Festivales
Otros Festivales
- Edición Nº 102 Festival Kino Pavasaris 2016
- Nueva Europa, Vieja Europa
- Edición Nº 101 Bafici 2016 (4)
- El Tila: Solo contra todos
- Edición Nº 101 Bafici 2016 (3)
- No todos rieron
- Edición Nº 101 Bafici 2016 (2)
- Los exiliados románticos
- Edición Nº 101 Bafici 2016 (1)
- A la manera de Perrone
Crónicas caninas (5) En el nombre del padre
Una semana después del estreno de Huacho en la Semana de la Crítica, Navidad, de Sebastián Lelio, tuvo hoy una excelente recepción en la Quincena de los Realizadores. La maduración tras La sagrada familia es evidente, como también la preocupación central del cine de Lelio: la figura paterna. (Foto: Navidad)
Por Pamela Biénzobas desde Cannes
La principal continuidad temática entre La sagrada familia y Navidad no es tanto el hecho de que ambas historias transcurran en el día de una celebración tradicional de origen católico (se recordará que La sagrada familia acontecía durante Semana Santa), sino ante todo la figura del padre en el período de la vida de construcción de la identidad: adolescencia o pre-adultez.
Sin entrar en ningún tipo de conclusión respecto a circunstancias personales (siendo que, a mi conocimiento, no hay paralelo posible con sus personajes), es inevitable pensar en la importancia que el tema tiene para el cineasta, quien se cambió de apellido (de Campos a Lelio) pasados los treinta años para ajustar y reivindicar su identidad.
![]() |
| Diego Ruiz en Navidad |
Por oposición, rebelión, ausencia, admiración o desaparición, los protagonistas del cine de Sebastián Lelio se definen en gran medida en torno al padre. Si en la primera película la confrontación era abierta y explícita, con un padre demasiado presente, en Navidad los tres progenitores masculinos están sugeridos por sus huellas (aunque efectivamente se divisa en persona por un instante, pero de lejos y durmiendo, al padre de Alejandro, el único adolescente hombre): una fotografía, una (supuesta) tarjeta postal, una agenda, una colección de discos, una herida… Esta vez, las madres (únicos otros miembros de la familia sugeridos), brillan por su ineptitud para manejar las situaciones, para proteger a sus hijos frente al dolor de su relación con la figura paterna. Por eso, aunque sólo son unos segundos, el momento en que el diálogo simula el de los adultos es uno de los más potentes de la película, y resume en cierta forma la gran motivación de los tres protagonistas: encontrarse a sí mismos y en el proceso forjar sus propios lazos "familiares".
¿Pero quiénes son esos tres? Alejandro (Diego Ruiz) y Aurora (Manuela Martelli), de dieciocho años, y Alicia (Alicia Rodríguez), de quince. Aurora y Alejandro llegan a una casa precordillerana a la que obviamente se dirigían, pero a la que ahora ella no está segura si quiere entrar. Durante un buen tiempo se mantiene la ambigüedad entre la sensación de estar invadiendo propiedad ajena (hay gente que va a llegar), y la familiaridad (ella conoce bien la casa y lo que hay dentro), para luego explicar que es su antigua casa, que su madre vendió con todo dentro tras la muerte de su padre. Ahora lo que urge es encontrar y recuperar la colección de discos antes de la llegada de los nuevos dueños. Al cabo de un rato, aparece Alicia. O mejor dicho, descubren a Alicia, desfallecida en el invernadero. Aunque la diferencia de edad es poca, inmediatamente sienten la necesidad de protegerla; se hacen cargo de una responsabilidad que, al parecer, sus propios padres son incapaces de asumir con ellos.
Navidad muestra claramente una evolución coherente desde La sagrada familia. En términos de producción, en lugar de la urgencia de filmar casi en tiempo real respecto a la historia (tres días de filmación para tres días de acción en su ópera prima), en esta segunda película, Lelio optó por la serenidad, asumiendo el desafío de un rodaje pausado (treinta días para un día de acción). Y aunque el tiempo de montaje igualmente fue exagerado, algo ha avanzado Lelio respecto a las condiciones insanas de edición de su primera obra.
![]() |
| Manuela Martelli en Navidad |
Esa relativa calma se nota también en la imagen y en el relato, que se toma su tiempo para desenvolverse, revelando poco a poco información y emociones. La luz y la cámara, así como el gran uso de la música, transmiten una cierta serenidad pese a la conmoción que vive cada personaje. Es justamente el encontrarse solos en un lugar que se han tomado, es lo que consigue una sensación de protección más que de tensión. Aunque la tensión existe, y mantiene el magnetismo del grupo. Tensión entre deseo y repudio, o al menos confusión.
La gran apuesta ganada por Navidad es la de interesar al público en los personajes; crear la empatía suficiente para seguir una acción movida casi enteramente por lo sentimental. Mucho más accesible estéticamente que La sagrada familia, pero con una mirada igualmente personal, Navidad debiera permitir el encuentro de un realizador que se hizo un nombre en el circuito independiente internacional con un público aún más amplio, sin traicionar al primero (aunque algunos lamentarán el apaciguamiento del frenesí y la imperfección asumida de La sagrada familia).
Oxhide II: la vuelta al salón en 2 horas 12
Navidad fue seguida en la Quincena de los Realizadores por otra segunda película de una cineasta que había irrumpido en el circuito festivalero con una propuesta bastante radical. Tras Oxhide, de 2005 (que comenté en mi artículo del Forum de la Berlinale de ese año) Liu Jiayin regresó con una película que desde el título hacía temer la repetición: Oxhide II, igualmente grabada en su departamento, con sus padres. La cámara, siempre en planos fijos, esta vez se desplaza paulatinamente en 360 grados, alrededor de la mesa, a lo largo de las casi dos horas y cuarto de película. Primero es el padre quien trabaja el cuero, y luego la familia entera que prepara y después come su cena.
![]() |
| OxhideII |
Aunque fue una decepción constatar la falta de evolución, sí fue curioso observar la empatía de los espectadores que se quedaron toda la película (bastante más de la mitad, para sorpresa mía y probablemente de Liu Jiayin misma), y reflexionar acerca de los mecanismos del interés. ¿Por qué, tras ver una acción monótona durante largos minutos (como el padre picando carne), casi molesta que aparezca un objeto que nos impide seguir mirando las manos realizar la misma mecánica? ¿Cómo se logra involucrar al espectador (que decidió quedarse, es cierto) al punto de que el sutil humor de los gestos y los diálogos provoque risas y reacciones tras largos períodos de una inactividad que, en la mayoría de los casos, hubiese cerrado las puertas del interés? Habrá oportunidad de seguir con la reflexión: Liu Jiayin ya anunció que perseverará y probablemente aparezca con Oxhide III, IV, V… "y quién sabe hasta dónde", amenazó.
Este artículo aún no tiene comentarios. Puedes ser el primero en comentar.


