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Libertad de expresión El milico que fuma

Por Jorge Morales

No recuerdo si fue Miguel Littin o Patricio Guzmán quien contaba que una de las primeras cosas que buscaron las tropas militares que allanaron ChileFilms en los días del golpe de Estado fueron los uniformes de carabineros que se habían ocupado en Valparaíso, mi amor y El chacal de Nahueltoro. Pero no hubo caso, por más que dieron vuelta todo lo que encontraron a su paso, no hallaron nada. La razón era muy simple. Desde mucho antes del '73 existe en Chile la expresa prohibición de ocupar cualquier uniforme de las FFAA y Carabineros en una película. Mejor dicho: está prohibido siquiera hacer una reproducción idéntica o similar de esos uniformes. O sea los carabineros de esas emblemáticas cintas de la UP, eran carabineros de verdad. Eso explica porque en series de televisión como Mea Culpa uno ve a esos pésimos actores haciendo de pacos: son pacos. No cabe duda que semejante medida es una estupidez no sólo porque afecta la calidad de una película tener que trabajar con uniformados (seguramente casi obligados y con la tarea de dejar la institución bien parada), o su credibilidad si como alternativa hay policías vestidos de morado, sino porque es una censura previa a cualquier filme que desee tener como protagónico un personaje de uniforme.

¿Puedo?

Pero lo ocurrido este comienzo de año supera con creces el tema de la vestimenta militar. Las "innovaciones" a la ley Nº19.419 encabezada por el diputado y senador electo del PPD Guido Girardi, de prohibir que los actores de películas chilenas fumen en pantalla, es tan primitiva y retrógrada que simplemente dan ganas de arreglar el asunto a golpes. "No podrá desarrollarse ningún tipo de publicidad encubierta, por medios indirectos, entendiendo por tal, la promoción a través del consumo realizado por actores de televisión, cine o teatro" dice textualmente la ley. Ni siquiera uno puede reírse por semejante burrada porque cabe la posibilidad que al final la medida se apruebe. De hecho ya fue aprobada en su segundo trámite en el congreso por 45 votos a favor, 37 en contra y 3 abstenciones. Pero no le demos el crédito por presentar esta indicación sólo a Girardi. También participaron en la payasada, los diputados Fulvio Rossi (PS), Enrique Accorsi (PPD), Carolina Tohá (PPD), Arturo Longton (RN), Sergio Ojeda (DC), Osvaldo Palma (RN) y Patricio Cornejo (DC). Digamos que, entre ellos, varios de los que se suponen políticos progresistas del conglomerado de gobierno. El tercer trámite es en el Senado que dejó el tema para ser analizado en marzo por una comisión mixta que definirá y redactará con más claridad lo de "publicidad encubierta por medios indirectos". En sí eso no es bueno ni malo porque es factible que Girardi, que en esos días asumirá como senador, deje clarito el sentido de la indicación. La única esperanza es que como la derecha a la hora de revisar su moral revisa sus bolsillos, si alguna tabacalera financió la campaña de algunos señores de la Alianza (o de la Concertación, para que estamos con cosas) se sientan comprometidos y voten en contra. Aunque según tengo entendido a los gordos empresarios del tabaco les preocupa más la distancia que existirá entre los colegios y los kioscos –donde se venden cigarros- a que si Benjamín Vicuña se vuelve loco por no fumar.

Para más remate, los argumentos esgrimidos por algunos de nuestros cineastas para justificar el uso del cigarrillo en el cine son casi ingenuos: que las películas de detectives sin cigarros no serían las mismas o que la mejor forma de mostrar la ansiedad de un neurótico es fumando. Por eso Girardi se da el lujo de "reflexionar" y burlarse con su clásica sofisticación oligofrénica: "Que se coman las uñas o se masquen los dedos".

Lo que está en juego en esta ley es la libertad. La libertad creativa de poner un cigarrillo en pantalla sin que las significaciones o simbolismos tengan que ser justificados por nadie. La libertad de mostrar un personaje que sin ninguna razón aparente fume. La misma libertad que debería existir de hacer una película donde un militar vestido con su legal y reglamentario traje de servicio sea un ladrón, golpee a su mujer, se la pase borracho y hasta… fume.

Pensándolo bien la mejor forma de acabar con esta ley es demostrar que afecta la libre competencia. Porque como supongo que Girardi y sus secuaces liberales no van a prohibir que se exhiba en Chile toda película donde se fume, estarían dándole una ventaja superlativa al cine extranjero frente a los pulmones limpios del cine nacional. Ahora si quiere ser consecuente (un valor que Girardi dice conocer pero que olvida de vez en cuando) se deberían prohibir todas las películas foráneas y, por consiguiente, toda la filmografía clásica donde aparezca tabaco. Para empezar –ayudemos a Guido- deberíamos quemar todas las películas de Humphrey Bogart (siempre con un pucho en la boca) o de los hermanos Marx (con Groucho eternamente colgado de un puro).

Una de mis películas favoritas es Smoke (1995) dirigida por Wayne Wang y con guión de Paul Auster. El tabaco en Smoke es una excusa, el nexo que permite que personas de muy distinto origen se tope, se reúna, se conozca. Es una película que trata del tiempo, de la amistad, de cómo cambiamos, de cómo dejamos que algo nos afecte de por vida, pero que en un minuto, esa vida que parecía definida, da un giro y somos más felices o tenemos ganas de intentar serlo. La tienda de tabaco de Auggie Wren (Harvey Keitel) era una plaza donde se hablaba de cigarros (cómo no) de deportes o de la vida. Una de mis escenas favoritas es muda y se ve entre otros a William Hurt, Harvey Keitel y Forrest Whitaker compartiendo unos puros después de pasar un largo momento de tensión. Lo único que hay ahí es pura humanidad y ternura. Nadie va a convencerme que una escena como ésa oculta una apología al tabaco. Sólo muestra seres humanos en su intimidad y el cigarro como factor de paz (así de siniestro). Por suerte, Wayne Wang y Paul Auster no son chilenos, aunque ya quisiéramos tener una película como Smoke en nuestra filmografía.

Si revisamos la elección de los mejores estrenos del 2005 que hicimos en Mabuse en las 10 películas que encabezan la lista hay gente fumando. En Whisky, en 2046 o en Clean, peor, son sus protagonistas los que fuman. Y en el cine chileno ni siquiera hay que contar, partiendo por En la cama donde después de la maratón sexual inicial, Lewin y Valenzuela se pegan unas piteadas. Supongo que los 45 diputados que votaron a favor de esta ley o no van al cine o salieron escandalizados ante tanta gente enferma en pantalla, indignados por la sucia campaña de las tabacaleras.

Finalmente, creo que los que deberían preocuparse son los folcloristas. No veo ninguna razón que impida a Girardi y su pandilla "adventista" prohibir temas como El cigarrito, esa canción de un tal Víctor Jara, uno de esos impunes promotores del cáncer.

Publicado el 30-01-2006

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