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Film Estreno

Pegarle al gordo Hitchcock
Por Jorge Morales
Desde el inicio de su carrera, Anthony Hopkins ha personificado a destacadas figuras públicas tales como Charles Dickens, Pablo Picasso o Richard Nixon. Hasta se ha dado el lujo de encarnar a personalidades en veredas tan contrapuestas como el primer ministro israelí Yitzhak Rabin y a Adolf Hitler, en dos sendas producciones televisivas, Victoria en Entebbe (1976), y El Bunker (1982), respectivamente. Y la serie continúa: este año participará en Hemingway & Fuentes, dirigida por Andy García, donde obviamente tendrá el rol del escritor norteamericano.
En casi todos los casos, Hopkins ha representado sus papeles llevando una carga adicional a su histriónico talento: kilos y kilos de maquillaje. Pero esta suma de yeso, prótesis, polvos y tinturas –que le dan un aspecto bastante falso- no ha afectado dramáticamente su performance. Y es que también, en casi todos los casos, el disfraz no se ha quedado sólo en lo cosmético, sino también en lo argumental. Sin muchas excepciones, todas estas cintas miran superficialmente a sus personajes dando por sentado, y sin gran sutileza, todo lo que se dice sobre ellos, de su personalidad, traumas y obsesiones.
En Hitchcock, no sólo se repite este esquema sino que además se comete un error adicional dejando de lado el planteamiento original de la historia: el rodaje de Psicosis. La película cuenta que tras el éxito de Intriga Internacional (1959) y la demanda de hacer un nuevo film similar, el extraordinario director inglés decide hacer un giro en su carrera y rodar Psicosis (1960), la que a la postre se convertiría en su cinta más taquillera, pero que ante la desconfianza de los estudios de producirla, financió con su propio dinero. Aunque en principio se muestran algunos pormenores de la preproducción (como la elección de Anthony Perkins para su papel como Norman Bates, o la complicidad de Janet Leigh con el proyecto –rol ejecutado notablemente por la preciosa Scarlett Johansson-), poco a poco desvía su atención a la ansiedad que siente Hitchcock al ver a su mujer, Alma Reville, embriagada por el entusiasmo y encanto del escritor y guionista Whitfield Cook (un personaje real que participó en el guión de Extraños en un tren que Hitchcock dirigiera en 1951).
"Psicosis sobrepasa por su libertad y salvajismo a esos pequeños films de vanguardia que algunos artistas jóvenes ruedan en 16 mm y que ninguna censura autorizaría jamás" decía François Truffaut en ese magnífico libro-entrevista al cineasta británico (El cine según Hitchcock) que todo cinéfilo debería leer al menos una vez en la vida. Si bien Psicosis resulta tan sórdida como Vértigo (1958), es decisivamente más violenta. No sólo por la famosa escena de la ducha, sino también por el tipo de personajes perturbados que la pueblan: una ladrona, un voyerista y una vieja bruja asesina que atormenta a su hijo desde la muerte. Hitchcock consideraba a Psicosis un film "puro" porque más que sus personajes o su argumento, lo que orientó su trabajo fue la construcción misma de la cinta, donde al menos un tercio de su extensión es prácticamente muda.
En ese sentido, es frustrante ver que los entretelones de un largometraje tan extraordinario se vean simplificados a seguir el flirteo de su mujer con un adulador libretista, y a los celos de un Hitchcock reducido al chinchoso regordete que oficiaba de anfitrión de sus programas de televisión o de bufón de la tanda publicitaria de sus cintas, la "mascota" que él hizo de sí mismo para promocionar sus películas. Un sujeto, además, tan en extremo dependiente, que se ve medio perdido sin el apoyo de su esposa, no sólo en su vida diaria, sino también en su carrera cinematográfica. Que alguien me desmienta, pero suena a una sospechosa exageración; una falsedad total.
Ni las pesadillas inspiradoras y tormentosas que el director Sacha Gervasi imagina absurdamente que Hitchcock pudo tener con Ed Gein, el psicópata que originó la novela de Robert Bloch en que se basó Psicosis, le dan más grosor a una cinta que no sigue ninguno de los consejos que el cineasta ejemplificará con cada una de sus películas: el valor de la imagen, la narración puramente visual. Hitchcock es el tipo de cine que el "homenajeado" despreciaría.
Sacha Gervasi, que dirigiera con cariño el documental Anvil (2008) que resucitó a la banda canadiense homónima, asesina a Hitchcock con una cinta liviana, insignificante y hasta insolente sobre un director que al parecer sigue siendo un incomprendido en EEUU, rebajado al gordito chistoso y maniático que hacía películas de miedo, lejos del pedestal que se merece como el director más grande de todos los tiempos. Efectivamente, Hitchcock era un tipo divertido y atormentado a su manera, pero Gervasi no entiende que hay una enorme diferencia entre hacer humor y hacer el ridículo.
Hitchcock EEUU, 2012 |
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Dirección: Producción: Guión: Fotografía: Montaje: Música: Elenco: Duración: |
Sacha Gervasi Alan Barnette, Ivan Reitman y más John J. McLaughlin Jeff Cronenweth Pamela Martin Danny Elfman Anthony Hopkins, Helen Mirren, Scarlett Johansson, Danny Huston, Michael Wincott 98 minutos |
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