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Festival de Documentales de Tesalónica Cinco perlas en el Egeo

De las películas descubiertas entre un total de 186 presentadas en el Festival de Documentales de Tesalónica (11-20 de marzo de 2016), en las distintas retrospectivas y secciones temáticas, cinco obras persistirán como las mayores revelaciones personales. Cada una asume sus propios desafíos, éticos y formales, en su manera de abordar una realidad presente o pasada, ajena o personal, a través de los recursos que ofrece el cine.

Por Pamela Biénzobas

El 18º Festival de Documentales de Tesalónica tuvo lugar en un contexto histórico particularmente pesado. Si desde hace varios años ya ha estado enfrentando, como toda Grecia, las consecuencias de la crisis financiera y política nacional y su tensa relación con el resto de Europa, actualmente la tragedia de los refugiados es sin duda el tema más urgente. El país, partiendo por sus ciudadanos comunes, ha sido uno de los pocos en reaccionar a la altura de la gravedad de la situación. ¿Qué rol le cabe a un festival de cine? Especialmente en el momento mismo en que a sólo decenas de kilómetros de allí, en la frontera con Macedonia, miles y miles de refugiados estaban atrapados en su intento por seguir camino al norte, durmiendo en el barro bajo la lluvia que no paró durante días.

Más allá de usar su visibilidad para apoyar la recolección de ayuda material inmediata, el TDF –lejos de cualquier oportunismo; basta ver la línea editorial que lo ha marcado desde el comienzo– quiso ofrecer también un espacio de reflexión en aquello que lo toca directamente: la manera en que el cine documental puede enfrentar estas historias, y sus limitaciones, con la retrospectiva Regugees: Escape to Freedom? ("Refugiados: ¿escape a la libertad?"). En una curiosa coincidencia, varios de los títulos de la sección, así como otros incluidos en el resto de la programación y que también abordaban la cuestión, venían de Dinamarca, uno de los países europeos que ha adoptado las políticas más chocantes para mantener a los refugiados fuera de su territorio. En los días en que el festival comenzaba, las noticias informaban de más casos escandalosos de ciudadanos daneses siendo perseguidos por la justicia de su país por haber prestado asistencia básica a personas en peligro.

Flotel Europa

Flotel Europa

Uno de los documentales daneses de la retrospectiva ofrecía algo que hoy está faltando dramáticamente: un poco de perspectiva histórica. Flotel Europa, de Vladimir Tomic, está basado en la experiencia del propio realizador, llegado a los doce años junto a su madre y hermano a Copenhague huyendo desde Bosnia-Herzegovina. Durante dos años, la familia vivió junto a un millar de otros compatriotas que solicitaban asilo en un enorme crucero estacionado en un canal de la ciudad, el "Flotel Europa". Algunas personas empezaron a grabar en VHS la cotidianeidad del enorme campo de refugiados flotante de la Cruz Roja. Tomic reunió una cantidad enorme de material, suyo (los videos que grababan junto a su mamá para enviar a la familia en Sarajevo) y de otros habitantes, y lo montó para crear un fresco magnífico de la día tras días, tanto dentro del bote como en la ciudad que necesitaban conquistar, vista a través de los ojos de un preadolescente descubriendo el mundo. El bellísimo texto que él mismo lee en off sobre las imágenes nos hace partícipes de la organización cotidiana, las tensiones políticas, los miedos, los sueños y las tragedias, con una mirada llena de ternura y de humor.

Depth Two

Depth Two

En la sección Recordings of Memory ("Registros de memoria"), otra obra abordaba un aspecto diferente de la misma guerra que hace tan poco destrozó los Balcanes, a través de un dispositivo formal totalmente opuesto. Mientras Flotel Europa combina imágenes de archivo con una narración creada especialmente, Depth Two (Dubina dva), del serbio Ognjen Glavonić, yuxtapone archivos sonoros, principalmente de testimonios durante juicios, con imágenes filmadas en el presente. La operación "Profundidad Dos" consistió en hacer desaparecer, en fosas comunes en las cercanías de Belgrado, los cuerpos de más de setecientas víctimas de masacres. "Ningún cuerpo, ningún crimen" leemos al final escrito a mano en un documento oficial. El código de silencio que denuncia uno de los testigos que oímos significa que hasta hoy apenas ha habido juicios e investigaciones sobre atrocidades de una dimensión que obviamente involucraron a muchísima gente. El documental recoge testimonios orales de víctimas y partícipes, que nos van narrando sus historias sobre las magnéticas imágenes filmadas recientemente de los paisajes –en su mayoría naturales y periurbanos– que hace menos de dos décadas fueron el escenario de las masacres y de toda la logística de eliminación sistemática de los cuerpos. El contraste entre imagen y sonido activa la imaginación para ir reconstruyendo e imaginando no tanto el desarrollo de los hechos, sino la experiencia de cada momento descrito.

Under the Sun

Raras, muy raras son las imágenes que nos llegan de Corea del Norte. Pero probablemente ninguna como las que ofrece Vitaly Mansky en Under the Sun (V lutsah solntsa), en el programa Views of the World ("Vistas del mundo"). El director ruso-ucraniano partió a Pyongyang en lo que parecía perfilarse como un proyecto colaborativo, por no decir colaboracionista, que había sido aprobado por el régimen a condición de establecer ellos mismos tema y personajes, y organizar el rodaje. Rusia, entre tanto, le había otorgado fondos estatales, aunque más adelante las autoridades retiraron públicamente su apoyo para evitar incidentes diplomáticos.

Under The Sun

A lo largo del año que pasó allí filmando la historia de Zin-mi, una niña modelo, hija de una familia modelo, que va a un colegio modelo, Mansky obedientemente grabó las escenas acordadas, no intentó escabullirse para filmar o hablar a escondidas con los ciudadanos, y tampoco desobedeció a sus guías, que, sin tener un rol claro, estaban siempre presentes y llevaban toda la producción. Lo que el cineasta hizo fue simplemente recurrir al cine para transformar lo que algunos pretendían que fuera un film de propaganda en una denuncia entre ridiculizadora y espeluznante.

El film pervierte la perversidad agregando en unas pocas ocasiones algo de texto con información complementaria que contradice el imaginario de la película (como las verdaderas profesiones de los padres de Zin-mi, o el hecho de nunca haber asistido, aparte del día del rodaje, a algún ritual supuestamente cotidiano) y sobre todo dejando rodar la cámara entre tomas y durante la preparación de la puesta en escena. Entonces vemos a esos curiosos oficiales dirigiendo toda la acción para que transmita los valores y colores que el film debe reflejar; vemos las enormes avenidas vacías en pleno día, en una ciudad que parece una maqueta sobredimensionada construida para esconder un desierto postapocalíptico, poblada ocasionalmente por autómatas que, si los observamos el tiempo suficiente, pueden llegar a revelar un atisbo de sincera emoción.

Under the Sun revela el artificio tras la filmación, algo que en cine, incluso documental, no tiene nada de chocante. El problema es que aquí lo artificial es la vida misma. En una nota personal, ya nunca más podré comer kimchi (un plato hecho en base a col que me encanta) sin pensar en la pequeña Zin-mi celebrando sus propiedades.

Left on Purpose

Podría ser pregunta de examen de un seminario de realización documental: ¿qué haces si el protagonista de tu proyecto te anuncia su decisión de suicidarse, y quiere que su gesto sea parte de la película? Fascinante en teoría, a esa pesadilla ética y emocional se enfrentó Justin Schein cuando estaba trabajando con Mayer Vishner, un viejo militante pacifista y uno de los primeros yippies (el movimiento revolucionario denominado "Partido Internacional de la Juventud", Youth International Party) que lucharon por cambiar el sistema a fines de los sesenta y durante los setenta. Los ideales de Vishner –coherente hasta el final– no cambiaron, pero la sociedad y su entorno sí. Y, sobre todo, la depresión que durante su juventud había logrado mantener a raya había tomado control de su vida.

Left on Purpose

Así fue como el retrato de un héroe olvidado se transformó en Left on Purpose (algo así como "ido voluntariamente"), presentado en la sección Stories to Tell ("Historias por contar"). La implacable complejidad de la situación pone a Schein en un impasse para el que no está preparado, y va agregando innumerables dimensiones a la película. Left on Purpose es un documental sobre un hombre extraordinario, una época, el compromiso político, la integridad moral, y también sobre la fragilidad psicológica y emocional, sobre la depresión y el suicidio. Y, por supuesto, sobre la responsabilidad del realizador frente a su sujeto.

Cualquiera que se enfrenta al anuncio de un proyecto (y no una amenaza) de suicidio se encuentra ante dilemas casi insolubles, sobre todo si se está forjando un vínculo de cierta dependencia. ¿Hasta qué punto el proyecto de documental está incitando a Vishner a pasar al acto? ¿Hasta qué punto, al contrario, lo está manteniendo en vida?

La respuesta de Schein, como hombre y como cineasta, es asumir honestamente que no tiene la respuesta final; buscarla entre los antiguos amigos de Vishner y profesionales preparados, y cuestionarse permanentemente avanzando con las pocas herramientas que tiene a su alcance. El admirable montaje logra concentrar en menos de una hora y media una cantidad enorme de información, de reflexiones, de vida y de dolor, para transmitir sin juzgar ni simplificar la posición de un hombre de una complejidad inabarcable.

Starless Dreams

Starless Dreams

La más "clásica" de las perlas descubiertas en Tesalónica, Starless Dreams (Royahaye Dame Sobh, presentada en la sección de derechos humanos, Human Rights) nos sumerge en la vida cotidiana de un centro de reclusión para mujeres menores en Irán. Observando con pudor, pero también interactuando con una naturalidad que sólo permite la confianza absoluta, Mehrdad Oskouei va dejando que surjan autorretratos de niñas quebradas, a menudo disfrazadas de lobo, que en su conjunto van pintando un panorama devastador de una sociedad que como tantas otras les está fallando cruelmente a los más vulnerables. Las protagonistas están ahí por motivos que van desde vagancia hasta asesinato con premeditación. Varias están casadas desde hace años, e incluso son madres. Y en prácticamente todas, la raíz del dolor está en el abuso por parte de un familiar o por la drogadicción que está devastando al país.

Oskouei deja que las historias tomen forma en la medida en que las niñas las quieran compartir, dándoles espacio para apropiarse de sus propios relatos, y así tal vez poder inventar una narración en futuro y permitirse algún sueño que vaya más allá de la rutina diaria o de la perspectiva (no siempre alegre) de la liberación. Logrando un equilibrio entre complicidad y discreción, el cineasta no esconde su presencia, e incluso se permite hablar desde detrás de la cámara en algunos momentos, pues es a él a quien las niñas se están confiando. Tampoco esconde su compasión, tarea tan absurda como imposible, sino que la transforma en estricto y sobrio respeto, en una relación lo más horizontal posible pese a que perfectamente podría ser el padre protector y amoroso que ellas no tienen. Y esa sobriedad vuelve el documental aún más insoportable, al no dejarnos siquiera la excusa de acusarlo de patetismo o manipulación.

 

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