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Lo nuevo necesita amigos Enemigo íntimo

Por Jorge Morales

En La malvada (All about Eve de Joseph L. Mankiewicz, 1950), Addison DeWitt, el crítico teatral representado magistralmente por George Sanders, es un soberbio gentleman casi tan "malo" como Eve Harrington (la malvada del título en español) y que a punta de espinosas frases va revelando su carácter como cuando, en una inusual escena "romántica", trata de conquistarla: "los dos despreciamos a la humanidad, somos incapaces de amar o ser amados, somos insaciables, ambiciosos y con talento. Nos merecemos el uno al otro".

En La dama en el agua (2006), Harry Farber, el amargado, apático y solitario crítico de cine, reflexiona con arrogancia y sin amargura que "este mundo no tiene una gota de originalidad. He aprendido a vivir con eso".

Anton Ego (ego para que no quede ninguna duda), el crítico gastronómico de Ratatouille, la notable película animada de Brad Bird, es un temible clon de Drácula (o sea un chupasangre), que vive en una siniestra mansión en forma de ataúd y desde la cual con una dosis de regocijada maldad pontifica sobre la calidad de cada restaurante de París.

Como se aprecia, el fenotipo del crítico retratado en esas películas es un ser huraño y displicente que desprecia a la humanidad ni más ni menos. Curiosamente, en todos los casos se trata de personas cuya opinión no sólo se valora sino que es determinante para el éxito o fracaso de lo que critica. Es decir, pese a la odiosidad que genera, nadie niega su poder e influencia. Sin embargo, esa autoridad aparentemente nunca la ejercería para promover el "bien" sino solamente para causar daño.

De las tres películas, sólo en Ratatouille se revela otro aspecto que es clave y que –ironías aparte- enaltece este oficio. Cuando Antón Ego descubre que el verdadero chef del restaurant Gusteau es un ratón, y escribe una crítica donde se emociona y comprende que el talento se puede encontrar en cualquier sitio, dice una frase que lo resume todo: "lo nuevo necesita amigos".

"Lo nuevo necesita amigos" porque lo nuevo es desconocido, no se aprecia a primera vista, necesita más de un bocado. Cuando somos invadidos por productos cinematográficos que se consumen con la misma rapidez de una gaseosa, y encontramos en un segundo plano, en un lugar discreto y sin atención, una película pequeña que con una cámara y un rostro crea algo jamás visto, la labor del crítico se enriquece. Revelar, promover, sacar a la luz la grandeza o genialidad de una obra que por uno u otro motivo es despreciada o corre el riesgo de pasar desapercibida, es más que un objetivo, una esperanza. Porque nadie puede estar más agradecido que el crítico de encontrar inteligencia y emoción en una película y nadie es más entusiasta que el crítico cuando encuentra un filme que roza el infinito.

Por eso cuando despotricamos contra un cine que reduce las posibilidades del arte a un ejercicio atlético, a números y billetes o a un simple modus operandi, estamos también intentando abrirle espacios a un cine que tenga cojones y alas, a un cine que ofrezca más.

Si los críticos franceses no hubieran puesto atención a Alfred Hitchcock y descubierto que detrás de sus populares pero menospreciadas películas de suspenso había un planteamiento estético y narrativo sólido y excepcional, no tendría la estatura que tiene hoy ni hubiera provocado tantas vocaciones cinematográficas. Asimismo si los críticos argentinos no hubieran apuntado que ese cine hecho con dos pesos, actores amateurs y directores jóvenes del Nuevo Cine Argentino tenía más sangre y talento que los viejos estandartes de la cultura cinematográfica oficial, quizás no resonarían tanto hoy nombres como Rejtman, Martel y Alonso. Claro, puede ser que se le dé más crédito a la crítica de la que realmente merece, pero también es cierto que a la crítica dura y despiadada se le responsabiliza del fracaso tanto como se menosprecia el peso de la crítica que elogia cuando una cinta tiene éxito.

"Lo nuevo necesita amigos" dice Ego. Y apuesta, arriesga y finalmente pierde. Pero hay un dejo de satisfacción en ese revés. Porque lo nuevo no sólo necesita amigos, necesita tiempo.

Publicado el 23-07-2007

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