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Manuel Nieto, director de La Perrera "Hay romanticismo en torno a los pelotudos que no hacen nada"

Manuel Nieto

Debutar como director de cine no es nada de fácil, pero además si llevas el peso de haber sido el asistente de dirección de Los muertos, del argentino Lisandro Alonso, y de 25 Watts y Whisky, las premiadas películas de los uruguayos Rebella y Stoll, quienes además oficiaron de productores a través de su productora Control Z, sólo puede aumentar el nivel de presión. El resultado de la apuesta del también uruguayo Manuel Nieto (33 años), se llama La perrera (2005), cinta que formó parte de la Competencia Internacional de la reciente versión del Bafici, logrando una excelente sintonía con el público y una más resistida posición entre los críticos. (Foto: VÍCTOR)

Por Sol Márquez Thomas

David (Pablo Riera) parece no encontrar su lugar en el mundo, mientras ve pasar los días en el perdido pueblo de Rocha, Uruguay. Como si vivir mantenido por su padre (Martín Adjemián) y haber quedado fuera de la universidad no fuera suficiente, además arrastra la fama de ser un onanista consumado (se masturba todo el día). Su rutina de largas horas de sueño, pornografía y marihuana se verá interrumpida cuando su progenitor lo obliga a concluir la construcción de la que será su propia casa. Tomando algunos elementos de su biografía y la de sus amigos, el director uruguayo logra responder con éxito a las expectativas de su debut retratando a la perfección ese confuso período de los veintitantos donde no se sabe muy bien qué hacer y hacia dónde ir. Aunque no obtuvo ningún reconocimiento en el BAFICI, a comienzos de año La perrera ganó un Tiger Awards en el Festival de Cine en Rótterdam.

-¿Cómo te acercaste al cine?

-El primer y único referente cinematográfico que tenemos en Uruguay es la Cinemateca. Yo me hice socio en 1989 y desde entonces sigo siéndolo. En esa época llegué a ver más de treinta películas al mes. Iba al liceo y al cine, nada más, pero no pensaba en la posibilidad de hacerlo ni me preguntaba en ese entonces cómo se hacía. Ideas conservadoras gobernaban en ese entonces mi vida y mi cabeza.

-Pero terminaste trabajando con algunos de los realizadores más innovadores de Sudamérica.

Pablo Riera en La perrera

-Terminé colaborando con Rebella y Stoll porque eran compañeros míos en la facultad (estudiamos Ciencias de la Comunicación; porque en ese momento no había escuela de cine en el Uruguay) y se dio la oportunidad de trabajar juntos. Empezamos ayudándonos en los ejercicios de televisión y cuando ellos ganaron un concurso para hacer un video clip me ofrecieron hacer la asistencia de dirección. Yo no tenía ni remota idea de qué era eso y terminé haciendo cualquier cosa, nadie sabía nada. Creo que el más experimentado de todos era un eléctrico que nos decía cómo tenía que funcionar todo. Años después, en 25 Watts, ya sabía más.

Con Lisandro Alonso nos conocimos en un workshop de la fundación Antorchas a fines del 2001, en Bariloche. Él estaba con el proyecto de Los muertos (que por entonces se llamaba Sangre) y yo con mis primeras veinte páginas de La perrera, y con el tiempo nos hicimos amigos y bue... el cine también es eso y es de lo más lindo que tiene, digo, poder trabajar con amigos. Yo no me lo imagino de otra manera.

-¿Tuviste algún tipo de temor al tomar la decisión de realizar tu primer largometraje, teniendo como antecedente la asistencia de dirección en cintas que lograron tantos premios y buenas críticas?

-No, temor no. Sí admito que eso te mete una presión bárbara por el instinto natural de querer estar a la altura de las circunstancias, pero miedo no.

-De todos modos el paso de La perrera por el Work in progress en San Sebastián y el premio en Rotterdam generaron una gran expectativa sobre la película.

-El paso por el cine en construcción de San Sebastián no porque el corte que llevamos era desastroso y gracias al susto que nos pegamos después nos animamos a hacer cambios que de otra forma -pienso yo- no hubiéramos hecho. Lo de Rotterdam fue lo mejor que nos pudo pasar, era el mejor premio que podíamos agarrar y lo agarramos. Es un orgullo muy grande y es como una especie de chaleco antibalas cuando ahora presento la peli, es lo más!

Generación perdida

-En La perrera tomas el tema de la desorientación juvenil, ese no saber muy bien qué hacer con la vida tema que también estaba presente en 25 Watts. ¿Sientes que los realizadores con los que trabajaste y sus temáticas te marcaron?

Nieto en el rodaje de La perrera

-Ya no se qué decir a eso porque todo el mundo me lo señala y yo digo humildemente que no pensé en términos generacionales cuando hice la peli ni en 25 Watts, porque ya había pasado hacía años y yo no quería hacer otro Whisky. Yo quería contar la historia de la construcción de la casa y de lo que puede llegar a ser pasar un invierno en un pueblo como el que muestra La perrera. Pero tampoco me hago el gil con estas influencias y las reconozco.

Pienso que en el fondo en torno a los veinte o veinticinco años hay muchos pibes que no saben qué van hacer de su vida y sos un poco irresponsable y fumás porro y te haces mucho la paja y el futuro te chupa un huevo. Yo me sentí un poco así y hay un poco de romanticismo en torno a eso. Sino, no habría tantas pelis de "pelotudos" que no hacen nada.

-En una entrevista explicabas que no buscabas hacer un "retrato de la juventud uruguaya" y que para ti lo importante era el hecho de la construcción de la casa.

-Sí, lo es. En un principio inclusive yo pensaba que el sustento más grande que tenía la historia era la construcción de la casa. Yo pensaba que ese hecho de por sí solo era tan importante que podía determinar el arraigo aunque sea en un lugar donde de momento no querés estar y podía dar sentido a todo. Daba mucha importancia al hecho de que el pibe, por más inútil que sea, a lo largo de la peli le iba poniendo esfuerzo a la construcción de la casa, y eso iba a determinar que al final de su paso por Montevideo él volviera. Pero no fue tan así.

Durante el proceso de edición que nos llevó más o menos ocho meses, con Fernando (Epstein, productor ejecutivo y editor, y que también fue productor y editor de Whisky) nos fuimos dando cuenta de que el foco de la peli debíamos mantenerlo siempre en David, el personaje principal, y en lo que le pasa a él. La obra, si bien es muy importante, es una de las cosas que le pasan a David en ese pueblo; en un punto determinado la obra no se muestra más y vos no te preguntás qué pasó con ella, te preguntás qué le va a pasar al protagonista.

La película acaba de estrenarse en Uruguay con buena taquilla

-Black Brush –otra cinta que formaba parte la competencia- también buscaba retratar un momento similar en la vida de un grupo de jóvenes, pero fracasa porque no empatiza con el público. ¿Sientes que en el caso de La perrera, David y sus amigos -por muy vagos que sean-, poseen características que consiguen enganchar e incluso conmover al espectador?

-Fui a ver Black Brush y me levanté del cine antes de los cuarenta minutos. Creo que los personajes de mi película generan empatía o identificación, más bien. Una de las sorpresas que me produce cada pase de La perrera es que a los veteranos también les gusta, pero les gusta hasta demasiado para mi gusto. Durante el pase de prensa en Uruguay también estaban los representantes de la institución que se encarga de clasificar las películas (dicen si es apta para todo público o si es +18 (mayores de 18 años), +15, etc.) Eran tres señoras y a la cinta le pusieron un +9, cuando el tipo se pasa toda la peli fumando porros y tomando hongos alucinógenos, hay revistas porno e insultos varios. Con estas cosas, flasheo. No me puedo imaginar qué ven ellas, pero les gusta.

A mí me gusta generar imágenes autorreferentes sobre esos temas porque me parece que en Uruguay faltan. Por otro lado, creo que todo el mundo en algún punto de la vida vio negro su futuro, en algún momento de tu vida los padres te ladraron o capaz que te tocó un hijo boludo que fuma porro y se hace la paja y te querés matar sin entenderlo.

Aquí se construye

La perrera fue filmada en 16 mm. en tres fases a lo largo de un año (dos semanas en abril, tres en agosto y tres más en diciembre) para respetar la cronología de la historia y dar cuenta del paso del tiempo en la real construcción de una casa.

-Nos adaptándonos al proceso constructivo de una de esas casas hecha por un tipo como David –dice Nieto-, y los actores, en particular los que representaban a David y Rodney (el mejor amigo de David, interpretado por Cucu Martiarena), no se cortaron ni el pelo ni la barba durante casi un año. Para mí estos cambios en la cara del protagonista son el elemento más importante para marcar el paso del tiempo. El entorno y las diferencias entre la luz de fines de abril, de agosto y de diciembre también aportan lo suyo pero de una forma mucho más sutil y en segundo plano.

-¿Cómo fue el trabajo con el elenco y cómo resultó no trabajar sólo con actores profesionales?

Pablo Riera y Martín Adjemián

-Pienso que uno de los riesgos más grandes que corre la película es mezclar actores profesionales con actores amateur y con tipos que no son actores. Con cada uno de ellos el trabajo fue diferente y también varió de un tramo de rodaje a otro. Por ejemplo, durante el primer tramo de rodaje se trabajó muy cerca del guión entonces yo ensayaba mucho con Pablo y Adjemián porque me sentía muy inseguro. En el segundo y tercer tramo ellos ya conocían sus personajes y yo ya tenía más confianza así que les entregaba las escenas, ellos las preparaban y me las mostraban en un único ensayo que también servía de ensayo de cámara. Hacíamos algunas correcciones y al otro día a filmar.

Pero por ejemplo con el personaje de Rodney, nunca me sentí seguro y siempre quise controlar lo que hacía y decía porque me parecía que siempre se pasaba (aunque este tipo de personajes sobreactúan en la vida real) y le metí mucha presión al actor, al punto de hacerlo sentir inseguro y confundirlo.

-¿Por qué decides utilizar como parte importante de la historia que el protagonista tenga un problema sexual?

-El dolor de huevos (testículos) es un síntoma, una somatización de lo que a él le está pasando por la cabeza: han pasado los meses y el tipo está como prisionero en ese lugar donde casi no hay mujeres para fantasear, donde lleva a cuestas la fama de pajero y su padre lo ha dejado sin revistas porno, sin un mango y con la misión de construir una casa sin saber cómo. ¿Cómo se sentiría usted? También ese clima de abstinencia prepara el camino para lo que va a venir después.

-Trabajaste en el guión desde 2001, pero durante la filmación dejaste gran parte fuera.

Preparando una escena de La perrera

-Sí, es que hay cosas que funcionan en el guión literario por la forma en que están escritas y después no funcionan cuando uno trata de traducirlas a imagen, cuando uno trata de darles un tiempo o un desarrollo determinado. Fue complicado (por lo menos para mí) entender el tiempo fílmico que hay en una escena escrita. Muchos escriben ya con eso en la cabeza, pero yo no, le di más bola a que el guión literario fuera lindo de leer y descuidé mucho eso que me fui dando cuenta en el rodaje. Por esa razón muchas escenas quedaron afuera o también porque directamente quedaron mal filmadas, otras porque no apoyaban la historia y otras simplemente porque no entraban por un tema de tiempo.

-¿Crees que en el viaje hacia la adultez que realiza David se puede hablar de algún tipo de redención o de que logra doblarle la mano al destino?

-No, no se puede hablar de redención y tampoco logra doblarle la mano al destino. Hasta el final de la peli él no ha hecho nada por cambiar su suerte, siempre se ha dejado llevar por ella. Si viaja a Montevideo es por la propia inercia de sus propósitos, pero en la peli queda como que pierde el examen (para reintegrarse a la universidad) y en Montevideo ya no encuentra rastros de su anterior vida allí. El plano final en la estación de autobuses lo deja en una situación de espera y de apabullamiento. Pero si pensamos un poco qué va a hacer, creo que al tipo no le quedan muchas opciones: por lo menos allá tiene una casa. No se trata de donde él quiere estar sino de donde puede estar.

La canción final también aporta alguna clave con la cual debe leerse el final, dice "va a llegar el día, va a llegar, la noche, va a llegar alguna vez, va a llegar el tiempo, va a llegar el amanecer". Yo creo que en el fondo hay esperanza. Capaz que el final feliz no está al final de la peli, pero en el transcurso del tiempo o de la vida esos momentos llegan.

Publicada el 14-05-2006

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