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39° Festival de Cine de Gramado Tradición y saudade en la Terra do Sol

Es el certamen más importante de Brasil, que convoca a la crema y nata de la industria cinematográfica del país sudamericano. Pero su especialización en el cine nacional lo tiene un poco al margen del concierto de festivales del mundo pese a sus casi 4 décadas de existencia. Una mirada al corazón del actual cine brasilero y el descubrimiento de un mito: Limite (1931) de Mario Peixoto.
(Foto: Hipermulheres)

Por Leopoldo Muñoz

Kikito, el clásico galardón del Festival de Gramado.

La primera vez que fui a Brasil, a los 14 años para un campamento scout, pregunté cuál era el festival de cine más importante del país. En esa época, los festivales de cine prácticamente no funcionaban en Chile, y de hecho aún no resucitaba el mítico certamen de Viña del Mar. Con orgullo, los brasileños me respondían que el de mayor prestigio e impacto era Gramado. Luego pude corroborar su importancia en un artículo de la revista Playboy, legendario ejemplar donde aparecía desnuda la mismísima Xuxa (archiconocida en esa época como la ex novia de Pelé). El festival de Gramado, que el año próximo cumple 40 ediciones, hasta la fecha es un punto de encuentro imprescindible del audiovisual del gigante sudamericano. Pero fuera de sus fronteras, claramente no convoca el mismo interés. En todo caso, desde esas vacaciones hasta ahora, mi curiosidad por el festival que entrega el Kikito no había sido satisfecha, hasta que tuve la fortuna de ser invitado a integrar el jurado de la crítica. A diferencia de las multinacionales delegaciones que conforman los jurados Fipresci, el premio que entrega el jurado de la crítica de Gramado, es resuelto por una mayoría absoluta de especialistas brasileros (ocho nada menos) y un colega latinoamericano invitado cuya nacionalidad cambia de año en año. La labor para el crítico hispanoparlante se convierte en todo un desafío lingüístico, particularmente en las sesiones de debate y porque las proyecciones de la competencia de largometrajes brasileros no cuentan con subtítulos. Barreras idiomáticas que se suplen con el acogedor recibimiento de organizadores y periodistas, en un festival que no hace distinciones entre documental y ficción, que se enfoca fundamentalmente en la producción local, además de ofrecer un espacio a la competencia internacional compuesta casi exclusivamente de filmes latinoamericanos. En ese sentido, es un evento muy diferente a otros del continente, no sólo por el énfasis localista y regionalista sino porque estrellas, público, críticos, periodistas y jurados comparten la misma función.

Para muchos gaúchos (gentilicio de Rio Grande do Sul, estado poderoso y de fuerte migración italiana, alemana y rusa), Gramado es una ciudad "fake" debido a la recreación de una arquitectura y ornato de origen germano, hecho con afanes turísticos. Por eso, el festival es un puntal importante para reforzar su identidad cultural. Los periodistas habitués del festival consideran que el certamen ha experimentado una revitalización desde la hecatombe que sufrió el mercado audiovisual brasilero a comienzos de los 90's. Sin embargo, el buen momento de Gramado queda en deuda con su historia si se sabe que durante los 70's y 80's -cuando el certamen se realizaba en el verano- marcaba la pauta social y tenía un poderoso eco político. Un soberbio pasado que además del brillo y glamour, intacto hasta hoy, fue una ventana para la resistencia frente a las dictaduras militares, y que gracias a sus polémicas y discusiones artísticas e ideológicas que eludieron la censura, lo catapultaron como el certamen más importante de Brasil. Sitial que hoy es disputado por varios festivales como el de Paulínia –en pleno ascenso gracias los recursos entregados por Petrobrás, lo que se traduce en premios más suculentos lo que tienta a buena parte de los directores brasileños a estrenar ahí-, pero que se mantiene gracias a su vigencia cultural y como eje del mercado del entretenimiento.

Hoy los gigantes de las comunicaciones brasileras como Rede y O Globo realizan una cobertura televisiva diaria y en directo de la alfombra roja (detalle que denota la importancia social-farandulera del festival), y películas más películas menos se convierte en un espectáculo que emperifolla a la ciudad.

Limite (1931) de Mario Peixoto

Una de las conclusiones que se pueden extraer tras una semana en Gramado radica en que tanto los organizadores y el público se enorgullecen de su patrimonio cinematográfico. De hecho en esta versión se ofreció un espacio importante al lanzamiento del libro Um lugar sem limites de José Carlos Avellar que se dedica a desentrañar la leyenda tras el filme Limite (1931) dirigido por Mario Peixoto (vea video de los minutos iniciales). Limite es para los brasileros y para quien lo ignore –como este redactor hasta ir a Gramado-, un largometraje revolucionario para la cinefilia mundial que por su lenguaje fílmico es comparable a las películas de Murnau, Dreyer o Eisenstein. Ni más ni menos. Celuloide legendario que lamentablemente no se preserva en su metraje total y que ostenta matices quiméricos. De hecho, se dice que el propio Eisenstein escribió un elogioso artículo sobre Limite, publicación que hasta hoy es objeto de controversia y que el mismo Peixoto (antes de morir en 1991) habría negado su existencia. Sin embargo, hay quienes aseguran que hay una copia manuscrita del artículo hecho microfilm en la biblioteca del BFI.

Verdad o mentira es una anécdota que da cuenta de la trascendencia del trabajo de Peixoto, perceptible en su poético montaje y en sus inquietantes tiros de cámara en primeros planos, demostrando que desde siempre el cine brasilero enarbola un afán vanguardista (y que explica el surgimiento de ilustres maestros herederos como Glauber Rocha). En ese sentido, también se proyectó el documental O mar de Mario, registro de entrevistas a Peixoto a fines de los 80 y que en formato de videoarte entrecruza los significados de Limite y la lucidez antisistémica de su director. Libro y documental sirven como punto de partida para apreciar la importancia del filme.

Hipermulheres

Gramado no escapa a las quejas que se hacen en todos los festivales del planeta, críticas que ponen en tela de juicio la curatoría de sus distintas secciones. Este año los reclamos de jurados y críticos se centraron en la selección de largometrajes de la competencia brasilera, donde, pese a todo, se puede destacar el documental Hipermulheres, cinta que retrata las costumbres sexuales de las mujeres de una tribu de Alto Xingú en el Matto Grosso. Una película que puede tener errores técnicos y un comienzo impreciso, pero que impacta por la situación que retrata: un grupo de féminas que actúa como verdaderas depredadoras sexuales acosando y raptando en hordas a los machos del poblado. En más de algún modo el hecho que se enfoca, una tribu casi virgen del contacto civilizado, modifica los estándares de nuestra percepción. Si se registrase el mismo fenómeno, pero con otra raza –por ejemplo, la caucásica- sería tildado de pornográfico y censurable por la desnudez de menores y la violencia con que las mujeres buscan la satisfacción sexual (la excusa, como siempre, es la procreación). Pero claro como la óptica del documental parte de la bienpensante etnográfica se derrumban todos los prejuicios "occidentales", aunque igual generó opiniones divididas. La fascinación personal como espectador extranjero se contrasta con la visión despectiva de algunos colegas brasileros que casi con un mohín declaraban que "este tipo de documentales se muestran todos los años en el festival, es prácticamente un requisito político de la organización".

Pese a estas objeciones, Hipermulheres contaba con cierto favoritismo entre el jurado de la crítica, pero la triunfadora de la competencia brasilera finalmente fue Riscado. Fábula de una actriz carioca que trabaja de promotora y que conoce las alegrías y penurias de la profesión, es un simple y emotivo trabajo del realizador Gustavo Pizzi con su esposa Karine Teles en el papel protagónico.

A longa viagem

En tanto, el premio del jurado oficial recayó en A longa Viagem, de Lucía Murat. El recorrido íntimo de la directora por la historia de Brasil y el mundo en los últimos cuarenta años a través de las vivencias de sus hermanos y una puesta en escena que mezcla proyecciones contra una muralla, ademanes histriónicos y una voz en off omnipresente que cosechó la mayor ovación festivalera en la noche de su estreno. Tal vez su sintonía con la cultura pop y el carácter combativo de la cineasta son cualidades extrafílmicas que generaron el fanatismo local, porque tanto entusiasmo resulta inexplicable para este pastiche estilístico que intenta pasar por originales y novedosos, recursos ya vistos en Persona de Bergman hace más de 4 décadas.

En la misma sección nacional también hubo bodrios como O carteiro, dirigida por la estrella de telenovelas Reginaldo Faria y como bien anticipó un colega "ese cartero no va traer ninguna buena noticia". Película torpe y bochornosa que intenta hacer reír con el humor más rudimentario. También irritante fue País do desejo, melodrama que aglutina un sinfín de calamidades: una pianista enferma renal que necesita trasplante, un sacerdote que se enamora de ella, el mismo cura apoya el aborto en el caso de una niña abusada por su padre, etc. Sensacionalismo travestido de discurso reflexivo cuyo único recuerdo perdurable radica en la fotografía del sugerente clima de Recife.

El nivel fue bastante más parejo entre los seis largometrajes en la competencia internacional. Tanto la peruana Las malas intenciones como A tiro de piedra del mexicano Sebastián Hiriart -un cuate divertido y alma de las fiestas gramadenses y que en su equipaje de regreso se llevó 3 Kikitos: guión, director, y actor- demuestran que pese a sus irregularidades el cine en nuestra lengua cuenta un interesado público en la audiencia internacional. En esa huella se ubica la bonaerense Medianeras, modernilla comedia romántica donde confluye la arquitectura de la ciudad, los comentarios agudos en off y obviamente la desintegración emocional que causan las redes sociales. Gente rara que en un año, lapso de tiempo que abarca el guión, no la vemos hablar con los padres, familiares ni amigos pero que buscan a tientas y de manera torpe el cariño y la proximidad humana aunque sea por una pantalla de computador. Su bella composición de planos y el montaje acertado para los diálogos que suponen perspicacia pero a la vez cierta ternura indefensa de sus protagonistas convencieron al jurado oficial que la encumbró como la mejor de su categoría.

La lección de pintura

Imposible no mencionar la participación de La lección de pintura coproducción dirigida por el chileno Pablo Perelman y basada de forma libre en el libro homónimo de Adolfo Couve. El filme tuvo muy buena recepción y logró el galardón a mejor fotografía. La trama de un niño superdotado para el arte que lo guía un farmacéutico con aspiraciones de pintor no guarda mucha relación con los raptos líricos de otros filmes de Perelman como Archipiélago (1992), Imagen latente (1988) o la ya mítica A la sombra del sol (1974) pero si es más que correcta en la presentación de conflictos y transmite una sobriedad para exhibir la tragedia poco común. Un efecto que causa la lejanía de verla en Gramado consiste en que por momentos uno se siente en Chile al mostrar el racismo, clasismo y odiosidad política tan enraizada en nuestra cultura y tan cotidianos como el cordón montañoso que encuadra las tomas panorámicas de esta trama ambientada en el campo los años previos al golpe militar.

De la competencia internacional, el jurado de la crítica premió a la extraordinaria Jean Gentil, sin duda, el mejor filme de todo el festival. Un largometraje dominicano (coproducido por Alemania y México) que narra la odisea de un inmigrante haitiano cesante y sin afectos. Imágenes en las que resuenan la febril religiosidad del protagonista, un profesor que transita entre República Dominicana y Haití sólo y en busca de sustento, mientras el desarrollo casi documental del filme muestra cómo Jean Gentil se despoja de sus hábitos y paradigmas civilizados en medio de la selva en un trayecto digno de Kipling. Lo increíble es que el despojamiento de artificios en la puesta en escena y la fatalidad en que está enmarcada la ruta sugiere una mirada atea respecto a las esperanzas espirituales de Jean, lo que concede una dimensión metafísica pero muy atingente al desolador panorama haitiano. Prueba de ello fue el emotivo discurso que dio el actor protagónico Jean Remy Gentil, quien no cabía de felicidad por haber salido de su tierra por primera vez y que estaba embelesado con la limpieza de las calles gramadenses.

Jean Gentil

No cabe duda que la ciudad de Gramado se alborota en época de festival, tiempo de lluvias intempestivas que no es impedimento para los cientos de curiosos que se agolpan a los bordes de la alfombra roja y esperan inmortalizarse junto a una de sus estrellas preferidas. Comentario aparte merecen las fiestas organizadas por la organización y las diferentes películas. Instantes que expresan la alegría brasilera en su tono más vívido, la belleza inigualable de las mujeres locales, el relajo al ritmo de la música y algunos "drinques" que animan "nas festas". Ocasiones que también brotan como una oportunidad para que la sinceridad se apodere de los invitados y la corrección política baje la guardia. Porque en rigor las incendiarias opiniones y polémicas, como si era en antaño, no se perciben, es más, resulta atractiva y generalizada la idea del consenso y en ninguna de las funciones escuché una sola pifia. Hecho sintomático, ya que los abucheos versus los aplausos en cualquier festival implican la existencia de un público opinante y comprometido. Puede haber una explicación para esa instalada condescendencia: aunque hay funciones gratuitas, el valor promedio de la entrada alcanza los 50 dólares (la Noche de Cierre supera los 70). Cifras más que complicadas para un estudiante de audiovisual o un joven cinéfilo. Pero esa aparente condescendencia desaparece durante las conferencias de prensa con preguntas a quemarropa y observaciones corrosivas, un verdadero espectáculo y que denota la buena salud del periodismo que asiste a Gramado, un festival que posee la garantía de un glorioso pasado y que busca mantener su prestigio en el competitivo circuito de certámenes brasileros.

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