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Foto: Corman y Vincent Price en el set de La caída de la casa de Usher

Roger Corman, el rey de la serie B Cómo hice 100 filmes y no perdí un peso

Roger Corman ha dirigido más de 50 filmes de bajo presupuesto, ha producido y/o distribuido más de 300 (desde cintas de monstruos hasta obras de Kurosawa) y ha apadrinado talentos como Scorsese, Coppola o Jack Nicholson en sus primeros pasos en la industria. El siguiente texto -del libro "Como hice 100 films en Hollywood y nunca perdí ni un céntimo", de Jim Jerome y el mismísimo Roger Corman, publicado en español por la Editorial Laertes (Barcelona, 1992)- recopila sabrosos testimonios sobre sus singulares métodos de trabajo.

Por Roger Corman y Jim Jerome

Peter Bogdanovich, director
(La última película, Saint Jack, Máscara)

Roger Corman

Lo que dijo Roger textualmente fue: selecciona 20 minutos de la actuación de Boris Karloff en El terror (Corman, 1963), rueda otros 20 minutos con él y luego filma otros 40 minutos con otros actores en el plazo de diez días (no me mires así yo he hecho filmes en dos días). Si sumamos todo tenemos 80 minutos de un flamante filme protagonizado por Karloff. Hice un visionado de El terror para escoger los 20 minutos. Recuerdo haber pensado: 'Ojalá que Jack (Jack Nicholson, coprotagonista del filme) se dedique a escribir o dirigir porque como actor no le veo ningún futuro'. Entretanto, Roger me pidió que trabajara en una de las cintas de ciencia-ficción que había comprado a los soviéticos, Planeta Burg (Klushantsev, 1966). Tiene unos efectos espectaculares –me explicó-, y la estamos doblando (lo que para Corman significaba darle una línea argumental en inglés que se circunscribiera al movimiento de los labios). El problema es que no tiene mujeres. Así que ve a la playa de Leo Carrillo que será un buen contrapunto con el mar negro –aunque debe parecer que es Venus- y rueda con algunas féminas. Fui para allá y contraté a un puñado de chicas drogadictas que paseaban por la playa. Las disfrazamos de sirenas con conchas marinas tapándoles los pechos. Eran los trajes más chabacanos que había visto jamás. Las "venusinas" tenían que orar a un pterodáctilo, o algo parecido y comunicarse telepáticamente con Mamie Van Doren. ¡Que disparate! Cambiamos el título por Voyage to the Planet of the Prehistoric Women.

Joe Dante, director
(Viaje Insólito, Gremlins, Piraña)

Un clásico reciclaje de Corman

Roger había tenido un sonoro fracaso (uno de los pocos) con Cockfighter (Monte Hellman, 1974), un film artístico protagonizado por Warren Oates que hace un voto de silencio para ganar un galardón al Gallo de pelea del año o algo semejante. Excentricidad no le faltaba. Roger me pidió que tratara de salvarla: Consigue una copia de Night Call Nurses (Kaplan, 1974) y saca la persecución del camión de explosivos, luego toma la escena de alcoba de Private Duty Nurses (Armitage, 1972), y júntalas ambas en un fragmento de un minuto. Acto seguido toma algunas frases de Warren cuando se dirige a la chica (cuando habla) y le sobrepones una música fantasmagórica. Coloca todas las escenas después de la parte que Warren se duerme. La secuencia será un sueño. Contesté afirmativamente. Ahora –añadió Roger- rebautizaremos el filme como Born to kill, haremos una nueva sinopsis e insertaremos todas esas escenas para aparentar que se trata de una cinta de camiones, mujeres, pezones, armas y demás ingredientes que no salen en la producción real. Hay que salvarla como sea. Ocupamos todo tipo de ardides en los avances incluida la proverbial toma del helicóptero envuelto en llamas de una producción filipina cuya vistosidad era excitante y que tampoco aparecía en la película. Éticamente no era una conducta modelo, pero nos divertía hacerlo. Era una ingenua farsa. Lo prodigioso de Roger era que se negaba a abandonar una obra fallida. Los tipos de los grandes estudios desisten, incluso con sus filmes más costosos, al cabo de un par de días. Roger, jamás.


Dick Miller, actor
(La tiendita del horror, La masacre de San Valentín)

Mi amigo Jonathan Haze me contó que había hecho su primer film las andanzas de un monstruo submarino- con un sujeto apellidado Corman. Me acompañó a la oficina que tenía Roger encima del restaurante Cock'n Bull. La conversación fue un poco así:
- ¿A qué te dedicas?
- Soy guionista, ¿Necesitas un guión?
- Tengo guiones de sobra. Lo que me falta son actores.
- ¡Qué bien! También soy actor.
- De acuerdo -dijo Corman sin asomo de duda- serás un indio en Apache Woman.
Ni siquiera usé los tacos nasales que ensanchaban las fosas de la nariz y que en aquellos años eran el más medio más socorrido para darte similitud con los indios. Sólo me untaron maquillaje oscuro. Transcurrida una semana, Roger me preguntó:
- ¿Quieres hacer de vaquero?
- Claro, ¿vas a hacer otro filme?
- No, es el mismo.
Fue así como interpreté a un cowboy y un apache en una sola cinta, y al final estuve a punto de matarme a mí mismo, ya que formaba parte de la cuadrilla que enviaron a liquidar a mi indio. En las producciones de Roger todo el mundo se desdoblaba.

Corman apocalíptico, 1956

Martin Scorsese, director
(Taxi driver, Buenos muchachos, Toro Salvaje)

Tenía entonces 28 años y acababa de realizar Who's that knocking at my door (1968) que no era un filme de masas ni tampoco underground. Se hizo bajo los auspicios de la Universidad de Nueva York, donde no se enseña cinematografía, sólo aprendes a admirar Fresas Salvajes (Bergman, 1957). En la Universidad cada mañana había que encender velitas a Ingmar Bergman. Tenían capillitas en su honor en los cuatro rincones. Personalmente admiro los filmes de Bergman, pero eran las cintas de Corman las que analizábamos en aquellas tabernuchas bohemias que pueblan Nueva York. Conocí a Roger por mi representante. Me dijo que había visto mi película y le había encantado, y me pidió que hiciera una especie de segunda parte de Mamá sangrienta (exitoso filme que él había dirigido en 1969). Contesté que sí sin pensarlo. Estaba ansioso por dar el salto a la fama con mi primer filme comercial. Yo pensaba que Corman era una persona huraña y grosera, pero genial adivinando qué quería la gente y cómo vendérselo. En cambio me encontré con un sujeto muy amable y refinado, y a la vez un jefe decidido, severo y capaz de explicar las insultantes tácticas de la explotación educadamente, en términos fríos y ponderados. Martin lo que tienes que conseguir es un primer rollo bueno de verdad –me explicó Roger- porque la gente quiere enterarse de lo que pasa. Luego habrás de urdir el último para que la gente vea cómo termina la historia. Lo demás no importa demasiado. Es probablemente, el razonamiento más sabio que he escuchado jamás en el mundo del cine. Corman es, a pesar de sí mismo, un artista como hay pocos, porque aunque él no se tome demasiado en serio, ha sabido alimentar e inspirar a otros talentos de un modo que nunca fue envidioso o difícil, sino siempre lleno de generosidad. Cuando dirigí La última tentación de Cristo (1988) –después de dirigir varios filmes tomando bastante tiempo de trabajo- decidí laborar día y noche y aprovechando el tiempo tal y como lo había aprendido al lado de Roger Corman.


Samuel Z. Arkoff, productor
(El cuervo, La caída de la casa Usher)

Corman hizo 8 films basados en cuentos de Edgar Allan Poe

En aquellos tiempos, en mi compañía, la American International Pictures, acostumbrábamos hacer una fiesta al concluir cada film. Mi esposa y mi cuñada cocinaban algunas exquisiteces para los actores que eran inseparables de Roger y que siempre tenían hambre. Creo que no comían durante los rodajes. De cualquier modo fui con mi gente al estudio para celebrar el fin del rodaje de El cuervo (Corman, 1962), y me sorprendí mucho al ver que todavía estaban en pie los bastidores del cementerio. Normalmente a esas alturas los decorados deberían haber sido desmontados y arrinconados en el trastero. Conociendo a Roger se despertó en mí cierta suspicacia. Así que volví al lugar el lunes por la mañana, y desde luego allí estaban los decorados de El cuervo. El maldito traidor estaba rodando una nueva cinta a nuestras expensas. Saludé a Roger. Lo más curioso fue que por un instante pareció sobresaltarse, y luego sonrió. Tiene un aplomo increíble. Le pregunté qué estaba haciendo. Intento dorarme la píldora. Lo dejé porque sabía que, a fin de cuentas, realizaría ese film con sus cámaras, lo acabaría y luego acudiría a nosotros a pactar su distribución. Al final igual sería nuestro.

Jonathan Demme, director
(El silencio de los inocentes, Filadelfia)

En la primera comida que tuve con Roger antes de dirigir mi primera película La cárcel caliente (1976), una cinta sobre un penal femenino, lo que más me impresionó fue su bombardeo de reglas sobre la buena dirección. Busca siempre excusas para mover la cámara –empezó Corman- excusas que sean fundadas y legítimas, pero encuéntralas. Dijo también que la pupila es el órgano más utilizado por el espectador: Si no entretiene uno la pupila, no habrá manera de estimular el cerebro. Procura que tus ángulos sean originales. En los primeros planos no repitas la composición, no recuerdes al ojo de ninguna forma que ya ha visto lo mismo antes. Haz al malvado tan seductor como al héroe. Un malo unidimensional no inspirará tanto miedo como otro que sea más enrevesado e interesante. Increíble. Admitámoslo: Roger es el mayor cineasta independiente que ha tenido la industria cinematográfica del séptimo arte y que probablemente nunca volverá a tener. Cuando quiso serlo, se reveló como un director anormalmente dotado, un maestro único con un dominio absoluto del medio. Hay cientos de personas cuyas carreras fílmicas se han consolidado porque él les dio su primera oportunidad. Es un coloso en todas las vertientes. Su contribución al cine es absolutamente inconmensurable.

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