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Nuestro compañero Andrés Nazarala llegó hoy a la recta final del Festival de Valdivia (que termina el domingo) y no perdió un minuto para comentarnos de la última película de uno de los realizadores más singulares del cine argentino. José Celestino Campusano -que tuvo una inadvertida retrospectiva en el Festival de Cine B hace unos años- está muy lejos a lo que se conoció como Nuevo Cine Argentino, y completamente ajeno a los vientos actuales del cine trasandino. En este texto, Andrés nos explica por qué.

Por Andrés Nazarala desde Valdivia

En una escena de Fango –la nueva película del argentino José Celestino Campusano- dos experimentados roqueros (El Brujo y El Indio) tratan de convencer a un viejo bandoneonista que se una a su nuevo proyecto: una banda de tango-trash que tratan de sacar adelante. El argumento para persuadirlo es que a la suma de desencanto y melancolía del género musical rioplatense le falta la violencia del rock pesado.

Junto con definir las coordenadas de un nuevo estilo –que Campusano está sacando adelante, más allá de la película-, la ecuación funciona como una suerte de premisa, en clave musical, de lo que vendrá: un entramado de pasión y venganza que terminará involucrando a la dupla de entrañables rockeros.

Fango –una de las películas más interesantes de esta versión del Festival de Valdivia- va tensionando el proceso creativo de los protagonistas con una tragedia anunciada que crece como una avalancha. Todo a partir de un affair que involucra a la mujer de El Brujo y al galán del pueblo. Será la esposa de éste quien le encargue a una prima amachotada que tome riendas en el asunto. Desde entonces todo avanzará lentamente hacia la destrucción.

Fango

Con un inmenso respeto por sus personajes, el director evita la caricatura y el maniqueísmo, justificando las motivaciones de cada uno de los involucrados en el drama. Parece decirnos que la violencia la provocan la incomunicación, el absurdo y la terquedad de individuos defendiendo su verdad. Y lo hace invitando a la música, vislumbrando la delgada línea entre arte y vida. Fango es el nombre del grupo, pero también el lugar donde están atrapados los personajes.

Aunque es probablemente la película más compleja del cineasta argentino en términos de guión, la materia prima de siempre está ahí: los no-actores, la improvisación, la realidad como base, la reivindicación de la cultura rock y un evidente rechazo a cualquier tipo de academicismo. Las películas de Campusano son hechas a pulso, con técnicas más cercanas al documental que a la ficción, respetando las formas en que hablan y se desplazan los actores en vez de imponer posturas artificiales.

Todo eso se traduce en una frescura fascinante y en una sensación de verosimilitud que atraviesa todo el metraje. Porque en Fango todo se siente real: los personajes, los escenarios, los conflictos y, finalmente, la música, ejecutada in situ por intérpretes de verdad.

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