Entrevista
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Adolfo Aristarain, director de Roma "No hay joven cine argentino" |
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En el último tercio del 2004, Aristarain, el viejo lobo del cine argentino, regresó a las pantallas chilenas con su película más personal. Roma reconstruye su propia historia familiar donde la figura clave es su madre, aunque el realizador precisa que no es autobiográfica. De paso, el realizador de Martin (Hache) expone sus ideas sobre la nueva generación de directores trasandinos.
Por Jorge Letelier
Si alguna idea queda clara tras el trabajo de Adolfo Aristarain, es que se trata de un cine sin concesiones. Ideológico en su más literal acepción, con claras y personalísimas posiciones morales, combativo e intransigente, puede parecer por momentos alejado de modas y tendencias, pero nadie puede poner en duda el rigor de su inspiración.
El director argentino, el hombre tras clásicos del cine latinoamericano como Tiempo de revancha, Un lugar en el mundo o Martín (Hache), entrega con Roma, su cinta más personal, un particular recorrido por su historia familiar, los afectos de la infancia y su amor por el jazz y la literatura. ¿Aristarain visto por Aristarain, entonces?
"Roma es apenas autobiográfica en algunas escenas sueltas de la infancia y datos personales que identifican lugares pero no situaciones", advierte de entrada. "No sé si era un tema pendiente recuperar episodios de mi vida. No lo sé, pero no lo creo. Todo empezó con la idea de contar la historia de la relación madre-hijo y luego empezó a aparecer lo demás".
-Su cine siempre se ha caracterizado porque sus protagonistas parecen ser la extensión de su persona, como un alter ego permanente. ¿Era un tema pendiente en su carrera el recuperar este episodio de su vida?
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'Roma es apenas autobiográfica' |
-Los autores somos tres (los guionistas Kathy Saavedra, Mario Camus y él) y mezclamos todo. Pero no creo que yo haga cine autobiográfico. Creo que a veces te metes en historias que te tocan muy de cerca y que exigen que te bajes la máscara y te metas para adentro y te veas tal como eres para poder desarrollar a los personajes. Es como bajar barreras sin pudor. Y eso genera mucho dolor.
-En entrevistas anteriores ha dicho que ha vencido el pudor para hablar de su madre. ¿Hacer cine autobiográfico es lo más difícil para un director de cine?
-El pudor existe además en hablar de "la madre", no así del "padre". Hablar de la madre parece tener una connotación cursi y eso es lo que hubo que vencer: si salía cursi, salía cursi, pero era un tema que me estaba faltando, que además notaba que faltaba y creo que tal vez sea la relación más cercana y más importante en la formación de un chico.
-¿Cómo se enfrentó al reto de hacer cine de época, y en este caso, de varias épocas?
-Con preocupación por los costos, pero nada más. La consigna fue hacer una película con cuatro épocas, pero olvidándonos de que era de época. Yo avisé que rodaría como si fuese época actual y que no iba a detenerme a mostrar ceniceros antiguos. Yo ruedo a los actores y sus acciones y lo que se viera era lo que marcaría la época. Apelamos más que a una reconstrucción fiel a un reflejo de la memoria que teníamos de esos años. Creo que funcionó muy bien en arte y en vestuario. Todo el mundo lo alaba, es preciso y ajustado y se nota sin tomar protagonismo.
-La película muestra un cierta culpa en el personaje de José Sacristán con su madre. ¿fue también su caso?
-Por suerte, no. Mi madre murió mucho más grande, cuando yo ya había dirigido cuatro películas y la serie de Carvalho. O sea que mi vieja pudo disfrutar del momento de fama que me tocó con Tiempo de Revancha y sus más de treinta premios y sentir que no se había equivocado al dejarme volar.
Citas y referencias
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'Hay que discutir de cine con pasión sin odiarse' |
Roma narra la vida de Joaquín Góñez (José Sacristán), un escritor argentino que vive en España y que debe entregar a la editorial su autobiografía. Para ello, llega a su casa Cueto (Juan Diego Botto), un joven periodista y aprendiz de escritor, quien se convierte en su secretario. A través del manuscrito, Góñez va recordando los episodios de su pasado y en ella, la intensa relación con su madre Roma (Susú Pecoraro).
Para darle cuerpo a este recorrido por cuatro décadas, el director se sirvió de la consagrada Pecoraro, la recordada Camila de la cinta homónima de María Luisa Bemberg, y de viejos conocidos suyos como el español Sacristán, el revolucionario de Un lugar en el mundo, y el talentoso Botto, el adolescente conflictuado de Martín (Hache). Incluso Botto tiene dos personajes en Roma, el secretario-escribiente de Góñez, y este mismo cuando recuerda su juventud.
-¿Cómo explica el doble papel de Juan Diego Botto en la película? ¿Hay intención expresa en ello?
-Ninguna. Simplemente utilicé algo que me sucede a menudo como lector. Si el personaje te interesa te empiezas a ver a tí mismo en su lugar. La segunda y velada intención es la del aprendizaje, la de mostrar visualmente la comprensión de Cueto.
-En la película hay menciones a Pío Baroja, Alexander Dumas, Howard Hawks y John Ford. ¿Son sus referencias fundamentales?
-Baroja, Ford, Conrad, Kipling y todos los que se nombran son algunas de mis referencias, y de Kathy y de Mario. Faltan unos cuantos, pero no teníamos más lugar.
-En especial con Ford siento que hay una conexión especial (y creo que La ley de la frontera es un abierto homenaje a él) ¿Es así?
-Con Ford la relación es la de alguien que admira a otro sabiendo que jamás podrá parecerse ni acercarse a su maestría. La Ley.. puede ser un homenaje inconciente. La hice teniendo más presente el estilo desenfadado y desprolijo de Raoul Walsh. Si salió a Ford, bienvenido.
-¿Y su opinión sobre la crítica? En la película es lapidaria.
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Aristarain en el rodaje de Roma |
-Es simplemente un chiste y además Góñez habla de los críticos literarios. Tengo buena relación con algunos críticos cinematográficos y creo que no se puede generalizar. Hay categorías y hay distintos niveles de exigencia. Los críticos para el público masivo deben informar de qué se trata la pelicula y dar una opinión casi sin necesidad de fundamentarla. Los críticos cinéfilos escriben más largo, están obligados a manejar mucha información y formación y son los que vale la pena leer, aunque luego no estés de acuerdo con lo que dicen. O sí. Pero esto es lo divertido del cine: discutir con apasionamiento, sin odiarse. Las discusiones entre cinéfilos existen desde siempre, a grito pelado, sin perder la amistad.
-¿Qué relación tiene con el joven cine argentino de los Trapero, Rejtman, Burman o Martel? ¿Hay puntos en común entre su trabajo y el de ellos?
-No lo sé. Pero no hay joven cine argentino. Estás hablando de gente que tiene diez años o más de diferencia entre ellos. Es la historia de siempre: aparece gente que hace cine, hay gente que sigue haciendo cine y las etiquetas son un invento. Ni nuevo, ni viejo. Algunos saben contar bien una historia, otros no tienen ni puta idea y estamos todos mezclados. En cine no hay generaciones, ni escuelas, ni tendencias generalizadas. Tampoco hay nacionalidades. Pertenecer a un país no te da cualidades o defectos narrativos. Es igual que en literatura , a nadie se le ocurre clasificar por países. En lo ùnico que sentimos la pertenencia a un país es en los medios de producción de que disponemos y en los mercados.
-¿Está de acuerdo con la crítica a la cinta de que en la sucesión de derrotas afectivas de su personaje? ¿Hay una mirada a la sostenida decadencia de Argentina?
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'Las etiquetas son un invento. No hay nuevo cine argentino' |
-Ni por putas. Las derrotas afectivas son una constante de Joaco, pero también hay triunfos al reconocer el valor de la lealtad y de la honestidad y de la importancia de enfrentarse a la vida haciendo lo que a uno le gusta (si es que consigue saberlo). Argentina es un telón de fondo, no es un tema que yo me haya propuesto reflejar. No soy sociólogo. Me atrevo a hablar de gente, no de países, o de sociedades enteras. Por otra parte, la decadencia argentina no ha sido sostenida, ha tenido sus altibajos. Al país lo han saqueado unos pocos que tomaron el poder y no se puede culpar a sus habitantes. Góñez es culpable de todo lo que le sucede.
-¿Tiene fe en que el gobierno de Kirchner podrá recomponer el alma herida de los argentinos?
-Kirchner no es un pastor evangelista. Creo que es un tipo con una visión muy clara de hacia dónde hay que ir. Espero que recomponga el bolsillo de los argentinos. Lo del alma viene solo. De todos modos esto significa un cambio en las estructuras del poder económico y no es una tarea fácil. Pero soy optimista: está Lula, está el Frente Amplio en Uruguay, Lagos en Chile, etc. Si en lugar de un país conseguimos ser SUDAMERICA y formar un frente sólido será más fácil enfrentarse a los enemigos.
Publicada el 18-01-2005
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