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Terminó la primera vuelta de las elecciones presidenciales. No hubo ganador(a), pero en menos de dos semanas sabremos quién es la nueva presidenta de Chile. Tras estos meses de campaña se acumularon una serie de apuntes curiosos relacionados con el cine y los postulantes a La Moneda. Este es un popurrí de esos datos, análisis de las franjas electorales, los gustos cinematográficos de los candidatos, las preferencias políticas de nuestros cineastas y la reseña del pequeño gran escándalo del más mediocre de los realizadores chilenos.

Por Jorge Morales

1.-Franco Parisi: El sueño del porche propio o el caballero de la noche desciende

Tras el cuarto lugar en las elecciones presidenciales, la figuración del economista Franco Parisi en el horizonte político chileno (o al menos la posibilidad de seguir en la retina de sus simpatizantes) estará determinada si sigue apareciendo permanente o intermitentemente en televisión. Porque su electorado, que se fue construyendo justamente gracias a su carisma mediático, ya no tendrá dónde ni cómo canalizar esa lealtad tras estas elecciones si no es a través de la tele. Aunque siempre es posible que reniegue de sus propias prerrogativas, el perfil de su candidatura presidencial fue la de un "profesor" alejado de las estructuras partidarias. Por lo tanto, si se le ocurriera crear un partido, impugnaría su naturaleza y su propio capital electoral. Al igual que Marco Enríquez-Ominami (ME-O) –que sintonizó con el descontento hacia la Concertación el 2009, y ahora sufrió los altibajos naturales de una postulación que ofrecía menos sorpresa que en la ocasión anterior-, su oferta sólo es funcional en una elección, y si Parisi quiere continuar en vitrina como eterno postulante (que parece será el camino de ME-O), necesitará algo más que un pizarrón en un programa de trasnoche.

Y es que Parisi se ve a sí mismo (o para ser más preciso, quiere que lo vean) como un ciudadano común y corriente que tras haber logrado el éxito emprendió una carrera presidencial para emparejar la cancha y que no sólo la gente de apellidos vinosos o los herederos sanguíneos de los caciques políticos –según reza su discurso- tengan la posibilidad de aspirar a los círculos de poder. Parisi quiere además que los beneficios del capitalismo no sólo se queden entre los grandes empresarios y los que astutamente le ganaron al sistema (como él) sino que se reparta entre todos los chilenos. Que ya nadie sacrifique su vida sólo por el sueño de la casa propia sino que tenga una ilusión aún más ambiciosa como ser, por ejemplo, el flamante propietario de un porsche. O sea, el arribismo convertido en ideología.

Por eso es sintomático que sus gustos cinematográficos estén tan relacionados con personajes que triunfaron, se enriquecieron y gozan del sistema capitalista, pero que al mismo tiempo son justos y buenas personas.

Batman y Ironman: los superhéroes millonarios favoritos de Parisi

En la revista El Semanal de La Tercera, en la sección Mi otro yo –donde el invitado de la semana elige un personaje del que siente cercano-, Parisi escogió a Batman ("pero sin Robin", precisó). Como se sabe, Batman tanto en el comic como en el cine, no sólo es un superhéroe, es también en su vida diaria un pobre mortal… o más bien un riquísimo mortal. Bruce Wayne (o Bruno Díaz como se le conoció en Latinoamérica) es un millonario filántropo y es justamente gracias a su dinero e ingenio que tiene algún superpoder ya que no está bendecido de ningún don extraordinario. Es decir, es un privilegiado, pero con un profundo drama personal –sus padres fueron asesinados- y ya sea por venganza o por identificarse con el sufrimiento de las víctimas, defiende a Ciudad Gótica no de ladrones de medio pelo sino de grandes y sofisticados criminales como El Pingüino, por cierto, un mafioso con aspecto de ricachón. Parisi quiere igualmente ser el contendor de otros grandes ricachones: los Luksic, Matte y compañía, a su entender, los nuevos archivillanos. En la misma sección de ese suplemento, el día de las elecciones se repitió el ejercicio con todos los candidatos presidenciales, y Parisi, curiosamente, volvió a escoger como su "otro yo" a un superhéroe de idéntica estirpe: Iron Man. Tony Stark es también un millonario y genio científico cuya fortuna –amasada gracias a la venta de armas (es reconocido y famoso como empresario armamentista)- le ha servido para desarrollar tecnología de punta, la misma que ocupa para hacerse su traje de Iron Man. Pero a diferencia del oscuro y perturbado Bruno Díaz, al menos en su versión cinematográfica, Stark es un gozador, un dandy, un bonvivant, que gusta del lujo, las mujeres guapas y los autos último modelo. Seguro que tenía un porsche.

Como Rocky: Así se sentía Parisi tras las denuncias de Matthei

Siguiendo la misma matriz, algún tiempo atrás, cuando debió enfrentar las denuncias de Evelyn Matthei (las millonarias deudas previsionales a profesores de un colegio que el economista administró), Parisi se comparó con otro futuro magnate del cine dentro y fuera de la pantalla, Rocky: "esto es como Rocky: nos están dando duro, pero el round final será el 17 de noviembre, cuando pasemos a segunda vuelta". En la primera cinta de la saga homónima, estrenada en 1976, escrita y protagonizada por Sylvester Stallone, Rocky es un boxeador de baja estofa que circunstancialmente tiene la oportunidad de enfrentar a un campeón mundial. Es decir, un don nadie sin curriculum en el mundo del boxeo que en una sola jornada puede alcanzar la cima. Una situación semejante a una elección presidencial donde casi cualquiera puede presentarse y vencer a los políticos de carrera. Lo que Parisi "parece" olvidar, es que Rocky no ganó la pelea, al menos no oficialmente. Rocky pierde (injustamente, pero pierde por puntos) frente a Apollo Creed, un pugilista arrogante que llega al ring disfrazado como el primer presidente de EEUU, George Washington, tirando monedas al público.

Digo "parece" porque en su franja televisiva, Parisi utilizó una analogía similar a Rocky: la historia de William J. Bryan. Es bastante sorprendente que un candidato chileno utilice el caso de un desconocido candidato demócrata norteamericano a la presidencia de hace más de 100 años para ilustrar su situación electoral. Según se decía en la franja de Parisi –con ilustraciones escolares y las explicaciones de los cerebros de su campaña (Dino Villegas y Patricio Mery)-, Bryan luchaba contra los monopolios de los grandes empresarios (John D. Rockefeller, J.P. Morgan y Andrew Carnegie) en los EEUU de fines del siglo XIX, y por esa razón se coludieron para apoyar al candidato republicano, William McKinley. Más allá de las simplificaciones evidentes que significa comparar al EEUU de 1896 al Chile de 2013, el dato que omite la novelada caricatura de Parisi, es que Bryan –como Rocky- perdió la pelea: fue derrotado en las urnas por McKinley. No sólo eso, Bryan perdió las dos elecciones posteriores en que se presentó. En consecuencia, ¿la apuesta de Parisi era lograr sólo un triunfo moral?

Un adolescente Tom Cruise en Risky Business (1983)

En cualquier caso, su precaria franja electoral jugó en un terreno pedregoso: que su candidato es a fin de cuentas un hombre sin ninguna cualidad excepcional, que se relaciona con la gente de un modo tan horizontal que se parece a cualquiera de nosotros. Es decir, sin la estatura de un estadista sino más bien de un amigo canchero y astuto que algo sabe de lo que habla. De hecho, que el porsche haya quedado como el símbolo más trascendente de su franja (y de su campaña), aportó más al folklore electoral (como los pollitos de Fra-Fra) que a su futuro político.

Por cierto, el "sueño del porsche propio" tiene un origen cinematográfico. Dice Parisi que una de sus películas favoritas es Risky Business, de Paul Brickman (1983), una comedia sobre un estudiante secundario ad portas de entrar a la universidad (un jovencísimo Tom Cruise en el rol que lo lanzó a la fama) que organiza un negocio prostibulario para poder pagar el porsche de su padre que accidentalmente hundió en un lago. Curiosamente, entre una y otra vuelta de tuerca, es este "negocio riesgoso" el que le permite entrar a la universidad. Todo un arquetipo del "emprendedor".

2.-Las Franjas

-Michelle Bachelet: La fortaleza de la frialdad

Desde mi auto: Bachelet pensando en el futuro de Chile o durmiendo con los ojos abiertos después de un largo vuelo desde Nueva York

Michelle Bachelet debió ser la candidata más medida en palabras, más ambigua en definiciones y más empática en temperamento. No estoy diciendo nada nuevo, pero si uno desconociera estas mezquindades (premeditadas) y atributos (naturales) de la candidata de la Nueva Mayoría, bastaría haber visto la franja electoral donde se refleja cada uno de estos elementos. La estrategia política tuvo un correlato audiovisual en perfecta simetría. Bachelet es como una esponja: chupa todas las ideas que circulan en el aire, pero las estruja hasta dejar sólo los residuos. Sus vergonzosos e improvisados escamoteos ("paso" o "no está en mi programa") fueron transformados en una elegante, pero insoportablemente higienizada campaña televisiva tan imprecisa y evasiva como las declaraciones de la abanderada. Al principio, en la franja, Bachelet brillaba por su ausencia. Aparecía fragmentada, de espaldas, en escorzos, sin mover los labios, deambulando en automóvil, dejando que otra gente hablara por ella (como ocurrió en la realidad con sus múltiples voceros oficiales y no oficiales) y sus reflexiones en off como si fuese una presencia omnipresente; una voz que movilizaba a las personas como los ratones seducidos por el flautista de Hamelín (en uno de los spots, la gente se detiene en la calle como si escuchara hechizado ese llamado de la selva). Con el paso de los días, la propaganda le quitó su aura de monárquica divinidad: Bachelet moviéndose, gesticulando, hablando. Casi humana. Y el discurso, más directo, más específico (aunque pletórico de ambigüedades como corresponde) y más pragmático de acuerdo a la coyuntura: convocar a votar, ganar en primera vuelta. Pero el glacial y cuidado look (sobrio y opulento a la vez) era demasiado publicitario, al punto que parecía la propaganda encubierta de una gran casa comercial. Con el actor Benjamín Vicuña, sólo faltó el logo de su multitienda en una esquina de la pantalla para que se consumara el duplicado.

-Evelyn Matthei: Fiesta falsa

Franja de Evelyn Matthei: ¿Por qué tanta euforia?

La franja de Evelyn Matthei fue como el montaje del ex ministro y actual diputado electo Felipe Kast y el "mendigo" para la ENADE 2010: un actor disfrazado de "pobre" se colaba en la reunión de empresarios para concientizarlos sobre la miseria. Todo se veía falso. Desde la música pachanguera – ¿había realmente tanto entusiasmo?- hasta sus fans del "mundo popular" que la rodeaban, que hayan sido reales, pagados o acarreados, su puesta en escena parecía –valga la redundancia- una puesta en escena. De hecho, el uso del making of (en la franja mostraban como los personajes elegidos repetían una y otra vez afirmaciones sobre Matthei para escoger la definitiva) más que aportar simpatía y frescura, desnudaban el esqueleto de la producción y la teatralidad de los testimonios. Tampoco parecía serio la majadera insistencia sobre su perfil confrontacional o darle al hecho de ser garabatera el carácter de virtud o chilenidad. Era tan poco convincente como las continuas afirmaciones de sus colaboradores (o de ella misma) de qué es "fiscalizadora" o una de las primeras defensoras de los DDHH de su sector, méritos rebatibles y, en cualquier caso, cualidades que nadie podría destacar como determinantes para explicar quién es Evelyn Matthei.

El problema de la franja es que trató de reinventar a Matthei, sacando a la luz sus supuestas ventajas comparativas, pero el nivel de conocimiento que existe sobre ella es demasiado grande. Digámoslo de otra manera: nadie nos va a convencer que Matthei es simbólicamente la defensora de los derechos de los trabajadores sólo porque lo repita mil veces cuando es la candidata de un sector que se caracteriza históricamente por lo contrario. Sin embargo, se trató de un error conceptual que cruzó la campaña más allá de su franja televisiva. Y en ese sentido, la televisión fue sólo una caja de resonancia. No basta que Matthei diga "me da una rabia" para sentir que su indignación por ciertas injusticias es real. Por el contrario, la sobreactuación manifiesta de la abanderada oficialista, posiblemente se apreció más en el formato publicitario porque tiende a engrandecer y concentrar los atributos y defectos sobre todo cuando se quiere pasar gato por liebre. La campaña de Matthei reflejó (y aún refleja) una inestabilidad tan clara de principios e ideas, al punto que ahora cuando la caza de votos es indispensable para lograr al menos un digno segundo lugar en segunda vuelta, parece decidida a vender su alma al Diablo… o a Dios, como su repentina elección de La Biblia como libro de cabecera. Porque las incoherencias y odiosidades –nunca un candidato había sido tan saboteado por su propio sector como los continuos gustitos que se han dado maltratando a Matthei- la tienen convertida en Elizabeth Bennet, su personaje literario favorito y por extensión cinematográfico (la heroína de Orgullo y prejuicio): una chica liberal que se la pasa sufriendo por el amor de un tipo conservador, vanidoso y clasista.

-Marco Enríquez-Ominami: Happy Birthday, Mr. President

Por lejos, fue la campaña más sólida. Y si son ciertos los rumores de que Marco Énriquez-Ominami editaba la franja por las noches, se trataría del mayor éxito profesional –en términos creativos- del candidato como cineasta. La idea de la campaña fue extraordinariamente simple: ME-O explicaba los elementos esenciales de su programa con solidez y convicción, directo a cámara y sin artificio. Con un libreto que apelaba a ilustrar sus ideas con ejemplos claros, énfasis precisos y frases fáciles de retener. ME-O hacía un diagnóstico y entregaba más que una solución específica, ponía voluntad y compromiso.

Cero improvisación, todo perfectamente estudiado. Su apariencia, su dicción, la estética hiper luminosa (a diferencia de la franja metálica y claro oscura de Bachelet), ME-O se mostró como el chico inteligente, joven, empático, serio, progresista, lleno de contradicciones positivas ("revolucionario" y empresario exitoso), con una familia ideal, con esposa e hijos lindos; un Kennedy.

ME-O rogando porque lo escuchen.

Pero a diferencia del desaparecido presidente norteamericano, su soporte partidario no parecía sólido, y los resultados de las elecciones, así lo demostraron (más allá de las injusticias del sistema electoral). Las dos pequeñas agrupaciones políticas que lo respaldaban, incluso proyectaban en la franja lo contrario de lo que quieren representar: el (joven y desconocido) Partido Liberal tiene aspecto de conservador, y el (débil) Partido Progresista (PRO) –una agrupación hecha tan a la medida de ME-O que pareciera no tener ningún futuro sin él- no parece una entidad seria. Para ejemplo, un botón: el economista Rafael Garay, candidato a diputado por el PRO, se vendía como uno (más) de los defensores contra los abusos desplegando una rutina karateca contra unos sujetos disfrazados como agentes de Matrix.

Y es que el grupo de figuras públicas que rodeaban a ME-O tampoco eran precisamente personas de la primera línea en ninguno de los ámbitos que representaban (con la excepción del escritor Rafael Gumucio, que es su primo), pero cumplieron un objetivo: que la candidatura no pareciera una aventura personal y mostrará algún tipo de arrastre. De hecho, el éxito electoral de la actriz Marisela Santibáñez (que obtuvo primera mayoría en su distrito, pero quedó fuera por el binominal) fue sorprendente siendo que su figuración pública se debe a tres de las manifestaciones culturales más fastidiosas de esta época: los reality shows, los hinchas de fútbol y los programas de farándula. Justamente los peores spots de la franja contenían esa falsa emoción hiperdramatizada de matinal televisivo: Marisela Santibáñez hablaba de la salud pública con Karen Dogenveiller, pero en el fondo era para revivir en cámara su drama personal (la pérdida de su hija por cáncer) y ser consolada por la animadora; la guapa hijastra de ME-O decía que votaría por su padre (era que no) flanqueada por su hermana menor, pero con la irritante entonación de adolescente ABC1; el concejal de Providencia, vocero de Movimiento de Liberación Homosexual (Movilh), y suerte de guardaespaldas de ME-O (no había foto donde no apareciera a su lado), Jaime Parada, recordaba la muerte de Daniel Zamudio en el lugar del crimen… un detalle de muy mal gusto que suena peligrosamente a un aprovechamiento político de aquella tragedia.

La debilidad principal de ME-O es que de díscolo pasó a ser demasiado disciplinado, demasiado correcto, sin una gota de desparpajo u osadía. En la franja pedía permiso para decir lo que pensaba, para hacerse escuchar y hasta para ofender a su adversario. ME-O quedó convertido en un arquetipo del candidato presidencial. Es como el departamento piloto de un edificio nuevo: es "perfecto", pero nadie vive allí.

-Marcel Claude: That's 70 show

La franja de Marcel Claude era como el cancionero que entona desafinadamente el candidato: anticuada. Y tenía su carácter: irascible y nada empática. Una curiosidad considerando que los candidatos anteriores del Partido Humanista –el principal referente de la coalición Todos a la Moneda- eran las "mascotas" de las elecciones: relajados, buenazos y amigables. Con Claude, se ganó mayor visibilidad electoral, pero se avinagró la fiesta, y el pedestal "buena onda" lo recogió el candidato ecologista Alfredo Sfeir. Así la franja se alineó con el imaginario alegórico y cultural de la izquierda más militante (y ahora huérfana por la "amistad con ventaja" del Partido Comunista con la Concertación en la Nueva Mayoría), asumiendo sin complejos su narrativa y plástica panfletaria: mucha consigna y poco rigor estético.

Paradojalmente, el mayor esfuerzo de sus creativos tuvo el peor resultado "artístico": el especial de Halloween. Una animación exhibida el día de la conmemoración de esta fiesta transnacional (una sutil contradicción) donde aparecen Jaime Guzmán, Augusto Pinochet, Ricardo Lagos, Camilo Escalona, Pablo Longueira, Andrés Zaldívar, Jovino Novoa, Andrónico Luksic, Horst Paulmann, Roberto Angelini y Guido Girardi transformados en zombies. "Los monstruos que devoran el país", decía la canción de su banda sonora. Más allá del reduccionismo de la historia política del país, de las gruesas generalizaciones para establecer vínculos entre empresarios y políticos de la dos principales coaliciones, e incluso aceptando que algunos de estos hechos y juicios son certeros e indiscutibles, el resultado fue lamentable, feo, sin sentido del humor y de una precariedad formal vergonzosa. En general, se trató de una franja que proyectó más rabia que esperanza o que cualquier otra cosa.

-Roxana Miranda: La pequeña lucha de clases

La animación basada en el discurso de Tommy Douglas

Si un logro tuvo Roxana Miranda tras estas elecciones es haber logrado poner atención a un sector social que siempre ha estado postergado en su representación pública. Decir "yo no represento al pueblo, soy el pueblo" no era una afirmación retórica. Todos los candidatos presidenciales pueden sensibilizarse –real o falsamente- frente la pobreza e incluso sentirse llamados a ser los conductores del pueblo, pero todos sabemos que ellos no viven ni las precariedades ni las injusticias que denuncian. Roxana Miranda, sí. Por eso ella no fue la voz de los sin voz, fue la representante simbólica de un pueblo que quiere sacar la voz. Y digo simbólicamente porque no basta ser pobre o haber vivido las iniquidades del sistema para arrogarse el derecho de encabezar a esa clase social. De hecho, la votación que logró en estas elecciones indicó que su liderazgo entre los pobres es irrisorio.

Curiosamente, su campaña televisiva resultó mucho menos ácida que su ansiosa e hiperventilada personalidad. Fue modesta, sin muchos hallazgos formales, pero correcta. Ilustrando nuestras históricas desigualdades, tuvo algunos episodios visualmente atractivos y nada inocuos. Claro, también estuvo llena de slogans irreflexivos y grandes promesas, que en un escenario electoral tan definido, no era necesario profundizar. Porque es seguro que el discurso de Roxana Miranda es mucho más respetado, apreciado, e incluso votado, en la medida que no tenga posibilidades de triunfo porque a nadie le preocupa si cuenta o no con la capacidad de implementarlo. Al final, a Roxana Miranda se le votó porque se quería apoyar un cambio del modelo más que porque se tuviera la esperanza que se convertiría en presidenta.

La franja electoral tuvo pasajes lamentables (como el capítulo de la pichanga: en un partido de fútbol, Roxana Miranda y su equipo se enfrentaban a un combinado de políticos y empresarios) y aciertos interesantes, como su visita simulada de paciente a un consultorio (¿qué otro candidato podría hacer creíble esa diligencia?) o la analogía de nuestra democracia con una sociedad de gatos y ratones: los ratones votan por los gatos, hasta que descubren que ellos deberían votar por sí mismos. El segmento, notablemente animado (al igual que otras destacadas animaciones de la franja), se inspiró en una historia escrita por el líder socialdemócrata canadiense, Clarence Gillis, pero que fue popularizada por el discurso de Tommy Douglas, otro líder socialdemócrata, en su campaña electoral de 1944. El argumento ha tenido numerosas adaptaciones, donde se destaca el corto de 1992 de un sindicato canadiense, la United Food and Commercial Workers, introducido por el nieto de Tommy Douglas, el actor Kiefer Sutherland, protagonista de Generación perdida, y de la serie de televisión 24.

-Alfredo Sfeir: El Principito

Sfeir y Gandalf contra los transgénicos

David Albala, que fuera el director de Perspecplejia, un documental sobre la discapacidad que cuenta en parte su propio proceso de rehabilitación (el realizador fue atropellado por un auto y quedó parapléjico), dirigió la franja de Alfredo Sfeir. Quizás su experiencia como documentalista puede explicar la mejor virtud de la franja: fue la única de todas las campañas televisivas que mostró a su candidato dialogando de verdad con distintas comunidades, explicando su programa, y no grupos embelesados aprobando con su cabeza cada bobería que diga el abanderado de turno que se les ponga por delante. Se vio un esfuerzo más importante por explicar el cambio de paradigma que quiere establecer Sfeir (una sociedad sustentable) que hacer proselitismo político electoral.

Teniendo conciencia de que era muy difícil ser competitivos en estas elecciones, se privilegió, entonces, aprovechar esta tribuna privilegiada para ubicar sus ideas en el escenario político. Sin embargo, el problema es que Sfeir fue tratado como a un monje al que se le escuchan los consejos, pero que no se le toma demasiado en serio. Con ideas iluminadoras, pero tan inocente e inofensivo como El Principito, su personaje predilecto. De hecho, su misma vestimenta y su trenza, que generaron todo tipo de amables burlas en las redes sociales (comparándolo con Gandalf, el brujo personificado por Ian MacKellen en la versión cinematográfica de El Señor de los Anillos), tuvo que ser tratada en un capítulo de la franja (donde actuaba el mismo Albala, por cierto), haciéndose cargo que esos aspectos podían opacar el fondo de sus planteamientos. Según Sfeir, estos detalles estéticos estructuran su identidad. En realidad, habría que decir que reflejan más bien su ego y snobismo: Sfeir se manda a hacer sus trajes con un sastre y su trenza la arma una peluquera. Y eso se llama vanidad, aquí y en el asteroide B612.

-Ricardo Israel: El mantra

Ricardo Israel representa a un sector que, aparte de su discurso regionalista, no parece tener ninguna otra idea que lo distinga de la derecha más conservadora donde seguramente puede ubicarse con toda comodidad. No hay que olvidar que el Partido Regionalista Independiente (PRI) nació tras la salida de Adolfo Zaldívar de la Democracia Cristiana, quién luego fichó como embajador en Argentina de Piñera, pero que estrictamente el partido nunca fue de manera oficial parte del gobierno, aunque su afinidad es casi completa tras la salida de sus dos únicas personalidades reconocibles: los diputados Alejandra Sepúlveda y Pedro Araya.

El tema del regionalismo se repitió en la franja del PRI como un mantra, tanto que el jingle presidencial lo único que decía precisamente era "Regionalismo", con un remate no menos minimalista: "Con Ricardo". En general, la campaña no fue mucho más creativa que eso y aunque apostó por el humor –en un capítulo el mismo Israel parodiaba las franjas de Bachelet y Parisi en una de las sobreactuaciones más vergonzosas de un candidato presidencial- se esfumará rápidamente en la memoria.

-Tomás Jocelyn-Holt: Yo-Yo Man

Fue la candidatura más rara, solitaria e inexplicable de estas elecciones. Su cierre de campaña, en pleno Paseo Ahumada de Santiago, incluía el lanzamiento de los mil "globos de los deseos", pero la prensa dijo que los balones no superaron la centena. Por otro lado, Carabineros tuvo la difícil tarea de entregar las cifras oficiales de la convocatoria: no contabilizaron más de 50 manifestantes.

Jocelyn-Holt se mostró siempre solo. En sus apariciones públicas y en su franja. Tanto que en una pequeña reseña biográfica que se hizo de él en el debut de la campaña televisiva, donde aparecía en una foto de juventud junto a Carmen Gloria Quintana (la otrora estudiante que fuera quemada por una patrulla militar en dictadura), ella misma, molesta por el uso de su imagen, precisó en una carta a El Mercurio que votaría por Michelle Bachelet.

El solitario Jocelyn-Holt

En apariencia, Jocelyn-Holt estaba convencido que no necesitaba el apoyo de nadie, confiado que frente al escenario impredecible que envolvía el voto voluntario, misteriosamente, multitudes silenciosas, conmovidas por su elocuencia, abandonarían su letargo y saldrían rumbo a las urnas para votarlo. Como repitió en más de una entrevista, según su peculiar análisis de la psicología electoral, los chilenos votarían por quien se mostrara más vulnerable. Que Jocelyn-Holt fue el candidato más vulnerable, no cabe ninguna duda, pero sus fantásticas premoniciones no pudieron estar más equivocadas: apenas alcanzó los 12.636 votos (0,16%) y ni siquiera votaron por él las más de 42 mil personas que firmaron para que pudiera ser candidato presidencial (firmas que por lo demás están siendo cuestionadas en estos días).

Los spots de la campaña fueron preparados por Daniel Hoppmann –cuyos créditos como director incluyen la grabación del matrimonio de Jocelyn-Holt con su mujer- mostraron fundamentalmente al postulante a La Moneda conversando coloquial e íntimamente con un puñado de personas, frente a frente, uno a uno. Una intimidad algo impostada y de la que nunca quedó completamente establecido su propósito. Parecía que el ex diputado DC trataba a través de esas entrevistas hacer un diagnóstico del país, y establecer un marco moral para observarlo. De alguna manera, Jocelyn-Holt quería hacer sentir que se podía confiar en él. Una confianza ciega porque nunca dio elementos diferenciadores (al menos en la campaña televisiva) ni fundamentos en que basar esa confianza. Pero al parecer estaba seguro de que su "magnética" personalidad proyectaba tanta autenticidad y cercanía que el electorado no tendría otra alternativa que reconocer en él al elegido. Una ridícula e inocente arrogancia. El lema de campaña "Por un Chile Joven" era contradictorio en todas las acepciones posibles con su aire de viejo chico o de aristócrata pechoño caído en desgracia. Es un hecho que no basta ocupar whatsapp o andar en bicicleta para ser o parecer joven. Jocelyn-Holts era más bien el candidato de los "lolos" en el sentido más anacrónico y paternalista de la palabra.

Según Jocelyn-Holt su alter ego es Forrest Gump, el protagonista de la película homónima. Gump es un sujeto que estando lleno de limitaciones (o vulnerabilidades) es capaz de romper el molde, superar las adversidades y triunfar. Pero al mismo tiempo, es tan inocente que no se da cuenta cómo inadvertidamente va superando etapas. La película es una elegía paródica al esfuerzo personal, pero que se vendió como un tratado de filosofía popular. Nada más lejos del cálculo frío y la verborrea críptica de Jocelyn-Holt que piensa cada paso que da (aunque se equivoque y tropiece física e intelectualmente una y otra vez). Forrest Gump es limítrofe, pero Jocelyn-Holt parece en realidad un maníaco depresivo con delirios de grandeza. Si perdió (y cómo perdió), para él el problema no es suyo, es del resto que no supo apreciarlo o que conspiraron en su contra. Jocelyn-Holt no tiene nada de instintivo, es puro cerebro. Es más parecido a Charles Foster Kane, el protagonista de El ciudadano Kane, un magnate de la prensa que si la realidad del mundo no lo satisfacía, la reinventaba hasta que se asemejara a su imaginario. Jocelyn-Holt no tiene ni el capital de Kane ni su seductora presencia personal, sólo la ambición. Es un poderoso sin poder, un rey sin reino, un emperador sin imperio. No es raro que haya sacado a relucir sus nobles ancestros de la política chilena como si él estuviera predestinado a ser parte de ese linaje. Pero esta trastabillada candidatura presidencial tiene más visos de un ser un tragicómico final que un brillante debut.

3.-Directores y elecciones: Ya no basta con filmar

La participación en estas elecciones de los cineastas fue especialmente significativa. Partiendo por la franja de Alfredo Sfeir, dirigida por David Albala (que ya comenté), hasta los desafortunadas observaciones clasistas de Nicolás López (que desarrollaré más abajo).

Nicolás Acuña, Gerardo Cáceres, Alvaro Covacevich, Tatiana Gaviola, Pablo Larraín, Miguel Littin, Pablo Perelman, Alicia Scherson, entre otros, se reunieron con Michelle Bachelet para manifestarle su apoyo. La reunión fue bastante singular porque si bien en el pasado varios cineastas han apoyado profesionalmente a la Concertación (como colaboradores de su franja electoral), hasta ahora no se habían manifestado tan abiertamente como simpatizantes de Bachelet, exhibiendo está lealtad más como miembros de una organización gremial (la Asociación de Directores y Guionistas de Chile – ADG) que como votantes individuales.

Cineastas y guionistas con Bachelet

Del grupo destacó la presencia de Pablo Larraín, por los motivos de siempre: su padre es un señero senador derechista y la prensa suele poner un velo de sospecha de cuán honesta es su sensibilidad ideológica. Como siempre también, en la conferencia de prensa posterior, al director de Tony Manero le costó una enormidad explicar esa "independencia", atribulándose tanto frente a las preguntas, que sus convicciones políticas parecen menos convincentes que su necesidad de diferenciarse de la posición de su familia. En todo caso, más allá de sus lazos sanguíneos y sus pruebas de blancura (que convengamos que a esta altura resultan majaderas), lo verdaderamente llamativo de que Larraín llamara a votar por Bachelet, es que si hay una cinta crítica y ácida sobre la Concertación fue No. La película fue un aguafiestas anticipado de los 25 años del plebiscito, y es raro que sólo un año después de su estreno su director esté encabezando el espaldarazo fotográfico de los cineastas bacheletistas. Pero digamos que Larraín es tan pragmático como el diputado electo Giorgio Jackson: después de muchos dimes y diretes y una "relación" tormentosa con la Nueva Mayoría, a la hora de los quiubos, terminó alineándose con los ganadores. Por cierto, Pablo Larraín fue el autor de la diminuta franja televisiva de Jackson. ¿Qué se puede decir de un spot de cuatro segundos? Nada memorable en este caso, excepto, que la difusión de su participación pareció más importante que la propaganda propiamente tal. A esta altura, Jackson es el más regaloneado de los ex dirigentes estudiantiles que postularon al Congreso. Protegido por sus antiguos adversarios de la Nueva Mayoría, idolatrado por actores y directores, y perseguido paso a paso por la cámara de Christopher Murray (Manuel de Ribera) que prepara un documental sobre él en el futuro.

Lo que dicta el corazón: Nicolás López

Aparte de la manifestación pública de adhesión de los directores y guionistas a Bachelet, del apoyo que Cristián Galaz (El chacotero sentimental) dio a Marco Enríquez-Ominami –con testimonio incluido en su franja (donde excéntricamente se detallaban en créditos los premios que recibió en su carrera cinematográfica)-, la participación más destacada (y nefasta) de los cineastas en el transcurso de la campaña corrió por cuenta de Nicolás López (Qué pena tu vida), que sintonizó con dos hechos diferentes ocurridos en esos mismos días, pero de igual naturaleza discriminadora, que afectaron a dos figuras políticas del mundo.

La "contribución" del director Nicolás López al Debate Presidencial

Tanto en Italia como en Francia hay dos ministras negras que durante octubre sufrieron sendos ataques racistas verbales: Cécile Kyenge, ministra de Integración italiana, fue interpelada por Roberto Calderoli, un ex ministro de Berlusconi y actual vicepresidente del Senado de la Liga Norte (uno de los partidos herederos de Mussolini), quien en una arenga pública dijo que la secretaria de Estado se parecía a un "orangután"; Christiane Taubira, ministra de justicia francesa fue comparada con un "mono" en un fotomontaje que colgó en su página de Facebook Anne-Sophie Leclère, (ex) candidata del Frente Nacional (el partido fundado por el tristemente célebre octogenario Jean-Marie Le Pen) en las elecciones municipales que se realizarán en marzo de 2014. Ambos casos derivaron en escándalos políticos que obligaron, al menos en Francia, a que Leclère fuera apartada de la papeleta electoral. Lo curioso es que los dos involucrados se escudaron con el truco del "chistesito". Tanto Calderoli como Leclère dijeron que tenían diferencias ideológicas con las ministras, pero que sus dichos no tenían otro propósito que bromear.

La mayor diferencia con el caso de Nicolás López y su twitter sobre la candidata Roxana Miranda ("Cuanto cobrara Roxana Miranda por hacer el aseo de mi casa?") es que el cineasta no tiene (afortunadamente) responsabilidades políticas. Por lo tanto, goza de la libertad de decir las estupideces que se le vengan a la cabeza y es público y notorio que no ha desaprovechado un minuto en abusar de esa licencia en todas sus plataformas: desde el twitter hasta en sus películas. Yo le creo a López que quiso hacer un chiste. Incluso creo que no quiso premeditadamente ofender a nadie. El clasismo (como el racismo) no es una enfermedad, pero se educa. Y es indudable que López –como se aprecia en sus películas- no sólo tiene mal gusto, está estructural y culturalmente lleno de prejuicios. Ahora bien, no vamos a compadecerlo por ser víctima de su propia ignorancia o de tener una deficiente formación humanitaria, al contrario, nadie debería quedar impasible frente a sus bromas. Sobre todo el medio cinematográfico que hace caso omiso de sus frecuentes y desafortunados comentarios y misteriosamente sigue rindiéndole pleitesía pese a no demostrar ningún talento creativo y facturar un bodrio tras otro. De hecho, resulta curioso que ningún director haya criticado que en el tráiler de promoción del Día del Cine Chileno las películas nacionales más citadas en cantidad y extensión hayan sido las de López. Acaso para nuestros realizadores, ¿es López lo más representativo del cine chileno?

Claramente, Roxana Miranda ha mostrado tener carácter de sobra para defenderse sola, pero eso no significa permanecer indiferente ante una bravuconada clasista disfrazada de humor. Ser empleada doméstica no tiene nada de indigno, pero López utiliza los prejuicios sobre ese oficio para menospreciarla. La trampa –con la que suelen camuflarse racistas y clasistas que no se reconocen como tales- es mostrarse como unos relajados y auténticos liberales que no tienen vergüenza ni filtro. López no tiene tanto coraje para mantener sus exabruptos y apenas tuvo oportunidad renegó de sus dichos. Pero este hecho nuevamente ha mostrado que no es casual que sus películas estén llenas de prejuicios, discriminaciones y complejos, simplemente reflejan su patética naturaleza.

4.-Balotaje: Aló Evelyn

Matthei junto al senador electo Iván Moreira leyendo la Biblia

La segunda vuelta dejó en carrera a Michelle Bachelet (vaya sorpresa) y Evelyn Matthei. No hay que ser brujo ni un perspicaz analista político para saber que el resultado de esa elección está definido. Y por eso más allá de la histeria bíblica de Matthei y su recambio de rostros, Bachelet con piloto automático va a ganar igual y es muy difícil que aparezcan sorpresas que inclinen la balanza hacia otro lado. Las notables diferencias entre ambas como sus puntos de contacto son varios, desde sus padres generales de la aviación hasta su simpatía hacia las actrices de Hollywood. Porque curiosamente cuando fueron conminadas a escoger un personaje que les hubiera gustado ser, ambas escogieron estrellas de Hollywood. Bachelet eligió a Meryl Streep porque es "fiel a sí misma (…) una actriz de carácter, una mujer inteligente y con un tremendo compromiso social en temas relevantes como la discriminación contra las mujeres" y Matthei a Audrey Hepburn (Sabrina, My Fair Lady) porque "fue una gran actriz, muy exitosa, y también una gran mujer: absolutamente encantadora, elegante, preciosa. Llegó a ser embajadora de la Unicef y me acuerdo de una foto de ella sentada con un niño negro, muy conmovedora (…) nos parecemos en que a las dos nos apasiona la moda. Me encantaría tener sus vestidos de Givenchy". Todo muy humanitario, todo muy frívolo.

En todo caso, parece que a Matthei le tocó profundamente la fibra piadosa de Hepburn, al punto que su nueva franja electoral es una versión remozada de un programa de televisión de asistencia social (con números de teléfonos incluidos en pantalla). Una de las "brillantes" sugerencias de los "cabros" que se incorporaron a su comando, que cambiaron la fiestoca de la franja televisiva de primera vuelta, por una campaña con "contenido" para la segunda. En otras palabras, un show de caridad; o sea, lloriqueo al por mayor y Matthei, la santa redentora. Esperemos que no haga un exorcismo.

> Caxicondor dijo: 29 de Diciembre de 2013 a las 17:57
Lame review de la franja de Marcel Claude.
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