde su estreno mundial en Cannes (y comentado en esa ocasión) no ha parado de girar por el mundo. Ya hacia el final del festival, en horarios no muy favorecedores que sin duda les quitaron un poco de visibilidad (a mediodía, cuando pasan también las de selección oficial, o sesiones de prensa e industria a medianoche), se presentaron los dos otros títulos nacionales.

Por un lado, la sólida y poco complaciente Ulises, de Óscar Godoy, ya vista en Chile y premiada en el último Sanfic; por otro, una gran sorpresa, aparecida discretamente. Anónimo, dirigida por Renato Pérez, es un trabajo de graduación (y por lo tanto un proyecto colectivo de la mitad de la primera generación de cine de la Universidad del Desarrollo) de notable madurez. La principal debilidad es la actuación de la coprotagonista (María de los Ángeles García), sobrecargada y artificial, sobre todo en contraste con la sobriedad del actor principal, Mario Ossandón (que ofrece una interpretación tremendamente concisa, más allá del hecho de que su personaje sea retraído). Sin embargo, es algo menos perceptible para un público internacional, al que la película de seguro puede aspirar, al menos con una buena carrera en festivales.

Anónimo

Anónimo construye un relato con un mínimo de elementos, dejando en claro que lo importante no son los detalles del argumento (se subentiende rápidamente que Javier, el protagonista, acaba de terminar una larga condena por algún incidente pedófilo), sino la relación de un hombre perdido con su entorno y con sí mismo. La cámara y el montaje ofrecen un excelente equilibrio entre distancias y puntos de vista para acompañar a Javier en su observación desorientada, en sus dudas, en sus búsquedas. Como lo importante no es su pasado sino su presente sin puntos de referencia, sin una brújula, vamos descubriendo y tanteando el terreno junto con él.

Con humildad, Pérez gana una apuesta muy difícil. Elige un protagonista al que en principio juzgaríamos, para condenarlo o idealmente exculpar –si se nos dan los elementos– y poder empatizar con él sin perturbar nuestra conciencia de espectador. Sin embargo, Anónimo va más allá, o quizás se queda más acá, y logra una identificación horizontal con la persona del presente, sin rechazo ni condescendencia por los actos anteriores que no se explican no por ser tabúes, sino justamente para evitar que se instalen al centro del interés. Es un equilibrio delicado que demuestra una gran sensibilidad y una gran inteligencia tanto acerca del comportamiento como del cine.

Al margen de la programación oficial, un quinto film nacional fue exhibido en un contexto particular. Chile ha tenido desde hace algunos años una presencia privilegiada en el programa de apoyo a la postproducción Cine en construcción, a menudo ocupando más de uno de los seis cupos de cada edición (una en marzo en los Encuentros de Toulouse y una en septiembre en San Sebastián), y a veces también llevándose algún premio. Joven y alocada, largometraje debut de Marialy Rivas, no partió con una recompensa, pero entusiasmó a la audiencia de profesionales con el avance mostrado. No se puede comentar un trabajo a medio terminar, pero sí es posible apreciar un tono de soltura obtenido con gran control y claridad. Aunque se trate de un primer largo, Rivas tiene años de oficio como directora y eso se siente. Ahora sólo cabe esperar el resultado final, que según sea la estrategia de marketing, tiene un fuerte potencial tanto a nivel de público masivo como de circuito de festivales y recepción internacional.

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