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La nueva distribución Para subir al cielo

Algo nuevo está naciendo: Una inédita alianza entre empresas distribuidoras y realizadores locales. Ahora los directores chilenos no se tienen que preocupar de distribuir sus propias películas. Compañías transnacionales están haciendo el trabajo “sucio’’ y están ayudando a que la industria fílmica deje la artesanía y se instale en la modernidad. Pero no todo es miel sobre hojuelas. Estos “debutantes’’ aún tienen cuentas y mecanismos qué ajustar.

Por Ernesto Garratt, Jorge Letelier y Rafael Valle.

Parece relato de república bananera, pero sucedió en Chile. A pocas semanas del estreno de El fotógrafo, en junio del año pasado, su director Sebastián Alarcón se encontraba junto a su familia haciendo con sus propias manos los standee (diseños de cartón a tamaño real que adornan los halls de las salas) que promocionarían la cinta en los cines. Aunque sonaba romántico, este acto de extrema artesanía y el hecho de que el propio Alarcón debió negociar con las multisalas su distribución, poco tenía que ver con el hecho de que la cinta era una coproducción chileno-española de 900.000 dólares apoyada por el fondo Ibermedia.

Finalmente, tanto esfuerzo no sirvió de mucho ya que las veinte copias de El fotógrafo fracasaron en la taquilla (alcanzó la escuálida cantidad de 5.796 espectadores) y Alarcón desplegó con justa razón su furia contra el sistema de exhibición la que, en su opinión, lo crucificó por su débil partida sin esperar que tuviera la posibilidad de remontar, a pesar de que incluso, contaba con un acuerdo prioritario con la cadena Cinemark y tenía tras de sí el respaldo de una empresa poderosa, como Chilefilms.

Un poco más de un año después, el panorama es digno de cuento de Ray Bradbury. Y todo por el sexo. Con más de 950 mil espectadores a la fecha, Sexo con Amor (Boris Quercia, 2003) se transformó en la película más vista en la historia del cine local. Un hito que viene acompañado de otro: también es la primera cinta chilena que llegó a las salas con el apoyo de una compañía trasnacional, United International Pictures (UIP), quien se encargó de su distribución a lo largo del país con todo lo que eso significa: en este caso, 27 copias para el mercado nacional y un ambicioso plan de promoción traducido en trailers, sinopsis, y afiches y pancartas destinadas a la vía pública.

El inicio de todo: Sexo con amor y casi un millón de espectadores.

Sin duda que la experiencia de Alarcón, aparte de desafortunada, no estuvo en el lugar y el momento adecuado, y fue uno más de todo un pasado de esfuerzos unilaterales que han caracterizado a nuestra industria cinematográfica, donde el ítem distribución siempre ha corrido por cuenta de los propios productores, que por lo general son los mismos realizadores.

"Creo que en el fondo, como en todas las industrias y todas las actividades, hay un tema de especialización", explica Rodrigo Köstner, gerente general de UIP Chile. "Es lo que le digo a los productores: pastelero a tus pasteles. Que los guionistas y directores hagan lo que deben hacer y dejen en manos de quienes saben el tema de la distribución, para que se haga en forma ordenada".

Para el ejecutivo, distribuir una película es un trabajo complejo, que implica, entre otras cosas, contar con un aparataje administrativo capaz de realizar controles de reporte de recaudación, de público; de planificar adecuadamente el marketing y elegir, incluso, la fecha más idónea para el estreno.

Para Köstner, el asunto pasa por la especialización, pero hay otro tema relevante: la capacidad de negociar. Han existido casos en que la productora ha hecho la distribución de su propio filme como Cebra Films y El chacotero sentimental. Gracias a su éxito de taquilla pudo tratar de tú a tú al exhibidor, pero como sabemos está película fuela excepción a la regla. La mayoría de los productores debe aceptar las condiciones del exhibidor (porcentajes abusivos por lo general), y con la presencia de un distribuidor "profesional" los costos son aún mayores.

El Fotógrafo, fracaso de taquilla y amplia distribución: una paradoja.

"Este es un tema que tiene cosas buenas y malas", dice Andrés Waissbluth, el director de Los Debutantes (2003), que, siguiendo los pasos de Sexo con Amor, fue distribuido por Andes Films, empresa que tiene en Chile los derechos de compañías como Columbia y Disney, y que se sumó al ejemplo por partida doble, ya que además asumió la distribución de Cesante (Ricardo Amunategui, 2003), el segundo largometraje chileno de animación y el primero que fracasa en este nuevo escenario (ver recuadro).

"Ser apoyado por una empresa como Andes Films te da poder negociador. Si yo, como productor, hablo directamente con la cadena exhibidora Cinemark, por ejemplo, no me van a tomar en consideración. Pero apoyado por un distribuidor grande, puedes conseguir que a tu película la traten como a las extranjeras. Hay una presión, un poder negociador, pero esto recién está comenzando a cambiar", agrega Waissbluth.

El diagnóstico del director de Los Debutantes es claro aunque olvida un detalle: la ecuación funciona si el distribuidor es una multinacional o una oficina con representación de grandes estudios, como es el caso de Andes Films. Pero, ¿qué pasa si quien distribuye filmes nacionales es un independiente, con un pequeño porcentaje del mercado local?.

Un poco más de cien mil personas lleva Los Debutantes.

Salir de casa

Justamente la apuesta de PWI, una empresa independiente dedicada a la distribución, es sintomática. Hasta ahora, planea una ambiciosa estrategia que la está llevando a la práctica con B-Happy, la nueva película de Gonzalo Justiniano, que cuenta las aventuras de una adolescente que deja su hogar en busca de nuevos horizontes. Una buena metáfora de lo que planea PWI, que no sólo quiere llevar la cinta a los cines locales, sino que adquirió sus derechos para distribuirla en el resto de América Latina y el mercado norteamericano. La distribuidora proyecta hacer lo mismo con Azul y Blanco, la ópera prima de Sebastián Araya, que narra una historia de amor del tipo Romeo y Julieta ambientada en el mundo de dos barras bravas rivales del fútbol.

"En un mundo globalizado hay que buscar películas que lleguen a otros públicos", indica el ex crítico de cine René Naranjo, sub gerente de adquisición y marketing de PWI. "Tal como lo hace Justiniano o como lo hizo (Boris) Quercia con Sexo con Amor: sin abandonar los temas chilenos. Con el chiste de la lavadora (hilarante escena con un coito sobre una máquina en pleno uso), por ejemplo, se ríe cualquier persona del mundo. Como también ocurre con la pasión del fútbol por parte de los fanáticos marginales, que es algo que cualquier sudamericano entiende", añade.

Naranjo, trasplantado desde la trinchera de la farándula criolla (fue editor de espectáculos de Las Últimas Noticias) a la primera fila de la actividad cinematográfica, no oculta el expectante momento del cine nacional, e irónicamente alude a que en este escenario puede llegar a ser el "David O. Selznick" chileno. Y no sólo por elegir qué películas poner en las salas, sino porque le interesa también intervenir en la producción, escritura de guiones y hasta confección del reparto. Eso marca un punto de inflexión en lo hecho hasta ahora.

La apuesta de PWI es B-Happy, de Gonzalo Justiniano.

Pero reinventar la actividad no es una labor simple. Básicamente hay que empezar desde cero. "Queremos inventar la promoción del cine chileno afuera", acota Naranjo como primer punto: "Hay que llegar a otros mercados como lo hicieron los mexicanos con películas como Amores Perros (2000) o Y Tu Mamá También (2001)". Y las condiciones básicas están dadas, según él, porque ahora las películas chilenas se hacen pensando en el público masivo y tienen mejores estándares de calidad, hay cierto nivel de profesionalismo y despiertan el interés de la prensa. Para PWI uno de los mercados más suculentos es el mexicano. Hay varias razones: tienen buenos contactos a nivel de distribución, es un país grande y la cercanía de EE.UU. "Si una película chilena pega en México se va a saber altiro al otro lado de la frontera" asegura Naranjo.

Es por ello que PWI (y Naranjo con especial energía) anduvo detrás de Sexo con amor para su distribución internacional. Extraoficialmente, reconoce que la oferta era muy tentadora, e implicaba -aparte de los dólares, al menos una centena de salas en México, negociar en el mercado de Cannes, distribución en Latinoamérica y un cuantuay más-. Pero Diego Izquierdo, productor ejecutivo de la cinta, no aceptó porque quería negociar el mismo en tierras aztecas. Y, según consigna Las Últimas Noticias, éste estaría cerca de vender los derechos a Televisa para que los mexicanos hagan su propia versión adaptando los modismos criollos a los giros idiomáticos de la patria de Cantinflas. Si esto es mejor negocio que la oferta de PWI, está por verse.


¿La era de los estudios?

A pesar de este traspié, la apuesta de PWI es optimista: distribuir tres cintas chilenas al año e incluso apoyar su producción, lo que ya están haciendo con Azul y Blanco. UIP tiene una idea similar: "Mi intención como declaración de principios es tener dos o tres películas chilenas al año", coincide Rodrigo Kostner. "Pero no es fácil entenderse con los productores, porque todavía les cuesta ver el valor de distribuir con una empresa como la nuestra, pero estamos abiertos a replicar la experiencia de Sexo con Amor y en búsqueda de proyectos. Tenemos incluso algunas cosas vistas a nivel de guión".

Uno que se quedó en el camino: Cesante.

¿UIP, coproduciendo? No. No tan rápido. "Lo podemos hacer, pero yo creo que todavía le falta al tema", indica Kostner. ¿Y qué opina UIP de los planes de distribuir afuera?. "Me parece bien tener ambición, pero puede ser frustrante el prometerle al producto algo que no podrás cumplir", agrega el ejecutivo. "Imagínate lo que significa estrenar en México: cuántas copias tienes que hacer para ese mercado gigantesco, cuánto tienes que invertir en marketing. En el caso de Sexo con Amor tienes un guión súper sólido, pero la película en sí tiene algunos problemas de idioma, de dichos, que todavía la hacen ser muy localista. Tenemos buena calidad técnica para filmar, buenos actores y escenarios naturales, pero creemos que falta que el tema madure y que los productores aprendan más", afirma categórico, y sin querer, se pone en la vereda opuesta al entusiasmo de PWI.

Pero desde la mirada de los realizadores también se ve a los distribuidores algo inmaduros. "Creo que de aquí a unos cinco años recién se van a ver los frutos de todo esto. En estos momentos, el distribuidor está en la mejor parte del negocio porque no asume ningún riesgo de producción", grafica Andrés Waissbluth. Y es que este nuevo estadio de la industria local puede parecer un paraíso, pero el mismo el director echa por tierra tan maravilloso panorama: "Es bueno esto de la especialización, pero funciona sólo cuando el filme es un éxito" dice. Da cifras: a nivel de mercado local, cada entrada vendida, cada boleto cortado, se reparte de la siguiente forma: entre el 50% y 70% es para el exhibidor (cadenas de cine como Hoyts o Showcase), y el resto se reparte entre el distribuidor y el productor. Si el distribuidor financió el marketing de la cinta, quiere recuperar ese costo de inmediato y en su totalidad. Así que después de recuperar esa inversión, se acuerda un porcentaje entre el distribuidor y el productor, que va entre el 0 y el 25% para el distribuidor y el 75% y 99% para el productor. En definitiva, como promedio, el productor de la película se lleva cerca de $700 por entrada vendida, un dólar por espectador, es decir, un cuarto de la taquilla.

"La especialización es buena", reafirma Waissbluth, "pero el 25% con que se quedan los distribuidores es enorme". Pensemos: una película que tiene 50 mil espectadores genera ganancias por 35 millones de pesos. Si a eso se le descuentan los 30 millones que gastó el distribuidor en la campaña de marketing, el productor se queda con cinco millones... "Claramente hay un desequilibrio" finaliza el director.

El nominado, amenaza de gran taquillazo.


Negocio redondo

Si a usted le llamó la atención el porcentaje con que se queda el exhibidor (las cadenas de cines), leyó bien: más de la mitad del boleto va directamente a sus bolsillos, lo que lo transforma en el claro triunfador de esta tríada. Y en el eslabón más delicado de esta cadena. Porque si bien representa la fase final del proceso, claramente estas cifras revelan una anomalía.

Una fuente de una distribuidora importante que prefirió el anonimato, señaló que es sabido que los complejos de salas manejan un porcentaje distinto cuando negocian la exhibición con filmes chilenos, en relación a productos americanos, y que es mucho más desventajoso para los productores locales. Y no sólo eso, sino que además los tienen atados de manos al decidir unilateralmente cuando sacar las cintas de pantalla.

La misma fuente confesó que a pesar de sus cifras positivas, Sexo con amor (y UIP) cerró un trato muy poco conveniente con las multisalas. El tema es conocido en el gremio cinematográfico, pero nadie se atreve a hablar porque simplemente las puertas (o las pantallas en este caso) se pueden cerrar para ellos.

Este nuevo frente coloca un poco en relativa importancia los caminos que la nueva distribución puede significar en la naciente industria del cine chileno. Porque por más que detrás de un filme haya una compañía trasnacional o nuevas estrategias para llegar con un producto a distintos países, las proporciones que se juzgan en el negocio aparecen a todas luces como exageradas y frenan la verdadera rentabilidad del negocio.

Sub-Terra, un título fuerte que está por arribar.

Para subir al cielo….

Pero la tendencia suma y sigue. En los últimos meses un sinnúmero de conversaciones entre productores y distribuidoras ocurrieron. Desde productos apetecidos como Subterra y El nominado, a otros más modestos como Mala leche, Horcón y El visitante nocturno. Todos pueden ir a conversar y, en lo posible, salir con su contrato bajo el brazo. El viernes pasado, Andes Films cerró el trató para distribuir el que se prevé será el taquillazo de fin de año: El nominado. Con 30 copias para ser estrenadas el 16 de octubre, la cinta será marketeada íntegramente por la distribuidora, lo que marca otro síntoma: no siempre empresas externas se harán cargo de este ítem, con la consiguiente reducción de manos tras el jugoso botín.

Mientras, Subterra amarró su distribución con PWI -estreno el 2 de octubre-, a pesar de que la cinta negoció largamente con FOX (otra trasnacional con ganas de entrar a tallar al negocio). Y una larga lista de títulos esperan ansiosos que alguna compañía los tome de la mano y los ponga en las pantallas de los cines. Son los nuevos tiempos del cine nacional. Más profesionales, más modernos, pero habrá que ver si también más venturosos.

CIFRAS DEL CINE CHILENO AÑO 2003

Este año se han estrenado tres películas chilenas. Sexo con amor, un fenómeno que da cuenta que lo de El chacotero sentimental no era un hecho excepcional e irrepetible; Los debutantes que ha logrado una más que digna recaudación y sigue sumando; y Cesante, que se quedó rápidamente ídem. Lo de Cesante no debería sorprendernos porque la apuesta de Andes Films era a todas luces un riesgo. Una película animada para adultos (o adolescentes si se quiere ser exactos) era extremadamente difícil de vender. Pero lo positivo del asunto fue que una distribuidora apostara por un producto no tradicional, y que al margen de la calidad del mismo y de sus magros resultados, es un buen precedente para el futuro.

SEXO CON AMOR: 23 semanas en cartelera con 976.169 espectadores.
LOS DEBUTANTES: 12 semanas en cartelera con 107.983 espectadores.
CESANTE: 4 semanas en cartelera con 8.643 espectadores.
EL FOTOGRAFO (2002): Dos semanas en cartelera con 5.796 espectadores.

Publicado el 06-09-2003

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