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Tres semanas después / Torres Leiva La vida continúa

El documental sobre el terremoto del 23 de febrero del director de "El cielo, la tierra y la lluvia" se exhibió en junio en el Festival Internacional de Documentales de Santiago (Fidocs), forma parte de la Ventana de Cine Chileno del próximo Festival de Valdivia (que se inicia el 14 de octubre) y ya tiene confirmada su participación en el Bafici 2011. En un diálogo abierto con Mabuse, José Luis Torres Leiva nos cuenta cómo se gestó este trabajo y detalles e impresiones sobre el rodaje.

Por José Luis Torres Leiva

Estaba en mi casa para el terremoto. No tuvimos daños importantes, y cómo no les tengo miedo, no fue algo muy especial. En el 85 fue completamente distinto. Estaba en un supermercado, era de día, y fue mucho más espectacular. Recuerdo que había una cajera a la que le vino un ataque de histeria y fue la primera vez que vi, como en las películas, que le pegan a alguien para que se tranquilice. Se cayó todo. Me acuerdo del sonido, del olor.

En principio, seguí el terremoto por la tele, pero la cobertura televisiva me pareció pornográfica. Era la búsqueda fácil de la emoción, de llamar la atención; una pelea entre los canales para ver quién tenía lo más espectacular. La misma gente en estos lugares no entendía por qué la televisión funcionaba de esa manera. En Constitución nos dijeron que los primeros en llegar fueron los periodistas. Aterrizaban en sus helicópteros, hacían sus reportajes y después se iban. En ese minuto, la gente necesitaba ayuda urgente. La noticia se concentró en el edificio que cayó en Conce, pero en Talcahuano hubo un maremoto que fue muy trágico y apareció mucho menos en la prensa.

No tenía pensado hacer nada sobre el terremoto. Hubo algunos videos que hicieron unos amigos y subieron a Internet. Yo hice algo ahí, pero no tenía relación directa con el terremoto. Grabé a una amiga, la actriz Gabriela Aguilera, que había tenido una guagua recientemente. No quería grabar algo que tuviese que ver directamente con el terremoto. Una niña que conocía, una amiga de la época del colegio, murió en Constitución por el terremoto. Así que, más que nada, ese trabajo fue dedicado a ella. Fue mi reacción frente a su muerte.

Con Fernando Prats tenemos una amiga en común que vive –como él- en Barcelona. Antes estuvimos a punto de trabajar juntos en otro proyecto en Chaitén. Las temáticas de sus obras tienen que ver con los cambios geográficos de Chile. De hecho, tiene un trabajo sobre el terremoto del 60. La idea era registrar las acciones de arte que él haría en Chaitén, pero no pudimos coincidir en el tiempo y lo hizo con el fotógrafo Enrique Stindt.

Cuando fue el terremoto, Prats estaba acá porque estaba montando una exposición en Valparaíso. Me llamó porque, como era su tema, tenía ganas de hacer algo, pero así, bien improvisado. Básicamente fui a registrar su trabajo, lo que él hace: ahuma unos papeles especiales y los pone sobre las grietas y queda una impresión. Mi trabajo era registrar ese procedimiento. Pero de ahí nació la posibilidad de hacer algo paralelo. Porque la idea es que el documental sea parte también de la exposición.

Fue todo rápido. Él me llamó a las dos semanas del terremoto y nos fuimos tres días después al sur. Allá seguía temblando harto. Viajamos en una camioneta. Fue algo bien de guerrilla, con un chofer que conocía muy bien la zona. Lo primero era llegar a Talca y de ahí viendo lo que nos interesaba más. Entramos por la costa y fuimos recorriendo todos los pueblecitos. Para llegar a Talca nos demoramos mucho porque estaba todo desviado, y prácticamente no había ningún lugar donde alojarse. Pero a medida que avanzábamos conseguimos alojamiento en todos lados. El primer día que llegamos a Talca conseguimos, a través de una amiga, quedarnos en unas cabañas. El último día que estuvimos en Coronel, alojamos en un motel. Pero entremedio sólo nos alojamos en casas de personas. En Constitución, nos albergó gente de la ciudad. Había un ambiente de ayudarse, y en ese sentido, nunca tuvimos problemas para quedarnos en cualquier sitio.

Mientras más nos adentrábamos a las zonas más afectadas por el terremoto y el maremoto, y a pesar de que había pasado un tiempo, estaba todo como detenido. Igual la gente trataba de hacer su rutina del día a día dentro de este paisaje desmantelado que los rodeaba. Eso era bien fuerte de ver. Y mientras más íbamos entrando al epicentro, mucha más gente se acercaba a conversar; había necesidad de contar sus experiencias.

Pero no me interesé en grabar los testimonios de las personas. Tampoco sabía mucho lo que iba a hacer, pero sí sabía que quería hacer algo con el paisaje. Mostrar cómo estos lugares cambian violentamente, y en qué se van a transformar después. Era una reacción en contra de lo que se estaba mostrando en la tele. Además que, de alguna manera, para mí era más importante tratar de reflejar lo ocurrido a través de los paisajes.

Yo conocía sólo algunos lugares del recorrido, como Constitución. Me impresionó mucho ver cómo estaba destruido. Destrucción por todos lados, nada estaba en pie. Había muchos lugares cerrados donde entramos, como Dichato. Tuvimos que tener un salvoconducto para entrar. Los mismos militares nos decían que fuéramos discretos porque la gente estaba aburrida de que fueran a grabarlos. Incluso nos advirtieron que en algunos lugares había gente apedreando a los que grababan, pero nunca vimos algo así

Fui con una cámara y usé el audio incorporado. La posproducción la hizo Roberto Espinoza. Él ayudó harto a mejorar el sonido ya que en muchas secuencias sólo se escuchaba el viento. Pero fue bien fiel al material original. Yo quería respetar ese registro del momento, pero Roberto le dio una unidad sonora que me hacía falta cuando estaba editando, y eso fue fundamental.

Cuando comienza el documental, decidí que hubiese un sonido que durara lo que duraba el terremoto con la pantalla en negro. Roberto hizo un video sólo con frecuencias bajas. Entonces cuando se proyecta, tiembla la sala. Es como un preámbulo para el espectador.

Cuando mostré el documental en el Fidocs era la primera vez que lo veía en una sala. Lo había terminado recién. Luego lo mostré en Marsella. La gente tenía mucha curiosidad por saber cómo había sido el terremoto. La información que había llegado allá era mínima. Duró dos días y después no se habló más. Es cómo lo que le pasa a uno cuando hay terremotos en otros lugares.

El trabajo que había hecho Prats del terremoto del 60 estaba basado en un cuento, El terremoto de Chile de Heinrich von Kleist, que es sobre un gran sismo que hubo en 1647. Ahí pone en juego que después del terremoto ya no había clases sociales. Prats trabajó con películas y placas de la época donde se palpitaba un poco eso. También es algo que estaba implícito en todos los lugares que recorrimos.

No tenía tanto material. Hice una edición en el mismo momento cuando grababa, de forma cronológica. Respeté el viaje que hicimos, desde Talca hasta Lota, y ese fue el hilo conductor del documental. No me interesó señalar qué lugares recorríamos. Para mí era más importante el recorrido en sí. No sé si identificar un lugar era muy relevante.

En total trabajé desde marzo hasta finales de mayo. Fue rápido. No estoy acostumbrado a trabajar así. Generalmente los procesos de mis películas son mucho más largos. Pero este era un proceso distinto, determinado porque Fernando Prats necesitaba el material y también porque surgió la posibilidad de mostrarlo en Fidocs.

Siempre me demoro harto en grabar. Cuando hice Ningún lugar en ninguna parte estuve como un año grabando. Primero, dos meses sacando fotos, conversando con las personas, y luego, 10 meses grabando. Ahora, con Ciego, sordo, mudo llevo un año investigando y voy a demorar otro año en grabar.

Para los travellings puse un trípode en la camioneta y grabé en el asiento trasero. La primera vez que lo hice fue en Constitución, donde está la costa. Quería que se dimensionara este sendero de escombros que no termina nunca. Así nació la idea de hacer ese travelling. Para el chofer era difícil porque el terreno era muy malo, tenía que esquivar escombros o había grietas, un camino muy irregular. Pero él lo hizo a una velocidad perfecta.

No grababa solo desde El tiempo que se queda. Trabajar con equipo es una experiencia muy diferente. En estas circunstancias fue bueno andar solo porque grababa lo que me llamaba la atención. Y como iba preeditando mientras grababa, traté de centrarme en detalles. Con un equipo hubiese sido mucho más difícil.

Incluí personas en la escena de Cobquecura, donde fue el epicentro. Ahí no hubo maremoto, pero el terremoto fue muy fuerte. En las noches se convertía en un pueblo fantasma porque la gente se iba a dormir a los cerros. Pero el ánimo era muy distinto a la de otros lugares, como Dichato, donde se respiraba más tensión. En Cobquecura la gente era amable, muy preocupada entre sí, se ayudaban. Eso me llamó mucho la atención y por eso grabé a estas personas. Por ejemplo, había una señora que estaba tomando sol afuera de su casa y con un señor, que era su vecino, conversaban muy cotidianamente.

No considero que hacer este documental haya sido oportunista, aunque depende de cómo cada uno lo tome. Kiarostami hizo La vida continúa que es una película que está hecha después de un terremoto y no es oportunista porque también habla de otras cosas. Tampoco era mi idea aprovecharme de la contingencia.

No me motiva la contingencia en general, fueron las circunstancias que se dieron en este proyecto las que me llevaron a hacerlo. Y de alguna manera creo que esto se relaciona con los trabajos que había hecho antes. Entonces, no me sentí ajeno. Yo creo que sigue mi inquietud de centrar las películas en el paisaje. Me interesan mucho los lugares, las atmósferas, las texturas, los sonidos, y a partir de eso armar algo.

Cuando nosotros llegamos era el momento en que se estaba destruyendo el paisaje para que todo volviera a la normalidad. Me refiero a todas esas casas que se estaban botando o la quema de escombros. Era otro tipo de destrucción y yo creo que el documental está centrado en eso, que para comenzar algo nuevo debe existir esta destrucción de parte de las personas.

La geografía de Chile está muy determinada por los terremotos. En Puerto Saavedra donde hubo un pueblo ahora está el mar. Tenemos que acostumbrarnos a esos cambios geográficos. Es seguro que algo renacerá ahí nuevamente.

El plano en Talca para mi fue bien significativo, donde se ve la calle del centro donde estaba todo destruido, y la gente iba a su trabajo como un día normal, pero a través de los escombros porque la vida tiene que seguir. En Dichato, puede que haya poco trabajo y mucha destrucción, pero la gente sigue haciendo su día a día.

La sensación que me quedó después de hacer el documental está bien latente: que el terremoto es algo que no va a terminar ahí, que va a seguir.

Tres semanas después es un documental que forma parte del proyecto "8,8" del artista chileno Fernando Prats. Fue registrado tres semanas después del terremoto en las zonas de Talca, Curepto, La Pesca, Rancura, Ilosa, Duao, Constitución, Cobquecura, Pelluhue, Dichato, Talcahuano y Lota. Todas las imágenes que acompañan este texto forman parte del documental.
> Nélida dijo: 25 de Octubre de 2010 a las 16:58
Estimado José Luis: He visto dos de sus trabajos ("El cielo, la tierra y..." y "Tres semanas después". No se de donde es usted, pero en sus trabajo, se evidencia su cercanía con la tierra, el espacio geográfico. Yo soy del sur, de Talcahuano, y fui a mi ciudad 5 semanas después. Me pareció bella a pesar de la destrucción. Gracias por llevarme al sur a través de las imágenes... Siga componiendo.
Saludos,
Nélida
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