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Oscar al Mejor Documental Cinco películas en pugna
Este 28 de febrero, la Academia de Hollywood no sólo entregará el galardón principal al mejor film del año, también escogerá los mejores largometrajes de la temporada en otras tres categorías: mejor animación, mejor película de habla no inglesa y mejor documental. Aquí repasamos a los nominados a mejor documental, la categoría más deslucida e ignorada de los Oscar.
(Foto: The Look of Silence)
Por Jorge Morales
Ver también: Del corto chileno que ganará el Oscar y otras sorpresas - El año del Oso
Desde hace varios años, cada vez más festivales internacionales han ido modificando las categorías en que compiten sus películas. Hoy es bastante común que un certamen cinematográfico no especializado no discrimine entre los films de ficción y los documentales en su sección oficial haciéndolos competir de igual a igual. De hecho, en la reciente entrega de los premios de la Berlinale, el Oso de Oro, el máximo galardón del festival alemán, se lo llevó el documental Fuocoammare, de Gianfranco Rosi.
Los Oscar, los premios más conservadores y políticamente correctos del mundo, no se complican con estas disquisiciones. Están llenos de segmentaciones y no sólo no bajan esas barreras, ni siquiera se las cuestionan. Por eso aún se mantienen inmutables varias divisiones dentro del universo de los largometrajes como mejor animación, mejor película de habla no inglesa y mejor documental. Mirándolo en perspectiva, es más que probable que esas distinciones hayan resultado beneficiosas para esas obras, que, por su propia naturaleza y la dinámica de estos premios, convertiría en una quimera la posibilidad de que alguna de ellas ganara una estatuilla en la categoría principal. De hecho, las animaciones, las películas no habladas en inglés y las cintas documentales, reglamentariamente, pueden ser nominadas y obtener el Oscar a mejor película. La historia dice, sin embargo, que en las excepcionalísimas ocasiones en que eso ocurrió, no triunfaron. En sus 87 años de vida, ni las tres cintas animadas que fueron nominadas (La bella y la bestia, Up! y Toy Story 3) ni los nueve films no hablados en inglés que fueron seleccionados (como Gritos y susurros, de Ingmar Bergman o Z, de Costa Gavras), han obtenido el máximo galardón. Pero en el caso de los documentales es peor: en ocho décadas, nunca han sido nominados. Quizás la razón sea pura aritmética empresarial. Los documentales son las películas que convocan menos trabajadores de la industria (como actores y actrices, sus figuras más emblemáticas y reconocidas), y difícilmente atraerán tanto público como una ficción. Sería una sorpresa que, premeditadamente, Hollywood escoja como su película más importante el film menos industrial.
Anuncio de los nominados a Mejor Documental 2016 |
Por el lado más práctico, los documentales son las películas menos conocidas por los miembros de la Academia. Ya sea porque tienen una distribución en EEUU notoriamente menor, o porque es un género que cuenta con muchísimos menos recursos para su divulgación y el conocimiento de sus eventuales electores. Porque recordemos que un Oscar no sólo es un símbolo de reputación o prestigio (una aseveración siempre cuestionada pero indiscutiblemente cierta), es, por sobre todo, un asunto de dinero. Si una película gana un Oscar, es probable que tenga mucha mejor prensa, más publicidad y mejor comercialización planetaria. Por lo tanto, ganará más plata. Pero para ganarla es imprescindible que gaste más en promocionarse y ahí es donde las arcas de los estudios de Hollywood no tienen límites frente a los recursos menesterosos que, en general, puede invertir un documental. Dicho de otro modo, si bien nadie tiene comprado el Oscar, algunos tienen mejor opción de "compra".
En síntesis, consciente o inconscientemente, esta categoría da un espaldarazo a una gran cantidad de películas que, por una u otra razón (dinero, exposición, potencial comercial, etc.), tienen mermadas sus posibilidades de ganar el cetro principal. Es lo que se conoce como una "discriminación positiva" o "acción afirmativa", esa entelequia inventada en EEUU y que es tan propia del estilo americano.
De Reinas abatidas e injusticias sinfín
Este año fueron nominados siete largometrajes documentales al Oscar. Curiosamente, dos de ellos (The Hunting Ground, de Kirby Dick, y Racing Extinction, de Louie Psihoyos), no postulan al mejor documental, sino que a la mejor canción del año en una película. Una rareza pero explicable considerando que Lady Gaga es una de las autoras e intérprete de Til It Happens To You, el tema por el que postula The Hunting Ground. En todo caso, se dice que la primera opción la tiene Writing's On The Wall (de Spectre, el último film de James Bond), una balada épica-íntima de Sam Smith, cargada de falsetes ridículos, que ya ganó un premio en la misma categoría en los Globos de oro.
Para el mejor documental del año, hay cinco películas en competencia, tres de ellas centradas en países marcados por la violencia –México (Cartel Land), Ucrania (Winter on Fire: Ukraine's Fight for Freedom) e Indonesia (The Look of Silence)-, y dos, sobre un par de legendarias y extraordinarias cantantes –Amy Winehouse (Amy) y Nina Simone en (What Happened, Miss Simone?)- que vieron truncadas sus carreras artísticas en la cima de su éxito.
Cartel Land |
Cartel Land, del norteamericano Matthew Heineman, muestra en paralelo a dos grupos de civiles armados que combaten al narcotráfico a uno y otro lado de la frontera de EEUU con México. Mientras en el lado mexicano, un movimiento de ciudadanos del Estado de Michoacán conocidos como los Autodefensas que, ante la ineficiencia (y posible complicidad) de las autoridades, deciden organizarse militarmente para atacar al cartel de Los Caballeros Templarios, en EEUU, un comando compuesto por algunos veteranos de guerra, persiguen a los narcotraficantes en la misma zona limítrofe, por lo que en la práctica funcionan como una segunda guardia fronteriza controlando el cruce de ilegales. Matthew Heineman explora las particularidades de cada agrupación, pero se centra especialmente en los Autodefensas, un ejército irregular que hace justicia por mano propia, y en su líder, José Manuel Mireles.
El principal problema de Cartel Land es que parte de una premisa equivocada. Intentar comparar a una organización popular con raíces en la comunidad que responde a una demanda legítima de seguridad (y que además va "liberando" territorios), con una pandilla de racistas cabeza de pistola que, de mutuo propio, se convierten en centinelas de un pequeño trecho deshabitado de una frontera de más de tres mil kilómetros, obliga a establecer equivalencias que rápidamente pierden sentido. Es como confrontar una guerrilla nacional con una turba de matones de barrio. Por eso, cada vez que aparecen estos vigilantes y las reflexiones de su cabecilla (de un humilde mesianismo, si cabe la contradicción), son largos e inútiles paréntesis para volver a la historia principal.
Heineman parece no comprender del todo la naturaleza de la crisis mexicana cuando se pierde en esos paralelismos, o también cuando presta atención a los líos de falda de Mireles (que pueden ser ilustrativos de su personalidad, pero una anécdota en el contexto general del conflicto) o acota tanto su mirada sobre los Autodefensas que parece ser el único estamento de poder real en esa zona de México.
Aun así, el documental tiene momentos estremecedores, rodados con convicción y riesgo por el realizador, como los apremios ilegítimos a los narcos detenidos, exhibidos sin muchos escrúpulos, y que develan que en una tierra donde la ley es letra muerta, son tan peligrosos los delincuentes que se burlan de ella como quienes se sienten con el derecho de hacerla cumplir.
Winter on Fire: Ukraine's Fight for Freedom |
Mucho más documentado, pero mucho menos inspirado es Winter on Fire: Ukraine's Fight for Freedom, del ruso Evgeny Afineevsky. Hay que decirlo: el conflicto suscitado en Ucrania, que tuvo como centro neurálgico Maidan, la plaza principal de Kiev, ya tuvo un documental excepcional, Maidan, dirigido por Sergei Loznitsa, y que es el reverso opuesto de esta película. Sin información suplementaria ni diálogos explicativos, sólo a través de planos fijos extraordinariamente expresivos, Loznitsa muestra la degradación progresiva de la que fuera una especie de festividad comunitaria por la libertad en la plaza Maidan, con sus liturgias, alegrías y canciones, hasta terminar convertida en una batalla campal, con su represión, nervio y muerte. Por el contrario, el documental de Afineevsky intenta ser un reportaje tan detallado del conflicto que hace burradas como ir mostrando los movimientos de las multitudes a través de los mapas de los calles como si fueran el avance de las tropas nazis o aliadas en la segunda guerra mundial, un cliché de los reportajes históricos-didácticos de televisión. Ocupando además imágenes registradas por los manifestantes, sumado al testimonio de los mismos en cámara, la película tiene algún interés para quien quiera seguir el desarrollo de la crisis ucraniana en el día a día, pero carece de valor cinematográfico. La ausencia de un punto de vista, la búsqueda del impacto (como la muerte de un activista en cámara) y la incapacidad para distinguir lo esencial de lo anecdótico, lo convierten en uno de los trabajos más ordenadamente desprolijos de los que compiten por el Oscar. Si Maidan es poesía, Winter on Fire... es un informe de auditoría. El afán descriptivo es una trampa sin salida porque cuando explicas tanto, desorientas más.
Para quienes sostengan que el sino trágico suele rondar la vida de un artista, los documentales Amy y What Happened, Miss Simone? son pruebas irrefutables. La muerte en medio del éxito como ocurrió con Amy Winehouse, o la decadencia y el autoexilio que sufrió Nina Simone, fue desencadenada, en uno u otro caso, por un espiral de excesos y violencia.
Aunque las dos películas son más o menos convencionales en su estructura, Amy, del inglés Asif Kapadia, aprovecha virtuosamente material doméstico –sobre todo cuando Amy Winehouse aún era una desconocida- para ir narrando su historia. Sin una voz en off que vaya estructurando al material, la película fluye mostrando su carrera artística y fragilidad emocional, expuesta y acrecentada por el abuso de drogas y alcohol. Mezclando entrevistas e imágenes de archivo, Amy desgrana de manera desgarradora cómo el éxito no sólo no es consustancial a la felicidad, tampoco te liberará de tus demonios internos ni te rescatará de malas elecciones. La misma conclusión se puede extrapolar de Nina Simone en What Happened, Miss Simone?, de la norteamericana Liz Garbus, pero su infortunio –maltratada permanentemente por su marido al igual que Amy Winehouse- no fue sólo conyugal, también influyó una esquizofrenia nunca medicada y las consecuencias por sus radicales posturas políticas. Nina Simone fue una emblemática y extremista militante por los derechos civiles, justificando la violencia como método de lucha. Aunque nunca participó directamente de alguna acción violenta, su agresivo discurso le fue cerrando los espacios para desarrollar su carrera artística. What Happened, Miss Simone? también combina testimonios y material de archivo (y la utilización de una especie de diario de vida como columna vertebral), pero interesa más por los giros que dio en su carrera o por su destacado papel político como cantante negra en una época de crisis racial particularmente turbulenta en EEUU, que por sus limitadas virtudes como obra cinematográfica.
What Happened, Miss Simone? / Amy |
Si bien es cierto que la selección del Oscar documental no es ninguna maravilla ni un completo desacierto, la participación de un film extraordinario como The Look of Silence, del norteamericano Joshua Oppenheimer, rompe completamente con la medianía de las obras nominadas y revela un mundo cinematográfico que los Oscar omiten o simplemente desconocen. De hecho, que dos de los nominados sean una producción de Netflix (What Happened, Miss Simone? y Winter on Fire: Ukraine's Fight for Freedom), más que demostrar el acierto de la señal de streaming, da cuenta de la flojera y estrechez de juicio de su comité seleccionador, que es probable que se deje llevar más por los temas de las cintas que por su tratamiento, decisión cebada, además, por la comodísima facilidad para conocer ese material desde el living de su casa.
Por eso, no está garantizado que The Look of Silence se lleve el premio, así como en 2013, The Act of Killing –el documental anterior de Oppenheimer con más de 40 premios internacionales y 50 nominaciones a distintos galardones- perdió el Oscar frente a la convencional, correcta, pero finalmente olvidable, Twenty Feet from Stardom, de Morgan Neville.
The Look of Silence |
The Look of Silence sigue la posta de The Act of Killing donde Oppenheimer descubría el imaginario brutal de los todavía celebrados, poderosos, impunes y arrogantes criminales militares indonesios que recuerdan o reinventan con falso orgullo la comisión de sus asesinatos (no hay negación más evidente del horror de un genocidio que hacer apología de ese exterminio). Ahora el cineasta norteamericano muestra a Ari, un familiar de una de las víctimas de la masacre indonesia, que quiere enfrentarse cara a cara con los asesinos de su hermano, no para exigir justicia, sino para encontrar una mínima señal de arrepentimiento. Sin embargo, es diferente vanagloriarse públicamente de una muerte en abstracto que hacerlo frente al hermano de un ajusticiado, por lo que Ari enfrenta reacciones adversas desde una siniestra intimidación por preguntar hasta la negativa más absoluta de lo que antes ya se había reconocido abierta y cándidamente. El convencimiento de Ari de cumplir el papel de entrevistador participante después de ver los detalles revelados por los asesinos sobre la muerte de su hermano en The Act of Killing, de su humildad y coraje frente a los victimarios (nunca el dicho "lo cortés no quita lo valiente" tuvo más sentido) y de su capacidad real de dar y recibir perdón (como aceptar las disculpas sinceras de la hija de un general que desconocía los detalles escabrosos del rol de su padre en esa carnicería), entregan a The Look of Silence una intimidad, una honestidad y una atmósfera apremiante de la que carecen el resto de los documentales nominados. Porque The Look of Silence estremece más mostrando la violencia verbal contenida en la amenaza encubierta de un todavía poderoso "héroe" indonesio, que los enfrentamientos a tiros contra los narcos en Cartel Land; porque a The Look of Silence le basta con los silencios y la retórica elegíaca de la aniquilación para aprehender la historia de Indonesia que conocer la detallada cronología de un hecho histórico como en Winter on Fire: Ukraine's Fight for Freedom; ni The Look of Silence busca "funar" o hacer un ajuste de cuentas con el pasado, como lo hace la hija de Nina Simone y productora de What Happened, Miss Simone?, en este híbrido homenaje donde condena subrepticiamente a su mamá por haberla abandonado por años cuando era niña.
Quizás los Oscar nunca incluirán un documental en sus listas de la mejor película del año, pero sería esperable que al menos escojan en su apartado especializado una terna más representativa del mejor cine documental, un género que ha mostrado desde hace muchos años más calidad, debate y diversidad que el cine de ficción.
LOS OTROS OSCAR: MEJOR ANIMACIÓN Y MEJOR PELÍCULA DE HABLA NO INGLESA |
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En las otras dos categorías de largometrajes que se escoge mejor película del año en su especialidad –Mejor animación y Mejor película de habla no inglesa- la suerte parece echada. En animación, por primera vez casi todos los títulos coquetean poco con el público infantil con la única excepción de Shaun, el cordero, de Mark Burton y Richard Starzak, otra divertida película stop motion de los estudios Aardman, los creadores de Wallace & Gromit.
Mientras Anomalisa, la presuntuosa animación de Charlie Kaufman y Duke Johnson que agota sus ideas sobre la incomunicación en media hora (y dura hora y media), esta derechamente dirigida a los adultos, Omoide no Mânî, del japonés Hiromasa Yonebayashi, es melodrama puro para (chicas) adolescentes. La última película de los estudios Ghibli no será una obra maestra de Hayao Miyazaki, pero es un ilustrativo ejemplo de la calidad emotiva y gráfica que imprimió la productora nipona en todos sus trabajos con su inevitable aura fantástica que, en este caso, recuerda a la romántica Portrat of Jennie (1948), de William Dieterle, aunque no se trate estrictamente de una historia de amor. Por otro lado, está O Menino e o Mundo, del brasileño Alê Abreu, un melancólico y llamativo trabajo de animación construido a través de distintos materiales (lápiz y papel, collage, found footage, etc.). Especie de arenga ecológica y crítica capitalista dirigida a adultos desencantados del sistema (quien no), O menino e o Mundo tiene varios ecos relacionados con Chile: la música está inspirada en canciones de protesta, en temas de Víctor Jara y Violeta Parra, que el director escuchaba de niño; y en una escena, en un noticiario de televisión, se ve una imagen familiar para todo espectador: Pinochet en traje de gala. Con toda justicia, sin embargo, el premio será para Intensamente (Inside Out), de Pete Docter y Ronnie Del Carmen, una cinta extraordinaria sobre las confusiones y conflictos de la adolescencia, especial para padres primerizos. En películas de habla no inglesa, el premio debiese recaer en Saul fia (Hijo de Saúl) del húngaro László Nemes, que ya ganó un Globo de Oro. Un film sobre el Holocausto hecho con convicción maniquea en lo moral y en lo formal, con un encuadre cuadrado y una cámara en mano jugando al desenfoque, o sea, donde la exposición del horror no tiene como fin mostrar el horror sino que engolosinarse con la exposición misma. En otras palabras, otro esteta de la crueldad. Otra cinta con buenas posibilidades para ganar el Oscar es El abrazo de la serpiente, del colombiano Ciro Guerra, una impresionante (lindando con lo pomposo) dramatización de otro exterminio: la de las tribus amazónicas desaparecidaas de las que apenas se tiene un registro documental. Una película que podría resultar más interesante como un simple film de aventuras –aunque le falta aventura- que cuando pretende ser una solemne versión latinoamericana de Apocalipsis Now (tiene una secuencia inspirada claramente en el film de Coppola) o Aguirre, la ira de Dios, de Werner Herzog, pero sin la convincente dosis de delirio de esas grandes películas. A Krigen, del danés Tobias Lindhol, le pesa demasiado tener un argumento ya manoseado por el cine norteamericano: las decisiones éticas en pleno combate de guerra. Un film sobrio, de tono menor, que cojea en su montaje paralelo del protagonista en Afganistán y el pobre retrato de su familia que lo espera en Dinamarca, sumado a un raro y opaco desenlace. Theeb, del jordano Naji Abu Nowar, sobre un niño que debe convivir y viajar por el desierto de Jordania con el asesino de su hermano, tiene un largo prólogo de film de aventuras, pero sacrifica su impulso inicial para reconvertirse en una historia íntima de venganza. No es que sean dos películas, pero deja rebotando –y extrañando- el film que pudo ser: una road movie épica frente a esta modesta pieza de cámara en escenario monumental.
Finalmente, Mustang, de la turca Deniz Gamze Ergüven, un luminoso film sobre una familia turca de simpatiquísimas y lindas adolescentes que deben vivir bajo el yugo de una conservadora abuela, y sobre todo bajo la sombra de un tío dogmático y abusador (incluso sexualmente como se insinúa en un par de escenas), pero que no se dejan dominar interiormente. Tiene tanto encanto que se le perdonan algunas inverosimilitudes y lugares comunes (como el escape final). Es la más libre en su forma y fondo, por lo tanto, la candidata clásica a ser ninguneada por la Academia que seguro se dejará seducir por la solemnidad de los temas importantes como los genocidios. |
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