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Cine de medianoche Después de hora
Antes del DVD, el Blu-ray, internet y la televisión por cable, las primeras horas de la madrugada fueron el único vehículo que tuvo el cine más raro e inclasificable para darse a conocer. Una fiesta cinéfila que parece no volverá a celebrarse más.
Por Andrés Nazarala
A William Castle, uno de los entrepreneurs más ingeniosos de la historia, se le ocurrió estacionar una ambulancia afuera de un cine para que los espectadores creyeran que algo ocurrió en la función anterior; algo como un ataque cardíaco por asombro o probablemente una tragedia sobrenatural. Desconozco qué impacto tuvo este gimmick cuando fue probado en Estados Unidos a fines de los 50, pero a través de él, Castle reafirmó que la experiencia cinematográfica es más que la película en sí misma y que abarca también los factores externos, el contexto, lo que pasa fuera de los márgenes de la pantalla.
En esta idea se sustenta la vieja tradición de programar películas a la medianoche. Específicamente en que no hay mejor gimmick que la oscuridad para enfrentarse a una oferta de terror o a una de esas rarezas cinematográficas que no siguen una lógica diurna.
Pero la iniciativa no fue concebida así desde el comienzo. Como cuenta el documental Midnight Movies: From the Margin to the Mainstream (Stuart Samuels, 2005), la medida nació como una estrategia de distribución para darle cabida a películas fallidas o arriesgadas que durante el día podrían atentar contra el negocio. Como El Topo, (1970) de Alejandro Jodorowsky, cinta despreciada -por sus atrevidas postales de surrealismo, violencia y esperpento- que no pudo conseguir un estreno adecuado en cines. Sólo tuvo una función privada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Pero ahí estaba Ben Barenholtz, el dueño del Teatro Elgin, quien decidió comprar los derechos y programarla a la medianoche. La idea fue todo un éxito y, con la ayuda de fanáticos como John Lennon, pudo expandirse hacia el resto del país. Lo interesante es que todas las salas conservaron la mística de mostrarla siempre en el mismo horario.
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El topo |
El Topo puso de moda las funciones de medianoche en Nueva York, que funcionaron como los últimos reductos de un cine arriesgado, incómodo y, en algunos casos, perturbador, que podía cobrar un valor adicional en el contexto crepuscular en que estaba inmerso. En este horario, los cines empezaron a acoger cintas que habían fracasado con el público o simplemente habían sido expulsadas tras algunas controversias. Como La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1968), que desembocó en las funciones de trasnoche luego de escandalizar a la audiencia en la matinée. O Pink Flamingos (John Waters, 1972), un filme que no se pudo haber exhibido en otro contexto. También pasaron por ahí, The Harder They Come (Perry Henzell, 1973), fracaso comercial de Roger Corman que se transformó en un éxito gracias al nuevo horario y permaneció siete años en cartelera (y que ahora puede verse íntegramente en YouTube hasta con subtítulos en español); además de The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975) y Eraserhead (David Lynch, 1977), entre varias otras.
Con testimonios de directores, exhibidores y críticos como Jonathan Rosenbaum, Midnight Movies… rememora una iniciativa que en Estados Unidos perdió fuerza por culpa de la televisión por cable y su programación durante las 24 horas. Pero, principalmente, cuenta cómo una estrategia de exhibición terminó generando una suerte de género cinematográfico; películas que no temen en acoger la experimentación, el exceso o el mal gusto; libres de la tiranía de la taquilla y los escrutinios lúcidos del día.
Ahora que Chile se encuentra acogiendo parafernalias como el 4DX (cine en 3D con butacas que vibran y lanzan agua, entre otros golpes de efecto) y el Imax, cabe preguntarse si acaso no nos farreamos la efectiva simpleza de la función de medianoche. Ejemplos locales hay pocos. El Cine Arte Alameda tenía funciones en ese horario hace algunos años…y estaban también los ciclos de Cine Adicción, que ofrecían un continuado de películas "bizarras" a lo largo de una noche. Pero ciertamente falta un espacio así, para recuperar la mística de la comunión en torno al cine y abrir espacio para propuestas arriesgadas que sean capaces de mejorar nuestra alicaída y monótona cartelera.
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