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Balance 2009 De dulce y agraz: Entre millones y chauchas

La brecha entre los estrenos norteamericanos y el cine chileno no hizo más que ahondarse durante el 2009. Mientras la taquilla de Hollywood reventaba los augurios mas auspiciosos, las butacas vacías sobraban entre las cintas nacionales. Un recuento contradictorio, donde detrás de cada buena noticia, está su gemela negativa.

Por Jorge Morales

1.-Otra crisis, por favor

El 2009 estuvo marcado por la crisis económica, pero contrariamente a lo que dicta el lugar común, no afectó en nada al cine. Lejos de bajar la asistencia, el año pasado la recaudación batió récords en todo el mundo. Estados Unidos, el país donde comenzó la crisis, superó la barrera de los 10 mil millones de dólares en ingresos, la mayor ganancia de toda su historia. En Chile las cadenas de multisalas tuvieron un incremento en su taquilla sobre el 21% (que representa 2 millones de espectadores más que el 2008) y cadenas como Hoyts tuvieron una expansión de tal envergadura (propietaria de un tercio del mercado de salas gracias a la compra del circuito Showcase de los malls Parque Arauco y Arauco Maipú) que, de la mano de su gerente general Francisco Schlotterbeck –quién terminó exponiendo el secreto de su éxito a otros ejecutivos-, se posicionó como la segunda empresa del rubro después de Cinemark.

La película más taquillera de la historia de Chile:
US$7.470.152 llevaba Avatar al 25 de enero de 2010.

Parte de esta alza fue gracias al taquillazo histórico de La era del hielo 3 que cruzó una barrera: hizo naufragar a Titanic, un gigante imbatible del cine y la televisión. La épica romántica de James Cameron, que ostentó por más de 10 años el primer lugar de los ingresos de una película en Chile, fue superada ampliamente (más de un millón de dólares extras) por la tercera secuela de esta divertida aunque intrascendente cinta animada. Pero el triunfo le duró poco. Cameron recuperó el cetro con su nuevo filme Avatar, que en menos de dos semanas –se estrenó el 17 de diciembre- se ubicó en el quinto lugar de la taquilla 2009, y antes de terminar enero del 2010, había superado a La era del hielo 3, siendo en este momento la película más vista de toda la historia de Chile.

Lo cierto es que tanta fortuna no es tan misteriosa. Dentro de los hábitos de esparcimiento de los chilenos, el cine sigue siendo la actividad principal, menos onerosa y con mayor asistencia. Un 34,9% de la población asistió al menos una vez al cine en los últimos 12 meses según la Encuesta de Participación y Consumo Cultural que presentó el gobierno en noviembre.

Lo que tampoco es sorprendente son las diez películas de Hollywood que encabezan la taquilla nacional. De hecho, recién en el puesto número 13 se ubica una película de otro origen (la chilena Grado 3). La proporción de estrenos se distribuyó de un modo más o menos similar al 2008, pero con algunas variaciones interesantes. De los 212 estrenos, EEUU como siempre lleva la delantera con el 61,3% de la torta (130 películas), seguido de un 19,8% de Europa (42 películas), Chile con un 14,6% (31 películas) y América Latina con apenas un 3,3% (7 películas). Pero siendo rigurosos, a Latinoamérica podríamos sumarles las "chilenas" All inclusive y Cordero de Dios, dos coproducciones con México y Argentina, respectivamente. El caso más llamativo sigue siendo Asia, un continente de gigantesca producción del que no recibimos prácticamente nada (0,9%). Se estrenaron La reencarnación, un ejemplo tópico del majadero terror nipón y sus vengativos espíritus de gente muerta, y Aliento, una de las peores obras del coreano Kim ki-duk.

La verdadera sorpresa de este año fue la división de películas del cine europeo. Por primera vez en mucho tiempo hubo una distribución equitativa de los estrenos del viejo continente quedando Francia –nuestro sempiterno y principal proveedor tras Estados Unidos- rezagado a un segundo lugar junto a Alemania con 9 películas. El primer lugar se lo llevó Italia con 10. No es que el poderío del "francés" haya quedado atrás (aparte de las cintas de origen galo hubo dos estrenos belgas). Simplemente, Arcadia, la distribuidora local vinculada al cine Normandie, se ha preocupado de convertir al Cine Arte Tobalaba en una suerte de oasis itálico estrenando ocho películas de ese país en forma exclusiva. Si a eso sumamos Mi hermano es hijo único y Gomorra, de Transeuropa, el cine italiano ha tenido una presencia constante, pero que por su escasa penetración en la cartelera (con la sola excepción de Gomorra, el resto sólo tuvo copias únicas), el fenómeno ha pasado inadvertido. Sin embargo, a diferencia del cine francés que abarca todo tipo de producciones más o menos actuales (cintas de acción como El transportador 3, comedias tontas como Por fin viuda, cine de autor como Entre los muros y Las horas del verano, y superproducciones sofisticadas como Coco antes de Chanel), la mayor parte de los estrenos italianos llega con 5, 6, 7 y hasta 8 años de retraso (cuatro son producciones del 2001 y 2002), y varias están en formato digital. De hecho, uno de los estrenos, Francesca (2001), es un telefilme. Su directora Lina Wertmuller junto a la protagonista, la legendaria actriz Sophia Loren, además se repitieron el plato con el estreno de Demasiado amor (2004). Sólo del prolífico e incansable Clint Eastwood se habían estrenado también dos películas de un mismo director el 2009 (El sustituto y Gran Torino), meta que podría repetir el 2010 con la recién estrenada Invictus, y Hereafter (aún en rodaje), un thriller sobrenatural con estreno programado para diciembre.

2.-La mesa del pellejo

Mientras las multisalas, los magnates dueños de los estudios y varios directores gringos saltaban en una pata, el medio audiovisual chileno tuvo que poner nuevamente los pies en la tierra. Mientras el glamoroso cine de Hollywood se solazaba de emoción por el éxito, el austero cine chileno sollozaba de emoción por el fracaso.

El diagnóstico no es novedad y clona año a año, pero el 2009 fue especialmente malo considerando el aumento sustantivo que hubo en la taquilla, y el crecimiento sostenido que llevaba el cine chileno desde el 2006. El 21% de incremento en la asistencia general, los dos millones de nuevos espectadores que hubo el 2009, se repartieron en cualquier parte, menos en el cine chileno. De 31 películas exhibidas comercialmente, sólo 5 lograron más de 10 mil espectadores (4 de ellas más de 50 mil y sólo 1 más de 100 mil).

Sí consideramos sólo las películas que se estrenaron en las multisalas –que es donde se acumula la mayor cantidad de espectadores-, es cierto que hubo menos películas que el 2008 (bajaron de 22 a 15), pero también bajó notoriamente la cantidad de estrenos en general (de 200 a 169). Pero el dato más relevante es que tuvimos muchísimos menos espectadores que el 2007 con mayor cantidad de películas. Los números no mienten: el 2007 se estrenaron 11 películas chilenas y hubo 914.539 espectadores. El 2008 se estrenaron 22 y hubo 939.835. El 2009 se estrenaron 15 y hubo… 547.596 espectadores. O sea, una caída sobre el 40%.

All inclusive: más de 500 mil espectadores en México. Menos de 10 mil en Chile.

¿Qué pasó? En principio, que las películas comerciales –que son las que engordan las cifras en definitiva- fueron menos que en años anteriores, y las que hubo, arrastraron pocos espectadores. En ese sentido, en términos de taquilla, el mayor fracaso del cine chileno 2009 fue All inclusive. Y acá volvemos al tema del origen: si bien se trata de una coproducción con México –filmada en México y con una gran mayoría de actores mexicanos (con el "señor Barriga" en un rol secundario como taxista)-, gran parte del capital de producción, su director (Rodrigo Ortúzar), sus guionistas (Paula del Fierro y Julio Rojas), una de las actrices protagónicas (Valentina Vargas), etc., son chilenos. La película tuvo una fuerte campaña publicitaria y se presentó con 46 copias –cuatro menos que Grado 3-, pero no alcanzó ni el 4% de la recaudación de la película del Rumpy (240.716 espectadores contra 9.382).

Tampoco ayudaron los estrenos "chicos". Hubo varias cintas con más de 10 copias que no lograron superar ni siquiera los 3 mil espectadores: Navidad, Ilusiones ópticas y Desde el corazón. En el caso de las dos primeras, su pedigrí no les sirvió de nada: Navidad había estado en Cannes e Ilusiones ópticas en San Sebastián. Ninguna pasó íntegra –con todas sus copias originales- la primera semana en cartelera.

Desde luego, parte de la culpa es de los exhibidores que tras el temido primer fin de semana evalúan el rendimiento de la cinta sin compasión. Pero tampoco tiene sentido esperar que tengan paciencia si la película no prende. Es un negocio y si un filme no funciona, tienen una pila de cintas esperando el espacio para estrenarse. El vicio del sistema es que una película chilena no compite contra sí misma, sino contra una brutal saturación propagandística. Las grandes distribuidoras cuentan con una infinidad de recursos más para promocionar sus películas que el cine chileno, por lo que siempre tendrán ventajas comparativas para aumentar sus cifras. Además, ¿qué capacidad de negociación tiene un cineasta nacional con su película bajo el brazo, y sus cuatro afiches con el logo del BancoEstado, frente a distribuidoras con una aceitada maquinaria publicitaria que estrenan anualmente 25 cintas a un promedio de 30 copias cada una? Mientras las condiciones sigan siendo las mismas, la solución no se ve nada clara. La única forma de lograr que los administradores de salas permitan que una película chilena sortee la semana –aún cuando sus resultados iniciales no sean óptimos-, es reglamentándolo. Dejar esa decisión a su arbitrio, olfato, conciencia o solidaridad, es pedir piedad al verdugo.

Grado 3: la inagotable veta chacotera (no es para la risa)

Bajo el estado actual de las cosas, los números indican que todavía resulta más efectivo repetir y degradar infinitamente la odiosa y exitosa fórmula de El chacotero sentimental y facturar bodrios como Grado 3 que aventurarse a experimentar. Por el momento, el cine chileno tiene que bajar considerablemente sus costos para que la caída sea menos devastadora. Porque es imposible sostener eternamente un cine que no sólo no recupere su inversión, sino que además casi nadie ve. Hasta ahora el Estado no condiciona los fondos invertidos a la recaudación, pero las cosas pueden empezar a cambiar a partir de marzo.

Este es cuento viejo, pero el peligro es producir películas que tengan una visibilidad tan restringida que se conviertan en piezas de museo o que sólo circulen por festivales. Y no estoy diciendo que necesariamente hay que hacer otro tipo de cine, sino que se deben generar condiciones para que las películas se "vean". Las cifras del Cine Arte Alameda, por ejemplo, son irrisorias. Todos sabemos que la existencia de ese espacio beneficia a una parte importante del cine nacional que de otra manera no podría estrenarse, pero su taquilla reúne en conjunto –es decir, 17 películas- 5.853 espectadores en todo el año, lo que representa el 1% de la taquilla del cine chileno 2009.

Paradójicamente, el 2008, gran parte de nuestros cineastas se escandalizaron por la baja taquilla, pero el 2009 –cuando la situación es muchísimo peor- no se ve a nadie alarmado.

3.-La guerra de los mundos

Si algo nos enseña las dos películas latinoamericanas que postulan al Oscar, es que es perfectamente compatible en nuestra región la existencia de dos universos estéticos opuestos, siempre y cuando sus representantes sean la manifestación de un desarrollo y sofisticación en sus personales estilos. Dicho de otro modo, mientras no se empantane en una puesta en escena académica, el cine clásico tiene tanta legitimidad como el cine más libre, intuitivo y experimental, que desde luego, no se pierda en su cripticismo o en una cínica moda pasajera de festival. En el cine chileno, esa coexistencia existe, pero ahogada en un profundo desequilibrio.

Solos de Jorge Olguín

Nuestro cine más convencional se cae a pedazos. Películas como Dawson, Isla 10, Teresa y Desde el corazón, revelan tantas limitaciones narrativas, lugares comunes y desaciertos, que para llegar al nivel de refinamiento del tipo El secreto de sus ojos, todavía estamos demasiado lejos. Las tres películas son eco de un afectado y tartamudo pasado audiovisual que parecía habíamos dejado atrás. De la misma manera, que Grado 3 y Super, nos recuerda que ese anticuado cine comercial de guiones ultra primarios -donde los conflictos, tratamiento de los temas o mínimos conceptos dramáticos, se diluyen en una estructura episódica de sketches del humor más ligero y gastado- sigue, desgraciadamente, teniendo relativo éxito en el público. En otra vereda cercana, está Solos, el tercer intento de Jorge Olguín por avanzar en un género como el terror, donde nunca termina de debutar. Por comparación, Solos es más floja que sus dos largometrajes anteriores que tampoco estaban en un pináculo de calidad inalcanzable. La diferencia es que el tratamiento narrativo es más esquelético y la película no es capaz ni siquiera de sostenerse en sus limitados efectos visuales (la clásica estrategia del cine de horror para tapar sus debilidades).

El cine más alternativo (a falta de otra etiqueta), poco a poco se ha ido consolidando, aunque eso no signifique, necesariamente, que el juicio a todas las películas sea homogéneo. Cintas como La nana (que con sus  90 mil espectadores abre la esperanza de que la taquilla nacional no siempre esté disociada de la calidad) e Ilusiones ópticas justifican su estrecha disputa para ser consideradas las mejores en nuestra encuesta anual. No así Navidad, donde Sebastián Lelio –quien, en términos formales, construye una puesta en escena más sólida que en La sagrada familia-, a través de diálogos naturalistas –precisos pero intrascendentes-, subraya una serie de conflictos internos, fracturas, confusiones o taras emocionales, que repentinamente desaparecen gracias a un ménage à trois. Una resolución simplista e inconsistente y con precedentes en el joven cine chileno como en la fallida 199 recetas para ser feliz.

En los documentales, tres películas destacaron el 2009: El poder de la palabra (ver comentario), Retrato de un antipoeta –indagación superficial y a la "mala" del poeta Nicanor Parra, pero con fuerte presencia en la cartelera- y Registro de existencia (la cinta menos vista del año: 16 espectadores), interesante reflexión sobre las "huellas" de la identidad que ya había sido tratada con menos acierto en Señorita Gladys Peake.

3.-El Tío Oscar, la pequeña Nana y el gigante Dawson

La nana vs Dawson: La pelea del año

El martes 2 de febrero se anunciaron las nominaciones al Oscar. En la categoría de mejor película de habla no inglesa, sorprendentemente, hubo dos cintas latinoamericanas: la peruana La teta asustada y la argentina El secreto de sus ojos. Aunque ya se sabía que Dawson, Isla 10 no figuraría –días atrás había quedado fuera de la "lista corta"-, con el anuncio se cerró definitivamente la más ardua discusión cinematográfica del 2009 sobre cuál era nuestra mejor carta para postular al premio. Así que estaremos en marzo mirando la entrega de los Oscar como los peruanos en junio mirando el mundial de Sudáfrica: en total y triste ausencia (de los argentinos ni hablar, ellos van a todas).

Ahora resulta evidente que la posibilidad de que Dawson, Isla 10 obtuviera una nominación, era mucho más limitada que si nuestra representante hubiese sido La nana. Y si a alguien le cabía alguna duda, la nominación a los Globos de Oro terminó por refrendarlo. Pero el debate, como suele ocurrir en todo orden de cosas en Chile, fue a destiempo, cuando la postulación de Dawson era un hecho irreversible. Igualmente todos metieron la cuchara. Desde el converso analista político "bilingüe" Patricio Navia hasta los dos candidatos presidenciales a la segunda vuelta, que en medio del segundo debate presidencial (como no había mejores temas que hablar), todavía se les preguntaba por su favorita. Ni Frei ni Piñera le dieron su voto a Dawson, Isla 10 y es que los adeptos al mediocre filme de Littin brillaron por su ausencia.

No entrando de lleno nuevamente al tema (ya abordado en otro texto anterior), hay que destacar tres hechos concretos. Primero, la forma de elegir la película que postulará al Oscar no deja conforme a nadie, pero, a decir verdad, no existe ningún procedimiento que tenga la rigurosidad científica para elegir la candidata idónea. Mal que mal, con más o menos votantes, el resultado siempre será arbitrario. Segundo, a los críticos nos metieron en este baile y no tuvimos nada que ver. La decisión la tomó un jurado conformado exclusivamente por gente de la industria. Si se quería culpar a alguien, culpen a los coreógrafos y no al público que presenció el ballet. En esta pasada, fuimos el chivo expiatorio. Tercero, el legítimo deseo o la sentida ambición no tiene porque oponerse a normas mínimas de "elegancia" y hasta de sentido común. Los gimoteos públicos, los alegatos infundados y el telefonazo de Sebastián Silva a Miguel Littin, pidiéndole que renunciara a su postulación, están entre las anécdotas más impresentables del año. Es como si Frei llamara a Piñera y le pidiera que cediera su puesto como presidente porque el senador DC está seguro que cree que puede gobernar mejor el país. Hay que honrar las reglas del juego, aunque el resultado sea (como ocurrió en todos los casos) el peor.

4.-La maldición de Cannes

Fue todo un acontecimiento que dos películas chilenas estuvieran simultáneamente en dos secciones importantes del festival de Cannes 2009: Navidad, de Sebastián Lelio, en la Quincena de Realizadores, y Huacho, de Alejandro Fernández, en la Semana de la Crítica. Ambas recibieron muchos elogios de la prensa y crítica internacional, y en ambos casos también, fue el inicio de un exitoso periplo festivalero. A eso se suma una apreciable atención mediática y una evaluación positiva de los críticos nacionales (más por Huacho que por Navidad que fue algo resistida).

Pero todos estos antecedentes no incidieron en nada en su paso por la cartelera. Como reseñaba en un punto anterior, Navidad duró sólo una semana con 12 copias. Al siguiente jueves, quedaban tres. Una con todos sus horarios, otra compartiendo funciones con La era del hielo 3 y la última en la Sala VIP del Hoyts La Reina, que es dónde van a morir los elefantes: una jaula dorada de entradas caras y cuatro funciones nocturnas sólo durante el fin de semana.

Huacho lo tuvo peor. Debió postergar su estreno el 2009 –no encontró distribuidor ("no sabemos cómo venderla", decían)- y convertirse en el primer estreno nacional del 2010. Se estrenó con 3 copias en Santiago (la sala VIP, entre aquellas) y una en Chillán. No superó la semana. Lo más lamentable fue que durara tan poco en el sur, siendo probablemente el primer largometraje filmado en la octava región. En todo caso, el público puede reivindicarse: desde el 28 de enero está en el Cine Arte Alameda.

5.-Trincheras Festivaleras

No es el primer año que ocurre, pero es la primera vez que los conflictos entre los festivales se manifiestan públicamente… aunque para pelear se necesitan dos. Antonino Ballestrazi, director del Festival de Cine B, acusó de malas prácticas a la organización del SANFIC. "Actúan como mafiosos" dijo al diario La Nación. Y el SANFIC guardó completo silencio; antes, durante y después de las declaraciones de Ballestrazi.

El motivo del conflicto habría sido que varios directores (entre ellos nuestro compañero Andrés Nazarala con Debut) habrían optado por presentar sus películas sólo en el SANFIC que les exigía no estrenar antes en ese otro certamen donde también habían sido convocados (el Festival de Cine B se realiza en julio y el SANFIC en agosto). A decir verdad, esta condición no tiene nada de extraordinaria ni de mafiosa. Muchos festivales en el mundo quieren tener primicias, y como su nombre lo indica, está implícito que eso significará algún grado de exclusividad. Por desgracia, el perfil de los festivales en Chile guarda tantas similitudes entre sí, y nuestra filmografía sigue siendo igualmente exigua para alimentarlos a todos, que resulta muy complejo –sino imposible- que los festivales no se topen y tengan que pelear por ser los primeros en estrenar una película. Si el SANFIC hace valer esa condición, está dentro de sus prerrogativas (y de sus bases, probablemente), y los cineastas son dueños de hacer lo que crean que más les conviene. Lo absurdo de todo esto es que el Festival de Cine B intentara transformar artificialmente una pugna de pasillo en una disputa ideológica entre certámenes ricos y pobres como se declamaba en las poco protocolares editoriales de su catálogo. Que duda cabe que el SANFIC tiene plata (y que todavía no sabe bien qué hacer con ella), pero la idea de que hubiesen circulado "maletines", por ejemplo, por las películas de Raúl Perrone (como se dijo), y con el debido respeto que merece el director argentino, es inverosímil.

6.-La solitaria muerte del Pequeño Saltamontes y otras desapariciones

Del cine y la tele: Ricardo Montalbán, David Carradine y Karl Malden

Las nuevas generaciones pueden recordarlo en su rol como el mismísimo Bill en la segunda parte de Kill Bill Vol. 2 (2004) de Quentin Tarantino, pero fue su trabajo en televisión en Kung–Fu como un errante monje-guerrero shaolín que busca a su medio hermano en el viejo oeste norteamericano –a "pata pelá", con una flauta de bambú y su filosofía budista a cuestas-, el papel con el que siempre se identificará a David Carradine. Hijo de John Carradine –el actor secundario por excelencia con más de 200 películas- tiene un curriculum cinematográfico irregular marcado por cintas de acción B que se aprovechaban del perfil exótico que cultivó en la serie de televisión. Sin embargo, mostró su talento protagonizando varias cintas de directores destacados como Boxcar Bertha (1972) de Martin Scorsese, El huevo de la serpiente (1977) de Ingmar Bergman y Bound for Glory (1976) de Hal Ashby. Su muerte fue tan rara como su carrera: colgado dentro de un armario en un hotel en Tailandia. Hasta ahora no se ha determinado si se trató de un suicidio o de un accidente intentando una maniobra de goce sexual. Tenía 72 años.

Al igual que Carradine, Karl Malden (que murió el 1 de julio por causas naturales a los 97 años) participó en varias películas notables, pero fue su personificación del detective Mike Stone de la serie Las calles de San Francisco (con un joven Michael Douglas de compañero), el papel por el que fue más famoso. Actor de carácter, actuó en cuatro cintas de Elia Kazan, tres de ellas en roles importantes: Nido de ratas (1954) y las versiones fílmicas de dos obras de Tennessee Williams, Babydoll (1956) y el clásico de clásicos Un tranvía llamado deseo (1951), donde obtuvo un Oscar como mejor actor secundario. También participó en Mi secreto mi condena (1953) de Alfred Hitchcock y en dos filmes de John Ford.

Menos trascendente que los anteriores, pero tan reconocido como los otros por su papel en la TV, vale la pena recordar el deceso de Ricardo Montalbán, el Sr. Roarke de La isla de la fantasía. Nacido en Ciudad de México, Montalbán participó en una gran cantidad de películas de cine y televisión, pero casi siempre como secundario o actor invitado, respectivamente. Sus papeles más sobresalientes en el cine fueron en Sayonara (Joshua Logan, 1957), drama butterflayano de un militar norteamericano (Marlon Brando) que se enamora de una actriz japonesa durante la guerra de Corea, y donde el mexicano tenía el rol de un actor Kabuki; y Star Trek: La ira del Khan (1982), secuela de la primera versión cinematográfica de la serie de ciencia ficción donde interpretaba nada menos que a Khan, un viejo enemigo del capitán Kirk.

También murieron el 2009, entre otros, los actores Patrick Swayze (Ghost), James Whitmore (Sueño de Fuga), Ron Silver (Ali), el chileno Emilio Gaete (Largo viaje), el "hombre-lobo español" Paul Naschy, la actriz Jennifer Jones (Duelo al Sol), el director John Hughes (Mi pobre angelito), y los críticos Alexis Tioseco y Nika Bohinc, de los que publicamos tres textos como homenaje en el número 83.

7.-El sueño de Tatán

El ministro, la primera dama y el presidente... por 4 años

"Él me dice que todavía tiene un sueño que no ha podido realizar: la industria del cine" dijo Cecilia Morel, en dos ocasiones, en la recordada entrevista de El Mercurio (abril de 2009) donde explicaba cómo había afectado la crisis económica a la familia del millonario mandatario electo ("Se dejó de comprar Coca Cola", aseguró).

Nada indica que Piñera tenga una especial sensibilidad frente al cine. Aparte de la frase de su esposa y su simpatía electoral por La nana, no se le ha escuchado ningún pronunciamiento serio al respecto. Y es que hasta ahora las políticas culturales de su futuro gobierno son desconocidas. Es verdad, que tras las primeras y desafortunadas declaraciones del entonces candidato sobre el tema (anunciando que los proyectos artísticos se elegirían en votaciones ciudadanas –una estupidez impracticable-), los miembros de los grupos Tantauco se apuraron en calmar las aguas asegurando que en ningún caso pensaban desmantelar la infraestructura cultural creada por la Concertación, y que los fondos concursables y sus jurados de especialistas continuarían. Pero, obviamente, van a haber cambios; después de todo, ese fue el leitmotiv de la campaña. En un área tan sensible como ésta, son esas transformaciones las que generan desconfianza. Porque precisamente la derecha de lo que menos puede preciarse es de conocer el mundo de la cultura y sus particularidades.

Sin embargo, la designación del actor Luciano Cruz-Coke como ministro del área, asegura una cierta continuidad en las políticas públicas en la materia. Lo que queda por saber es su capacidad y poder para modificar y solucionar las imperfecciones del sistema. Porque los márgenes de maniobra que tendrá, considerando que los límites y obstáculos seguramente irán apareciendo con el paso del tiempo, estarán supeditados también a una nueva forma de gobernar que por el momento desconocemos. ¿Qué tanta injerencia querrá tener Piñera en  la toma de decisiones de esa cartera? Pronto sabremos, en todo caso, si lo pillaron volando bajo cuando habló de los sufragios populares o se trataba de un funesto anticipo.

> Juan Canello dijo: 12 de Marzo de 2010 a las 21:25
Me gustaria saber de donde sacan los datos de taquilla por favor.
> christian maldonado dijo: 20 de Febrero de 2010 a las 23:40
Jorge, entiendo que con el TLC con Estados Unidos nos pusimos la soga al cuello en muchas áreas, entre ellas, la cuota de participación en las salas de los multicines que como sabemos son la última parte del brazo de la industria hollywoodense, y dependen en gran parte de los grandes estudios y distribuidoras. De ser esto efectivo sería muy difícil o realmente imposible elaborar una reglamentación, como la que sugieres, para que los administradores de las salas tengan cierta "clemencia" con el tiempo de permanencia de las peliculas chilenas en sus salas. Ojalá alguien pudiera corroborar esta información.
Saludos.
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