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Una difícil adolescencia es el tema que cruza las dos películas destacadas del segundo día en el Festival de Cannes. "We Need to talk About Kevin" de Lynne Ramsay y "Restlees" de Gus Van Sant miran la juventud desde dos puntos de vista completamente distintos. Desde la óptica oscura y destructiva del filme de Ramsay hasta el optimismo cándido y melancólico de "Restlees". Lo desconcertante no es la diferencia de tono sino quién dirige qué. (Foto: We Need to talk About Kevin)

Por Pamela Biénzobas desde Cannes

Luego de una primera jornada poco inspirada e inspiradora, el segundo día de festival partió con más ganas, aunque todavía prima el gusto a poco y la sensación de que aún no arranca del todo. La Competencia Oficial agregó un título potente esta mañana con We Need to talk About Kevin, el tercer largometraje de la británica Lynne Ramsay, adaptado de la novela homónima de Lionel Shriver. Potente pero torpemente imperfecto, pues la traición viene de dentro, de un montaje que a fuerza de entregarlo todo en una excelente primera parte, condena la segunda mitad a la repetición y acumulación estéril.

Tilda Swinton, remarcable como siempre, interpreta a Eva Khatchadourian, una mujer visiblemente al fondo de un abismo que se va delineando de a poco. La fuerte subjetividad del punto de vista se traduce acertadamente en una estructura fragmentada, de detalles percibidos y recuerdos evocados. La percepción es borrosa y casi dolorosa. El montaje fluye a través de los movimientos y los sonidos, que encadenan espacios y tiempos diferentes. El título lo aclara de antemano (Necesitamos hablar sobre Kevin, en español): es una historia en primera persona, pero determinada por una tercera, Kevin.

We Need to Talk About Kevin

Los flashbacks parten de un presente que nos muestra a Eva agredida (se despierta para encontrar, resignadamente, su auto y casa manchados con pintura roja; cuando una mujer la golpea en la calle y alguien trata de ayudarla, afirma que es su culpa), fragilizada, postulando a un trabajo básico, mientras que los flashbacks hablan de éxito, estabilidad y aparente realización. La dinámica se mantiene prácticamente a lo largo de toda la película, con algunas etapas más enfocadas en uno u otro aspecto en una evolución que lleva a la exposición del momento climático, en que Kevin hizo trizas su vida. El problema es que ese momento se anuncia, se sugiere y se revela tanto desde el comienzo, que al final es redundante, y los detalles no aportan nada y transforman la sutileza inicial en explotación.

Kevin es el hijo de Eva. Es el único de la familia de los recuerdos que sigue apareciendo en el presente, cuando ella lo va a visitar a la cárcel. Kevin es un asesino, como rápidamente se indica; el autor de una masacre en su colegio. Kevin es el niño que ya desde bebé se posicionó como antagonista de su madre, desarrollando una relación perversa, provocativa y manipuladora. Eva es, entonces, la madre de un asesino adolescente, y como tal merece castigo, y como tal merece (o necesita) desaparecer, evitando la mirada de las familias de las víctimas, cubriéndose con abrigos anchos, encerrándose en un repaso permanente de su fallida maternidad. Pero al mismo tiempo intenta lavarse esa culpa de encima, al tratar de quitar la pintura roja de su fachada y de ordenar el interior, en una acción que hilvana la película desde un tiempo presente.

We Need to Talk About Kevin tiene mucho para ser una gran película, pero lo estropea al no saber dosificar. Un excelente diseño sonoro, la música original de Jonny Greenwood, y el uso de canciones que sitúan la acción en los Estados Unidos profundos y aportan un cierto distanciamiento sarcástico contribuyen a una atmósfera de desequilibrio, entre pasado y presente, entre dentro y fuera, entre vida y muerte. Pero todo eso está tan hábil y sensiblemente expuesto tan pronto, con tanta intensidad, que sabotea su propia unidad.

Restless

Es curioso que el otro título destacado del día fuera el retrato adolescente más amable, dócil e inocente del autor de Elephant, film de referencia sobre la violencia juvenil inspirado en la masacre de Columbine. Restless, con que Gus Van Sant abrió la sección Un Certain Regard (que también forma parte de la Selección Oficial, al igual que la Competencia y las películas Fuera de Competencia). Tras filmar varias películas sobre adolescentes (y la muerte, podría agregarse) como la ya citada o Paranoid Park, resulta sorprendente la suavidad y convencionalidad del nuevo trabajo de Gus Van Sant. Quizás sorprenda un poco menos al saber que está producido por Ron Howard, su hija Bryce Dallas Howard, y su productor habitual Brian Grazer. A partir de un material potencialmente trágico (una quinceañera que sabe que le quedan un par de meses de vida, y un chico que acaba de perder a sus padres) se construye un romance juvenil optimista y vital, a pesar del final triste anunciado. Las canciones de Sulfjan Stevens reflejan perfectamente el tono melancólico y, a la vez, muy accesible de la historia de amor entre Anabelle (Mia Wasikowska, la Alicia de Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton) y Enoch Brae (el debutante Henry Hopper, hijo del legendario Dennis Hopper, que seguramente sacará suspiros dentro del público adolescente femenino), dos chicos tremendamente sanos y estables si se considera sus realidades respectivas.

Restless es un drama juvenil hecho con el talento de Van Sant, pero no un drama juvenil de Van Sant. La diferencia no es menor. La película, a fin de cuentas, sí lo es.

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