Columna Semanal

Otras Columnas

02-10-2016 San Sebastián 2016
Palmarés: De dulce y agraz
22-09-2016 Argentino QL vs la crítica
La conjura de los necios 2 o 3 o 4...
05-09-2016 Gene Wilder (1933-2016)
La sonrisa torcida del Dr. Fronkonstin
29-08-2016 Toni Erdmann, de Maren Ade
Abraza un Kukeri
27-08-2016 Debuta Tornamesa Mabuse
Tócala de nuevo, Bruce

Sobre Una vida crítica, de Héctor Soto El peor trabajo del mundo

Seguramente, más de alguien fruncirá el ceño al considerar poco creíble que el oficio de criticar películas sea el "peor" trabajo del mundo. Convengamos que hay labores mucho más deleznables. Sin embargo, no hay pega más incomprendida, sobre todo de quienes se sienten los verdaderos dueños del espectáculo: cineastas y espectadores. Lídice Varas reflexiona sobre esta curiosa profesión releyendo la reeditada Una vida crítica, de Héctor Soto, recopilación de los comentarios y ensayos cinematográficos de uno de los críticos más veteranos del medio: más de 40 años disparando a diestra y siniestra.

Por Lídice Varas

En el prólogo de Una vida crítica, que la editorial UDP acaba de publicar aumentada y revisada, Héctor Soto afirma: "Ningún crítico, desde luego, es infalible, y esto es bueno saberlo desde el comienzo, porque hay que aprender a manejar la culpa", y lo dice en relación a que mirando con el prisma del tiempo, muchos de sus juicios escritos al calor de la urgencia, han variado. Películas que han parecido una maravilla, con el paso de los días pierden fuerza, mientras otras, vilipendiadas al principio, han podido permanecer. Soto dice: "Me arrepiento haber sido injusto con Será justicia , de Sidney Lumet", y reconoce que cintas como Top Gun supieron entregar más de lo que en su momento pudo ver.

Ser crítico de cine es ciertamente un trabajo que tiene más de miserable que de triunfalista. La fama de amargados o cineastas frustrados es un estigma difícil de sacarse de encima y estar nombrando a cintas con más de diez años cuando te preguntan por tus favoritas parece un ejercicio burgués.

Será Justicia (The Verdict, 1982) de Sidney Lumet

Héctor Soto lleva más de cuarenta años escribiendo de cine. Eso es harto decir, pero cuando leo su prólogo no pienso en el rol social de la crítica, ni en la importancia ni en la mediación entre el arte y la audiencia, pienso en cómo lo ha hecho, porque ser crítico de cine es difícil (iba a escribir que es un trabajo de mierda, pero me mordí la lengua).

Se estrenan en promedio cinco películas cada semana, y pueden pasar meses sin que algo medianamente respetable entre a la cartelera. Así y todo hay que desnucarse intentando hacer lecturas, encontrar guiños, buscar referencias para poder vestir a una película de la que prácticamente es imposible decir algo.

La cartelera está llena de pequeñas basuras que costaron varios millones de dólares. Hacer una película no es lo mismo que hacer papas fritas y que unas se te quemen más que otras, así que si la cinta ya está lista, estrenada en el cine local, es porque algo ha de tener y algo se puede decir de ella. Pero eso no es consuelo, porque hay que hacer la pega y eso implica decir algo medianamente inteligente cuando sabes que te están tomando el pelo.

Para Soto la responsabilidad de la crítica es "mantener viva una curiosidad intelectual básica en relación al cine y ser honesto tanto con lo que se piensa como con lo que se siente", lo verdaderamente difícil entonces es reconocer que son pocas las veces que una película te despierta tal emoción que se sale de la sala de cine reflexionando, que la mayoría de las veces estamos frente a un cúmulo de películas anodinas que se amontonan unas tras otras sin que de ellas se pueda extraer algo.

Poner notas y estrellas, siempre me pareció un recurso facilón, hoy siento que es una estrategia inventada por los críticos para ahorrarse la tortura de tener que explicar porqué algo te parece que no vale la pena. Por otra parte es un trabajo en el que se te exige congeniar y ojalá coincidir con la mayoría, y en eso si que se está lejos, porque taquilla y calidad están cada vez más lejos la una de la otra. Entonces, si a la crítica no le gustó la saga Crepúsculo que abarrota salas, es porque algo está mal con el gremio.

Coincido con Soto cuando afirma que "esto es sin llorar", y no sólo por esos errores garrafales e históricos –como cuando se estrenó 2001, Odisea en el espacio (1968) de Kubrick y muchos críticos la denostaron- sino porque, de vez en cuando algo logra aparecer en cartelera o vía descarga ilegal accedemos a películas que devuelven el alma al cuerpo y sabemos que no todo está perdido, que a veces el olmo sí da peras, y que da lo mismo que la crítica sea el peor trabajo del mundo, porque toda pasión es arbitraria y sí vale la pena dedicar un par de líneas cuando, como dice Soto se puede "apelar a la perplejidad, la admiración o el asombro cada vez que escribimos acerca de lo que realmente amamos".

 

Este artículo aún no tiene comentarios. Puedes ser el primero en comentar.

Buscador
Quiénes Somos | Contáctanos