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Este domingo 26 de mayo terminó el Festival de Cannes. Por esas curiosidades de la vida, todas las películas en competencia que Pamela Biénzobas reseñó en estas crónicas, obtuvieron algún premio. Y curiosamente también, Pamela tuvo la rara fortuna de ver todo el resto de cintas que fueron premiadas. Así que en este penúltimo despacho (al que sumaremos uno final sobre la participación chilena) agregamos unos breves apuntes críticos del palmarés oficial del festival (y otros galardones) que tuvo a juicio de la prensa especializada, una repartición relativamente justa.
(Foto: Léa Seydoux, Abdellatif Kechiche y Adèle Exarchopoulos, celebrando la Palma de Oro)

Por Pamela Biénzobas

Si el Festival de Cannes fuera una persona, seguramente se le diagnosticaría un trastorno de identidad múltiple. Son varios los mundos paralelos que conviven, con centros gravitacionales totalmente distintos. Así, mientras para algunos la "alfombra roja" es el clímax de cada día, muchos críticos y otros profesionales presentes para ver las películas ni nos enteraríamos de su existencia si no fuera por la bulla que sube hasta la sala de prensa de la multitud amontonada a unos metros y de la música a todo volumen que acompaña el preludio a la gala el teatro Lumière, justo al lado.

Pero hay una "alfombra roja" que todo el mundo sigue con interés: la llegada a la ceremonia de clausura, para saber a quiénes se invitó y quiénes, aún estando en Cannes, no "necesitan" asistir. Rápidamente se supo qué películas partirían con algo, y la duda quedaba en la repartición.

Heli, de Amat Escalante

La aparición más sorpresiva fue la del equipo de Heli, de Amat Escalante, que dividió bastante a la crítica (como se puede ver en la ya clásica encuesta lanzada cada año por el crítico argentino Diego Lerer, en la que obtuvo el penúltimo puntaje de la Competencia, tras Borman, otra que tampoco consiguió un consenso mayoritario en un sentido u otro). Lo más probable parecía el Premio del Jurado, que es algo así como la recompensa a una película apreciada (probablemente sin unanimidad) pero que no va en ninguna otra categoría; un poco como el galardón más outsider del palmarès.

Pero no, el tercer largometraje de este mexicano nacido en Barcelona se llevó nada menos que el Premio a la mejor dirección. La puesta en escena de la película sobre cómo la violencia de la guerra de la droga le cae encima a una familia sin la menor relación con ese ambiente, es efectivamente muy sólida pero nada nueva (como tampoco lo es el tema, por importante que sea abordarlo una y otra vez), al menos para quienes siguen, más o menos, la creación reciente de ese país.

Finalmente el Premio del jurado se usó para distinguir no a un outsider sino a un realizador absolutamente establecido, por una película de factura convencional que no se habría echado mucho de menos de haberse quedado fuera de la premiación. Hirkazu Kore-Eda es un cineasta irregular, no tanto en su calidad, como en su estilo y ambición. Soshite Chichi Ni Naru (De tal padre, tal hijo, según los títulos en francés e inglés) cuenta una historia en sí muy dura (un intercambio de niños al nacer, descubierto cuando ya tienen seis años), pero desde un punto de vista algo desteñido. Como siempre, logra maravillas con los intérpretes infantiles. Pero aquí la perspectiva principal es la de uno de los padres, un trabajólico arribista. El contraste entre su familia y la que ha criado a su hijo biológico, que según sus criterios se calificaría claramente de perdedora –pero en la que todos se ven más felices– está pintado de manera poco sutil. La estructura tan esquemática resulta incluso en una caída de ritmo al medio, cuando ya se pierde la sorpresa.

Bruce Dern en Nebraska, de Alexander Payne

También de tono menor, pero mucho más contundente, es la cálida y reconfortante Nebraska, de Alexander Payne, bien merecía premio para señalar el aprecio general, pero claramente no podía ser uno de los mayores. La elección de Bruce Dern como mejor actor fue una buena manera de incluirla en el palmarès y homenajear a un talento que ciertamente entregó una gran interpretación como un viejo testarudo que cae en la trampa de las publicidades engañosas y cree haber ganado un millón de dólares.

Curiosa fue la manera de recompensar dos de las mejores películas de la Competencia. El Premio a la interpretación femenina para Bérénice Béjo no fue más que una confirmación de cuál sería la Palma de oro: la ausencia de Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux sólo podía explicarse porque el reglamento impide que la ganadora principal se lleve otra categoría. Pero, sin estar mal, Béjo era el punto más bajo de la excelente nueva obra de Asghar Farhadi, Le Passé (ver crítica aquí). Dirección, guión, actor o Gran Premio, en el fondo una vice-palma, muy bien atribuida a la alta calidad general de Inside Llewyn Davis, de los Coen (ver crítica aquí) habrían sido más pertinentes.

Y el Premio al guión para Jia Zhangke (al que entrevistamos hace unos años: aquí) por la magnífica Tian Zhu Ding (traducida como A Touch Of Sin) sólo puede ser visto como una manera de saludar la compleja estructura de una película que se pasea siguiendo a distintos personajes en distintas ciudades y situaciones. Jia reflexiona sobre la violencia social, enfocándose como siempre en los márgenes, pero esta vez de manera menos contemplativa y más activa que en sus trabajos anteriores. Hay rabia, injusticia y desesperanza acumulada bajo un título que evoca A Touch of Zen (1971), de King Hu. La violencia y el pecado no son más que una consecuencia natural.

¿Qué decir de la Palma de oro? No creo haber visto nunca tanto consenso y tanta exaltación por una película como sucedió este año con La vie d'Adèle (ver crítica aquí) de Abdellatif Kechiche. Aunque por supuesto que nada está escrito, el resultado parecía tan obvio como necesario. Y la medida absolutamente excepcional del jurado reparó lo que habría sido una injusticia imperdonable del reglamento –que despojaba a Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux del merecido Premio a la interpretación femenina– haciéndolas compartir el principal premio de Cannes al mismo nivel que Kechiche.

Los "otros"

Salvo, de Fabio Grassadonia y Antonio Piazza

Para completar el palmarès de las distintas secciones, aquí va un rápido panorama informativo de resultados anunciados en las jornadas previas a la clausura el domingo. Los primeros llegaron la noche del jueves 23, con la clausura de la Semana de la Crítica. Salvo, de los debutantes italianos Fabio Grassadonia y Antonio Piazza, recibió tanto el Gran Premio (del jurado dirigido por Miguel Gomes) como el Révélation (del grupo encabezado por Mia Hansen-Løve). La Sociedad de autores y compositores dramáticos, SACD, se quedó con Le Démantèlement, del canadiense Sébastien Pilote (que debutó hace tres años con Le Vendeur).

También hubo una concentración de galardones en la Quincena de los Realizadores, que cerró el viernes 24 con la segunda película dirigida por la gran Yolande Moreau, Henri. Les Garçons et Guillaume, à table! (Me Myself and Mum en su título internacional), primer largometraje del actor de la Comédie Française Guillaume Gallienne, que está adaptando su propio monólogo teatral, se llevó tanto el premio CICAE (de la Confederación internacional de salas de cine arte) como el de la SACD. El premio de Europa Cinemas, que ayuda a la difusión de una película europea en el continente, fue para The Selfish Giant de la británica Clio Barnard.

El viernes además se entregaron los primeros premios de la Selección oficial: los de la Cinéfondation, programa de cortometrajes de escuela donde se presentaba Asunción, de la chilena Camila Luna Toledo (Universidad Católica). El jurado presidido por Jane Campion (que fue homenajeada por la Quincena con la Carroza de oro –en honor a Renoir– de este año) eligió Needle, de Anahita Ghazvinizadeh, de Chicago.

Lea Léa Seydoux en La vie d'Adèle

El sábado 25, víspera de la clausura, fue el cierre de Un Certain Regard, y por lo tanto el primer palmarés de largometrajes dentro de la Selección oficial. Bajo la dirección de Thomas Vinterberg, el jurado inventó sus categorías por recompensar –como es la tradición de ese programa-, pero reservó el premio principal para L'Image manquante (ver crítica aquí), de Rithy Panh.

También fue el turno de los dos principales galardones paralelos: el de FIPRESCI, conocido como "el Premio de la crítica internacional", y el del jurado Ecuménico. Este último grupo de cinéfilos y a veces expertos católicos y protestantes, que explícitamente sigue un criterio valórico para premiar una película, escogió Le Passé.

En el caso de los críticos, en la Competencia oficial el jurado premió a La vie d’Adèle, de Abdellatif Kechiche, la primera concretización del apoyo extraordinariamente generalizado que tuvo la gran favorita de este año. En Un Certain Regard, el jurado optó por la nueva película del iraní Mohammad Rasoulof, Dast-Neveshtehaa Nemisoozand (traducida como Manuscripts Don't Burn), y en las secciones paralelas, a Jeremy Saulnier con Blue Ruin.
 

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