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La nana de Sebastián Silva

Sola contra todos La nana

Por Andrés Nazarala

Hay temas que debieron haber sido abordados en profundidad por el cine chileno hace mucho tiempo y el mundo de las empleadas domésticas -conocidas como "nanas" dentro del país ABC1- es uno de ellos.

La verdad es que desconozco si la realidad de estas trabajadoras es distinta en Chile que en otras partes del mundo. Poco sé de los pormenores del oficio en el extranjero más allá de la frase cliché (y ciertamente clasista) "En EE.UU. las empleadas llegan en auto a trabajar" o el apacible panorama que nos entregan series como The Nanny o la ochentera ¿Quién manda a quién? en la que Tony Danza (un "nano") posee casi los mismos derechos domésticos que la dueña de casa.

La aproximación audiovisual chilensis al tema se ha dado principalmente a través de la televisión y siempre en los terrenos de la caricatura. Donde hay familias (es decir, en el 100% de los culebrones nacionales) hay una nana y ésta siempre es vulgar, intrusa, carente de un carácter en particular y emocionalmente discapacitada (si llora o sufre lo hace por cosas menores, como escuchar una canción cebolla en la radio).

Pero si bien esta mirada refleja la condición de personajes secundarios que las nanas tienen en esa gran comedia triste que parece ser nuestra sociedad, puede gatillar observaciones reduccionistas que poco hacen por entender el funcionamiento de las cosas.

Un ejercicio interesante sería invitar a diez directores chilenos a abordar el tema de las empleadas domésticas. Puedo pecar de prejuicioso, pero sospecho que gran parte de los convocados exploraría los senderos de la denuncia directa o la idealización, y más de uno por ahí seguiría con la nefasta tradición televisiva, siempre con el objetivo desesperado de sacar risas.

Mariana Loyola y Catalina Saavedra

Con lo planteado hasta ahora se pueden señalar los dos grandes méritos de La nana, la aclamada segunda película de Sebastián Silva (responsable de la irregular La vida me mata). Por una parte, paga la deuda cinematográfica con ese tópico del que se apoderó la televisión de mala manera. Por otra, evita el camino obvio y esperable que hubiesen seguido varios colegas criollos.

Si bien en un comienzo la actriz Catalina Saavedra se negó a encarnar a una trabajadora de este tipo, entendió que el proyecto se trataba de algo distinto al leer el guión de Pedro Peirano. Su personaje no aspiraría a identificar al gremio sino que tendría características singulares, una personalidad propia lejos de los lugares comunes. Y así terminó siendo.

Esta empleada puertas adentro –que trabaja para una familia de la clase alta santiaguina- pasa por una crisis existencial que refleja de una manera especial: se hunde en el ostracismo, abusa de las pastillas y compite con las nanas asesoras que son contratadas para facilitarle el trabajo. El gran miedo de la protagonista es ser reemplazada, perder el cariño de este grupo de gente que es lo más cercano que tiene a una familia.

¿Posee la película un trasfondo social? Sí, pero no de la manera más obvia. La nana es una película sobre la pertenencia, construida sobre la extraña situación existencial de las empleadas puertas adentro. Por supuesto que esta realidad existe por un tema de diferencia de clases, pero la cinta evita la discursividad gruesa. Y para hacer el juego menos complaciente, perfila a los miembros de la familia como gente justa y amable, siempre dentro de las limitaciones que impone la maquinaria burguesa. Acertadas y realistas actuaciones de Claudia Celedón, Alejandro Goic y Andrea García-Huidobro, entre otros, le dan vida de buena manera al núcleo familiar.

Claudia Celedón y Catalina Saavedra

Pero más allá de las inevitables lecturas asociadas a una película de esta temática, La nana se ocupa de mantener al espectador interesado, principalmente a través de las "trampas" preparadas por la protagonista en contra de las tres mujeres que llegan como asesoras: una joven peruana, una nana experimentada de carácter fuerte (Anita Reeves) y una mujer espontánea y divertida (Mariana Loyola) que logra impregnar de color el mundo gris de la nana principal.

Hay que reconocer que a ratos La nana corre riesgos de desmoronarse. Mantiene una estética deslavada y realista (gracias a una inquieta cámara en mano) pero en algunas escenas lo verosímil tiende a desaparecer por exageraciones que afloran en función de la comedia. También, hacia el final, la cinta se va imponiendo como una obra difícil de concluir. Afortunadamente, Silva se salva de los peligros y luego de las pugnas domésticas –iluminadas por un sentido del suspense "hitchcockiano" que facilita el divertimento- se despeja el camino para la redención del personaje de Catalina Saavedra, quizás en el mejor segmento de todo el filme, y sale bien parado con un sutil desenlace.

Aunque no contribuye al diálogo social de forma obvia ni pretende retratar a cabalidad el mundo de las empleadas chilenas (algunos han criticado injustamente su falta de contenido), La nana nos dice mucho sobre la forma en la que nos relacionamos en este lugar del mundo. Nos habla también de la familia, la soledad y el drama de la pertenencia, temas pilares de nuestra cinematografía.

La nana
Chile, 2009
Dirección:
Producción:
Guión:
Fotografía:
Montaje:
Música:
Elenco:

Duración:
Sebastián Silva
Gregorio González
Sebastián Silva y Pedro Peirano
Sergio Amstrong
Danielle Fillios
Pedro Subercaseaux
Catalina Saavedra, Claudia Celedón, Mariana Loyola, Andrea García-Huidobro
96 minutos
> Antonio dijo: 25 de Noviembre de 2015 a las 16:58
La verdad es que me estoy preparando para ver la obra. Lo que deseo es plantear que el análisis me pareció muy afortunado.
Felicitaciones.
aDios.

Y ahora a ver la película con muchas expectativas.
En cuanto la vea, emitiré otro comentario.

Saludos
> Pablo dijo: 26 de Noviembre de 2009 a las 07:21
Pertinente y buena crítica.

Eso sí, la música es de Pedro Subercaseaux, no de Carlos Cabezas.

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