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Lazos de sangre y los Oscar El desprecio
Este jueves 7 de abril se estrenó, Lazos de sangre (Winter's Bone), la última de las candidatas al Oscar a la mejor película aún no exhibida en Chile, y posiblemente la más castigada y menos apreciada de las nominadas. Sin embargo, por constraste, se trata del film más inspirado e innovador de los que postulaban a la estatuilla.
Por Leopoldo Muñoz
La decepción generalizada por la última entrega del Oscar no sólo brota por que en las categorías de mejor película y director -secciones que conllevan la gloria para los elegidos- ganó El discurso del Rey y Tom Hooper respectivamente en desmedro de varios filmes y directores superiores a los oscarizados. Es cierto, el biopic fabulado sobre Jorge VI de Inglaterra desde el inicio aparecía como favorito según las encuestas, la pregunta es para qué sirven las 10 nominaciones a mejor filme, modalidad impuesta de nuevo desde 2010 (anteriormente se había usado intermitentemente hasta 1943) si la diversidad no hace la diferencia. Este año como pocos, las diferentes categorías estaban repartidas, prácticamente, en un puñado de largometrajes y todos en la carrera por la película del año: El vencedor, Red social, El Origen, El cisne Negro, Temple de acero, 127 horas y El discurso del Rey. La otras tres que compitieron en dicha categoría son Toy story 3, Mi familia (The Kids Are All Right) y Lazos de sangre.
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El discurso del Rey |
Más que una sorpresa, la presencia del tercer episodio de la saga creada por Pixar y Disney responde al ánimo de la industria de colocar en un sitial de honor al mayor consumidor cinematográfico que hay en la actualidad: el público infantil. Por eso no basta que dispute la categoría de animación (que obviamente ganó a pesar de que la originalidad de Cómo entrenar a tu dragón resulta un genuino descubrimiento) sino que se la asciende a "primera división". No es primera vez que ocurre ni es exclusivo de Hollywood. El festival de Cannes durante la década pasada también infantilizó su selección oficial con las participaciones Shrek y Shrek 2, el mayor ariete comercial de DreamWorks e inauguró el certamen de 2009 con Up! de la factoría del ratón Mickey.
Mi familia fue al sacrificio como la candidata progresista y liberal envuelta en una comedia chic pero sin filo sobre los problemas de un matrimonio de lesbianas y el padre biológico de sus hijos. No bastaron las tibias intenciones de un guión que lejos de enarbolar banderas de lucha parece la queja de cierta burguesía satisfecha y un par de inspirados actores como Julianne Moore y Mark Ruffalo (Annette Bening insoportable en su rol de "llevar los pantalones").
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Temple de acero |
Vale la pena consignar que la Academia en esta oportunidad no tuvo humor para el riesgo o excentricidades, pese a las numerosas nominaciones para Temple de acero de los hermanos Coen. El remake del western de Henry Hathaway -género que sólo ha obtenido 3 Oscar a mejor película en toda su historia: Cimarrón (1931), Danza con lobos (1990) y Los imperdonables (1992)- no ganó en ninguna categoría. Pero más allá del desprecio a una de las duplas creativas fundamentales del cine gringo en el último cuarto de siglo, resulta incomprensible el continuo desaire de la industria al más genuino género cinematográfico estadounidense y agónico hace décadas. De una estilización excepcional y dueña de un entendimiento acabado de la épica del Lejano Oeste, Temple de acero además de emerger como un filme anacrónico o contracorriente (aunque supuestamente existe un renacer del western a partir de las ganancias logradas por Temple de acero) es la muestra del amor que tienen los Coen por el patrimonio del cine.
En esta entrega del Oscar para el olvido, el mayor atrevimiento por su urgencia en la puesta en escena y su foco en un conflicto marginado de los medios de comunicación como la llamada "pobreza blanca" lo representó Lazos de sangre. De todos los largometrajes en competencia fue el único que demuestra eso que uno espera de los títulos que marcan la diferencia: que renueven o al menos rompan con el status quo de la oferta audiovisual. Logro a cabalidad en el filme de Debra Granik que con una estética casi documental, sensación gracias a las locaciones al aire libre y que la escenografía sea compuesta por los deshechos que deja la marea del capitalismo en las zonas marginales de la América Profunda. Oxidadas antenas satelitales, automóviles abandonados cubiertos de maleza y electrodomésticos obsoletos circundan las cabañas por donde Ree, una adolescente a cargo de sus hermanos menores y una madre inválida y catatónica, investiga el paradero de su progenitor, un ex reo y traficante. La directora Granik no retrata la miseria como un compasivo espectáculo sino por el contrario contextualiza las penurias a un sector social prácticamente innombrable si se aspira a la corrección política.
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Lazos de sangre |
Lazos de sangre plantea una propuesta que asume el desafío de explorar capas de la realidad a las que el progreso le dio la espalda. Nada de monarcas dubitativos, ni inventores de redes sociales con problemas de autoestima o sueños concéntricos que se esfuman en el artilugio como El origen. En las antípodas del cálculo en que se basan las estrategias de marketing, la descripción expuesta del estereotipo "red neck" en Lazos de sangre proyecta fantasmas en áreas sensibles para la nación del Tío Sam como el nostálgico orgullo sudista, el que no cuesta asociar en el metraje con el todavía activo proselitismo de los impulsores de "supremacía blanca". Al son del banjo la cineasta expone los estragos de la comunidad en que habita la protagonista como el carácter endogámico, de hecho ella misma vocifera compartir la misma sangre cuando enfrenta a los ex socios de su padre. Pero a las carencias detalladas también existe el espacio para iluminar el relato con muestras de generosidad vecinal y la exhibición de una férrea voluntad que proviene del tesón proverbial de los padres fundadores arribados en el Mayflower y que dieron origen a la sociedad estadounidense.
Sin caer en el efectismo denunciante que Michael Moore ha convertido en sello personal, este largometraje narra conflictos apremiantes que son herencia de la exclusión histórica y de la que nadie habla en los noticiarios. Revelaciones quedas, sin aspavientos como los personajes que retrata, a las que el espectador asiste con una emoción que bordea entre el deleite y el escalofrío por la tensión que implica la aventura de Ree. De alguna manera, la directora capta la atmósfera de un país que para su sector más desamparado el ingreso al ejército la solución a las apreturas económicas. Y cuándo un país como EE.UU, que no abandona una guerra para embarcarse en otra, es interpretado a partir de esa imagen, devela una desesperación que las estadísticas no desenmascaran pero que si desnuda una obra como la de Granik, en especial cuando corren tiempos donde el cine industrial busca adormecer las conciencias.
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