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desalmado

La última cinta de Claire Denis no deja indiferente: o se le ama o se le desprecia. Un cóctel que recuerda al film "Irreversible" de Gaspar Noé, y cuya banda sonora es lo único que permite soportar la impresionable experiencia.

Por Andrés Nazarala desde Valdivia

Estrenada primero en Cannes, Les Salauds es una de esas películas que dividen aguas. En su primera función en Valdivia, muchos la odiaron (entre ellas el director argentino José Celestino Campusano, quien la calificó como "la peor película que he visto"), mientras otros encontraron en ella todos los méritos cinematográficos que se encuentran en la filmografía de Claire Denis.

Lo cierto es que la cinta está más cercana a la naturaleza epatante de Trouble everyday (2001) que a la belleza contemplativa de White material (2009). Es un thriller nocturno, sombrío y misántropo (lo que más molestó a Campusano) que cuando termina –con una perturbadora canción de Stuart Staples- deja al espectador a la deriva, con una sensación de vacío.

Les Salauds

Les Salauds no busca complacencias. Es una película áspera en varios aspectos, partiendo por una narrativa elíptica –habitual en el cine de Denis- que dejará más de un cabo suelto. Y también porque bucea en un mar oscuro, ofreciendo escenas y postales de relaciones sadomasoquistas, como un choclo ensangrentado que se pudre en el piso de un misterioso club S&M para la clase alta (no pidan explicaciones) o un video explícito de relaciones sexuales insanas que cierra el filme.

Pero más allá de sus múltiples y gratuitos golpes de efecto, Les Salauds es una película maldita porque muestra un mundo desesperanzado marcado por la traición, la venganza, la violencia, el abuso, el incesto… Aquí, el único héroe es un tipo desencantado y solitario que siente el deber de ayudar a su hermana tras el suicidio de su esposo. Más aún cuando descubre que su sobrina –adicta al sexo duro y violento- es víctima de una red liderada por poderosos. Denis construye un universo exagerado, y algo caricaturesco, que no está muy lejos del Gaspar Noé de Irreversible, especialmente en la escena del club gay donde Vincent Cassell le revienta la cara al tipo que violó a su esposa. Bajo la superficie están las pretensiones intelectuales de una cineasta que intenta redefinir el noir con lecturas sobre el cuerpo y una estampa feminista que sella el filme con una imagen reveladora: la disfunción eréctil de un personaje clave, catalizador de todo mal.

Con todo, Les Salauds posee méritos, especialmente en lo que respecta al trabajo de arte, con un París nocturno e inhóspito donde las luces artificiales contrastan con la oscuridad, además de la configuración de un clima hipnótico que, a ratos, hace que la cinta se sienta como un mal sueño.

La música es otro gran logro. Y es que a estas alturas las composiciones instrumentales de Tindersticks son indisolubles al cine de Denis. La belleza melancólica de su trabajo le pone algo de humanidad a un filme que, con otro trabajo sonoro, probablemente hubiese sido imposible de digerir.

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