Por Pamela Biénzobas desde Cannes

Nuri Bilge Ceylan es un tremendo cineasta. Kiş Uykusu (Winter Sleep), la película que le valió el Premio FIPRESCI y sobre todo su primera Palma de oro tras dos Grand Prix (Uzak y Érase una vez en Anatolia) y un Premio a la mejor dirección (Los tres monos), es una muestra clara de su maestría. Y convenció no solo a los jurados sino a buena parte de la asistencia de Cannes.

Sin embargo, con toda maestría, la obra más reciente de Ceylan expone aspectos debatibles en su postura frente al mundo y su arte. ¿Marca Winter Sleep una evolución en el cine del fotógrafo y realizador? En un sentido, sí: la misoginia que suele exudar su trabajo da paso aquí a una reflexión más valorizada sobre la mujer o al menos un intento cierto de empatía. De manera desagradable o patética, las mujeres sirven de reflejo implacable en el proceso de introspección que la película acompaña. A través de Aydin, intelectual acomodado que cree ser consciente de su posición privilegiada, pero que en verdad mantiene una relación de total arrogancia y prepotencia con todo lo que lo rodea, Winter Sleep propone una mirada bastante crítica al artista en "hibernación" en su torre de marfil.

Sin embargo, el proceso repite una cierta autocomplacencia que la película tiende a denunciar. En las larguísimas secuencias de discusión, resueltamente teatrales, es probable que la cuestión de la lengua afecte particularmente. Una vez que la puesta en escena está instalada con ostentoso virtuosismo, lo que queda es el extenso y opresivo diálogo. Espectadores de habla turca comentaron que en la lengua original pasaba con fluidez, pero para los demás el subtitulado exacerba la teatralidad al punto de hacer sentir esos pasajes como anti-cinematográficos.

El teatro es un elemento central de Winter Sleep. Aydin es un actor ya retirado, instalado cómodamente en un hotel exótico heredado de su poderoso padre en una zona pobre de Anatolia, donde pretende trabajar sobre una historia del teatro turco. El terrateniente altanero se ve con sincera convicción como un humanista justo, delegando la gestión y el trabajo sucio a su capataz. El marido orgulloso está convencido de que su joven y bella esposa, que trata de llenar el vacío de un aislamiento cómodo con acciones de beneficencia, tiene todo lo que podría desear. Poco importa que vivan como compañeros cordiales y no como pareja, y que ella no tenga ninguna perspectiva de desarrollo profesional o personal en el yermo feudo de la familia del marido. Pues él no es el único patrón: el lugar también pertenece a su amargada y ociosa hermana (personaje femenino irritante y despiadado) resuelta a derribar la autosatisfacción engañosa que la rodea casi por aburrimiento.

Es en ese escenario, con sus interiores filmados como decorados y los exteriores captados por Gökhan Tiryaki con el esplendor ya clásico del cine de Ceylan, que Aydin vive su invierno con la esperanza de una primavera que lo despierte de su sopor.

La gran película que Winter Sleep podría ser, y en ciertos aspectos efectivamente es, adolece sin embargo de una posición igualmente soberbia, al abrazar la perspectiva altiva desde las ventanas de la torre de marfil, incluso cuando intenta lanzar piedras (a veces rocas mortíferas) contra sus cristales.