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El film à venir, corto de Raúl Ruiz

Crise de faux-rire ¿Ataque de risa o risa falsa?

Este texto fue escrito por Raúl Ruiz en 1989 para el diario francés Liberation (y reproducido posteriormente en la revista Enfoque) a raíz del estreno de la cinta franco-chilena Tierra sagrada, de Emilio Pacull. Más que ceñirse a una crítica del filme, Ruiz hace una reflexión sobre Chile y su cine, con la agudeza e ironía que le son características.

Por Raúl Ruiz

Chile es el personaje de todas las películas chilenas. A menudo, en las cinematografías nuevas, la invención del país es el primer acto que deben realizar los que quieren mirar el mundo con sus ojos nuevos. Pero ¿no es curioso que los que se sumergen en la película y en Chile estén condenados a no hablar otra cosa que de esa generalidad abusiva, esa concreción fuera de lugar, a no mostrar más que ese omnívoro y eternamente escurridizo que es nuestra patria? Y, ante todo, ¿no es extraño que en ese país omnipresente y sin rostro, en esa patria celosa de todos los temas que no la toquen directamente, no haya padre?

Créanme, en esta Tierra sagrada que el filme de Pacull nos muestra, nunca se ha podido ver tanto de este personaje indispensable en tantas ficciones: el padre que uno teme, respeta, que a su debido momento uno debería matar, pero que no está, no está nunca. Me dirán: "pero si esta película muestra solamente la relación de un padre con su hijo". Es verdad, pero ¿dónde está el padre?, ¿dónde está el hijo? Yo tiendo a pensar que el hombre joven, frío, distante, demasiado conciente de la situación del país, juega más bien el rol de padre y que ese niño-anciano, ese energúmeno saltimbanqui caprichoso no puede ser más que su hijo mal educado.

En este filme, vi por primera vez y sentí lo que considero como una evidencia: allá no hay otro padre que el propio hijo. Cuantos más hijos varones se tenga, más se puede elegir entre varios padres. En un país como ese, todo lo que no es cómico hace reír. Uno de los personajes de la película dice en un momento que "aquí todo el mundo se ríe todo el tiempo" y agrega que es porque tienen miedo. Es verdad, tienen miedo, tenemos miedo, pero no sólo tenemos miedo de las fuerzas del mal o de la incertidumbre que nos llega de asoleadas pesadillas; sobre todo le tememos a la risa y yo veo en ese miedo el origen de los terremotos.

Evidentemente, un país así es para morirse de risa. Esa risa, Emilio Pacull la filmó como se filman los terremotos, de cerca, de tan cerca que se pueden sentir las ganas del cineasta de irse corriendo. Cuando uno ve los terremotos, en cambio, parecen ataques de risa. Claro, es sólo una artimaña que nos obliga a mirar a esa gente que vive entre los terremotos y los ataques de risa. Esa humanidad fea, que sufre de serlo, esa multitud de poetas que actúan como gusanos y se ejercitan con aplicación en profesar un idioma de gusano, el chileno, ese dialecto invertebrado compuesto solamente por vocales separadas por risas. Como en este idioma blando sólo habitan groserías, los cuerpos hablantes se ayudan con enormes muecas y vuelven trágica la comicidad abusiva de lo cotidiano.

En todos los países del mundo, se dice de alguien que de repente exhibe un vicio escondido que "se saque la máscara". En Chile, debería decirse que se la pone. Dylan Thomas proclamaba "Yo soy una máscara". Esa podría ser la contraseña para entrar en este filme mágico.

Revista Enfoque Nº11 Abril 1989 / Traducción de Gregoria Larraín

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