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Marek Hlasko El guionista que nunca estuvo

Un gran escritor casi desconocido. Un bromista asesino. El amigo de Polanski, el amante de la esposa de Nicholas Ray, el James Dean polaco. Todo eso y más, es Marek Hlasko. Uno de los estampados de poleras más populares de Polonia.

Por Andrés Nazarala

Internet permite seguir polémicas lejanas que no tienen repercusión en estos lados. Como el revuelo que se está generando en Polonia por el próximo lanzamiento de poleras con imágenes de Grzegorz Ciechowski, un cantante fallecido en 2001, cuyos fans no quieren que se transforme en un ícono pop á la Ché Guevara. La defensa de Bytom, la marca diseñadora, es que no es primera vez que trabajan con la muerte y que anteriormente ya imprimieron poleras con los rostros del actor Zbigniew Cybulski (Cenizas y diamantes) y el escritor Marek Hlasko.

¿Marek Hlasko? ¿El mismo que me cautivó en la adolescencia y que para mí funcionaba como un patrimonio personal?

Con pudor confieso que en esos años de saberes exclusivos y banales pretensiones juveniles, Lashko era mi respuesta esnob a Charles Bukowski (el que todos leían) y mención segura en toda conversación casual sobre literatura. Todo por un viejo libro que me dio mi padre: El octavo día de la semana, colección de cuentos que tenía todo lo que uno pudiese anhelar a esa edad: romanticismo, furia adolescente antes que el punk, humor negro, desolación de posguerra, un sistema podrido como telón de fondo (su gran punto de tiro era la represiva Polonia comunista), muchísimo alcohol y la nostalgia invernal de una Varsovia gélida y cubierta de nieve.

Recuerdo especialmente uno de los relatos: el monólogo interior de un borracho que intenta llegar a casa y no entiende por qué todos lo miran con gesto de reprobación. Otro seguía a una joven pareja que no podía encontrar una pieza donde desvirgarse.

Marek Hlasko

Años más tarde encontré, en una feria de Plaza Brasil, una hilarante novela del polaco: ¿Le gusta o no le gusta?, las desventuras de un ciudadano ejemplar que, en medio de una borrachera, habla en contra del gobierno tras ser intersectado por un policía que le hace una simple pregunta: "¿Le gusta o no le gusta el régimen?". El tipo despierta al otro día en la cárcel, sin recordar nada de lo que ocurrió.

Este segundo encuentro con Hlasko –beneficiado por algo llamado internet- me llevó inevitablemente a investigarlo y a conocer su relación con el mundo del cine, un vínculo que desconocía por completo. Pero lo que encontré, no me extrañó.

Maldito, alcohólico e inconformista, Hlasko escapó de Polonia para vivir en distintas ciudades europeas (en Francia fue apodado "el James Dean polaco") y terminó instalado en Alemania, donde se casó. Pero en los 60's vino su decadencia: se separó, intentó suicidarse dos veces y pasó largas temporadas en psiquiátricos.

Hasta que apareció Roman Polanski para salvarlo. Admirador de su obra literaria, le consiguió trabajo como guionista en Hollywood. Hlasko se mudó a Los Angeles, donde no escribió una sola línea. Se dedicó a beber compulsivamente y se convirtió en amante de Betty Ray, la mujer de Nicholas Ray, el gran director de Rebelde sin causa.

Entonces ocurrió un hecho que precipitaría su final: en medio de una fiesta, y como broma pesada, empujó desde un techo al compositor Krzysztof Komeda, habitual colaborador del director de El bebé de Rosemary (que también musicalizó). Este murió de un hematoma cerebral pocos días después. Hlasko quedó devastado y, en medio de la agonía del músico, le dijo a sus amigos: "Si Krzysztof se va, yo me voy con él".

El autor regresó a Alemania para morirse en 1975, a los 35 años de edad. Mezcló alcohol con barbitúricos, sellando una vida cargada de excesos y tormentos. Dejó en este mundo una obra literaria extraordinaria (aún difícil de conseguir en español), además de inevitables expectativas sobre cómo hubiese sido como guionista. Y bueno, un rostro lozano que por estos días alimenta una industria obsesionada con el rostro de cadáveres jóvenes.
 

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