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Tomando "once" en el 13 El rostro de los cómplices

Durante estos días, Canal 13 exhibió varios programas sobre la Unidad Popular y el once de septiembre. Sin embargo, ahora que los perdones y arrepentimientos se multiplican, en ninguno de esos espacios, la estación católica tuvo una pizca de autocrítica, siendo que fue uno de los medios más leales a la dictadura.

Por Jorge Morales

Aparte de la involuntaria y cuantiosa cantera de dislates con los que ha aportado al humor nacional, la frase o concepto más trascendente que nos legará el presidente Piñera cuando termine su gobierno será la de los "cómplices pasivos": personas, y sobre todo, personeros, que callaron o fueron indiferentes ante la sanguinaria represión a los opositores a Pinochet. Una figura que, como dijo el presidente de RN Carlos Larraín, debe haber sido bastante "antipática" e incómoda para los políticos más cercanos a la dictadura. Porque la complicidad implica necesariamente conocimiento y no la contagiosa amnesia ("no sabía nada"), humildad ("no estaba bajo mi responsabilidad") o lozanía ("sólo tenía 20 años") que parece haber infectado a la derecha tras largos años de negar, menospreciar o "contextualizar" las violaciones a los derechos humanos.

Piñera además tuvo el arrojo de ampliar el radar de sus acusaciones al Poder Judicial, que rápidamente hizo su contrición retrospectiva, y a la prensa, que en algunos casos como El Mercurio, tuvo una complicidad tan decididamente dinámica y entusiasta, que la pasividad que le endilga el mandatario al periodismo, queda corta. La mayor cuota de complicidad pasiva en los medios de comunicación (pero que igual habría que relativizar porque tampoco fue tan tibia), por la profunda influencia que tiene sobre los chilenos, fue la televisión. Para un país tan "tevito" como Chile, los canales de televisión se convirtieron en el principal vehículo de propaganda, evasión y desinformación del gobierno militar. La dictadura lo comprendió con tanta claridad que desde el comienzo apostó todas sus fichas a controlarla dejando que otras manifestaciones masivas pero más elitistas (como el cine, por ejemplo) quedaran completamente a la deriva.

Claudio Sánchez, el periodista más importante de Canal 13 en los '70

La conmemoración de los 40 años del golpe militar ha despertado más que nunca del letargo político histórico a los canales de televisión. No es que nunca se hubiesen hecho programas relacionados sobre el golpe o la dictadura sino que pareciera que por primera vez el enfoque es abiertamente más frontal y crítico. Ocupando las palabras del Presidente, tienen un punto de vista muchísimo menos "cómplice" y complaciente con la dictadura.

El canal 13 es uno de los que más ha producido programas al respecto, aunque en su mayoría se trate de reportajes recocidos. Como Los 1000 días, La Antesala del Golpe, conducido por Aldo Schiappacasse, que utilizó gran parte de sus archivos históricos y antiguas entrevistas de un programa anterior hecho para la conmemoración de los 30 años.

En principio, es raro que la conducción de ese programa haya recaído en alguien como Schiappacasse, que aunque tiene una larga trayectoria como periodista, animó un late show y tuvo un paso (lamentable) por un espacio político como Tolerancia cero, es reconocido, por sobre todas las cosas, como comentarista deportivo. La importancia de su participación como rostro ancla no es intrascendente y quedó graficada en su propia alocución inicial del primer capítulo donde dice que le han encomendado una "misión histórica". Algo así como la persona que va a asentar la línea editorial definitiva del 13 sobre estas sensibles materias a través del combo de programas que condujo (Los 1000 días, La Antesala del Golpe, 11, íntimo y 11, el Día Después). O sea, la supuesta simpleza, simpatía y bonhomía de Schiappacasse, es –a ojos de canal 13- el bálsamo ideal para amortiguar estos temas complejos. Y es que la estación del "angelito" tiene que tratar con sumo cuidado todo este período porque fue –como diría Piñera- el mayor "cómplice pasivo" de la dictadura en televisión.

Es cierto que TVN fue, por lejos, muchísimo más pinochetista, pero a diferencia del 13, tanto la estación pública como el canal de la Universidad de Chile (actual Chilevisión) fueron completamente intervenidos por los militares. La emisora de la Universidad Católica, como su nombre lo indica, pertenecía –y siguió perteneciendo durante la dictadura- a la Universidad Católica. Por lo tanto, fue el único medio televisivo privado, que si bien tuvo censores cuidando sus espaldas, mantuvo su autonomía, con un margen de libertad editorial mayor que el resto de las señales. Pero ya sea porque se sentía a gusto –en contraposición a otros sectores de la iglesia alineados en la defensa de los derechos humanos- o tenían miedo (la tesis más improbable), lo cierto es que Canal 13 fue un alcahuete más de la dictadura.

Hasta cierto punto la realización de estos programas, la "misión histórica" encabezada por Schiappacasse, lo que busca es lavar su imagen, y establecer sobre este período un nuevo marco ético. Sin embargo, este esfuerzo se ha roto curiosamente porque olvidaron la única manifestación de remordimiento que tuvieron en el pasado.

Un detenido del Estadio Nacional cantando "El patito"

En 2004 tras conocerse el Informe Valech, en Teletrece, su noticiario central, el canal hizo un mea culpa, mostrando derechamente la instrumentalización de la que fueron partícipes durante la dictadura. A modo de ejemplo, se reprodujo un reportaje del periodista Claudio Sánchez sobre los presos en el Estadio Nacional. "¿Lo pasan muy mal los detenidos en el Estadio Nacional? ¿Están muy angustiados? No. Porque tienen tiempo hasta de formar improvisadas orquestas", decía un desvergonzado Sánchez, mostrando a un grupo de detenidos entonando "El patito" de Los Quincheros... Aunque ya se sabe de la devoción reverencial de Sánchez por la dictadura, no está de más recordar que hay, por lo menos, un montaje comprobado de la DINA (el caso Gallardo-Gangas en 1975) donde el periodista avaló como enfrentamiento lo que había sido el secuestro y homicidio de los seis miembros de una familia.

El "olvido" del 13 es que tanto en Los 1000 días, La Antesala del Golpe como 11, el Día Después, la principal figura que aparece en las viejas notas utilizadas en el programa es el mismísimo Claudio Sánchez. ¿Cómo se determina que Sánchez estaba en esos momentos haciendo su trabajo y no manipulando premeditadamente la información? Su autor sigue siendo el mismo personaje que canal 13 desacreditó a modo de escarnio y arrepentimiento en 2004, y que fue sancionado el año 2007 por el comité de ética del Colegio de Periodistas por el montaje del caso Gallardo-Gangas. Canal 13 ha ocupado un material audiovisual que si no está contaminado por la sospecha, lo está al menos por la vergüenza. No es que la estación deba destruir todos los reportajes que grabó Claudio Sánchez o Julio López Blanco (otro periodista controvertido que también aparece reporteando en el programa y que también fue sancionado por el Colegio de Periodistas por el caso Gallardo-Gangas), pero al menos debería tener el decoro de ofrecer un tratamiento donde el sesgo sectario y conspirativo de esos reporteros deje de ser tomado por la verdad. Todos sabemos que los hechos nunca son del todo objetivos y están teñidos por la subjetividad de quién los relate. Y eso se aprecia no sólo en las líneas gruesas de la narración sino hasta en los más insignificantes detalles. Donde se ubicó la cámara, lo que se mostró o excluyó, no tiene nada de inocente y por eso uno tiene el legítimo derecho a creer que cada imagen documentada por estos periodistas, no es sólo una porción de la realidad sino que puede ser una total y absoluta farsa. En ese sentido, es curioso que el programa Los 1000 días tenga de subtítulo La Antesala del Golpe, como si los casi tres años de la Unidad Popular sólo puedan ser leídos y comprendidos desde su dramático desenlace. Y esa quizás sea una de las tantas tareas pendientes de la televisión: entender que la Unidad Popular fue mucho más compleja que las colas y la convulsión social.

Lo simbólico es tan importante como lo medular. Por eso siempre fue ofensivo que la principal avenida de la comuna de Providencia se llamara 11 de septiembre; siempre es y seguirá siendo una vergüenza que la biblioteca de la Academia de Guerra del Ejército se llame Presidente Augusto Pinochet Ugarte; y siempre será repulsivo que un canal nos cuente la historia a través de la voz y el rostro de un encubridor.

 

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