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Luego de presentar los primeros tres trabajos de mujeres a la línea de frente, la Competencia giró hacia la comedia de sicoanálisis, con dos miradas masculinas muy distintas. La principal fue a la segura. "Habemus Papam", de un realizador ya consagrado, prometía un consenso mayor que las irregulares competidoras anteriores. Y, por fin, fue una promesa cumplida. (Foto: Habemus Papam)

Por Pamela Biénzobas desde Cannes

Cuando se anunció una película de Nanni Moretti sobre la elección del Papa, muchos esperábamos un film político y polémico sobre intrigas de palacio. Pero nos encontramos en Habemus Papam con un divertimento de calidad, sin pretensiones discursivas ni de trascendencia, sobre un hombre confrontado a una responsabilidad desmesurada. Con una excelente idea de partida y un actor de las dimensiones de Michel Piccoli, el italiano entrega uno de sus films más disfrutables, aunque claramente no se trate de uno de sus trabajos más importantes.

Nanni Moretti en Habemus Papam

¿Qué sentirá un individuo, un ser humano con toda su complejidad, sus dudas, sus ambiciones, sus inseguridades, nombrado por sus pares para dirigir la Iglesia Católica? ¿Y si es incapaz de asumirlo? Con tan sólo desplazar la mirada desde la carga simbólica a la carga psicológica del momento, Moretti desacraliza y transforma la solemnidad del cónclave en una fuente de angustia y pavor. "Non io", "por favor, que no sea yo", rezan, imploran y gritan en su fuero interior los cardenales reunidos para votar. El inesperado y desdichado vencedor, el cardenal Melville (Piccoli), acoge la elección con horror, y llegado el momento de aparecer en el balcón, el nuevo Papa a palos queda paralizado y se niega a salir. El mundo católico queda en la incertidumbre total durante días. Días en que los desesperados miembros del estado mayor deciden incluso recurrir al sicoanálisis. La introducción del personaje de Nanni Moretti (que empieza a correr el riego de woodyallenizarse) como el intelectual ateo llamado a socorrer al desesperado religioso agrega un segundo centro de gravedad a la historia.

La película acompaña con humor el drama de Melville, quien termina saliendo al mundo para reflexionar, mientras Moretti y los participantes en el cónclave deben quedarse encerrados y aislados del mundo para guardar el secreto. La alternancia entre esos dos espacios permite por un lado respirar a la historia, y también la diluye un poco en anécdotas accesorias. La puesta en escena clásica, al servicio de la narración, va desarrollando el relato de manera amena aunque no inesperada, con momentos e ideas mayores y también menores, que al fin y al cabo llevan el divertimento a buen puerto. Finalmente, el principal gesto político de Habemus Papam es recordar, casi compasivamente, que todos esos hombres a los que se les presta una superioridad casi divina, con el consiguiente poder, son exactamente eso: hombres.

Shlomo Bar-Aba en Footnote

La sencillez y el logro del trabajo de Moretti contrasta con la siguiente película de la Competencia, también una comedia de dimensiones (o pretensiones) sicológicas. Footnote (Hearat Shulayim), del israelí Joseph Cedar (Beaufort) contiene algunas buenas ideas de puesta en escena, y trata de narrar su historia de manera menos clásica con una serie de recursos visuales que, si las primeras dos veces hacen sonreír, luego sólo subrayan la dificultad de la película en seguir su curso. Todo gira en torno a la rivalidad intelectual entre el Profesor Scholnik padre y el Profesor Scholnik hijo, dos miembros de ese mundillo insoportable de la academia snob, el primero más bien marginalizado y el segundo adulado. El conflicto central, acerca del Premio de Israel atribuido al padre tras veinte años rechazándoselo, tiene un potencial tremendo. Sin embargo la película concentra demasiado tiempo y recursos visuales en tratar de interesarnos en los personajes y su entorno, en lugar de explotar directamente la acción, que queda relegada a una aparición más bien tardía y subordinada a ese intento frustrado por construir caracteres de cierta complejidad. Footnote desperdicia la oportunidad, y a final de cuentas no va más allá de la caricatura de las querellas de capilla académica. Parafraseando a uno de los propios personajes, el trabajo tiene ciertas buenas ideas, pero eso no lo hace un buen trabajo. Especialmente considerando que muchos de los presentes tenemos el descaro de esperar algo más que un buen trabajo en Cannes.

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