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Film Estreno

Bajo el cuadrilátero El vencedor
Por Joel Poblete
Entre los directores de la generación que comenzó a remecer los cimientos del Hollywood de las últimas dos décadas, David O. Russell es sin dudas uno de los más impredecibles. Dejando de lado a nombres ya hace mucho consagrados como Tarantino y Soderbergh, y a otros que parecen tener algo extraviado el rumbo -Shyamalan-, por muy eclécticos que sean cineastas como Fincher, Jonze, los dos Anderson (Paul Thomas y Wes), Payne, Nolan y la Coppola -por mencionar a algunos de los más recurrentes-, siempre es posible tener alguna mínima idea o presentimiento de qué se puede esperar de sus nuevos proyectos. Con David O. Russell, no. ¿Se deberá a que curiosamente, a sus 52 años, es el mayor de todos ellos? Puede ser.
Sea como sea, hasta estos últimos meses Russell era sin dudas uno de los realizadores más interesantes y subvalorados del Hollywood reciente, como se podía comprobar ya en 2000 con su tercer largometraje -el único suyo estrenado comercialmente en Chile hasta ahora-, esa atípica y memorable cinta "bélica" llamada Tres reyes; y a pesar de sus indudables méritos y la excéntrica historia que contaba, su siguiente trabajo, la extraña e inclasificable I Heart Huckabees (2004), pareció ser un paso en falso, del que ahora se ha mostrado muy recuperado con el enorme éxito, los elogios de la crítica y los premios y nominaciones que ha obtenido El vencedor. Casi como ya le ocurrió hace dos años al propio Fincher al ser considerado para los Oscar principales recién con su proyecto más convencional y decepcionante -El curioso caso de Benjamin Button-, ahora Russell es uno de los grandes nombres de la cosecha fílmica 2010, precisamente gracias al que en apariencia es su trabajo más "clásico" y predecible, y al que incluso llegó cuando Aronofsky decidió dedicarse a El cisne negro (aunque al menos optó por ser uno de los productores).
Afortunadamente, aunque de todos modos se le pueden hacer ciertas objeciones, El vencedor es una buena película y dista de ser el previsible drama de superación basado en hechos reales o la estereotipada película de boxeo a los que nos tiene acostumbrados el cine estadounidense. Por supuesto que no pueden eludirse las escenas en el ring que dicta la ya contundente tradición boxeril hollywoodense, en esta ocasión muy bien logradas y con un tono casi documental, gracias a la diferencia de formato visual mucho más crudo en su fotografía, que muestran en contraste con el resto del metraje. Pero acá son sólo un contexto, no el centro del film, ya que como en sus anteriores títulos, a Russell lo que más parece interesarle son las relaciones humanas, y cómo sus personajes se desenvuelven en un entorno difícil, intentando superar una realidad que a menudo les es hostil o indiferente. Por eso, lo que pase en sus hogares será tanto o más importante que lo que ocurre sobre el cuadrilátero, y es así como El vencedor no es sólo una película de boxeo, porque también se sumerge en la complejidad de los lazos familiares, desarrolla una mirada social y va elaborando una historia de amor emotiva y humana.
En distintos aspectos, la primera parte de la película evoca a Scorsese y a Paul Thomas Anderson, tanto por su nerviosa y a menudo vertiginosa cámara, como por el uso de las canciones y por cierta sensación de desquiciamiento interno de algunos de sus personajes. Y es precisamente en las actuaciones y la forma de abordar y retratar a sus protagonistas, donde más sorprenden las opciones de Russell. Claramente en la convulsionada familia Ward, salvo por el boxeador Micky y su padre George, todos parecen ser una exagerada caricatura de la "white trash", como despectivamente se llama en Estados Unidos a la gente de los estratos socioeconómicos más bajos. En verdad las caracterizaciones de la madre (Melissa Leo), sus hijas y el hijo mayor (Christian Bale) parecen estar permanentemente exageradas, y es así como en un principio puede desconcertar su sobreactuación, en especial los tan premiados y elogiados Leo y Bale, que durante la primera mitad de la película están siempre peligrosamente al borde del estereotipo más burdo, en especial por los esperpénticos rostros que implacablemente escudriña la cámara; afortunadamente, ambos son excelentes actores, y su innegable oficio les permite finalmente superar los clichés y desarrollar personajes atractivos, reveladores y complejos. De todos modos, queda la sensación de que esta curiosa idea fue una apuesta estética y sicológica del cineasta, porque es demasiado fuerte el contraste que vemos en pantalla.
Aunque sin dudas encarnando a ese ex boxeador inmaduro y adicto, Bale se roba la película con su sorprendente y desbordada interpretación que afortunadamente luego va haciéndose más contenida y humana, es probable que muchos puedan sentirse conmovidos con la emotiva y creíble interpretación de Amy Adams como la novia del protagonista, e incluso el a menudo rutinario Mark Wahlberg (suerte de actor fetiche del director: ya llevan tres películas seguidas juntos), acá está tan sutil, sobrio y medido que termina convenciendo, tal vez al percibir el espectador el contraste con las recargadas actuaciones de sus colegas. Es verdaderamente creíble y entrañable el complemento actoral entre Wahlberg y Bale, quienes realmente parecen dos hermanos entre los cuales quedan muchas cuentas pendientes y es fácil pasar del cariño al resentimiento en pocos instantes.
Temas tan clásicos en el cine norteamericano como los conflictos familiares, las intensas y contradictorias relaciones entre hermanos y la redención que implica una segunda oportunidad en la vida, desfilan por un relato que permite además una interesante mirada a una realidad social que no siempre aparece bien reflejada en las producciones de los grandes estudios: el patio trasero del sueño americano, donde el desencanto y la frustración pueden hacer presa fácil de los más débiles. Y uno de los aspectos más sorprendentes de El vencedor, que en un principio puede descolocar al público desprevenido, es cómo el drama de su historia incluye importantes cuotas de humor, que a veces aparecen en el momento menos esperado.
Sólo se podría lamentar que como suele ocurrir en este tipo de películas, una vez que los conflictos centrales se van resolviendo, la historia pierde un poco de su fuerza e inspiración, sintiéndose más convencional, predecible y edificante, aunque afortunadamente nunca cae en lo lacrimógeno o los recursos fáciles que suelen adornar estas tramas inspiradas en sucesos reales. Sin embargo, hay que destacar la sensación de frescura, urgencia y espontaneidad que domina buena parte del relato, guiada por Russell con un ritmo ágil y un buen uso del montaje, alternando los momentos más catárticos con los más sutiles y aparentemente cotidianos e intrascendentes, que ayudan a perfilar el interior de sus personajes, quienes a menudo expresan mucho más con sus silencios y miradas que durante los estallidos o enfrentamientos familiares. Es así como lo que pudo ser sólo "la película de box de la temporada", nos ayuda a mantener intacto el interés en un realizador atípico, que acá puede parecer algo domesticado, pero de todos modos no deja de sorprendernos.
The Fighter EEUU, 2010 |
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Dirección: Producción: Guión: Fotografía: Montaje: Música: Elenco: Duración: |
David O. Russell |
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