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Ahogados en el aluvión que nos ofrecieron los medios a propósito de Se Arrienda, nos permitimos (una vez más) disentir para aclarar ciertas situaciones que pasaron de largo en esta curiosísima vorágine fuguetiana.

Por Jorge Letelier

I.

Cuando recibí la información de que Nicolás López había sido incluido con Promedio rojo en la selección oficial del Festival de Tokio, llamé a Jorge Morales y le pregunté: ¿no seremos nosotros los que estamos equivocados? La reflexión venía por el estupor y luego risa que nos había causado el artículo de Juan Andrés Salfate en Vive! (la revista de VTR), tratando a cierta crítica (nosotros) de ignorante por no haber advertido las "bondades" de la cinta de López y que incluso atacarlo a él y la película era –literalmente- "traicionar al celuloide local". No está demás decir que Vive!, que hizo una defensa corporativa del director de Promedio rojo ("Nosotros creemos en López" dice en la bajada del artículo), ocultó que una de las citas de los "enemigos" de López pertenecía a Daniel Villalobos, uno de sus principales colaboradores y convenientemente disfrazado bajo la sigla D.V.

Pero, bueno, más que constatar que no nos encontrábamos en un error (por cierto que no), la reflexión tenía que ver con la soledad de nuestra posición. Sin duda, pocos colegas habían alzado la voz públicamente contra la cinta de López (aunque muchos la deploraron en privado), y se habían subido alegremente al carro de la victoria orquestada por el voluminoso director y sus amigos críticos.

Fuera de las ridículas aristas de este caso, lo cierto es que este hecho dejaba claro que se había concertado un verdadero blindaje de cierta prensa en torno al director, dispuesta a cerrar filas en forma ciega con propósitos que más allá de la amistad, no se revelan lo suficientemente claros. Este blindaje tenía, por cierto, a El Mercurio como uno de sus orquestadores, tal como ejemplificó el propio Morales en su editorial Nicolás López: El candidato de Manchuria.

Cruz-Coke, el perdedor, alter ego de Fuguet... se supone

Sin embargo, de ahí a ser testigos de la campaña promovida en torno a Alberto Fuguet y su película Se arrienda, hay un trecho. Un margen que tiene que ver con lo poco disimulado y hasta descarado de la operación promocional puesta en juego. Porque si bien era esperable que la cobertura de "El decano" en torno a la ópera prima del escritor fuera importante y nutrida, porque mal que mal Fuguet es uno de sus hijos predilectos y había intereses comerciales de por medio (El Mercurio es auspiciador oficial de Se arrienda), asombra comprobar que se trató de una verdadera campaña institucional destinada no a hablar de la película en sí, sino que un desvergonzado y nada sutil culto a la personalidad del nuevo cineasta. Jamás, que yo recuerde, un cineasta debutante en este país (o cualquier cineasta al fin) tuvo tal cantidad de páginas para hablar hasta de sus más recónditas obsesiones, métodos, manías, referentes y/o divagaciones, todo coronado por un omnipresente "yo" (a ese respecto, el artículo firmado por el propio escritor/director en la revista El Sábado es memorable). Ni siquiera el propio López, maestro consumado del ombliguismo, había accedido a vitrinas tan generosas para cultivar su autoreferencia.

En este vendaval fuguetiano del que casi ningún medio (y aquí está el tema más curioso) se quiso bajar, el escritor construyó un discurso por decir lo menos, irritante. Por una parte, uno que explícitamente iba más allá de la ficción, con la manida tesis de "venderse o no al sistema" convertida en una declaración de principios personal ("autobiográfico" fue un adjetivo usado por el autor), quizás como una respuesta a los permanentes ataques de la prensa, colegas y lectores por su condición de escritor con tribuna y exposición permanente, raíces culturales ancladas en el extranjero y origen socialmente acomodado.

Es cierto, muchas de estas acusaciones han sido prejuiciosas y arbitrarias. Pero también es cierto que el "aura" de privilegiado que ostenta Fuguet no es producto de enemigos afiebrados. Es sólo la verdad. El tipo publica lo que quiere, es exitoso, reconocido, ha moldeado a una generación completa de periodistas mercuriales ávidos de anglicismos (y que ven al hecho de ser cinéfilos como una acumulación de información más que de comprensión), y todo en gran parte también gracias al poder mediático que tiene tras de sí, como un bloque monolítico que le provee generosas páginas y entusiastas loas. Entonces, asumir el tono crepuscular y derrotista de Gastón Fernández (Luciano Cruz-Coke) como el suyo propio y apareciendo como un artista cruzado internamente con un malestar fundamental, es una estrategia no sólo cínica, sino que abiertamente impresentable. "Tengo derecho a quejarme de cómo están las cosas", fue una de sus perlas a The Clinic. "Arrendarse es la opción menos mala entre venderse o renunciar" dijo en La Nación Domingo. Claro está que Fuguet nunca se vio enfrentado a tales disyuntivas, por lo que hacer juicios morales sobre el tema es más bien una bravuconada.

Cruz Coke y Braun: "vendidos" según Fuguet

Un ejemplo: en una nota durante el Festival de Cine de Valdivia criticaba a los actores que se "venden" para hacer teleseries y telefilmes de dudosa calidad. "Él (Fuguet) incluso plantea que podrían trabajar de mozos en algún restaurante antes de traicionarse y dejarse tentar por las luminarias del show business", escribió Fany Mazuela en Terra. Perdón, pero ¿qué son Luciano Cruz-Coke y Felipe Braun sino rostros de teleseries?

OK. Me dirán, Fuguet no es culpable de que los medios lo busquen. En parte es verdad, porque aunque alguien lo pueda acusar de exhibicionismo mediático, el tipo debe promocionar su película. Pero, insisto, reflexionar –en la ficción- en torno a la posibilidad de venderse al sistema o seguir un derrotero de fidelidad absoluta a sus ideales, no es un tema que el autor pueda manejar con propiedad y menos hacer de ese discurso ficcional, una realidad personal. Fuguet dixit: "los libros y el cine son una inmejorable tabla de salvación". O como describe el periodista Juan Carlos Ramírez en La Nación Domingo, que "(Fuguet) aprendió a saltar la reja porque le negaron las llaves del Reino". ¿Salvarse de qué, Fuguet? ¿Cuál reino extraviaste?

Reconozco que resulta odioso referirse así a un tipo que debuta con una película. Está claro, las películas deberían hablar por sí mismas. Pero lamentablemente hay una historia, hay un discurso aceitado durante años y además hay una cuestión de clase en torno a la "querella Fuguet". Porque más allá de las acusaciones de escritor pijo que sus enemigos le han endilgado, se ha producido una inversión del mecanismo: cualquiera crítica en contra suya es argumentada como una cuestión de clase, producto de una mente socialmente resentida.

II.

Aviso publicado en El Mercurio

Tuve la desgracia de presenciar recientemente un insólito incidente durante una función privada para periodistas. En ella, Ernesto Ayala, crítico de la revista Wikén, y al parecer muy amigo o fan de Fuguet, encaró al crítico Leopoldo Muñoz por la crítica nada favorable que había escrito de Se arrienda en Las Últimas Noticias. Que era muy corta, que no era una crítica, que en tan poco espacio no se puede decir una idea más o menos coherente, que había mala intención, etc. Sí, es cierto. Un crítico atacando a otro por su opinión de Se arrienda. Tal como Salfate en Vive! donde, por cierto, Fuguet ya tuvo un espacio para subir su ego. En el número de octubre, anunciando la exhibición gratuita del making of de Se arrienda en Pay per view, Fuguet dice sobre su película: "Eso quise rodar y escribir. Una historia que nos hiciera sentir bien, una historia como nuestro cine requería". Es tranquilizador para los críticos e historiadores que Fuguet ya escogiera su lugar en la historia del cine chileno. ¿Qué vendrá ahora? ¿El ataque de los Fuguet boys en esas mismas páginas a los que no les gustó Se arrienda? Recordemos que el editor de la publicación es el coguionista de la película.

Pero dejando de lado los histerismos de los críticos devenidos en fans, la cobertura de El Mercurio hacia Fuguet demostró que pese a los anticuerpos que suele generar el decano, sigue siendo el gran referente periodístico del país. Ideológica y mediáticamente. Casi como la manida teoría del chorreo que utilizan los políticos para hablar de la disminución de la pobreza a partir de las cifras macroeconómicas, la estrategia mercurial para posicionar a Fuguet como el cineasta del año, recibió el respaldo dócil y acrítico del resto de los medios, los que en un desfile interminable, hicieron cola para ensalzar al novel director y su cacareo teñido de sensibilidad ante el conflicto moral de su personaje y sus tribulaciones como creador.

Incluso medios que se suponen más independientes o al menos poco conformistas, como La Nación Domingo o The Clinic, cayeron en la retórica afectada del director sobre el ser vendido o no. "Estar inseguro de tu talento hace que tomes este tipo de decisiones rápidas. Porque no sabes si podrías conseguir lo que quieres sin ceder", le confesó a La Nación Domingo en un artículo-homenaje titulado sugerentemente "¿Quieres ser Alberto Fuguet?".

Peor aún fue en The Clinic, paladín del antimercurialismo, en que el escritor hizo reflexiones como "he perdido plata y oportunidades por no aceptar cosas" ante la mirada compasiva de su entrevistador. Seamos claros. Las líneas editoriales y las pautas de cada medio son cuestiones propias y "soberanas", pero por lo menos uno tiene el derecho de sospechar sobre las razones de por qué estos medios supuestamente progresistas se compran un mensaje tan abiertamente manipulador y tendencioso, considerando quién lo dice y cuál es su historia.

Pueden argumentar que era la novedad. Que no todos los días un escritor famoso, joven y modernillo se pasa tras las cámaras. Pero una cosa es la novedad y el entusiasmo y otra estar a su servicio.

Fuguet en rodaje

Reproduzco finalmente parte del decálogo del Fuguet-director que publicó El Sábado, para que los futuros cineastas tomen nota:

-Sé intuitivo
-Filmar la verdad
-Preguntar y preguntar y preguntar
-Escuchar
-Pedir ayuda
-Darte Permiso
-Creerte un poco la raja
-Hablar mucho de cine bueno
-Hablar poco de cine malo
-Observar, mirar, entender
-Decir acción por primera vez es parecido a lo que debe sentir un ateo que dice, arrodillado, AMEN y capta que ya no está más ciego o perdido sino que ahora tiene fe.

La falta de humildad de Fuguet es impresionante. Ni siquiera François Truffaut, quizás si el más cálido pensador del cine desde dentro, osó llegar a este tono. Sin duda, amparado en su desbordante cinefilia, el escritor detecta visos de santidad en su nuevo oficio. Eso habla bien de él, de su inocultada pasión por el séptimo arte, pero de ahí a pontificar en cuanto medio existe, hay que por lo menos haber entregado una película como Los 400 golpes.

Es bueno engrupirse con el cine, necesario y vital, pero no hay que andar engrupiendo a los demás con el propio fanatismo. Eso, Fuguet, déjalo a la historia, a los biógrafos o a las películas, que como tú bien sabes, hablan por sí solas.

Publicado el 06-11-2005

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