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Metrópolis (1927) de Fritz Lang

Metrópolis La más bella lucha de clases

En uno de los acontecimientos del año cinematográfico, con el patrocinio de Mabuse, la versión restaurada de una de las obras maestras de Fritz Lang se exhibió en 4 funciones en el Goethe Institut. Con la música original, con una calidad de imagen nunca antes vista, regresa Metrópolis, con toda la grandeza, esplendor y genialidad de su estreno en 1927

Por Jorge Letelier

Los edificios se me antojaban un telón vertical, reluciente y muy ligero, un decorado de fondo exuberante, colgado de un cielo lóbrego para deslumbrar, dispersar e hipnotizar
Fritz Lang

Fritz Lang había filmado doce películas antes de Metrópolis, y sólo con la octava de ellas, Der mude Tod (La muerte cansada, 1921), logró acariciar el éxito. Claro que en aquellos tiempos se podían rodar sin dificultad ocho filmes en un año (de hecho sólo en 1919 se rodaron siete guiones suyos), por lo que acusar al joven Lang de fracasado es una aberración. Es más, lo que sucedió a partir de Der mude Tod es una de las explosiones más brillantes de la historia del cine, una asombrosa sucesión de obras maestras que apuntando en distintas direcciones (el nacionalismo germano, el policial sobrenatural, la visión social anticipatoria, la ciencia ficción o el temprano cine negro de filiación política), se organizaron en una perfecta coreografía en torno a las relaciones de PODER (así, con mayúsculas), el tema non plus ultra que dominaría su carrera.

Ya es historia conocida que Lang concibió la idea de Metrópolis cuando entró a Nueva York a bordo del Queen Mary, en 1924. Este viaje, procurado por la UFA, buscaba que el director conociera los adelantos técnicos de Hollywood para aplicarlos en Alemania. Convertidas las impresiones de Lang en novela por su esposa Thea Von Harbou, se abocó a la monumental tarea de producir el filme más costoso de la UFA hasta ese entonces: 1,5 millones de marcos de presupuesto.

Afiche original al estilo Bauhaus

Es que Lang, un cineasta tan conciente de sus talentos como conocedor de su exacerbada megalomanía, acariciaba la idea de construir una ciudad a escala, con modelos en tres dimensiones y un complejo entramado de efectos ideado por Eugene Shufftan, que había quedado en la retina del realizador vienés luego de su viaje a Hollywood: la proyección de decorados mediante espejos, lo que sería el toque maestro que daría la majestuosidad visual requerida para semejante argumento. "Vivo a través de los ojos" era la filosofía que Lang proponía llevar hasta sus últimas consecuencias con Metrópolis.

Pero increíblemente, luego de 310 días de rodaje (El señor de los anillos, de quien se dice fue una filmación sin precedentes, tuvo 276 días de filmación), y un presupuesto disparado a seis millones de marcos gracias a los 37 mil extras (contra 26 mil de la saga de Peter Jackson), los pequeños detalles del decorado como las cientos de miles de ventanas, los 300 autos de juguete que deambulaban por las autopistas y los sorprendentes efectos visuales (como la técnica de sobreimpresión en la misma toma, un recurso que luego se haría habitual), la posición de Lang al interior de la UFA no fue de las mejores cuando la película se convirtió en un fracaso económico.

El propio director no había quedado muy conforme con el resultado. En especial, le desagradaba el final de la película, con las clases antagónicas conminadas a olvidar sus diferencias y trabajar en conjunto, a través de la "buena voluntad" de sus líderes. Más que la alegoría totalitaria o los presagios futuristas, a él le interesaban las máquinas y su relación con la arquitectura, como lo ejemplifica brillantemente el inicio del filme, una pieza de animación abstracta que va revelando superficies y líneas y que deriva en una representación gráfica de una ciudad monstruosa.

Pero aunque el propio director no lo quisiera reconocer, su único ojo bueno le bastaba para darse cuenta con exquisita claridad de los males de su época. Profundo conocedor de los excesos del alma humana, ya en sus tempranos inicios advertiría sobre los peligros del nacionalsocialismo en Dr. Mabuse, el jugador (1922), la primera de su trilogía sobre el famoso científico controlador de la mente humana y que era una perfecta alegoría del otro austríaco que luego se tomaría el poder.

La mutilación como arte

Fritz Lang: el maestro que llegó de Viena

Hasta aquí la historia. Lo que sigue a continuación es la historia de la historia. O si se quiere, la teleserie que acabó con un cuarto del metraje original de Metrópolis perdido para siempre. Todo comenzó en un país muy lejano llamado Estados Unidos, donde la cinta arribó en 1929 para su estreno. La Paramount, distribuidora y "dueña" de los derechos para el país del norte, juzgó algo comunistoide este argumento sobre una clase social que habitaba el inframundo y que se levantaba para destruir el orden establecido. Entonces procedió a eliminar escenas, crear nuevos intertítulos y reducir el metraje original de unos "excesivos" 160 minutos a unos más decorosos 90.

Es por ello que algunas críticas han apuntado a la incoherencia dramática de algunos personajes, como Rotwang, el inventor, en su encuentro con Fredersen, el empresario creador de la ciudad, cuando le muestra su robot antropomorfizado. Y tienen razón, ya que esta escena fue mutilada con tal saña que no queda casi nada del sentido original, el cual es el conflicto amoroso entre ambos hombres por la mujer de Rotwang, Hel, lo que presumiblemente hablaría de un triángulo amoroso. Temían los productores estadounidenses que el nombre de esta mujer (casi idéntico a Infierno), provocaría la risa del público.

Así fue como el metraje restante de la cinta desapareció para siempre (en este punto, los historiadores no pesquisan el destino de las copias con la duración original que circularon por Europa), y el consiguiente manto de olvido cubrió a la fastuosa obra que en su momento fue definida como la "última película expresionista y neo objetivista del cine alemán", aludiendo a la Neue Sachlichkeit, la corriente artística fundada por la Bauhaus.

Pero antes de su letargo definitivo, fue el propio Hitler quien juzgó las posibilidades de la cinta y de Lang- para el escenario nazi que comenzaba a desplegarse maquiavélicamente. Seis años después del estreno, Hitler, admirador confeso del filme, mandó a Goebbels a hablar con el director para proponerle hacerse cargo de todo el cine alemán. Curiosamente, los dos filmes anteriores de Lang y que fueron sus primeras experiencias sonoras, M, el vampiro de Dusseldorf (1931) y El testamento del Doctor Mabuse (1933), habían sido censurados y este último, ni siquiera se pudo estrenar.

Fredersen y Rotwang junto al robot: el espíritu de la mujer amada

Cuando Goebbels llamó a Lang, éste le dijo que se reunieran a almorzar. Y mientras el propagandista oficial leía el menú, Lang aprovechó de huir raudo a París (en Francia haría una sola película: Lilliom) para nueve meses después radicarse en Hollywood. Un autoexilio que duraría hasta 1959.

Sale Moroder, entra Huppertz

La actual versión, restaurada por el Museo de Cine de Berlín y la Fundación Murnau, recupera un aspecto esencial para conocer lo que fue y nunca se verá de Metrópolis. La música original de Gottfried Huppertz permite, a manera de guía sonora, revelar los rastros de escenas y planos faltantes, ya que el énfasis dramático de la partitura no dejaba dudas sobre el tono de las situaciones. Así, la famosa escena ya mencionada antes entre Rotwang y Fredersen fue "rellenada" por la música y así, en conjunto con el guión original de Thea Von Harbou, se develaron las razones de la apasionada reacción del inventor por la presencia del demiurgo de la ciudad.

La importancia de la partitura de Huppertz, que fue compuesta a medida que avanzaba el rodaje y donde cada personaje tenía su propio motivo musical, fue devolverle la dignidad sonora al filme, algo maltrecha luego del experimento tecno pop de Giorgo Moroder en los años ochenta, que la sacó del olvido pero la convirtió en un culto más cercano a un kitsch comercialmente oportunista, además de cometer un pecado venial: transformar su insustituible blanco y negro en un lamentable sepiado.

La ciudad del futuro según Lang

La versión de Moroder (1984), de 80 minutos, estaba basada en la edición americana de 1929, pero no fue hasta tres años más tarde, que la verdadera restauración tomó cuerpo. En 1987, el director del Museo del Cine de Munich, Enno Patalas, pesquisó distintas copias por Europa para recuperar dentro de lo posible el metraje original de la cinta, incluyendo algunos intertítulos censurados al momento de su estreno alemán. Al final, su trabajo permitió llegar a los 93 minutos, y fue la base para la presente edición.

Con el trabajo de Patalas en la mira, el restaurador Martin Koerber encontró un negativo de cámara original en el Archivo Fílmico de Berlín, lo que sumado a copias cedidas por el British Film Institute, The George Eastman House y la Fondazione Cineteca Italiana ayudaron a completar una versión de 123 minutos, la que fue limpiada digitalmente cuadro a cuadro y a la que posteriormente se le sumó la partitura de Huppertz interpretada por la Rundfunk-Sinfonte Orchester de Saarbrücken. Un trabajo monumental para una película que no podía aspirar a menos y como sintetizó el crítico norteamericano Andrew Sarris, la obra cumbre de un cineasta que hizo de la pesadilla, la fábula y el cuento moral, una implacable disección del alma humana.

Publicado el 25-04-2004

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