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FICValdivia 2012 (2) ¡Patria o zombie!
¡Venceremos!

Desde Cuba llega la sorpresa cinematográfica latina de las comedias de terror, logrando lo que ni el bloqueo norteamericano pudo conseguir: terminar con 50 años de Revolución. Un film de zombies destruyendo La Habana.

Por Jorge Morales

Ninguno de los invitados de este festival tendrá tanta presencia este año como los zombies. Desde el trailer promocional del certamen con una marcha de muertos vivientes locales reivindicando su derecho a ir al cine –una de las pocas demandas callejeras que será satisfecha sin excusas esta misma semana-, pasando por dos joyas chifladas del género (Evil Dead II y Re-animator) hasta una amateurísima trilogía trasandina, serán seis películas que tienen de estrellas a estos monstruos del cine de terror. Si bien su masiva representación aparentemente rompe la armonía de la programación más alternativa que ha caracterizado a Valdivia en los últimos años, es una brisa de aire fresco que se sentía necesaria desde hace tiempo, y que todo indica llegó para quedarse.

Esos mismos aires parecen haber abierto también el espíritu tolerante de la oficialidad cinematográfica cubana –el ICAIC- que contra todo pronóstico designó una cinta de "disidentes" como candidata de su país a los premios Goya, y que, por cierto, es la guinda de la torta de la delegación zombie en Valdivia: Juan de los muertos.

Anunciado hace apenas una semana, Juan de los muertos, de Alejandro Brugués, cubano pero nacido en Argentina, fue nominada gracias a un largo y exitoso periplo festivalero (que se coronó este sábado con el premio especial del jurado en Biarritz), y su inmensa popularidad en Cuba, donde literalmente arrasó con el premio del público en el Festival de La Habana del año pasado, obligando, incluso, a hacer más de las seis funciones programadas.

Más que una prueba de flexibilidad frente al terror y particularmente a la comedia de horror –género casi siempre discriminado en el mundo entero de premios y certámenes que no sean especializados-, la nominación es una pequeña y curiosa señal de apertura política, o por último de resignación ante lo evidente: la disconformidad frente al sistema. Porque si bien no podría decirse que esta sátira sea anticastrista ni especialmente dura con el régimen, está muy lejos de ser condescendiente, burlándose sin tapujos de sus principios y peculiaridades, de las necesidades insatisfechas y de las argucias y pillerías para sobrevivir que tienen los cubanos. De hecho, que en la película, a través de la televisión estatal se catalogue como "disidentes" financiados por los EEUU a los zombies, es mucho más que un chiste, es el clásico reflejo condicionado del Estado, una repetitiva operación propagandística de descalificación del adversario.

La historia se inicia igual que cualquier cinta de zombies. Por un motivo desconocido se empieza a propagar un virus; una vez sufrido el contagio mueres y resucitas convertido en un androide idiotizado que come carne humana sin control. O sea, un zombie. Nadie sabe muy bien cómo se inició la epidemia, pero entre la ineficacia del gobierno para controlar la situación, Juan (Alexis Díaz de Villegas) decide montar su negocio: ofrecer sus servicios para eliminar zombies. Junto a una pandilla que incluye a su hija, su compadre Lázaro, el galancete Vladi California, la travesti China, y un gigantón medio lerdo, salen de cacería a cambio de dinero, ron y tabaco. Y Juan parece el más calificado para encabezar este comando, porque como dice él: " Sobreviví al Mariel (el éxodo de cubanos que huyeron a Miami en los '80), sobreviví a Angola, sobreviví al período especial y a la cosa esta que vino después".

El acierto del film de Brugués, es que teniendo a destajo todo lo que tiene y debe tener una cinta de esta especie (sangre, violencia desmedida, humor negro, gore puro y duro), sepa que situando la acción en Cuba podremos conocer y reírnos del particular estilo de vida e idiosincrasia de los cubanos, y por extensión, hacer una crítica liviana pero nada inofensiva del estado de las cosas.

Curiosamente ni con los vampiros ni con los hombres lobo –figuras más asimilables a los dramas intimistas- se han podido hacer películas de cierta agudeza social y política como ha ocurrido con los zombies. Quizás sea, como enseñó el maestro George Romero en sus pioneras y claves cintas de muertos vivientes (a las que Brugués saquea sin vergüenza pero con cariño, especialmente Dawn of the Dead, 1977), porque "ellos son nosotros". Por eso, no deja de asombrar y hasta conmover una escena intrascendente pero cargada de realismo: un montón de muertos caminando debajo del agua de espaldas al malecón habanero justo en el momento que Juan intenta detener a su amigo Lázaro que huye en una balsa. Escalofriante.

Publicado en el suplemento KU del Diario Austral / Miércoles 3 de octubre de 2012

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