Otras Críticas

07-09-2016 Rentabilizando los vestigios
El Príncipe Inca
02-09-2016 Los unos y los otros
Aquí no ha pasado nada
25-08-2016 Domando nuestro humano interior
El niño y la bestia
11-08-2016 Una "basura moderna"
Neruda (2)
11-08-2016 Shakespeare digital
Mi amigo el gigante

Film Estreno

Nostalgia de la luz

Tiempos que chocan Nostalgia de la luz (2)

Por Catalina Valdés

Si el cine y el tiempo son dos cosas indisociables, un documental sobre el tiempo no tendría por qué no funcionar. Tomado como tema, el tiempo ofrece un sinfín de posibles abordajes: los tres tiempos –pasado, presente y futuro, su paso, su valor, sus diversas representaciones y todas las preguntas que el ser humano ha tenido y tiene en relación a él. Antes de ser un tema, el cine ya lleva al tiempo implicado: la proyección de una película transcurre en un lapso temporal y esto la diferencia de otras artes como la pintura y la escultura que son, en este sentido, estáticas.

En su último documental, Patricio Guzmán busca entrar en el tiempo por todas las vías posibles. A veces lo logra con ingenio (entendiendo esto como creatividad e intuición poética). A veces lo logra menos, con textos ásperos y un ritmo inconexo. Y hay otras veces, principalmente en relación a cuestiones visuales, en que definitivamente, no lo logra.

El ingenio está en la superposición de los tiempos, en el sentido en que el historiador Fernand Braudel lo plantea en su teoría sobre los tres niveles de la historia. Renovador de su disciplina, Braudel distinguió un tiempo geológico, imperceptible a escala humana por ser de muy larga duración; uno social, que implica una experiencia temporal colectiva; y uno más breve, el tiempo del evento, que va demarcando los hitos históricos en el breve transcurso de una vida individual. Estos tres niveles se superponen y van fluyendo cada uno a su ritmo, y cada uno a su manera va afectando al otro.

El documental de Guzmán logra representar esto: el tiempo geológico corresponde al de los astros. El tiempo social es recuperado, a su vez, en su multiplicidad, en la convivencia de varios momentos históricos. Los trazos y momias indígenas, las ruinas de las salitreras, las fotografías de mineros del siglo XIX y los restos desperdigados de detenidos desaparecidos de la dictadura militar son vestigios de acontecimientos de mediana duración. El evento o tiempo individual está representado por cada uno de los personajes del documental, partiendo por Guzmán, que pone su propia infancia como punto de partida de esta historia.

El ingenio (lo poético, lo creativo) se expresa en la coincidencia de estos tres flujos temporales en un mismo lugar: el desierto de Atacama. Son las condiciones geológicas y climáticas –es decir, las características al nivel de la larga duración- las que permiten esta confluencia. La aridez del desierto hace que el cielo sea transparente y se puedan observar las estrellas como en ninguna otra parte del mundo. Esa misma aridez, y la vastedad, lo convierten en un lugar propicio para perderse, o hacer desaparecer. Al mismo tiempo, la salinidad del suelo conserva los cuerpos y las cosas, convirtiéndolo en un inmenso memorial. Es por eso que astrónomos, arqueólogos, ex prisioneros de la dictadura, familiares de detenidos desaparecidos y un documentalista llegan allí, buscando reconstituir los tiempos del pasado. Guzmán recurre a su propio pasado –su gusto infantil por la astronomía, su juvenil afición por la antropología y su compromiso adulto con la recuperación histórica de su país-, pasando a ser él también una especie de metáfora de la historia reciente de Chile, por lo que el documental perfectamente podría leerse en clave autobiográfica.

En algunos pasajes, el esfuerzo para encajar estos tiempos por medio de sus representaciones y sus personajes llega a ser tanto que Guzmán requiere justificar la superposición por tratarse de historias de tono mayor: en los astros y en los pedazos de huesos desperdigados en el desierto está escrita la grandeza y la miseria humana. Como si la idea de los tiempos confluentes no estuviera clara (o no hubiera estado clara al momento de rodar y montar el documental), se repite una y otra vez hasta despojarla del ingenio que en verdad posee. Y llega a complicarse hasta la confusión con los intentos por extender la metáfora del desierto, las estrellas y los huesos a las definiciones físicas de tiempo.

Pero es la dimensión visual lo que se queda, en este documental, más lejos de penetrar la cuestión del tiempo. Como si las formas del desierto –la tierra seca, el cielo inmenso- no fuera suficiente para emocionar y eclipsar al espectador, se intercalan secuencias de fotos de galaxias y unos brillos que cada cierto tiempo se superponen a la imagen, simulando una lluvia de estrellas o algo así. Estos dos elementos parecen ingenuos efectos especiales de aficionado al lado de lo que el espectador actual ya está acostumbrado a ver en los documentales científicos en una película de ciencia ficción o incluso en su propia pantalla de computador. Guzmán no parece haberse esforzado demasiado en huir de ningún cliché al mostrar la belleza de estos lugares, provocando una extraña familiaridad con la estética del paisaje que hoy ya es hábito en la publicidad y la televisión.

Y finalmente, la voz en off. En medio de un guión bastante explícito, se intercalan entrevistas que pocas veces logran la fluidez y la elaboración de aquel discurso previamente redactado. Las ganas de encajar su puzzle metafórico superan las posibilidades mismas del discurso de los entrevistados, lo que obliga al director a intervenir para "orientarlos": Guzmán interrumpe las explicaciones que da un joven físico sobre su actividad en los observatorios del desierto, para preguntarle sobre si conoce de la búsqueda de los familiares de detenidos desaparecidos en la zona. O reúne a estos mismos familiares con el astrónomo para que éste les haga ver las estrellas en un observatorio, eso si, uno antiguo, mas parecido al que recordaba de su niñez y distinto del lugar en que el astrónomo trabaja cotidianamente y… lejos del desierto.

Toda esta reflexión haría pensar que Nostalgia de la luz consigue abordar el tiempo como tema al menos en algunos aspectos. Y que el calce de las tres dimensiones históricas y sus respectivas metáforas en el fondo funcionan, seducen e incluso estimulan una reflexión histórica. Que la falla del documental estaría más bien al pretender abordar el tiempo a nivel de la forma. Pero fondo y forma son tan indivisibles como tiempo y cine. El tratamiento conceptual habla y remite a la expresión audiovisual. Lo mismo ocurre a la inversa: el montaje, los encuadres y sobre todo, el ritmo narrativo, dan cuenta de una reflexión sobre el tiempo. Y en el caso de este documental, hacen manifiesto un deseo y una confusión.

Toda obra que se proponga reconstruir el pasado reciente de Chile, enfrentándose a la gestión evasiva o directamente represiva de la memoria, tiene por esto un valor ético indiscutible. Ahora bien, el público espectador no hereda este mismo valor por asumir como regla sin excepción una actitud de condescendencia frente a este tipo de obras.

Nostalgias de la luz
Francia-Alemania-Chile, 2010
Dirección:
P.Ejecutiva:
Producción:
Guión:
Fotografía:
Montaje:
Música:
Duración:
Patricio Guzmán
Verónica Rosselot
Meike Martens y Cristóbal Vicente
Patricio Guzmán
Katell Djian
Patricio Guzmán y Emmanuelle Joly
José Miguel Tobar y Miguel Miranda
90 minutos

Este artículo aún no tiene comentarios. Puedes ser el primero en comentar.

Nombre
E-mail (no será publicado)
  (Escriba las letras y números que aparecen en el recuadro).
Código de confirmación
Comentario
 
Buscador
Quiénes Somos | Contáctanos