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Film Estreno

Western preciosista y oscarizable El renacido

Por Andrés Nazarala R.

The Revenant puede ser traducido como "el que vuelve de la muerte". Un título perfectamente aplicable a la carrera de Alejandro González Iñárritu. Tras agotar una fórmula que cocinó junto al guionista Guillermo Arriaga –eso de abordar la fatalidad y el destino a través de historias cruzadas; un modelo empleado en Amores perros, 21 gramos y Babel- se lanzó por cuenta propia y realizó la obra más deplorable de su catálogo: Biutiful, una efectista y vacía explotación de la miseria, centrada en un Javier Bardem que debe lidiar con un cáncer terminal. Aunque recibió frases elogiosas como "un poema sobre el amor, la paternidad y la culpa" (Hollywood Reporter) o "una envolvente meditación" (USA Today), la cinta parecía un paso en falso. O un colapso de sus recursos. No era fácil imaginar qué haría el mexicano después de esto.

Tardó cuatro años en "volver de la muerte" con una nueva entrega: Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia), la primera comedia de su filmografía, premiada con cuatro premios Oscar (incluyendo Mejor Película). Centrada en un actor venido a menos (no es casual que en el guión esté el argentino Armando Bo, responsable de El último Elvis), la cinta presenta una serie de desafíos técnicos - como un supuesto, y gratuito, gran plano secuencia-, chistes ombliguistas sobre Hollywood y una vetusta reflexión sobre la creación y el arte.

Podemos decir que González Iñárritu filmó El renacido en la cima del éxito generado por Birdman, sobre elogios desmedidos de parte de la prensa mundial y la confianza de productores esperanzados en un nuevo triunfo. El presupuesto aumentó de $22.000.000 de dólares (Birdman) a $135.000.000. Y se nota. Este es un western costoso y visualmente cautivador que además requirió de un considerable trabajo de retoque digital. El momento más memorable –la brutal pelea entre DiCaprio y un oso- fue posible gracias a las bondades del CGI, al igual que buena parte de las escenas de enfrentamientos masivos. Eso ciertamente no era posible en los tiempos de John Ford, cuando filmar un western parecía una experiencia cercana a la aventura. Iñárritu, sin embargo, ha sazonado el estreno con comentarios que dan cuenta de lo difícil que fue el rodaje en medio de las inclemencias del tiempo (se filmó en Canadá y en el sur de Argentina), como si fuese Herzog refiriéndose a Fitzcarraldo. "El dolor es temporal pero una película es para siempre", dijo a propósito del proceso cuando subió a recibir el premio mayor en los Globos de Oro. El narcisismo que ha cultivado a lo largo de su carrera –de poeta del sufrimiento a agudo sátiro- se ve ahora coronado por la figura del creador que asume grandes proezas en beneficio del arte.

Su constante reinvención es evidente. El renacido está muy lejos de Amores perros. Su obra es una suma de proyectos que no cuentan con una marca personal que los aglutine. Digamos que un western de Iñárritu está exento de la personalidad de uno de Jarmusch (Dead man) o uno de Tarantino (Los ocho más odiados) y si lo hubiese dirigido otro artesano de Hollywood el resultado no sería tan distinto. Pero esta falta de carácter no impide la filtración de una sensibilidad común que finalmente responde a la cosmovisión del director: una efectista explotación del sufrimiento, como si su origen mexicano lo impulsara a vislumbrar la brutalidad del mundo.

Hay algo cristiano tras su cine. DiCaprio es su Job, un hombre salvajemente despojado de todo lo que tiene –mujer, hijo, integridad física, dignidad- que no tiene otra opción que cobrar venganza. La película se centra en los pormenores de su levantamiento, con un particular énfasis en las marcas físicas. El actor pasa la mitad del rodaje arrastrándose, desplazándose a duras penas por una geografía hostil. El manejo del tiempo está de alguna manera definido por lo que va tardando su sanación.

Como en la imaginería cristiana, el dolor tiene su contrapunto en la "gracia" del mundo, reflejada aquí en los apabullantes paisajes naturales que potencia el lente de Emmanuel Lubezki (en la senda que ha explorado con Malick) y la minimalista banda sonora que comparten Ryuichi Sakamoto y Alva Noto. A ratos, Iñárritu no parece Iñárritu, especialmente cuando la película se ve abordada por cierta sobriedad contemplativa. Pero los golpes de efecto, y dosis de cursilería (una paloma blanca como metáfora del alma abandonando el cuerpo), no tardan en recordarnos qué es lo que estamos viendo.

Con todo, El renacido es probablemente la mejor película del mexicano porque sus desmesuras se ven un poco más atenuadas. No deja de ser, sin embargo, otra solemne y hueca muestra de painexploitation, ofrecida en un envoltorio que resulta más llamativo que el regalo que hay en su interior.

The Revenant
EEUU, 2015
Dirección:
Producción:
Guión:
Fotografía:
Montaje:
Música:
Elenco:

Duración:
Alejandro González Iñárritu
Steve Golin, A.G.Iñárritu ,D. Kanter y más
Mark L.Smith y A.González Iñárritu
Emmanuel Lubezki
Stephen Mirrione
Alva Noto y Ryûichi Sakamoto
Leonardo DiCaprio,Tom Hardy,Will Poulter, Domhnall Gleeson,Forrest Goodluck
156 minutos

 

 

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