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Santiago Mitre, director "El Estudiante habla sobre la crisis del poder en democracia"

Santiago Mitre

El festival de Tesalónica se acerca a su fin cuando Santiago Mitre aparece para presentar El estudiante, antes de seguir rumbo al festival de Gijón. El entusiasmo y la convicción le brotan sin reserva cuando habla, a una velocidad impresionante, sobre su primer largometraje dirigido en solitario.

Por Pamela Biénzobas

Su retrato del mundo de la política universitaria impacta por la precisión de una puesta en escena y unas opciones de cámara extraordinariamente económicas, que acompañan al protagonista en su descubrimiento de la política y su pérdida de la inocencia. El recorrido de Roque, estudiante provinciano que desembarca en la Universidad de Buenos Aires y, motivado en principio por las ganas de seducir a una mujer, se convierte en un animal político, establece un interesante diálogo con dos otros films notables de este año, de horizontes y estilos de producción muy diferentes pero con una misma temática. Por un lado, la excelente segunda película del francés Pierre Schoeller, L'Exercice de l'État sigue a Olivier Gourmet, ministro de Transporte en principio idealista, en su evolución en la realidad cotidiana de la política; por otro, la ácida The Ides of March, de George Clooney, sacude violentamente la ingenuidad inicial del asesor de campaña, encarnado por Ryan Gosling, en medio de la batalla por las primarias demócratas en los Estados Unidos. La mayor diferencia entre las tres, más allá de sus estilos cinematográficos tan distintos, es que el final de El estudiante permite pensar que Roque tal vez sigue obedeciendo a sus convicciones, dejando un pequeño espacio a la ética.

Santiago Mitre en el rodaje de El Estudiante

Santiago Mitre no ha visto las dos otras películas, pero ya ha recibido comentarios sobre los paralelos, y parece sorprendido de la universalidad de la cuestión. Tan sorprendido como al ver que El estudiante golpea con la misma fuerza en sociedades tan distintas de la suya. En el fondo, también parece partir de una mirada algo ingenua de la política, al pensar que las manipulaciones que describe son específicas a la usanza argentina.

Después de un par de cortos y la codirección del largometraje El amor, 1a parte (2004), Mitre se ha dedicado a los guiones, escribiendo entre otros (con los codirectores de su debut) los films de Pablo Trapero Leonera y Carancho, que también estudian los códigos tácitos y las relaciones de poder de micro-universos.

-¿Por qué elegiste este tema para tu primer largometraje en solitario?

-Quería hacer un retrato sobre la universidad pública y su funcionamiento. Quería trabajar cierto espacio arquitectónico de la Universidad de Buenos Aires, de su movimiento, y por otro lado un retrato de las especificidades de la política de este tiempo, con determinadas preguntas como qué pesa más, si la práctica o las ideas, para que alguien logre ascender. Me preguntaba eso: ¿qué es lo que prima? ¿La formación intelectual, la formación ideológica, las ideas sociales o la capacidad para operar políticamente?

La película se terminó transformando en una especie de retrato de lo que en Argentina llamamos "la rosca", el modo en que los políticos median, logran consensos y negocian espacios de poder. Es un procedimiento absolutamente democrático. La política necesita de la negociación, la conciliación y a veces de la crueldad.

-Es la manera de hacer política en general…

-La película empieza siendo un retrato bastante fiel de la militancia universitaria, pero a medida que avanza se va abriendo más hacia la política en un sentido más amplio, y empieza a trabajar el ascenso de un modo más universal. La intención siempre fue contar la universidad para poder entender determinadas cuestiones de la práctica política que se repiten en todas las instituciones, en los ministerios, en las secretarías, en casi todos los espacios en los que la política es el centro en Argentina.

-Y en otros países también.

-Eso es algo que me sorprendió bastante, porque cuando la hacía pensaba que era una película tremendamente argentina, ya que tiene muchísimas referencias a la política nacional y a cuestiones históricas puntuales. Me sorprendí de que fuera comprensible e interesante y también cuestionadora en otros lugares del mundo.

-La relación de la iniciación al ejercicio político con la seducción y el deseo sexual, ¿era un vector importante o una manera de introducir el tema?

-Hay varias cosas. Por un lado la hipótesis del personaje era ésa: alguien que no tiene formación ideológica y a quien a priori no le interesa la política, y logra construir una carrera. Para eso sí construí un personaje muy pasional, que desea con mucha fuerza. En un principio eso se manifiesta en el deseo hacia las mujeres. Después, cuando se enamora de Paula, que lo lleva a su agrupación, ese deseo sexual se reemplaza por lo político. Porque hay algo en el modo en que la política se apodera de las personas que me resulta casi erótico. Los personajes pueden estar equivocados, pero hay algo que uno ve que se apodera de sus vidas con muchísima pasión. Y al protagonista, a pesar de que avanza en un mal sentido, todo el tiempo se lo ve muy apasionado y con muchísimas ganas de aprender el ejercicio de la política.

-Es sorprendente que te sorprenda la resonancia universal, porque tratas el tema del poder más allá de su contexto concreto. ¿Cómo has sentido la resonancia al acompañar la película al extranjero?

-Yo trabajé la película como una especie de círculos dentro de círculos. La idea era narrar la universidad para poder narrar la Argentina. En un punto me di cuenta de que narrando la política argentina también se está narrando la política en otros lugares, más allá de algunas referencias que sólo pueden entenderse aquí. Pero es cierto que habla sobre determinada crisis del ejercicio del poder en democracia que rebota mucho en otros lugares del mundo, y uno lo ve a diario, cuando te enteras de las manifestaciones que hay en España, en Grecia, en Londres el año pasado, en Israel, en Estados Unidos y sobre todo la enorme manifestación estudiantil que hay en Chile.

El estudiante entra en sintonía con una juventud que empieza a cuestionarse qué es la política y cómo se participa en ella. Esto es central, porque me parece que hay una gran pregunta que nosotros como generación nos estamos empezando a hacer: ¿cómo se participa de la política y cómo se producen los cambios? Y si bien la película retrata este procedimiento muy viciado de mecanismos casi canallescos en algunos casos, lo narra un poco para empezar a hacer una crítica, para a partir de ahí empezar a pensar. Por eso termina con ese final.

-Al dejar abierta la posibilidad de una decisión por motivación moral o estratégica, la película es menos cínica que otras en la misma temática.

-No puedo ser completamente cínico en el retrato de la juventud frente a la política, que es lo que me interesa. Deseo que las cosas cambien.

-¿Las decisiones de encuadre buscan retratar un espacio atemporal y el encierro en que vive la gente, que parecen estar metidos ahí sin distancia crítica posible, o tienen que ver con las restricciones de filmar dentro de esos espacios?

-Por un lado tiene que ver con cómo estaba planteado el rodaje: es una película de ficción, todas sus escenas están narradas al detalle, pero está registrada con una estrategia de documental. Entonces yo necesitaba pasar desapercibido en la universidad, porque en muchas de las escenas estamos con la cámara escondida y los personajes están insertos en las situaciones reales. Eso automáticamente nos pedía un trabajo en teleobjetivo de registro. Para mí era fundamental que la película se percibiera con ese realismo sucio, con ese realismo tan tremendo. Por otro lado es una cuestión de presupuesto. En algunas escenas no podía contar con la cantidad de extras que necesitaba y el plano cerrado me ayudaba a poder completar con el espacio sonoro esa idea de espacio híper-poblado de la universidad pública argentina.

Ricardo Félix en El Estudiante

Por otro lado, la película trabaja con una subjetividad fuerte. Lo que uno ve y percibe es en paralelo a lo que ve y percibe el personaje. Hay algo importante en cómo él mira y cómo él escucha, porque él aprende de ese modo. Ese encierro, sí, es el encierro que le da el espacio político en el que milita. Es una película de mucho diálogo, donde se discute, se habla todo el tiempo, pero el diálogo para mí es casi contextual, sirve como para relatar el espacio. Lo que importa es cómo el personaje está oyendo, cómo está pensando, cuándo está pensando que tiene que actuar y cuándo tiene que callar, y va construyendo sus estrategias. Entonces la idea de estar siempre cerca de su cara es por eso, porque hay que verlo en ese estado de alerta en el que está constantemente. Casi todos los personajes masculinos se presentan como estrategas, como jugadores de la política más que ideólogos.

-¿Ves ahí una diferencia entre lo femenino y lo masculino?

-No sé si como una generalidad, pero sí me interesaba plantear la oposición entre el modo en que ven la política los personaje de Paula y Acevedo (Nota de la Redacción: el político de más experiencia), y Roque está tensionado por esas dos posturas. Paula es siempre ética y siempre fuerte pero sin intención de traicionar, fiel a sus convicciones. Acevedo, como viejo zorro ya un poco resignado, cree que por ahí hay que hacer pequeñas concesiones para poder obtener lo que él quiere.

Lo femenino es algo que me señalaron también a posteriori. No sé cómo decirlo, pero sí, evidentemente la película mira con muchísimo más amor a los personajes femeninos que masculinos.

-Y también con un retrato de más ingenuidad, aunque en el contexto sea un rasgo positivo.

-Por lo menos a Paula no la veo ingenua. Al contrario, la veo como alguien que entiende y que conoce muchísimo más que Roque, sólo que en algunos momentos decide no ensuciarse como sí lo hacen Roque y Acevedo.

-¿Las decisiones de montaje estaban previstas de antemano?

Romina Paula y Esteban Lamothe en El Estudiante

-Se filmó muy rápido, muy en las apuradas, un poco porque estábamos en general tomando por asalto las locaciones. Íbamos a la facultad, pedíamos un aula, teníamos dos horas para filmar, nos metíamos en un asamblea, o en los pasillos… había algo de muchísimo vértigo. Por otro lado, en un momento en que vimos que la película iba bien encaminada decidimos que la teníamos que presentar en el Bafici, porque quería que se presentara primero en Argentina, y el Bafici es posiblemente la mejor plataforma para las películas argentinas. Entonces filmamos con muchísima más urgencia. De todos modos es una urgencia que a la película le sirve porque está constantemente en estado de tensión. Hay algo muy tenso en el ejercicio de la política, y eso no lo podría haber hecho si no hubiese tenido un guión muy sólido. Eso lo tenía porque ahí sí me permití trabajar con mucho tiempo y tranquilidad. La película es muy parecida a lo que era el guión. Entonces el proceso de montaje fue largo, pero fue volver al guión, en el que confiaba.

-La voz en off, que aquí funciona bien, es una decisión arriesgada. ¿Dudaste?

-Yo dudo poco (ríe). Por ahí es una mala característica. La voz en off apareció en un momento durante la escritura del guión y la dejé por varios motivos. Uno de ellos era para producir distanciamiento. La película trabaja con una empatía muy fuerte con los personajes. Pide muchísima identificación, lo que hace que uno elimine el juicio crítico. Entonces necesitaba una instancia de distanciamiento, que hace un poco el enlace con una tradición de cine político latinoamericano, que usa muchísimo el procedimiento. Por otro lado, me servía para poder incluir de manera dura y directa algunas informaciones sobre la historia política argentina que yo consideraba fundamentales, porque quería que esta ficción pudiese dialogar también con esa historia. Además sirve para ordenar, establecer vectores narrativos, enfatizar elipsis, darle claridad a algunos personajes… también tiene sus cuestiones pragmáticas de narración.

-Mencionabas el movimiento estudiantil en Chile. ¿Qué y cuánto se percibe en Argentina?

-En Argentina se le da muchísima importancia a lo que está pasando en Chile. Se habla muchísimo y creo que tenemos bastante información y hay muchísima gente del movimiento estudiantil argentino que está viajando a participar de las manifestaciones y brindar apoyo. Eso es por muchos motivos. Uno porque creo que el gobierno argentino no adhiere específicamente con el gobierno de Piñera, entonces adquiere más prensa como una cuestión de política regional. Y la verdad es que el sistema educativo chileno es el opuesto al argentino. Yo estoy muy orgulloso de que en Argentina haya una educación pública gratuita y universal como la hay, pero también puedo asegurar que como está planteada no es el paraíso. Pero es importante que se luche por tenerla. Es un derecho que deberían tener en el corto plazo.


"El estudiante apuesta a la narración, al género, a los diálogos, a la historia"

En el contexto de la 11ª Muestra de Cine Binacional de la Patagonia que se realizó en la ciudad de Puerto Natales en el mes de febrero, en el periódico oficial del evento, El Tirapiedras (donde Jorge Morales –editor de Mabuse- también oficiaba de editor), se publicó otra entrevista a Santiago Mitre, quién estaba presentando su película como parte de la selección trasandina que participó en el certamen. Adjuntamos algunas respuestas del director que complementan lo expuesto a la entrevista realizada por Pamela Biénzobas en Tesalónica.

 Por Jorge Morales

-El estudiante es una especie de laboratorio en miniatura de cómo funciona la política y las estructuras de poder en general. ¿Fue premeditado o lo fuiste descubriendo?

-La intención siempre fue retratar ese microcosmos político tan específico, para intentar pensar, o retratar, el funcionamiento político de casi cualquier institución donde la política esté en el centro. La película empieza con el retrato de la universidad, pero a medida que avanza, se vuelve algo más "universal". Es una historia de aprendizaje donde el vector que termina siendo su centro es la tensión entre la praxis política y los ideales. ¿Es posible que este personaje, sin vocación ni formación ideológica previa tenga una carrera "exitosa" en la política actual? ¿Qué es más importante la formación o la capacidad práctica para ascender en política? Pero sí, la intención, es hablar de la universidad para hablar del país. De todos modos, la ficción está construida sobre ese ámbito específico, relatado y construido en toda su especificidad y realidad. Las universidades públicas argentinas, son espacios hiperpolitizados, con decenas de agrupaciones, con un nivel de discusión y actividad política, casi único en el mundo. Con una historia de participación e intervención enorme en la historia argentina.

-El protagonista poco a poco va actuando con una ética más "flexible". Pero tras sufrir una traición aparentemente reencausa sus códigos morales. Es una de las lecturas posibles del final, pero también que encontró otra forma de recuperar su influencia para seguir maquinando. ¿Buscabas esa ambigüedad?

-Sí, es un final abierto, seco, que admite diversas lecturas, incluso antagónicas. Que en alguna medida pretende absorber las opiniones políticas del espectador sobre lo acaba de ver. Puede ser tildado de pragmático, cínico, idealista, especulador, según quien lo vea. En cualquier caso, es un corte abrupto en el film, y es el punto desde el cual me gusta que se empiece a debatir o pensar la película.

-En varios aspectos me recordó a El Padrino. ¿Tenías esa película en mente cuando escribías el guión?

-Las referencias narrativas fueron muchas, y sí Coppola o más bien El Padrino era una de ellas. Sobre todo como modelo narrativo, como estructura de ascenso. O en el trabajo que hace sobre la mafia, tan cercano a sus personajes. También Scorsese lo era por esa subjetividad extrema que trabaja con sus personajes, y tal vez también algo del ritmo. En el origen pensaba mucho en La dolce vita de Fellini, aunque ahora parezca absurdo. Había algo del personaje de Marcello que me ayudaba a pensar a Roque, incluso tomé prestada una secuencia entera: la de la visita del padre. También pensaba mucho en Los Traidores de Raymundo Glayzer. De los contemporáneos pensaba en Jacques Audiard y Michael Mann por los seguimientos de espaldas o ese enfoque tan seco y realista para abordar el género.

-El estudiante costó 40 mil dólares y los miembros del equipo se convirtieron en socios en vez de recibir sueldos. ¿Crees que es un modelo que funciona y se puede repetir?

-Nunca afirmaría que se trata de un modelo de producción. No se puede pensar en un modelo que implique que el 90% de los involucrados no cobren por su trabajo, ni se paguen las locaciones, exija en un rodaje de más de seis meses, y varios otros etc. Pero también hay que decir que esta película hubiese sido imposible de filmar de otro modo, y entre filmar y no filmar, no hay muchas dudas. Igualmente, dentro de este esquema único e irrepetible, intentamos siempre que las condiciones fuesen justas para todos los que nos ayudaron, repartiendo los mínimos ingresos de acuerdo al aporte de trabajo o equipamiento que nos facilitaron.

-¿Cómo ves tu película en el contexto del que fue llamado el Nuevo Cine Argentino? ¿Crees que ese estilo ya se agotó?

-Creo que esta película llega en un momento del cine argentino raro. De lo que se llamó Nuevo Cine Argentino queda poco. Varios directores (los mejores seguramente) filman con cierta frecuencia y mucha calidad. Pero las condiciones de producción que permitieron el surgimiento de estos directores ya no existen. Trabajé como guionista con muchos de ellos: Trapero, Caetano, Llinás, Szifrón, y otros. Soy parte de la primera generación que se formó trabajando o mirando Nuevo Cine Argentino.

Lo que resalta de El estudiante en relación a los nuevos cines previos, es la apuesta a la narración, al género, a los diálogos, a la historia. Además se celebró su componente político, contrastándola con la supuesta falta de política en el Nuevo Cine Argentino. Igual recuerdo que hace unos años el reclamo era lo opuesto, se creía que al cine argentino le sobraba política, y se le pidió que mirara (filmara) hacia otros ámbitos. Ahora se celebra que vuelvan a existir films que incorporen la política a su narración. No sé por qué sucede esto, tal vez esta película sea un emergente más de cierta repolitización que se vive en el país. Tal vez sólo sea un interés personal. Definitivamente no creo que el cine tenga que participar de uno u otro modo en la realidad política. Sino que tiene que ser cine.

Afortunadamente El estudiante ha tenido un recorrido internacional bastante amplio, y he visto (con cierta sorpresa) que logra sintonizar con muchos movimientos sociales y reclamos, en general protagonizados por jóvenes, en distintos lugares del mundo: Grecia, los indignados, Wall Street, Londres… y muchos otros que seguramente vendrán. Hay algo de retrato de época y de los jóvenes de esta época, y en ese sentido lo que viene sucediendo en Chile, es ejemplar.

 

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