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Alberto Fuguet es el único escritor y cineasta chileno que ha desarrollado en paralelo, con mayor o peor fortuna, una obra importante en ambos campos. Con "Invierno", que acaba de exhibirse fuera de competencia en el Bafici, parece haber logrado cruzar asertivamente esas dos artes. Una película que, con sus 5 horas de duración, tiene tanta desmesura de forma y fondo, que lleva el aura de un testamento cinematográfico. (Foto: Invierno)

Por Andrés Nazarala desde Buenos Aires

Tras la presentación de Invierno en Bafici, Alberto Fuguet sugirió que esta podría ser su película de despedida. Le creamos o no –teniendo en cuenta el efectismo que esconde la confesión- lo cierto es que la cinta algo dice al respecto porque posee la naturaleza grandilocuente de una obra de cierre. Y no sólo por su duración (casi 5 horas en 3 episodios) sino que también por su estructura coral, sus múltiples referencias culturales y un carácter revisionista que tiene a Fuguet examinando su vida y su obra. Por ejemplo, cuando en una escena se muestra la solapa de una novela escrita por el personaje/eje del film –Alejo Cortés, escritor que se quita la vida a los 40 minutos-, nos damos cuenta de que corresponde a la biografía del realizador, lo que ciertamente le entrega a la audiencia (y probablemente también al terapeuta del autor) la posibilidad de una elucubración interesante.

Pero si su sustracción simbólica no resulta del todo extraña –básicamente porque Fuguet nunca le ha tenido miedo a la autoreferencia- sí parece inusual la acidez con la que ahora retrata personajes, lugares y tendencias identificables dentro del nuevo escenario santiaguino. Eso le da a Invierno cierto aire de desahogo sarcástico frente al Chile 2.0, el país de los publicistas y la hiperconectividad, la comida orgánica y los activismos. Hay también guiños irónicos a hipsters, blogs existentes (como el femenino Zancada) y al mundillo que Fuguet mejor conoce: el de los escritores, con sus rivalidades, egos y bajezas. En estos ambientes se desarrolla la mayor parte de film.

La primera parte –la más convencional en términos narrativos- transcurre en verano, mientras Alejo Cortés escribe una novela. Al igual que el colombiano Andrés Caicedo, a quien Fuguet redescubrió y reeditó, el joven prepara todo para que su suicidio coincida con la publicación del libro.

A partir del segundo episodio, el film se instala de lleno en el nostálgico clima invernal. Alejo ya es un mito, una fotografía publicitaria, pero su desaparición tiene fuertes consecuencias en sus cercanos: una hermana que busca respuestas, su mejor amigo (un tipo sin mayor pretensiones que tiene que hacerse cargo de su legado literario), un ambicioso estudiante de literatura obsesionado con el muerto y un opacado aspirante a cineasta que grabó su última entrevista y ve en ella la posibilidad de su despegue como artista. Cada uno de ellos va acompañado de personajes satélites que amplían el universo retratado, lo que lleva a Fuguet a desarrollar las historias a través de un esquema coral que hizo que en Buenos Aires más de alguien lo comparara con el Robert Altman de Short Cuts (1993). Es imposible no pensar también en el malogrado Roberto Bolaño, ese obsesivo enlazador de vidas que generalmente giran en torno a algún autor misterioso o muerto; o, digamos, un fantasma que gatilla crisis y ambiciones personales.

Invierno

Pero lo más interesante de la cinta tiene que ver con la manera en que el director afloja las tensiones de su drama colectivo. Además de aproximarse a los procesos creativos de cada uno de los personajes, esta es una película sobre gente que lee, conversa en cafés, hace cosas en la intimidad, va a recitales sola, se cuenta historias. Como en una novela, aquí hay relatos cruzados, personajes secundarios que aparecen y desaparecen, insertos de otras cosechas (canciones completas interpretadas en vivo), excesos varios y, en definitiva, decisiones que pueden parecer caprichosas. Pero curiosamente son ellas las que le dan a la obra una inusitada frescura.

Invierno es atrapante porque se vuelve inasible. Es una película ejecutada sin miedo a la majestuosidad por un Fuguet despojado de todo pudor. Si Se arrienda (2005), su cinta menos lograda, estaba marcada por cierta inseguridad y una evidente preocupación por estar a la altura de su popularidad como escritor, lo de ahora es puro desparpajo, libertad, nadando a contracorriente. En tiempo en que todos buscan la contención y miran hacia la vida rural, Invierno apuesta por la desmesura, el hipertexto y el regreso a la gran ciudad.

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