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Este sábado 28 de septiembre culminó el Festival de Cine de San Sebastián (Donostia Zinemaldia para los vascos) donde la película venezolana "Pelo malo", se impuso sin apelación en el jurado. Un breve resumen de los premios. (Foto: Club Sándwich)

Por Pamela Biénzobas desde San Sebastián

Los nueve días de Zinemaldia llegaron a su fin. El público llenó por último día este sábado las salas de cine, tanto por dentro como por fuera, pues pareciera que uno de los ritos con los cuales los donostiarras se apropian tan tenazmente del festival es hacer la cola desde muy temprano, transformando esa espera en un espacio de encuentro social y de expectativa por la película que los espera.

Al final del día, las multitudes se agolparon para presenciar la última salida de las celebridades desde el hotel María Cristina, para cruzar el puente hacia el Kursaal (el centro del evento, que se encuentra muy cerca) en elegantes autos negros y caminar por la alfombra roja para participar en la gala de clausura, trasmitida en directo por Televisión Española. El Festival de San Sebastián es así: una mezcla muy fluida de familiaridad y de un glamour a la talla de la ciudad, que se toma en serio pero sin excesos.

Y, como resultado, una cinefilia creciente y curiosa, con espectadores de todas las edades abiertos a todas las propuestas. El hecho de que las entradas en preventa se hayan agotado días antes del festival para tantas películas (incluyendo la primera función de Norte, de Lav Diaz, que, precedida por un mediometraje, pasaba las cuatro horas y media) es una prueba más del amor por el cine en un país en que el sector está sufriendo de manera desesperada.

La ceremonia fue esencialmente el momento de distribuir los premios entre los galardonados de las distintas secciones, y sobre todo de anunciar la Concha de oro, recompensa máxima de San Sebastián. Es raro que los jurados revelen desacuerdos, y casi siempre se insiste en que las elecciones fueron unánimes. Pero no pareció una postura diplomática cuando el cineasta Todd Haynes, que presidió el grupo (integrado también por David Byrne, Paulina García, Diego Luna, Cesc Gay, la productora uruguaya Mariela Besuievsky y la actriz y realizadora francesa Valeria Bruni Tedeschi) afirmó e insistió en que para ellos desde el comienzo hubo una sola Concha de oro posible: la película venezolana Pelo malo, de Mariana Rondón.

El anuncio no sorprendió, en un palmarès sin provocaciones. El mexicano Fernando Eimbcke (Temporada de patos, Lake Tahoe) fue laureado con la Concha de plata al mejor director por Club Sándwich, su tercer largo. El excelente guion de Quai d'Orsay (que ya había recibido el premio FIPRESCI) les valió merecidamente el premio a Bertrand Tavernier, Christophe Blain y Antonin Baudry, que lo recibió bajo su verdadero nombre y no el de Abel Lanzac con el que firmó la novela gráfica de la que se inspira. El gran Jim Broadbent sumó un premio más a su currículo, gracias a Le Week-End, de Roger Michell, con guion de Hanif Kureishi. Por su parte, la actriz española Marian Álvarez fue recompensada por encarnación del sufrimiento psicológico en La herida (debut de Fernando Franco), que recibió igualmente el Premio especial del jurado. El premio a la mejor fotografía, que San Sebastián atribuye al mismo nivel que el del guion, también se quedó en España, en las manos del joven catalán Pau Esteve Birba por Caníbal (Manuel Martín Cuenca).

El jurado de la sección Nuev@s director@s, en la que estaba programada la chilena El árbol magnético, de la española Isabel Ayguavives, se quedó con el título islandés Hross í oss (Of Horses and Men), primer largometraje del actor Benedikt Erlingsson. En Horizontes latinos, donde tuvo su estreno mundial la ópera prima de Matías Rojas Valencia, Raíz, el jurado presidido por Bruno Bettati premió al brasileño Fernando Coimbra por O lobo atrás da porta.

Unos días antes se había entregado otro galardón, cuya importancia concreta y simbólica no deja de crecer: el premio de la industria de Cine en Construcción. En su 24a sesión (junto al festival de Toulouse), la vitrina de trabajos en proceso de creación, que se muestran a un público profesional y compiten por ayudas de posproducción, fue para el proyecto La salada, de Juan Martín Hsu.

 

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