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La cenicienta de los Oscar 2016 El año del Oso (chileno)

Lo anticipamos hace un par de meses: el primer Oscar para una película chilena vendría de la mano de "Historia de un oso", de Gabriel Osorio. Un premio justo en una noche cargada de injusticias. Un premio alegre para una historia triste. Nuestra historia.

Por Jorge Morales

"Este es el premio de la Academia que tiene la oportunidad de cambiar una vida (…). No se puede ganar ni diez centavos con esto. Estas personas nunca serán ricas. Así que este Oscar sí que significa algo. Lo único que hacen es contar historias que son importantes" dijo entre bromas el notable Louis C.K. al presentar los nominados a Mejor Corto Documental. Probablemente esa misma introducción podría aplicarse en alguna medida a Historia de un oso, la verdadera cenicienta de estos Oscar 2016, con su estatuilla al Mejor Corto de Animación. Porque así como el fin de semana, antes de la ceremonia, Harvey Weinstein, que fuera fundador de Miramax y productor ejecutivo de varias películas de Quentin Tarantino (Pulp Fiction, entre otras), se habría reunido con Gabriel Osorio y Pato Escala (director y productor del cortometraje, respectivamente) para estudiar la posibilidad de hacer de Historia de un oso un largometraje, es indudable que a los jóvenes animadores chilenos ahora se les abren posibilidades insospechadas para cambiar su vida con el galardón en el bolsillo.

Como lo dije en una columna anterior (anticipándome, sin demasiado riesgo, a que Historia de un oso se llevaría el Oscar –el premio venía cantado-), es justo que nuestra primera estatuilla como país se la lleve una película que se relaciona de manera tan delicada con nuestro mayor trauma histórico, y de alguien que lo sufrió y lo entiende. Las palabras de Gabriel Osorio sobre el escenario, dedicando el premio a su abuelo que estuvo preso y exiliado tras el Golpe militar, fueron emocionantes porque no forman parte de un discurso bienpensante articulado para la ocasión sino de una internalizada tragedia personal y colectiva que, se quiera o no, nos sigue atormentando desde los sueños y la imaginación. Historia de un oso hace un puente entre dos cosas que no siempre están asociadas ni necesariamente deben comulgar: el arte y la historia. En un contexto tan surrealista como los Premios Oscar, con su glamour de paquetería, es sanador escuchar a Osorio reivindicando una parte real y esencial de lo que somos (derrotados) y no tanto de lo que queremos ser (ganadores). El corto se acerca a nuestra historia de la manera más universal posible, desde la alegoría, desde la metáfora. No es que Historia de un oso haya ganado por eso (los Oscar son tan justos e injustos, predecibles e impredecibles, como cualquier otro premio), pero es una de las razones por las cuales contaba con un favoritismo tan transversal. Lo mejor de todo es que es una buena película, de una factura impecable y conmovedora, que no se sumará vergonzosamente a la pléyade de films que han obtenido galardones importantes que no se merecían y se aplaude su éxito sin ni siquiera haberlos visto. Lo peor es que se nos quiera convencer que este premio es la victoria de todo el cine chileno. Como se llamaba un desaparecido blog peruano, la cinefilia no es patriota. El Oscar será chileno, pero más allá de la generosidad de Osorio y Escala por compartirlo, sólo ellos tienen derecho a lucirlo.

Pato Escala y Gabriel Osorio, productor y director de Historia de un oso

En las otras categorías del Oscar, ocurrió más o menos lo de siempre. Se cometieron grandes injusticias (partiendo por Cate Blanchett por Carol y Joshua Oppenheimer por The Look of Silence), desprecios sin corazón (a Rocky y a Sylvester Stallone, pero sobre todo a Rocky –difícil que haya una nueva oportunidad de premiar a esa leyenda-) e infamias con nombre (González Iñárritu premiado como mejor director ¡por segunda vez en dos años!); hubo gratas sorpresas (Spotlight como mejor película), contundentes premios de consuelo (6 Oscars técnicos para Mad Max), se pagaron deudas históricas (Ennio Morricone) y se terminaron definitivamente algunas humillaciones (Leonardo DiCaprio). En lo que fue la ceremonia propiamente tal, cantinflearon hasta el hartazgo con un debate legítimo pero exagerado sobre la nula presencia negra entre los nominados. El problema, sin embargo, no son las nominaciones propiamente tales (nadie puede defender en serio que se elija de acuerdo al color de piel), es un tema más estructural de paridad de géneros y razas que está en el mismo centro de la industria, y por eso, no se solucionará (si de verdad se quiere solucionar) de un día para otro.

Tras el traspié de El Renacido (ganó tres Oscars importantes, pero afortunadamente muy lejos de sus 12 nominaciones), ahora, en propiedad, podemos decir que el año del Oso, es 100% chileno.

 

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