Artículo

Otros Artículos

Edición Nº 102 Debate
Neruda: A favor/En contra
Edición Nº 102 Retorno de la Sala Sazie:
Historias desconocidas de "Die Kolonie" de Orlando Lübbert
Edición Nº 102 Obras inconclusas
Los amargos almuerzos de Orson Welles
Edición Nº 102 Paco León & Alberto Rodríguez
El pujante cine andaluz ¡Con dos cojones!
Edición Nº 101 Oscar al Mejor Documental
Cinco películas en pugna

Santos

Balance 2008 Quien mucho abarca, poco aprieta

En un año marcado por una gran cantidad de estrenos chilenos, algunos hechos relevantes, pérdidas invaluables, declaraciones contradictorias, datos y cifras preocupantes. (Foto: Santos)

Por Jorge Morales

Lea además:
-Mabuse Awards 2008
-Cifras de espectadores en Chile y más...
-'Crecer, duele: De la artesanía a la industria' de Alejandro Fernández Almendras

Por Jorge Morales

1.-Listaylor

"La lista anual del cinéfilo es un grito de autoafirmación y una declaración de guerra, tanto por lo que incluye como por lo que omite (…). De hecho, si uno se pusiera extremadamente psicologista concluiría que la lista anual del cinéfilo debería constar de su propio nombre y apellido en cada una de las posiciones. En la celebración del cine que prefiere, el cinéfilo se canta a sí mismo". Desde su columna El inclemente en Otroscines.com.ar, Quintín dispara contra las listas y renuncia como protesta a confeccionar una propia considerando a la práctica más cercana al inventariado de un banco que a la medición de una actividad artística.

Las listas, como las estrellas calificadoras, son de naturaleza perversa. Reducen la opinión a una escala matemática, a un antojadizo parámetro que esquiva más que lo que premia. Estoy absolutamente seguro que todos los críticos sin excepción que votaron en nuestro ranking, no vieron todas las películas del año. Su voto fue libre, pero no completamente informado. Así mientras unos cantan loas por alguna cinta, y otros preparan la hoguera para destruirla, hay quienes apenas supieron de su existencia. O sea, un cruce de preferencias, desprecios y omisiones que chocan para llegar a un obligado consenso. Pero cuando se trata de hacer balances, la imperfección de la herramienta se compensa con la utilidad del resultado. Porque si nos quedamos únicamente con las cifras de taquilla, es como ser mudos testigos del movimiento financiero de la bolsa.

Además, como es costumbre, nuestra elección no concuerda con el favor de las audiencias. No es raro porque la taquilla mide consumo, pero no aprecio. Ni siquiera entre los "consumidores" que pueden haberse sentido incentivados a ver una película, pero no necesariamente les tiene que haber gustado. Más allá de la distancia entre la opinión del público y el juicio crítico, los espectadores siempre premian a ciegas –pagando su entrada- antes de degustar el producto. Por lo tanto, con todas sus subjetividades e iniquidades, las listas de "lo mejor del año" son un indicador más consciente y equilibrado de la actividad cinematográfica de un país que las cifras que indican mayoritariamente las fluctuaciones en la recaudación entre los estudios de Hollywood. Porque si comparamos las diez primeras películas en la taquilla de Argentina, España, Estados Unidos, Perú y Chile, no sólo son todas películas de Hollywood (con la excepción de Argentina que tuvo un fenómeno local: Un novio para mi mujer), sino que los títulos se repiten. De hecho, aunque en distinto orden, las 10 películas más vistas en Perú, son exactamente las mismas que en Chile. Sorprendente también es el resultado de películas bajadas por Internet a través de Torrent, en apariencia, un sistema liberado de la dictadura de las grandes distribuidoras, pero cuyas diez primeras descargas masivas están dominadas por el cine industrial. Lo que refleja que la taquilla no se mueve únicamente según la oferta de las salas sino de la saturación publicitaria. Eso, claro, si suponemos que entre los millones de individuos que bajaron películas de Internet vía Torrent no sólo hay pequeños empresarios piratas tratando de robarse un pedazo de la torta, sino un gigantesco grupo de cinéfilos ansiosos.

Caramel: Lo más cerca que estuvimos del cine asiático

De las 218 películas estrenadas (ver pie de página 1) en Chile, 39 son chilenas (17,8%), 125 de EE.UU. (57,7%), 41 de Europa (18,8%), 6 latinoamericanas (2,7%), 5 de Canadá (2,2%), y sólo 2 (0,4%) asiáticas: la franco-libanesa Caramel y El sabor de la noche del cineasta chino Wong Kar Wai… que fue rodada en Nevada, hablada en inglés, con actores norteamericanos y producida con capitales franceses y chinos. Por el contrario, Crimen y Lujuria que está hablada en chino, transcurre en China, con título original en chino y dirigida por el taiwanés radicado en EE.UU. Ang Lee, su producción es tanto taiwanesa, chino como norteamericana. En ese sentido, varias cintas como Los crímenes de Oxford, Hannibal, el origen del mal, Acorralados o Búsqueda Implacable que tienen espíritu, orígenes, apariencia y actores de Hollywood, fueron financiadas por platas españolas, británicas, francesas, italianas, alemanas, checas y canadienses.

Después de Estados Unidos, Francia sigue siendo, nuestro principal proveedor internacional, aunque desde muy lejos: 10 películas (4,5%; incluida Persépolis que tiene capitales de EE.UU.). De las cinco películas españolas estrenadas, sumando Los crímenes de Oxford de Alex de la Iglesia (coproducción de varios países), dos son cintas de terror El Orfanato y REC (cuyo gemelo gringo Cuarentena se estrenó en enero), y dos son coproducciones con Argentina de directores españoles, La educación de las hadas del histórico José Luis Cuerda y El niño de barro de Jorge Algora, que tuvo el triste récord de ser el estreno internacional menos visto del 2008: apenas 36 espectadores. Preocupante es la merma del cine argentino en nuestras pantallas considerando que su producción anual supera las 80 películas como promedio. Llegaron sólo XXY y la animación infantil El arca, ambas del 2007.

Dentro de las curiosidades están los estrenos de dos películas extranjeras dirigidas por chilenos (la brasileña Prohibido prohibir de Jorge Durán y la canadiense Next: A primer on urban painting de Pablo Aravena) y de una cinta sueca, pero que transcurre en Chile: El clavel negro de Ulf Hultberg y Asa Faringer. Otro caso particular fue Matar a todos, dirigida por el cineasta uruguayo Esteban Schroeder, pero producida por la chilena Parox. Pero lo más llamativo y publicitado fue Quantum of Solace, la última superproducción Bond, rodada en parte en el desierto de Atacama y Antofagasta, pero que para efectos de la trama era Bolivia.

2.-Los 39 escalones

31 minutos

Tantas veces que se ha hablado del boom del cine chileno que tarde o temprano tendría que ocurrir de verdad. Por lejos, la cantidad de películas que se estrenaron el 2008 superaron todas las expectativas y todos los récords históricos. Pero contra todo pronóstico también, la cantidad de espectadores no creció proporcionalmente. Según el NODO Audiovisual de la Universidad Católica, el cine chileno convocó a 939.835 personas con un incremento de un 2,8% con respecto al 2007 (914.539). Lo paradójico es que la cantidad de estrenos aumentó en un 100%: de 11 a 22 películas. Y eso sin contemplar las cintas estrenadas en el circuito de cine arte –Alameda, Normandie, Tobalaba y Cineteca (ver pie de página 2)- que aumentaron la cuota de películas en un rango considerablemente mayor: de 16 a 39. Curiosamente, el mayor éxito del cine chileno resultó también una "decepción": 31 minutos superó las 210.000 personas, pero era menos de la mitad del medio millón que apostaban sus realizadores.

Si bien el debate por la taquilla se ha abierto a todo tipo de teorías (Alejandro Fernández Almendras ilustra la suya en un artículo de Mabuse), lo concreto es que el piso del cine chileno no cayó. Entonces, ¿es la oferta la que está superando la demanda? Es posible, porque pensar en recuperar los espectadores "huérfanos" de El chacotero sentimental o Sexo con amor es imposible porque esas películas convocaron a un público que supera el porcentaje del espectador cinematográfico promedio que ve cine chileno. Quizás no sea cuestión de hacer menos películas, pero sí fraguar un cine cuyos costos no dependan de tasas elevadas de público para financiarse. Además los taquillazos pueden tener consecuencias negativas para el resto porque la construcción de su volumen depende también de su permanencia en cartelera, lo que implica que la cantidad de salas disponibles para futuros estrenos dismininuye considerablemente. En Argentina, Un novio para mi mujer logró 1.450.000 espectadores (la segunda película más vista del año) y, aunque seguramente no fue el único factor, su desbordante triunfo postergó varios otros estrenos argentinos bajando de 92 el 2007 a 73 el 2008.

Uno preferiría que algunas películas tuvieran una recepción más masiva, pero cuando se quiere hacer algo distinto, los riesgos son más altos. El público potencial para El cielo, la tierra y la lluvia o Alicia en el país, por ejemplo, era mucho más restringido, por lo que su bajísima recaudación, si bien fue una sorpresa, no fue completamente inesperada. Lo que complota contra un cine más alternativo es el alto costo de las entradas, que el espectador nacional es pasivo (un chileno ve como promedio menos de una película al año), y que las películas chilenas no funcionan como un género en sí mismo, es decir, sus posibilidades en taquilla se comportan más o menos igual de acuerdo al género que pertenezcan. De hecho la película de cine arte (sorteando los matices que tiene la etiqueta) más vista en Chile el 2008 –y ocupando el lugar 34 de la taquilla- fue Tony Manero. Recién diez puestos más abajo está Sin lugar para los débiles, la segunda cinta de orientación más menos artística, cuyos directores no necesitan presentación y que contaba con varios premios Oscares a su haber.

Alicia en el país (premiada en el Festival de Locarno)

Entonces, entre ver una adolescente boliviana cruzando el desierto o una sureña triste cruzando un bosque bajo la lluvia, el comportamiento del espectador medio del cine chileno siempre preferirá ver a un grupo de ancianos pelusones echando la talla en unas termas como en El regalo. La confusión es suponer que lo masivo es el único sinónimo del éxito. El 2002, el año de nuestro taquillazo histórico Sexo con amor, se estrenaron sólo siete películas chilenas con un total de 1.695.799 espectadores. Más de ¾ partes de esa cifra se la llevó Sexo con amor (con casi un millón) y SubTerra (sobre 500 mil), pero realmente, ¿queremos más Sexo con amor?, ¿queremos más SubTerras?

El tema es tan complejo como encontrar cura para el cáncer. Y hay películas que son cancerígenas. Por ejemplo, la baja concurrencia de Chile puede no debería desconcertar ni preocupar como la de Mirageman. Puede ser incluso un buen síntoma: Chile puede se trataba de una pésima película demasiado cara (2 millones de dólares). Al lado de una cinta notable como Mirageman, que costó U$ 450 mil y tuvo una taquilla similar, la evaluación es tremendamente más favorable para el 'superhéroe' dada además la cantidad de copias (31 frente a 47 de Chile puede). Por eso las defensas corporativas como las apologías patrióticas no sirven para nada. Hay que canalizar las energías en cuestiones más relevantes como buscar condiciones más justas y no discriminatorias en las salas de exhibición que, por ejemplo, culpar a los críticos, los eternos chivos expiatorios del cine chileno. La crítica, por principio, no debe ser complaciente, y los directores, por profesionalismo, deben ser menos vulnerables. Que todavía haya realizadores que crean que los críticos son sus relacionadores públicos torna el debate en un ejercicio repetitivo y estéril. Las desafortunadas y contradictorias declaraciones de Pablo Perelman, presidente de la Asociación de Directores y Guionistas, no hacen sino acrecentar esa sensación. Por un lado, exige el compromiso de los medios (algo imposible de especificar sin avergonzarse), y luego acusa a la crítica de "blanda" por tratar por igual a debutantes y directores con pergaminos como Andrés Wood. Es más, dice que la crítica debe decirle al público qué películas chilenas NO debe ver... Una sugerencia rara y disonante con su cargo de dirigente gremial.

Un récord para olvidar...

Lo concreto es que –con todo- este fue un buen año para el cine chileno. Como pocas veces, por ejemplo, se dio la curiosidad en nuestra encuesta que la pelea por la mejor película del año tuvo tantos oferentes como ubicaciones en el listado general de estrenos (El cielo, la tierra y la lluvia ocupó el décimo lugar). Lo que también habla de gustos más diferenciados: hubo aplausos entusiastas como abucheos cerrados para una misma película.

De los 39 estrenos hubo 26 ficciones (5 largometrajes en formato digital y el corto La Rebelión de los Pingüinos) y 13 documentales (2 terminados en 35 mm). Lo más destacable es la decidida aparición de ficciones digitales que abre un terreno insospechado para el crecimiento de nuestra producción. Falta, sin embargo, una infraestructura que permita ver esas películas. No puede ser que el Cine Arte Alameda sea el único polo de exhibición en ese formato.

Probablemente, el documental tuvo un año más apremiado. Por una discriminación silenciosa como la sufrida por El diario de Agustín (ver punto 5), por cifras bajísimas y dolorosas como las obtenidas por La Batalla de Plaza Italia (41 espectadores) y Ciudad de Papel (¡6 espectadores!) o porque simplemente el 2008 las ficciones se robaron la película.

3.-Bailando bajo la lluvia

La votación de la mejor película chilena del año, refrendó el éxito festivalero de dos cintas que pelearon palmo a palmo el primer lugar. El célebre paso de Tony Manero por la Quincena de realizadores del Festival de Cannes, proyectándose este 2009 con su premio en Rotterdam, y el premio Fipresci en el mismo festival holandés el 2008 de El cielo, la tierra y la lluvia, fueron las intervenciones más destacadas del cine chileno en certámenes importantes del mundo durante el año pasado. La sorpresa mayor fue Tony Manero, ya que el trabajo anterior de su director, Fuga, no generaba ninguna expectativa entusiasta. En ese sentido, al margen de las discrepancias sobre las fortalezas o debilidades de la nueva película de Pablo Larraín, el cambio fue tan radical (a diferencia de El cielo… que es afín a la filmografía de José Luis Torres Leiva) que es legítimo dudar sobre cuál es la real impronta cinematográfica de su director. Los argumentos de ambos filmes perfectamente pueden explicar esa incongruencia: personajes que tienen como modelo aspiracional el genio ajeno. Y así como Ricardo Coppa (Gastón Pauls) quería apropiarse de la obra de Eliseo Montalbán (Benjamín Vicuña) en Fuga, y Raúl Peralta (Alfredo Castro) quería convertirse en Tony Manero en el filme homónimo, Larraín quiso reciclar sin suerte a Kubrick en su ópera prima y a los hermanos Dardenne en esta película. Queda por ver si en su siguiente proyecto logra cristalizar una personalidad propia.

4.-Santos, el enmascarado de Lata

Santos

La película chilena más cara de la historia (superando el récord de 31 minutos que duró sólo siete meses), hablada en "español" y bendecida por Alejandro Jodorowsky ("una delicada sátira" dijo el psicomago), fue un verdadero naufragio. No sólo tuvo una escasísima recaudación monetaria, que para efectos de su principal objetivo resultó ser el perjuicio mayor, sino además tuvo un mayoritario rechazo de la crítica especializada. La diferencia entre quienes despreciamos en su minuto Promedio Rojo con aquellos que la consideraron una promesa, es que Santos sólo vino a confirmar que Nicolás López tiene mucha más capacidad de gestión que talento como realizador. Porque Santos tiene la misma insolvencia de Promedio Rojo, pero es mucho más pedestre. Con estética kitsch y efectos especiales tipo Chapulín Colorado, los desvaríos "existenciales" de un autor de comics –que en el absurdo mundo creado por López tienen la fama y fortuna de una estrella de Hollywood- son adolescentes, vacíos e inmaduros. Además, como comedia de ciencia ficción, tiene una muy enredada y básica cosmogonía, y un caudal de humor escatológico preescolar (en la onda pichi-caca) irrisible. Puede que sea una sátira, pero de delicada no tiene un pelo.

5.-El que calla, otorga

"A través de testimonios y una contundente investigación periodística el documental da cuenta de las manipulaciones de Edwards para apoyar el golpe de Estado y avalar los atropellos a los derechos humanos. Una reflexión crítica sobre cómo un país se dejó, y aún se deja, manipular por un medio de comunicación que no siempre ha dicho la verdad".

El último documental de Ignacio Agüero

Esta fue la reseña que el cine Hoyts tenía en su página web cuando exhibieron El diario de Agustín. No deja de sorprender la desafiante precisión con que este gran complejo comercial de cine expuso los contenidos de la película de Ignacio Agüero. La manipulación velada de El Mercurio para opacar la existencia del documental fue la demostración más preclara de que las conductas denunciadas en el filme permanecían intactas. Sin embargo, la polémica generada por la ausencia de comentarios críticos en los diarios de la cadena pecó de ingenuidad. ¿Qué medio periodístico en Chile daría libertad a sus críticos de cine para opinar sobre un filme que los acusa de criminales? Digámoslo de otra manera, ¿qué medio periodístico culpable de participar en violaciones a los derechos humanos dejaría a sus críticos de cine opinar que Agüero da evidencias irrefutables de esas conductas criminales? Porque lo expuesto en el documental no es simplemente cómo el diario ejerció su influencia sobre los tejes y manejes en la administración del gobierno militar y la derecha –el poder fáctico del que alguna vez habló Andrés Allamand- sino la convicción de que existió una alianza entre los aparatos de inteligencia y represión de la dictadura y el periódico; una virtual asociación ilícita. ¿Se puede hacer una crítica sin confrontar esa argumentación de fondo? Quizás, pero no hubiese sido una reflexión completamente libre. La crítica no es sólo la evaluación fría de un engranaje. Tiene o debería reflejar una visión del mundo. Y a no ser que los críticos de cine del diario compartan la conducta e ideología de Edwards, la posición era insostenible. En otras palabras, si El Mercurio no se querelló contra Agüero, se puede inferir que no tiene argumentos para refutar esas graves afirmaciones, y si no hubo un mea culpa, es porque no hay arrepentimiento. Por lo tanto, hizo la del bandido, se ocultó para eludir responsabilidades. Porque aparte de una bizarra nota perdida en la sección Actividad Cultural, su silencio –que también funcionó como una forma de presionar al resto de los medios para que hicieran lo mismo (prueba de que el poder de El Mercurio sigue incólume)- y la fracasada disputa legal por adueñarse del título, fueron las únicas "respuestas" del diario frente a la película. Pese a todo, las maniobras no lograron dar la invisibilidad buscada: hasta el 12 de febrero el documental había sido visto por más de ocho mil quinientas personas.

Tanto lo que pasó con El diario de Agustín como el caso de Elena Varela –acusada de robar bancos y encarcelada mientras filmaba Newen Mapu Che, un documental sobre la represión a los mapuches rebelados ante las empresas forestales, acusaciones que hasta el día de hoy siguen en pie- dan cuenta de la indefensión de los audiovisualistas cuando cuestionan a sectores ricos y poderosos. Puede que tengamos democracia en lo formal, pero no todos somos iguales ante la ley.

6.- Se arrienda

"Cuando uno se topa con cintas tras cintas de gente poco honesta y sin mundo propio, las cosas empiezan a oler mal". Así se refería Alberto Fuguet a los cineastas "consentidos" del Festival de Rotterdam en una crónica publicada en noviembre en el Wikén. Lo sorprendente es que nadie sabía que estaba hablando de sí mismo. Porque los "rubios" de "izquierda", "ecológicos", "primer mundistas" de Rotterdam –como describió con desprecio a los curadores del certamen- eligieron su cortometraje 2 horas en la sección Spectrum. Parece absurdo, pero mientras atacaba furibundo la "moral" de ese festival, aconsejando de paso a no ver ciertas películas rotterdianas, mandaba su cinta para ser nominado. Sin embargo, su actitud no es novedad. Desde esa misma tribuna, el escritor se ha dedicado a pontificar sobre cómo debe ejercerse la crítica de cine (oficio del que está jubilado), y donde seguramente cometió los mismos "errores" que ahora denuncia escandalizado.

"Con esta columna, dudo que me inviten alguna vez", se quejaba. Pero lo invitaron. Seguramente, los holandeses no han renovado su suscripción a El Mercurio.

7.-Eddie ya no vive aquí

Paul Newman (1925-2008)

A diferencia de leyendas vivientes como la dupla decadente de Al Pacino y Robert De Niro, dos gigantes empeñados año tras año en empequeñecer su legado con filmes impresentables, Paul Newman tuvo una de las carreras más parejas del cine norteamericano. Puede que en su curriculum haya uno o más títulos prescindibles, pero no hay prácticamente ninguna película desechable. De hecho, su sola presencia hace interesantes todas sus películas. Más de 60 filmes y 4 cintas como director, Newman fue uno de los primeros actores que se formaron en el famoso "método" del Actor's Studio, encabezado por Lee Strasberg. Probablemente, su rol más emblemático fue el de Eddie Felson que protagonizó en dos oportunidades en The Hustler (1961) de Robert Rossen y en El color del dinero (1989) de Martin Scorsese. Si se puede resumir su carrera en esas películas, son las extraordinarias condiciones que tenía Newman para hacer hombres duros, pero sensibles, que enfrentaban sus dolores internos con una gran dosis de sobriedad. Personajes cuyo mayor enemigo eran ellos mismos. La verdad hoy no hay actores que tengan tantas virtudes como Newman y no es una exageración decir que con su muerte se acaba un ideal de profesionalismo que algunos de sus más "jóvenes" pares no han respetado (como el parcito citado más arriba). "No me siento ya capaz de trabajar con el nivel deseado. Cuando uno empieza a perder la memoria, la confianza, la capacidad de invención, es preferible detener todo" decía el 2007 después de personificar con su voz a Doc Hudson, un elegante automóvil animado de 1951, en la película Cars de Pixar, y cerrar su carrera cinematográfica.

Otros decesos lamentables del 2008 fueron las muertes del actor Heath Ledger (Batman, el caballero de la noche), uno de los candidatos fijos en la próxima entrega del Oscar, el director Sydney Pollack (Tootsie) –con una filmografía digna, pero irregular-, Dino Risi, el notable y prolífico realizador italiano (sobre 80 películas) que cuenta con al menos dos obras maestras: Il Sorpasso (1962) y Una vida difícil (1961), y la recordada actriz chilena Ana González, la Desideria, que actuara en varias comedias de José Bohr en los años '40, entre otros.


(1) En la suma total de estrenos se agregaron Welcome to New York, que se exhibió sólo durante tres días en una sola función en la Cineteca Nacional, y Cocalero –que tendrá próximamente un estreno comercial "formal"- que se exhibió durante tres semanas en un solo horario en la Cineteca. Hay que precisar que si bien la Cineteca no es considerada una sala de estrenos, la exhibición de ambas películas contó con críticas en distintos medios.

(2) De las 16 películas chilenas del 2007, 11 tuvieron estreno en salas comerciales y 5 en salas de cine arte (4 en el Alameda y 1 –El magnífico- en el Tobalaba). El 2008 el cine Tobalaba no tuvo ningún estreno chileno exclusivo.

Este artículo aún no tiene comentarios. Puedes ser el primero en comentar.

Buscador
Quiénes Somos | Contáctanos