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En los mismos días que Isabel Allende Bussi triunfaba en las elecciones del Partido Socialista y encabezaba la lista de los políticos mejor evaluados de una encuesta, su hija Marcia Tambutti estrenaba en Cannes un documental sobre su abuelo, el presidente Salvador Allende. Un trabajo que empezó como una búsqueda personal y que derivó en una cinta íntima de un personaje reverenciado, pero al mismo tiempo omitido de las conversaciones de su entorno familiar.
Por Pamela Biénzobas desde Cannes
"Si quiero ver sus fotos, busco en Internet", comenta un nieto de Salvador Allende y Hortensia Bussi, explicando por qué las dos fotografías que tiene de sus abuelos están guardadas en una maleta. Su respuesta toca directamente, y prácticamente choca con la motivación de Marcia Tambutti Allende para realizar su primera película, Allende mi abuelo Allende, presentada en la Quincena de los Realizadores.
La bióloga chileno-mexicana dejó su profesión y el país en que había vivido la mayor parte de su vida justamente en busca de esas imágenes familiares, físicas y afectivas. Habiendo crecido en el exilio, con la omnipresencia del ícono Salvador Allende, anhelaba encontrar al abuelo del que rara vez se hablaba en la familia, y del que apenas se compartían fotografías o incluso anécdotas más personales.
Ocho años duró el proceso personal que culminó en el documental estrenado en Cannes. El comentario en off es lo que le da una unidad a un proyecto de tan largo aliento, y en el que se puede observar la evolución de las ansiedades, tensiones, anhelos y afectos que remueve la búsqueda de Marcia Tambutti. Así se van abordando distintos niveles que se deben equilibrar con delicadeza. Cualquier persona que tiene preguntas se enfrenta a la cuestión de la legitimidad de forzar a los demás a hablar de temas que prefieren evitar. La realizadora también, aunque la madre a la que interroga sea Isabel Allende Bussi y la abuela anciana y obstinada, Hortensia Bussi, "Tencha".
Marcia Tambutti no esconde los reproches que se le hacen por imponer su propia búsqueda a los demás, pero tampoco deja que el pudor ajeno la frene. El documental asume que para abordar al "Chicho" (en una familia con tendencia a los diminutivos) tiene que mirar allende la figura del abuelo, y aceptar que el ícono es de dominio público. Pero el hecho de que algo sea de conocimiento general no impide que sea un tabú en la familia.
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Isabel Allende y Carmen Paz Allende en Allende mi abuelo Allende |
Es lo que sucede con dos temas importantes que permiten además organizar una película que comienza de manera más suelta, recolectando fragmentos, y va armándose de manera más estructurada en torno a cuestiones como las infidelidades de Allende y su relación con Miria Contreras, "Paya", o el suicidio de Beatriz Allende, "Tati", la hija más cercana al ex-presidente, pues era también su asistente personal. Durante unos segundos vemos a Tati en un evento público en Cuba, junto a Fidel Castro, en un estado depresivo evidente, mientras los testimonios en off comentan lo difícil que era hablar de eso en esa época (y en ese país). Ese instante subraya una de las convicciones subyacentes al proyecto: la importancia de las imágenes.
Las imágenes, fijas y en movimiento, son la parte más tangible de Allende mi abuelo Allende, que mezcla un tesoro de material de archivo, imágenes ya conocidas (como El tren de la victoria, de Joris Ivens) y otras insospechables, que ni siquiera la familia había visto, como películas caseras de sketchs cómicos, con Salvador Allende disfrazado. Menos tangible e imprevisible es la relación de cada uno de los parientes cercanos de la realizadora con la figura del abuelo y con la historia familiar. Poco a poco, en lo que seguramente importa aún más en lo personal que en lo cinematográfico, las resistencias van cediendo y cada uno va encontrando su propia motivación, sus propias ganas de hablar y compartir. Y en su cándida aventura íntima, Marcia Tambutti acaba regalando a sus familiares más cercanos, y de paso a todos quienes nos hemos apropiado de una manera u otra de un hombre muy humano y absolutamente extraordinario, un retrato más completo, menos idealizado y, precisamente por ello, más justo.